Palabras

Ejemplos de oraciones con la palabra dedo

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra dedo en el contexto de una oración.

Término dedo: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "dedo" aquí tienes una selección de 82 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra dedo para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • Con un dedo.
  • Mucho de ese dedo del corazón.
  • No te cabe más que un dedo en ellas.
  • ¡Qué buena está! Déjame que te chupe el dedo.
  • En efecto, el pueblo se lo enseñaba con el dedo.
  • La gente me señalaba disimuladamente con el dedo.
  • Estuve a dos dedos del abismo, casi a dedo y medio.
  • Preguntó la dama llevándose a la sien su dedo índice.
  • Me dijo después, en inglés, señalándome con el dedo.
  • Toma teta díjole Jacinta metiéndole un dedo en la boca.
  • ¿He puesto el dedo en la parte más sensible de la llaga?
  • Ya le apoyaba un dedo en el carrillo, para provocarla a risa.
  • Siento tal debilidad que a veces me cuesta trabajo mover un dedo.
  • Como escribir, no escribo porque se me corre la tinta por el dedo.
  • Tan metafísico está este chico, que nos viene como anillo al dedo.
  • Habíase llevado un dedo a los ojos y lo retiraba mojado de lágrimas.
  • Pero el cazador, con el dedo ya en el gatillo, se contiene y no dispara.
  • Créame usted, tío, en todas partes hay bobalicones que se maman el dedo.
  • Lleva en el dedo índice de la mano izquierda un anillo con un sello de oro.
  • Escondía el Pituso la cara muy avergonzado, y se metía el dedo en la nariz.
  • Y como allí me vio, púsose el dedo en la boca haciéndome señal que callase.
  • ¡Una dama que no sabe tocar el piano más que con un dedo! Quintanar es feliz.
  • Le llamaba con un dedo, acercaba su corva nariz a la ancha oreja del vate y decíale.
  • Instintivamente, como el suicida pone el dedo en el gatillo, llevó la mano al cerrojo.
  • Un día llegó la niña llorando y mostrando un dedo en que le había picado una abeja.
  • Corro al salón a tocar la donna é movile, con el dedo índice, mi único dedo músico.
  • Cuando comenzó el cuarto acto, Ana puso un dedo en la boca y sonriendo a don Álvaro le dijo.
  • Bajo el cuello del desairado levitín asomaba un dedo de alzacuello, bordado de cuentas de abalorio.
  • Alzar los hombros, sacudir la ceniza del cigarro con el dedo meñique, y decir que ahí se las den todas.
  • Don Víctor le vio desaparecer sin dejar la puntería y sin osar mover el dedo que apoyaba en el gatillo.
  • Con el arma sobre el brazo y el dedo en el gatillo, estuvo más de una hora junto á la barrera de la acequia.
  • Hasta llegaron a pensar con escalofríos de terror si a su s espaldas las señalarían irrisoriamente con el dedo.
  • Martín se sintió halagado y, como Rosa le indicó que callara, llevándose el dedo a los labios, cerró los ojos.
  • Todos jurábamos como demonios y pedíamos a Dios que nos pusiera un cañón en cada dedo para contestar al ataque.
  • Apretaba con su manita el dedo de cualquiera, tan fuerte, que se requería el vigor de un Hércules para desasirse.
  • Sé que te fastidia oír todo esto, pero te lo digo para que sepas que no me chupo el dedo ni se me engaña fácilmente.
  • Nunca quería contestarme cuando le preguntaba si era casado, y una vez estuvo a punto de llevarme un dedo de un picotazo.
  • También usted se apura ahí por una chanza, por una tontería, lo mismo que si ya todo el mundo le señalase con el dedo.
  • Usted decía el profesor señalándole con el dedo, mientras le temblaba la perilla por la cólera, ¿cómo se llama usted?
  • El peinado era la principal causa de la estupefacción de la chiquilla, y habría dado esta un dedo de la mano por poder imitarlo.
  • Sacó los insectos con el dedo meñique, y su amiga le criticó esta acción, llamándole sucio y tratándole con cierta sequedad.
  • Daba vueltas y saltos a un lado y a otro, y de rato en rato, poniendo un dedo encima de otro, hacía con ellos mil cosas saltando.
  • Lo estuvo él contemplando un rato por un lado y por otro, y acercaba la yema del dedo a la punta como para probar si era bien aguda.
  • Hubiérase contentado ella, en vista de prohibición tan absoluta, con aproximar la yema del dedo índice al pico de una de las torres.
  • ¡Ay, Dios, qué malo era, y qué sucio y qué feo! Las puertas parecía qué tenían un dedo de mugre, el papel era todo manchas, los pisos desiguales.
  • En pie, delante de ellos, la señora María la Sabia, extendiendo el dedo negro y nudoso cual seca rama de árbol, los consultaba con ademán reflexivo.
  • Las arenillas, para volcarlas sobre la mesa y figurar con ellas montes y collados, donde se complacía en producir cataclismos hundiendo el dedo de golpe.
  • Aquí Don Evaristo se acercó más a ella, como si temiera que alguien le pudiese oír, y con el dedo índice muy tieso iba marcando bien lo que le decía.
  • La cojita echó en el cortadillo una cantidad, así como un dedo, inclinando la botella con extraordinario pulso para que no saliera más de lo conveniente.
  • Y aunque ni un dedo de la mano se le descubría, con el don adivinatorio que se adquiere soñando, Julián percibía al través de la celada la cara de don Pedro.
  • Cuando don Cayetano volvía la espalda, pues hablaba girando con frecuencia sobre los talones, Glocester guiñaba un ojo al Deán y barrenaba con un dedo la frente.
  • Chupándose el dedo y en actitud meditabunda permaneció allí unos instantes, hasta que la misma falta de los dos cuartos acostumbrados le descubrió un rayo de luz.
  • Había entrado en el segundo periodo, que era el comático, y aunque seguía delirando, no movía ni un dedo, y apretaba fuertemente los párpados, temeroso de la luz.
  • Un día, al salir de la escuela, Carlos Ohando, el hijo de la familia rica que dejaba por limosna el caserío a la madre de Martín, señalándole con el dedo, gritó.
  • La novia lloró bastante con el obsequio de su niño, púsolo en el dedo meñique de la mano izquierda, y allí se le reunió el otro anillo que en la iglesia le ciñeron.
  • La energía de la voluntad se le comunicó al dedo gordo del pie, que semejaba casi prensil a fuerza de adaptarse y adherirse a las barras de palo, bruñidas ya con el uso.
  • Pero así como el suicida, instintivamente también, se sobrecoge y no tira, apartó su mano del cerrojo, el cual tenía el mango tieso hacia adelante como un dedo que señala.
  • Labor inútil, pues olfateando por todas partes abusos y desórdenes, no conseguía nunca, por su carencia de malicia y de gramática parda, poner el dedo sobre ellos y remediarlos.
  • Vestía el caballero americana oscura y pantalón de cuadros, sombrero de copa, y los indispensables botines blancos cubriendo las botas holgadísimas, con suelas de un dedo de grueso.
  • Y cogiendo al niño en sus rodillas, a la luz del triple mechero del velón, le iba guiando pacientemente el dedo sobre el silabario, repitiendo la monótona salmodia por donde empieza el saber.
  • Y como ella no hace lo que esa otra (apuntaba con el dedo pulgar hacia atrás, donde se oía el cuchicheo de Paco y Obdulia), como Ana jamás se aprieta con cintas y poleas las enaguas y la falda.
  • Doña Paula se sentó en el borde de una silla, apoyó los codos sobre la mesa, que era de las llamadas de ministro, y emprendió la difícil tarea de envolver un cigarro de papel, gordo como un dedo.
  • Y acuérdome que, estando el negro de mi padre trebejando con el mozuelo, como el niño vía a mi madre y a mí blancos, y a él no, huía dél con miedo para mi madre, y señalando con el dedo decía.
  • Y estas manos van, vienen, saltan, vuelan sobre el encaje, cogen los bolillos, mudan los alfileres, mientras el dedo meñique, enarcado, vibra nerviosamente y los macitos de nogal hacen un leve traqueteo.
  • Terciaba el manteo a lo estudiante, solía poner los brazos en jarras, y si la conversación era de asunto teológico o canónico, extendía la mano derecha y formaba un anteojo con el dedo pulgar y el índice.
  • Cuando estuvo acabado, Allen se sentó varias veces en la parte de afuera de la pared agujereada por nosotros a tocar el acordeón, y con el dedo untado en alquitrán fué tapando las rendijas que podían verse.
  • Cartelas, medallas, hornacinas (y señalaba con el dedo), capiteles, frontones rotos, guirnaldas, colgadizos, hojarasca, arabescos, que pululáis por las decoraciones de puertas, ventanas, tragaluces y pechinas.
  • ¡Gran lástima! Don Diego me tomó el dedo del corazón y, al fin, entre los cinco me levantaron, y al alzar las sábanas fue tanta la risa de todos viendo los recientes no ya palominos sino palomos grandes, que se hundía el aposento.
  • ¡Qué gran progreso en los entretenimientos de la niñez! ¡Cuando uno piensa que aquellos mismos nenes, si hubieran vivido en edades remotas, se habrían pasado el tiempo mamándose el dedo, o haciendo y diciendo toda suerte de boberías.
  • Pasábanse el día entero contando anécdotas, comentando sucesos políticos, tratando de tú a Mendizábal, a Calatrava, a María Cristina y al mismo Dios, trazando con el dedo planes de campaña sobre el mostrador en extravagantes líneas tácticas.
  • Pero ningún habitante de aquellas regiones de miseria era tan feliz como Adoración, ni excitaba tanto la envidia entre las amigas, pues la rica alhaja que ceñía su dedo y que mostraba con el puño cerrado, era fina y de ley y había costado unos grandes dinerales.
  • Arriba, en los balcones, la curiosidad señalaba con el dedo a los personajes conocidos que se mostraban a la luz de los cirios, y las cabezas erguidas de algunos invitados cruzaban saludos con las señoras, sin perder por esto el gesto de gravedad propio de las circunstancias.
  • Un rato estuvo Ido del Sagrario ante el establecimiento de El Tartera, que así se llamaba, mirando los dos tiestos de bónibus llenos de polvo, las insignias de los bolos y la rayuela, la mano negra con el dedo tieso señalando la puerta, y no se decidía a obedecer la indicación de aquel dedo.
  • Solo se le contradijo lo del sonar con ellos, mandándole que los entregase a la vieja, para honrar la comunidad haciendo de ellos unos cuellos y unos remates de mangas que se viesen y representasen camisas, que el sonarse estaba vedado en la orden, si no era en el aire, u de saetilla a coz de dedo.
  • Y en tanto que el dedo índice de la mano derecha frotaba dos prominencias pequeñas y redondas del artístico bajo relieve, que representaba a las hijas de Lot en un pasaje bíblico, él, sin pensar en esto, es claro, procuraba arrancar a las tinieblas de su ignorancia el secreto que tanto le importaba.
  • Le echaba humo de tabaco, le llamaba y solía poner entre los barrotes de la jaula un trozo de madera, como si fuese el dedo, y Poll, que era rencoroso, se echaba sobre él y le daba un picotazo con su pico fuerte, y cuando se encontraba que no tenía presa, se recogía, burlado y huraño, ante las carcajadas del pillo del grumete.
  • ¡Quién dirá lo que yo sentía, lo uno con la vergüenza, descoyuntado un dedo y a peligro de que me diesen garrote! Al fin, de miedo de que me le diesen, que ya me tenían los cordeles en los muslos, hice que había vuelto, y por presto que lo hice, como los bellacos iban con malicia, ya me habían hecho dos dedos de señal en cada pierna.
  • Y subieron a la acera de la Lonja, pasando por entre los grupos de gente menuda que, con un dedo en la boca o hurgándose las narices, contemplaba respetuosamente los pastorcillos de Belén y los Reyes Magos hechos de barro y colorines, estrellas de latón con rabo, pesebres con el Niño Jesús, todo lo necesario, en fin, para arreglar un Nacimiento.
  • En los puntos más céntricos de la ciudad habíanse levantado los altares, enormes fábricas de madera y cartompiedra que llegaban a los tejados, con decoración gótica o corintia, erizados de mecheros de gas, y en su parte media la repisa, en la que se ostentaba el diplomático de Caspe con su hábito de dominico y un dedo en alto entre cirios y flores.
  • Era una la de comerse las obleas, que con su provocativa blancura y encendido rojo le estaban convidando desde un bote de hojalata, y aun cuando sería más glorioso para nuestro héroe vencer el goloso capricho, la sinceridad obliga a declarar que alargó el dedo humedecido en saliva, y fue pescando una, dos, tres, hasta zamparse cuantas encerraba el bote.
  • Después de comer, mi amo estaba en la galería contemplando una carta de navegación, y recorría con su vacilante dedo las líneas, cuando Doña Francisca, que algo sospechaba del proyecto de escapatoria, y además ponía el grito en el Cielo siempre que sorprendía a su marido en flagrante delito de entusiasmo náutico, llegó por detrás, y abriendo los brazos exclamó.
  • Jacinta le daba bromas por su forzada esclavitud, y él, hallando distracción en aquellas guasitas, hizo como que le pegaba, la cogió por un brazo, le atenazó la barba con los dedos, le sacudió la cabeza, después le dio bofetadas, terribles bofetadas, y luego muchísimos porrazos en diferentes partes del cuerpo, y grandes pinchazos o estocadas con el dedo índice muy tieso.