Palabras

Ejemplos de oraciones con la palabra toros

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra toros en el contexto de una oración.

Término toros: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "toros" aquí tienes una selección de 30 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra toros para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • Ciertos son los toros.
  • Ciertos son los toros.
  • Se había ido a los toros de Baeza.
  • Tom se había aficionado mucho a los toros.
  • La moral del espectador de corrida de toros se había revelado en ellos.
  • Por culpa de un grabado en que aparecían no se sabe qué reyes de España matando toros.
  • Don Juan era un manchego apático y triste, muy serio, muy grave, muy aficionado a los toros.
  • También necesito mantas, moñas de toros, y trataré de encontrar algún cacharro de carácter.
  • Si no lleva usted panderetas con figuras de toros, chulos u otras porquerías así, se lo comen vivo.
  • La gran preocupación de la familia eran las tres corridas de toros, festejo el más ruidoso de la feria.
  • Frente a él perfilábase sobre el cielo de pálido azul la plaza de Toros, con su contorno de circo romano.
  • Corrí allá, y cuando el jefe del personal de catedrales me dijo que eran ciertos los toros, creí que me daba un desmayo.
  • Bajó la señora al patio, donde había entrado un ciego tocando la guitarra y estaban algunos chiquillos jugando a los toros.
  • Pues tráete una docena, los llevamos y decimos que esas son las moñas que se les ponen a los toros cuando salen a la plaza, brrrr.
  • Qué más quisiera yo replicaba el cura que cambiar la estola por una muleta, y en vez de ayudar a bien morir ponerme a matar toros.
  • Pues esta prenda, esta nacional obra de arte, tan nuestra como las panderetas o los toros, no es nuestra en realidad más que por el uso.
  • Después del desastre de las dos pequeñas escuadras españolas en Cuba y en Filipinas, todo el mundo iba al teatro y a los toros tan tranquilo.
  • Pero en su interior rechazaba aquella superchería por dos móviles de conciencia, el móvil de la rectitud inglesa y el de la formalidad del aficionado a toros.
  • Y otra vez hincaba la barba en el pecho, mirando con los ojos medio escondidos en el casco, y cerrándolos de súbito, como los toros que bajan el testuz para acometer.
  • Ya era este un polluelo con ínfulas de hombre cuando Estupiñá le llevaba a los Toros, iniciándole en los misterios del arte, que se preciaba de entender como buen madrileño.
  • Ana contempló a don Frutos, el mísero tendido sobre la arena, ahogándose en un charco de sangre, como la que ella había visto en la plaza de toros, una sangre casi negra, muy espesa y con espuma.
  • A mayor abundamiento, en aquella época del 70 se le desarrolló de tal modo al Delfín la afición a los toros, que no perdía corrida, ni dejaba de ir al apartado ningún día y a veces se plantaba en la dehesa.
  • ¡Qué labor más católica, más conservadora podía haber, que dirigir una casa de prostitución! Solamente teniendo al mismo tiempo una plaza de toros y una casa de préstamos podía concebirse algo más perfecto.
  • Un día, finalmente, me trajo su reloj, los pendientes de su mujer, y doce cajas de pieles y manguitos, y aquella misma tarde, aquella mismísima tarde, señora, me le veo en la Puerta del Sol, encaramándose en un coche para ir a los Toros.
  • Los domingos, sobre todo cuando cruzaba entre la gente a la vuelta de los toros, pensaba en el placer que sería para él poner en cada bocacalle una media docena de ametralladoras, y no dejar uno de los que volvían de la estúpida y sangrienta fiesta.
  • Toda la miseria del mercado, los náufragos del trabajo, que, con el cuero rayado á palos, el estómago contraído y las excoriaciones inflamadas por las moscas verdosas y panzudas, esperaban la llegada del contratista de las corridas de toros ó del mendigo, que aún sabrían utilizarlos.
  • No lejos de estos, un grupo de empleados en la Contaduría central se ocupaba con gran calor de pozos artesianos, y dos jueces de primera instancia, unidos a un actor retirado, a un empresario de caballos para la Plaza de Toros y a un oficial de la Armada, discutían si eran más bonitas las mujeres con polisón o sin él.
  • Muchachos desarrapados rompían las oleadas del gentío, ofreciendo la vida cíe Lagartijo en aleluyas, los antecedentes y retratos de los seis toros que iban a lidiarse, o pregonaban unos abanicos de madera sin cepillar y en los cuales una mano torpe había estampado un toro como un pellejo de vino y un torero que parecía una rana desollada.
  • Más allá de los puentes, al través de sus arcos de piedra, veíanse los rebaños de toros, con las patas encogidas, rumiando tranquilamente la hierba que les arrojaban los pastores, ó andando perezosamente por el suelo abrasado, sintiendo la nostalgia de las frescas dehesas, plantándose fieramente cada vez que los chicuelos les silbaban desde los pretiles.
  • Bien sabía el muchacho que si hacía novillos a la misa de los domingos, no iría al teatro por la tarde, y que si no sacaba buenas notas en Junio, no había dinero para el bolsillo, ni toros, ni excursiones por el campo con Estupiñá (luego hablaré de este tipo) para cazar pájaros con red o liga, ni los demás divertimientos con que se recompensaba su aplicación.