Palabras

Ejemplos de oraciones con la palabra pelos

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra pelos en el contexto de una oración.

Término pelos: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "pelos" aquí tienes una selección de 40 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra pelos para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • Le he vendido más alhajas que pelos tengo en la cabeza.
  • He aquí un problema que le puso los pelos de punta al asesino.
  • Sus pelos, a fuerza de peine y cosmético, habían llegado a domarse.
  • Si creerás tú que te voy a revelar algo que pone los pelos de punta.
  • Varias veces Silva Coelho tuvo sujeto por los pelos a Chim e intentó herirle.
  • Sentía una ansiedad que le ahogaba, un furor que le ponía los pelos de punta.
  • Perderíamos hasta el modo de andar, manque los pelos se nos hicieran cañones.
  • Soltaba una risa que a mí me ponía los pelos de punta, y decía muy callandito.
  • Si he hecho yo en mi vida más almuerzos de obreros que pelos tengo en la cabeza.
  • Su cabeza calva, crasa y escamosa, con un enrejado de pelos mal extendidos para cubrirla.
  • En medio de la infernal risa, brotaba esta frase que a Fortunata le ponía los pelos de punta.
  • Los otros, por presto que acordaron a hacer lo mismo, ya tenían las chollas con más tejas que pelos.
  • La que no tiene flor se pone entre los pelos cualquier hoja verde y va por aquellas calles vendiendo vidas.
  • Era chato, muy delgado, algo giboso, de aspecto enfermizo, con unos pelos azafranados en la barba y ojos de besugo.
  • Una mañana, dos días después de la visita de Ido, Blas avisó que en el recibimiento estaba el hombre aquel de los pelos tiesos.
  • Bien decía doña Lupe que así como el primogénito se llevara todos los talentos de la familia, Nicolás se había adjudicado todos los pelos de ella.
  • La otra le dijo que ella y toda su familia eran unas cursis muertas de hambre, y gracias a que se interpusieron otras vecinas, no se tiraron de los pelos.
  • Rubín tragaba saliva y buscaba en el sitio donde tenemos el bigote algo que retorcer, y encontrando sólo unos pelos muy tenues, los martirizaba cruelmente.
  • Arrojaba humo por las narices, agitando su melena de chispas, batiendo desesperadamente su rabo como una escoba de fuego, que esparcía hedor de pelos quemados.
  • Cuando estaban juntos él y su hermano Nicolás, a cualquiera que les viese se le ocurriría proponer al segundo que otorgase al primero los pelos que le sobraban.
  • Pero ella no sintió repugnancia, y vio oro y plata en aquellos pelos tiesos que parecían un cepillo de yerbas hechas ceniza por la raíz y tostadas por las puntas.
  • ¡Vale más ir a presidio que llevar esta vida! VIII Mientras se raía con la navaja de barba los contados pelos rubios que brotaban en sus carrillos, Julián maduraba un proyecto.
  • Creyeron las otras dos que se había ido a acostar, y quedáronse allí haciendo comentarios sobre el extraño caso, que Belén transmitió a Fortunata con todos sus pelos y señales.
  • Estuvieron batiéndose con ferocidad, a distancia como de treinta pasos, tirándose de los pelos, dándose dentelladas y cayendo juntas en la mezcla inarmónica de sus propios sonidos.
  • Y el infeliz mortal poseedor de tantas cualidades paseaba por la tienda ante su asombrado dependiente, con toda la prosopopeya de un hombre que tiene agarrada la fortuna por los pelos y no piensa soltarla.
  • Cuente con nuestro humilde apoyo para vencer los obstáculos tradicionales que aquí opone al verdadero progreso un despotismo teocrático de que está ya todo Vetusta hasta los pelos, como se dice vulgarmente.
  • Antonio Lamela, así se llamaba el rezagado, era gallego, un tipo flaco, nervioso, de cara escuálida, nariz afilada, una zalea de pelos negros en la barba ya con algunas canas, y la boca sin dientes, de hombre débil.
  • Los viernes solía inviar unos güevos, con tantas barbas fuerza de pelos y canas suyas que pudieran pretender corregimiento u abogacía Pues meter el badil por el cucharón y inviar una escudilla de caldo empedrada era ordinario.
  • En la mesa versó la conversación sobre el mismo asunto, y Villalonga, después de volver a contar el caso con todos sus pelos y señales para que lo oyera Don Baldomero, añadió diferentes pormenores que daban color a la historia.
  • ¡Ah grandísima hipocritona, si me levanto, mala pécora! la que mata a su padre de hambre, la que echa cuentas de rosario y pelos en el caldo, la que me echa en las narices el polvo de la sala, la que se va a misa de alba y vuelve a la hora de comer.
  • Al poco rato entró en el despacho un hombre muy flaco, de cara enfermiza y toda llena de lóbulos y carúnculas, los pelos bermejos y muy tiesos, como crines de escobillón, la ropa prehistórica y muy raída, corbata roja y deshilachada, las botas muertas de risa.
  • En esto reina cierta oscuridad, que no se disipará mientras no venga uno de estos averiguadores fanáticos que son capaces de contarle a Noé los pelos que tenía en la cabeza y el número de eses que hizo cuando cogió la primera pítima de que la historia tiene noticia.
  • Con sus borceguíes lustrosos, una chaqueta vieja del amo arreglada chapuceramente, la cabeza siempre descubierta, con pelos agudos como clavos y las orejas llenas de sabañones en todo tiempo, era Melchorico el aprendiz más gallardo de cuantos asomaban la cabeza a las puertas para llamar a los compradores reacios.
  • Instintivamente, movida por el dolor, se agarró también á los rubios pelos de la hilandera, y durante algunos minutos se las vió á las dos encorvadas, lanzando gritos de dolor y rabia, con las frentes cerca del suelo, arrastrándose mutuamente con los crueles tirones que cada una daba á la cabellera de la otra.
  • Por el contrario, era quizás la única pincelada feliz de aquel rostro semejante a las pinturas de la Edad Media, y hacía la gracia el tal bozo de ir a terminarse sobre el pico derecho de la boca con una verruguita muy mona, de la cual salían dos o tres pelos bermejos que a la luz brillaban retorcidos como hilillos de cobre.
  • Las dos hermanas, inclinadas y recogiéndose las faldas entre las piernas para evitar rozamientos con el suelo grasoso, contemplaban atentamente el degüello, contaban las convulsiones de la agonía y seguían las últimas gotas de sangre desde que asomaban a la herida, erizada de pelos coagulados, hasta que caían en una cazuela.
  • La Ròcha, que así apodaban á la vaca por sus rubios pelos, mugía dulcemente, estremeciéndose bajo una gualdrapa de arpillera, herida por el fresco de la mañana, volviendo sus ojos húmedos hacia la barraca, que se quedaba atrás, con su establo negro, de ambiente pesado, en cuya paja olorosa pensaba con la voluptuosidad del sueño no satisfecho.
  • Empezó por tocar con los dedos tímidamente una pulsera de monedas antiguas que Jacinta llevaba, y viendo que no le reñían por este desacato, sino que la señora aquella tan guapa le apretaba contra sí, se decidió a examinar el imperdible, los flecos del mantón y principalmente el manguito, aquella cosa de pelos suaves con un agujero, donde se metía la mano y estaba tan calentito.
  • Y al tener de repente la visión clara de su desgracia, al pensar en el pobre Pascualet, que á tales horas estaba aplastado por una masa de tierra húmeda y hedionda, rozando su blanca envoltura con la corrupción de otros cuerpos, acechado por el gusano inmundo, él, tan hermoso, con aquella piel fina por la que resbalaba su callosa mano, con sus pelos rubios que tantas veces había acariciado, sintió como una oleada de plomo que subía y subía desde el estómago á su garganta.
  • Colocaba la mísera comida en una cestita, se pasaba un peine por los pelos de un rubio claro, como si el sol hubiese devorado su color, se anudaba el pañuelo bajo la barba, y antes de salir volvíase con un cariño de hermana mayor para ver si los chicos estaban bien tapados, inquieta por esta gente menuda, que dormía en el suelo de su mismo estudi, y acostada en orden de mayor á menor desde el grandullón Batistet hasta el pequeñuelo que apenas hablaba, parecía la tubería de un órgano.