Palabras

Frases que tengan las palabras: despues y que

Si necesitas ejemplos de frases donde aparezcan los términos despues y que aquí tienes una lista de oraciones.

Frases con: despues y que

¿Necesitas buscar frases que contengan las palabras despues y que aquí tienes ejemplos de oraciones con estas 2 palabras.

Estas son todas las frases que tienen TODAS las palabras que has indicado.

  • Refiere Villalonga que un día fue Barbarita reventando de gozo y orgullo a la librería, y después de saldar los débitos del niño, dio orden de que entregaran a este todos los mamotretos que pidiera, aunque fuesen caros y tan grandes como misales.
  • En la sociedad madrileña, la más amena del mundo porque ha sabido combinar la cortesía con la confianza, hay algunos Pepes, Manolitos y Pacos que, aun después de haber conquistado la celebridad por diferentes conceptos, continúan nombrados con esta familiaridad democrática que demuestra la llaneza castiza del carácter español.
  • Si antes sus oraciones fueron pararrayos puestos sobre la cabeza de Juanito para apartar de ella el tifus y las viruelas, después intentaban librarle de otros enemigos no menos atroces.
  • Ni de estos tipos que jamás, ni antes ni después de casados, tuvieron trapicheos, entran muchos en libra.
  • Vistazo histórico sobre el comercio matritense i Don Baldomero Santa Cruz era hijo de otro Don Baldomero Santa Cruz que en el siglo pasado tuvo ya tienda de paños del Reino en la calle de la Sal, en el mismo local que después ocupó Don Mauro Requejo.
  • Don Baldomero II, que así es forzoso llamarle para distinguirle del fundador de la dinastía, heredó en 1848 el copioso almacén, el sólido crédito y la respetabilísima firma de Don Baldomero I, y continuando las tradiciones de la casa por espacio de veinte años más, retirose de los negocios con un capital sano y limpio de quince millones de reales, después de traspasar la casa a dos muchachos que servían en ella, el uno pariente suyo y el otro de su mujer.
  • La ferretera, algo corrida, tenía que guardar los trebejos, después de oír comentarios verdaderamente injustos.
  • Después de darse mucha importancia, haciendo que lo enseñaba y volviéndolo a guardar, con lo cual la curiosidad de las otras llegaba al punto de la desazón nerviosa, de repente ponía el papel en las narices de sus amigas, diciendo en tono triunfal.
  • Lo más particular era que Baldomero, después de concertada la boda, y cuando veía regularmente a su novia, no le decía de cosas de amor ni una miaja de letra, aunque las breves ausencias de la mamá, que solía dejarles solos un ratito, le dieran ocasión de lucirse como galán.
  • Iv A los dos meses de casados, y después de una temporadilla en que Barbarita estuvo algo distraída, melancólica y como con ganas de llorar, alarmando mucho a su madre, empezaron a notarse en aquel matrimonio, en tan malas condiciones hecho, síntomas de idilio.
  • Muchos años después de casados, parecía que estaban en la luna de miel.
  • En lo tocante a juegos, no conoció nunca más que el mus, y sus bolsillos no supieron lo que era un cuarto hasta mucho después del tiempo en que empezó a afeitarse.
  • Para la Historia Natural, solía la maestra llamar en su auxilio al león del Retiro, y únicamente en la Química se quedaban los dos parados, mirándose el uno al otro, concluyendo ella por meterle en la memoria las fórmulas, después de observar que estas cosas no las entienden más que los boticarios, y que todo se reduce a si se pone más o menos cantidad de agua del pozo.
  • Dos años después del casamiento de su hermana con Santa Cruz, casó Gumersindo con Isabel Cordero, hija de Don Benigno Cordero, mujer de gran disposición, que supo ver claro en el negocio de tiendas y ha sido la salvadora de aquel acreditado establecimiento.
  • Después las corrientes han cambiado otra vez, y al cabo de muchos años ha vuelto a traer España directamente las obras de King Cheong.
  • Mas para esto ha sido preciso que viniera la gran vigorización del comercio después del 68 y la robustez de los capitales de nuestros días.
  • Lavadas estas partes, se lavaría después otras.
  • Dios, al fin, apreciando los méritos de aquella heroína, que ni un punto se apartaba de su puesto en el combate social, echó una mirada de benevolencia sobre el muestrario y después lo bendijo.
  • Algo se apuntó allí sobre el billete de Banco, que en Madrid no fue papel moneda corriente hasta algunos años después, y sólo se usaba entonces para los pagos fuertes de la banca.
  • ¡Infames, burlar así a quien era la misma sobriedad! Me le hicieron beber con engaño evidente aquellas nefandas copas, y después no vacilaron en escarnecerle con tanta crueldad como grosería.
  • Después de oír varias misas en cada una de estas iglesias, calado el gorro hasta las orejas, y de echar un parrafito con beatos o sacristanes, iba de capilla en capilla rezando diferentes oraciones.
  • El Delfín, después de satisfacer la curiosidad de su amigo, hízole a su vez preguntas acerca de la vecindad de aquella casa en que estaba.
  • Después de una noche que entró tarde y muy sofocado, y tuvo cefalalgia y vómitos, la mudanza pareció más acentuada.
  • Después se quedó pensativo.
  • Pues sí dijo ella, después de una conversación preparada con gracia.
  • No recobró el conocimiento después del ataque, no dijo esta boca es mía, ni se quejó.
  • Y a la salida del túnel, el enamorado esposo, después de estrujarla con un abrazo algo teatral y de haber mezclado el restallido de sus besos al mugir de la máquina humeante, gritaba.
  • Revivió con fuerza en Zaragoza, después que los esposos oyeron misa en el Pilar y visitaron la Seo.
  • Juanito miró fijamente a su mujer, y después se echó a reír.
  • Pasa la ilusión, y después ¿qué resulta?
  • Aquella misma tarde, después de mirar la puerta del Carmen y los elocuentes muros de Santa Engracia, que vieron lo que nadie volverá a ver, paseaban por las arboledas de Torrero.
  • Después punto en boca.
  • ¡Y qué tienda, hija, qué desorden, qué escenas! Primero se emborrachaba él solo, después los dos a turno.
  • Decirle a uno que le van a preguntar una cosa y después no preguntársela.
  • Después vinieron Prócida y las Vísperas Sicilianas, Don Jaime de Aragón, Roger de Flor y el Imperio de Oriente, el duque de Osuna y Nápoles, Venecia y el marqués de Bedmar, Massanielo, los Borgias, Lepanto, Don Juan de Austria, las galeras y los piratas, Cervantes y los padres de la Merced.
  • Pero después transcurrían algunos ratos sin que ninguno dijera una palabra.
  • Después la descubrían.
  • Poco después, los esposos, empaquetados dentro de una tartana, penetraban por las calles angostas y torcidas de la ciudad campestre.
  • A media noche, cuando se retiraron fatigados a su domicilio después de haber paseado por las calles y oído media Africana en el teatro de la Princesa, Jacinta sintió que de repente, sin saber cómo ni por qué, la picaba en el cerebro el gusanillo aquel, la idea perseguidora, la penita disfrazada de curiosidad.
  • Hablando así se quitaba el sombrero, luego el abrigo, después el cuerpo, la falda, el polisón, y lo iba poniendo todo con orden en las butacas y sillas del aposento.
  • Dijo Santa Cruz a su mujer dos días después en la estación de Valencia.
  • Después vino Montesa, de feudal aspecto, y luego Almansa en territorio frío y desnudo.
  • Después un inglés muy pesado, que chapurraba el castellano con la boca fruncida y los dientes apretados, como si quisiera mordiscar las palabras, se empeñó en que habían de tomar unas cañas.
  • Después criaba los palomos a sus pechos.
  • Después cogía en la boca un buche de agua y algunos granos de algarroba, y metiéndose el pico en la boca.
  • Y yo, después que me divertí con ella, la dejé abandonada en medio de las calles.
  • La grosería con gracia seduce algún tiempo, después marca.
  • Después no pude ocuparme de nada.
  • Ni entonces lo supe ni lo he sabido después.
  • Hasta tres días después no volvió a rebullir en la mente de Jacinta el gusanillo aquel.
  • Y después, cuando el despejo de su cerebro le hacía dueño de todas sus triquiñuelas de hombre leído y mundano, no volvió a salir de sus labios ni un solo vocablo soez, ni una sola espontaneidad de aquellas que existían dentro de él, como existen los trapos de colorines en algún rincón de la casa del que ha sido cómico, aunque sólo lo haya sido de afición.
  • Vienen después las inclinaciones que sacan.
  • Las hijas del famoso Bonilla, importador de pañolería y después banquero y extractor de vinos, casaron.
  • Lo que sí se sabe es que un Moreno casó con una Isla Bonilla a principios del siglo, viniendo de aquí la Casa de giro que del 19 al 35 estuvo en la subida de Santa Cruz junto a la iglesia, y después en la plazuela de Pontejos.
  • Su hijo, que después fue marqués de Casa Muñoz, casó con la hija de Albert, el que daba la cara en las contratas de paños y lienzos con el Gobierno.
  • Seguía por la izquierda el gabinete de Barbarita, luego otro aposento, después la alcoba.
  • Barbarita era administradora general de puertas adentro, y su marido mismo, después que religiosamente le entregaba el dinero, no tenía que pensar en nada de la casa, como no fuese en los viajes de verano.
  • El abono que tomaron en el Real a un turno de palco principal fue idea de Don Baldomero quien no tenía malditas ganas de oír óperas, pero quería que Barbarita fuera a ellas para que le contase, al acostarse o después de acostados, todo lo que había visto en el Regio coliseo.
  • Su pena tenía las intermitencias más extrañas, y después de largos periodos de sosiego se presentaba impetuosa y aguda, como un mal crónico que está siempre en acecho para acometer cuando menos se le espera.
  • Después se puso de cuatro pies, mirando a su ama con semblante de marrullería y jovialidad.
  • Después, bien embozado en la pañosa, se iba a San Ginés, a donde llegaba algunas veces antes de que el sacristán abriera la puerta.
  • Después de un gran rato de silencio, consagrado a las devociones, Barbarita se volvía a él diciéndole con altanería impropia de aquel santo lugar.
  • Examinemos el artículo, y después se discutirá.
  • Alguien ha dicho que amores desgraciados la empujaron a la devoción primero, a la caridad propagandista y militante después.
  • Después tuvo que venderlos.
  • Y suponiendo que mi primo Valeriano me tapase mis veintitrés bocas (y la mía veinticuatro) por unos cuantos días, ¿cómo me arreglaría después?
  • Compra usted algo, y después que le miden mal y le cobran caro, el envoltorio de papel que le dan a usted se le deshace por el camino.
  • Tal día y a tal hora Juan había salido bruscamente, después de estar un rato muy pensativo, pero muy pensativo.
  • Después el muy tunante empezó a razonar sus explicaciones, revistiéndolas de formas seductoras.
  • ¡Pero qué huecas le parecieron a Jacinta, que en las dialécticas del corazón era más maestra que él por saber amar de veras! Y a ella le tocó reír después y desmenuzar tan livianos argumentos.
  • Era, pues, para el Delfín una dicha verdadera y casi nueva volver a su puerto después de mil borrascas.
  • Estaba sentada en un puff y por las rodillas se le subía un muchacho lindísimo, que primero le cogía la cara, después le metía la mano en el pecho.
  • Después dio cabezadas contra el seno.
  • El estremecimiento que aquel contacto le produjo dejola por un rato atónita, después abrió los ojos, y se hizo cargo de que estaban allí sus hermanas.
  • Jacinta le daba bromas por su forzada esclavitud, y él, hallando distracción en aquellas guasitas, hizo como que le pegaba, la cogió por un brazo, le atenazó la barba con los dedos, le sacudió la cabeza, después le dio bofetadas, terribles bofetadas, y luego muchísimos porrazos en diferentes partes del cuerpo, y grandes pinchazos o estocadas con el dedo índice muy tieso.
  • Después de bien cosida a puñaladas, le cortó la cabeza segándole el pescuezo, y como si aún no fuera bastante sevicia, la acribilló con cruelísimas e inhumanas cosquillas, acompañando sus golpes de estas feroces palabras.
  • La columna tal perseguía activamente al cabecilla cual, y después de racionarse.
  • Poco después apareció Jacinta trayendo platos.
  • Después de saludarla, Aparisi le dijo.
  • Después de comérselo, la Delfina corrió al comedor.
  • La nena cogió el tenedor, y después de comerse la pechuga, volvió a reír.
  • Aparisi afirmó que la Monarquía no era factible, y después largó un ipso facto, y otras cosas muy finas.
  • Pues de primera intención soltole a su enemigo un delirium tremens a boca de jarro, y después, sin darle tiempo de respirar, un mane tegel fare.
  • Después exhaló un hondísimo suspiro, y llevándose la mano al pecho, dejó escapar con bronca voz estas palabras.
  • Después de una larga pausa, durante la cual Jacinta se pegó a su marido como para defenderle de una agresión, el infeliz dijo esto, empezando muy bajito como si secreteara, y elevando gradualmente la voz hasta terminar de una manera estentórea.
  • Después de visitarla, hizo a su amiguita una pintura muy patética de la miseria que en la madriguera de los Idos reinaba.
  • Una mañana, dos días después de la visita de Ido, Blas avisó que en el recibimiento estaba el hombre aquel de los pelos tiesos.
  • Pensó después transformándose por la piedad.
  • Había dejado a su esposo con Villalonga, después de enjaretarle la mentirilla de que iba a la Virgen de la Paloma a oír una misa que había prometido.
  • Después gorras muchas gorras, posadas y alineadas en percheros del largo de toda una casa.
  • Aquí es dijo Guillermina, después de andar un trecho por la calle del Bastero y de doblar una esquina.
  • Después de recorrer dos lados del corredor principal, penetraron en una especie de túnel en que también había puertas numeradas.
  • Después empezó a pasar rápidamente la brocha sobre el papel, como se hace con los estarcidos.
  • Guillermina, después de sacar varios bonos, como billetes de teatro, y dar a la infeliz familia los que necesitaba para proveerse de garbanzos, pan y carne por media semana, dijo que se marchaba.
  • Después dejó caer la varonil y gallarda cabeza sobre el pecho y estuvo meditando un rato sobre el por qué de su perra suerte.
  • Un año después de lo que ahora se narra estaba ya aquel planeta errante, puedo dar fe de ello, en su sitio cósmico.
  • No hay ser humano, por despreciable que parezca, que no pueda ser eminencia en algo, y aquel buscón sin suerte, después de medio siglo de equivocaciones, ha venido a ser, por su hermosísimo talante, el gran modelo de la pintura histórica contemporánea.
  • Después de mucho y mucho puntear y rasguear, rompió con chillona voz el canto.
  • Si la señora insinuó Izquierdo torvamente, soltando las palabras después de rumiarlas mucho, me logra una cosa.
  • Después, viendo que su galantería no era estimada, le enseñó la lengua.
  • Empezaba el chismorreo, y poco después, en los murmurantes corros que se formaron, circulaban noticias y comentos.
  • Después de visitar varias casas, saliendo de ellas con el corazón desgarrado, hallábase otra vez en el corredor, ya muy intranquila por la tardanza de su amiga, cuando sintió que le tiraban suavemente de la cachemira.
  • Vendiendo burros y caballos, después conspirando y armando barricadas.
  • Después añadió la santa, el pobre hombre ha tenido que valerse de mil arbitrios no muy limpios para poder vivir, porque es preciso vivir.
  • Parece mentira, pero no lo es, que después de otra pausa solemne, dijo la Pacheco estas palabras.
  • Jacinta discurría ya cómo se las compondría para juntar los mil duros, que al principio le parecieron suma muy grande, después pequeña, y así estuvo un rato apreciando con diversos criterios de cantidad la cifra.
  • Después de empujar hacia la puerta a Jacinta y a Rafaela, volviose al desgraciado, que no acertaba a decir palabra, y echándose a reír con angélica bondad, le habló en estos términos.
  • Después de platicar un rato con Severiana en la salita de esta, salieron escoltadas por diferentes cuerpos y secciones de la granujería de los dos patios.
  • ¡Tres cuatros seguidos, después un cero, y acabar con un ocho.
  • Después que chupas el dinero de la Nación, que es el dinero de la Iglesia, ahora quieres negar tu auxilio a mi obra, a los pobres.
  • Poco después Guillermina y Jacinta hablaban a solas, lejos de todo oído indiscreto.
  • Con que mañana, yo iré después de medio día.
  • Después diría que era un huerfanito abandonado en las calles, recogido por ella.
  • Antes de las doce, todo estaba en silencio, y los papás se retiraron a su habitación, después de encargar a Jacinta que estuviese muy a la mira para que el Delfín no se desabrigara.
  • Después de esta conversación, fue Jacinta a la casa de su hermana a quien también confió su secreto, concertando con ella el depositar el niño allí hasta que Juan y Don Baldomero lo supieran.
  • La poseedora de ella, después que recorrió ambos corredores enseñándola, se pegó otra vez a la señorita, frotándose el lomo contra ella como los gatos.
  • Después de comprada la pandereta, el chico dijo que quería una naranja.
  • Otro contaba sobre una mesa pesetas gastadas y las cogía después con una pala como si fueran lentejas.
  • Después empezaron a vestirle.
  • Primero se sorprendieron en masa, después parecía que se alegraban.
  • Después de dejarse allí bastante dinero, tiraron para otro lado.
  • Creció el asombro de Plácido cuando vio que la señora, después de tratar como en broma un portal de los más bonitos, lo compró.
  • Después hubo gran tertulia en el salón.
  • Pero poco después de las doce se habían retirado todos.
  • Oyola en San Ginés, y después fue a casa de Benigna, donde encontró escenas de desolación.
  • Contempló Barbarita sin decir palabra al que le presentaban como nieto, y después miró a su nuera, que estaba en ascuas, con un nudo muy fuerte en la garganta.
  • Pues nada, hija añadió después con resolución, a casa con él.
  • Después se había quitado su propio calzado, porque era un marrano que gustaba de andar descalzo con las patas sobre el suelo.
  • Después la conversación recayó en la política.
  • Por Dios, no me digas eso murmuró Jacinta, después de una pausa en que quiso hablar y no pudo.
  • ¿Qué pasó después?
  • Y aquí paz y después gloria.
  • Y si después de esto sigues encontrando parecido, es que hay brujería en ello.
  • Después punto figurado en la casa de juego del pulpitillo.
  • No habían transcurrido diez segundos después de aquel así, así, cuando se oyó una gran chillería.
  • Así, así, y después de hartarse, lo tira por el suelo y se limpia las manos en las cortinas.
  • ¿Es que le dejáis enredar para después reíros y armar estos alborotos?
  • Llevó a Jacinta a su cuarto de vestir y después de mostrarle el nacimiento, le dijo.
  • Después tuvo esto por un disparate y se fijó en una amiga suya, casada con Moreno Vallejo, tendero de novedades de muy reducido capital.
  • Gracias a Dios que estamos solos otra vez dijo el compinche después que la vio salir.
  • Después me fui un rato al Real, y al salir ocurriome pasar por Praga a ver si estaba allí Joaquín Pez, a quien tenía que decir una cosa.
  • Después seda, terciopelo, el sombrerito.
  • Habló después Castelar.
  • En la mesa versó la conversación sobre el mismo asunto, y Villalonga, después de volver a contar el caso con todos sus pelos y señales para que lo oyera Don Baldomero, añadió diferentes pormenores que daban color a la historia.
  • Estas referencias o noticias sueltas eran en aquella triste historia como las uvas desgranadas que quedan en el fondo del cesto después de sacar los racimos.
  • Después habían desaparecido.
  • No la siguió después para ver dónde vive?
  • Federico Ruiz, que tuvo años ha la manía de escribir artículos sobre los Oscuros pero indudables vestigios de la raza israelita en la moderna España (con los cuales artículos le hicieron un folletito los editores de la Revista que los publicó gratis), sostenía que el apellido de Rubín era judío y fue usado por algunos conversos que permanecieron aquí después de la expulsión.
  • Cinco veces la echó de su casa y otras tantas volvió a admitirla, después de pagarle todas sus trampas.
  • Juan Pablo y Maximiliano se fueron a vivir con su tía paterna doña Guadalupe Rubín, viuda de Jáuregui, conocida vulgarmente por Doña Lupe la de los pavos, la cual vivió primero en el barrio de Salamanca y después en Chamberí, señora de tales circunstancias, que bien merece toda la atención que le voy a consagrar más adelante.
  • Era tan endeble que la mayor parte del año estaba enfermo, y su entendimiento no veía nunca claro en los senos de la ciencia, ni se apoderaba de una idea sino después de echarle muchas lazadas como si la amarrara.
  • Las mismas con quienes pasó ratos agradables le repugnaban después, y como las viera venir por la calle, les huía el bulto.
  • Puso Feliciana sobre la luz una pantalla de figurines vestidos con pegotes de trapo, y después se echó con indolencia en la butaca, abrigándose con su mantón alfombrado.
  • Se la puso, envolviéndose la cabeza, echando miradas a un espejo de marco negro que sobre la cómoda estaba, y después se sentó en una silla a hacer tiempo.
  • Después reflexionó un instante, tratando de apoyarse en un juicio pesimista.
  • Empezó por asegurarse de la curiosidad de Papitos, echando la llave a la puerta después de encender la luz.
  • Miró después la cómoda, el baúl y las botas que sobre él estaban, sus propios pies cortados, pero dispuestos a andar.
  • Después metió el cobre de las dos pesetas que había cambiado.
  • Después advirtió que su mano derecha y el puño de la camisa conservaban algunas señales, y se ocupó en borrarlas cuidadosamente.
  • También podía ser error la diferencia que después del crimen notaba.
  • ¿Se equivocó antes o se equivocaba después?
  • Puso la nueva hucha en el sitio de costumbre, que era el cajón alto de la cómoda, abrió la puerta, quitando el pañuelo que tapaba el agujero de la llave, y después de llevar a la cocina el instrumento alevoso, volvió a su cuarto con idea de contar el dinero.
  • Después se vería, y el humilde hogar iría creciendo y embelleciéndose gradualmente.
  • Criminal más perverso que los asesinos y ladrones era, según él, el señorito seductor de doncella pobre, que le hacía creer que se iba a casar con ella, y después la dejaba plantada en medio del arroyo con su chiquillo o con las vísperas.
  • Se le atravesaba como otras muchas, y al fin, después de mil tentativas que parecían náuseas, la soltaba entre sus bonitísimos dientes y labios, como si la escupiera.
  • Lo que quiero saber ahora es qué sujeto era ese con quien te uniste después, el que te sacó de Madrid y te llevó de pueblo en pueblo como los trastos de una feria.
  • Primeramente tuvo un cajón de casquería en la plaza, y después puso tienda de quincalla iba a todas las ferias con un sin fin de arcas llenas de baratijas, y armaba tiendas.
  • Vino después un viejo que le daba mucho dinero y la llevó a París donde se engalanó y afinó extraordinariamente su gusto para vestirse.
  • La lectura la cansaba también y la aburría soberanamente, porque después de estarse un mediano rato sacando las sílabas como quien saca el agua de un pozo, resultaba que no entendía ni jota de lo que el texto decía.
  • Pero después de aquella sacudida que el amor le dio, entrole tal gusto por las grandes creaciones literarias, que se embebecía leyéndolas.
  • Maximiliano se abalanzó a su querida con aquella especie de vértigo de respeto que le entraba en ocasiones, y besándole castamente un brazo que medio desnudo traía, cogiéndole después la mano basta y estrechándola contra su corazón, le dijo.
  • Después de clavar en él los alfileres, mirando a su sobrino de un modo que le hizo estremecer, le dijo.
  • Le preguntó después doña Lupe.
  • Volvió después doña Lupe a tomar en boca la metamorfosis de su sobrino, deslizando algunas bromitas, que a este le supieron a cuerno quemado.
  • Porque después del caso de la herencia, ya no podía dudar de que la Providencia le favorecía, abriéndole camino.
  • La chiquilla, después que le dijo todas aquellas injurias, se puso a repasar una media, en la cual tenía metida la mano izquierda como en un guante.
  • La confidencia que tan difícil era con otra persona, resultaba fácil con la cocinerita, y el hombre se creció después de dichas las primeras palabras.
  • Papitos, después de asombrarse mucho de la solemnidad con que el señorito hablaba y de las cosas incomprensibles que le decía, empezó a aburrirse.
  • Después salió otra vez al pasillo, donde continuó la perorata, paseándose de un extremo a otro, y gesticulando a favor de la oscuridad.
  • Después de acostada tuvo que levantarse y se arrojó, liada en una manta, en el sofá de la sala.
  • Esto pensaba por la mañana, después de lavarse y encender la lumbre, cuando cogía la cesta para ir a la compra.
  • Hizo la cama y después empezó a peinarse.
  • Después de esta reticencia, que por lo terminante parecía hija de una convicción profunda, siguió contemplando y admirando su belleza.
  • Y después se puso muy triste.
  • Poco después almorzaba Fortunata, y Maximiliano estudiaba, cambiando de vez en cuando algunas palabras.
  • A mi boticarito me atengo dijo después que echó el Padre Nuestro por las ánimas, de que no se olvidaba nunca.
  • Después de freír la cebolla y de machacar el ajo y de picar el menudillo, cuando ninguna cosa importante quedaba olvidada, lavose la pecadora las manos y se fue a peinar, poniendo más cuidado en ello que otros días.
  • Media hora después estaban sentados a la mesa en amor y compaña.
  • Y el sepulcro se abrió en casa de las de la Caña, con la mayor reserva se entiende, y después de hacer jurar a todos de la manera más solemne que guardarían aquel profundo arcano.
  • Después dio a entender que algo barruntaba ella, por la conducta anómala de su sobrino.
  • Eso, ahora el moquito y la lagrimita, después me envenenas la sangre con tus peinados indecentes.
  • Preguntó al tomar asiento, después de dar su mano siempre sudorosa a doña Lupe y al sobrino.
  • ¿Pues creerá usted que encontró después quien le prestara?
  • Después encendió el fósforo raspándolo en el muslo.
  • Y eran tan tunantes, que después que iban a casa llorándome tocante a la prórroga, me los encontraba en el café atizándose bisteques.
  • Abriendo después la puerta, mas sin salir de la alcoba, la señora siguió hablando con su sobrino.
  • Después se dedicó a negocios, y era tan honrado, pero tan sosamente honrado, que no dejó al morir más que cinco mil reales.
  • Después vino la crianza y cuidado de su sobrinito, que le dieron esa distracción tan saludable para las desazones del alma.
  • Pero no era aquello razonar, era como si cogiera su corazón y lo volcara sobre la cama, lo mismo que había volcado la hucha después de cascarla.
  • No me vengas a mí después con arrumacos.
  • Oiga usted ahora, que después de callar tanto me parece que reviento si no le cuento a usted todo.
  • Mire usted, cogí la hucha vieja, después de traer esta, que es enteramente igual.
  • Maximiliano guardó en la cómoda el pesado paquete, y después se puso la capa.
  • Aquella mujer que dormía a pierna suelta después de haber estrangulado, en connivencia con Torquemada, a un infeliz deudor, estaba intranquila ante los problemas de conciencia que le había planteado su sobrino tan candorosamente.
  • Al día siguiente, después de otro altercado con su sobrino, apuntaron vagamente en su alma las ideas de transacción.
  • A la vista, después de vestida, ofrecía gallardo conjunto.
  • Después de viuda, viéndose con cuatro cachivaches y cinco mil reales, imaginó fundar una casa de huéspedes, pero Torquemada se lo quitó de la cabeza, ofreciéndose a colocarle sus dineros con buen interés y toda la seguridad posible.
  • Después se rehízo con un destino en la administración de Cuba.
  • Pero sí fueron juntas alguna vez a la casa de una infeliz viuda que les debía dinero, y después de apremiarla inútilmente para que les pagara, echaron miradas codiciosas hacia los muebles.
  • Hicieron subir a los mozos de cordel y se llevaron los citados objetos, después de quitarle a la cómoda la ropa y a la copa el fuego.
  • Oyó primero patadas y gritos de mozos que subían baúles, después la voz de su hermano Juan Pablo.
  • Después, le pareció que Juan Pablo y su tía hablaban en el comedor.
  • Este, después de almorzar, sintiose amagado de la jaqueca y se echó de muy mal humor en su cama.
  • Después había opinado que su hermano era loco, y por fin, alzando los hombros, dijo.
  • Pero notaron luego que después de las doce horas de sueño reparador, estaba más triste aún.
  • Después de servir a Don Carlos en una posición militar administrativa, Rubín había sido expulsado del Cuartel Real.
  • Los dos hermanos no tenían ocasiones de hablar mucho, porque el primogénito, después de almorzar, se marchaba a uno de los cafés de la Puerta del Sol y allí se estaba las horas muertas.
  • Después le dijo a Maximiliano.
  • Después oyó doña Lupe la voz de Maxi, opaca, pero entera y firme.
  • ¡Pobrecito! Doña Lupe corrió a ver a Maximiliano, que después de empezar a vestirse, había tenido que echarse otra vez en la cama.
  • Después pasaba al ojo derecho este suplicio, algo atenuado ya.
  • Poco después, notando que su futuro hermano político olía, y no a ámbar, se confirmó en aquella idea.
  • Después se frotó mucho las manos, murmurando.
  • Después dijo bruscamente y sonriendo.
  • Después habrá usted conocido a otros muchos hombres, ¿a cuántos próximamente?
  • No me refiero a los conocimientos de un instante, que eso vendrá después.
  • Después meditó un rato, las manos cruzadas y dando vuelta a los pulgares uno sobre otro.
  • ¡Quién sabe se dijo, lo que pasará después de estar allí tratando con las monjas, rezando y viendo a todas horas la custodia! De seguro me volveré otra sin sentirlo.
  • Después que se retiró su amante, se quedó pensando en su fortuna, y todo aquel fárrago de olivos, parrales y carrascales que tenía metido en la cabeza le impidió dormir hasta muy tarde, enderezando aún más sus propósitos por la vía de la honradez.
  • La chiquilla se comía las fresas, y después, con los lengüetazos que le daba al plato, lo dejaba como si lo hubiera lavado.
  • Nicolás que tenía un oído sutilísimo, después de callar un rato y hacer callar a todos, dijo.
  • Mascando el último bocado, salió Maximiliano para irse a clase, llevando la carga de sus libros, y mucho después almorzó Juan Pablo solo.
  • El único que tenía consideración, el que menos guerra daba y el que menos comía era Maxi, el de la pasta de ángel, siempre comedido, aun después de que le volvieron tarumba los ojos de una mujer.
  • Y su condición de dama se probaba en que después de haber hecho todo lo posible, en la primera parte de la visita, por mostrar cierta severidad de principios, juzgó en la segunda que venía bien caerse un poco del lado de la indulgencia.
  • Hablando luego de que la metían en las Micaelas, todas las presentes elogiaron esta resolución, y doña Lupe se encastilló más en su vanidad, diciendo que había sido idea suya y condición que puso para transigir, que después de una larga cuarentena religiosa podía ser admitida en la familia, pues las cosas no se podían llevar a punto de lanza, y eso de tronar con Maximiliano y cerrarle la puerta, muy pronto se dice.
  • El Jueves salieron Maxi y su amiga a andar algunas estaciones, y el Viernes muy tempranito fueron a la Cara de Dios, dándose después un largo paseo por San Bernardino.
  • Después le señaló hacia el lado del Oriente una mole de ladrillo rojo, parte en construcción, y le dijo que aquel era el convento de las Micaelas donde ella iba a entrar.
  • La pecadora fue llevada a las Micaelas pocos días después de la Pascua de Resurrección.
  • Francamente dijo al fin, después de muchas meditaciones, tanto como canonizar, no.
  • Después que él me come un codo, trae a su compinche para que me coma el otro.
  • Como en uno de los sucesivos jueves dijera algo acerca de lo que le había gustado la fiesta de Pentecostés, la principal del año en la comunidad, y después recayera la conversación sobre temas de iglesia y de culto, expresándose la neófita con bastante calor, Maximiliano volvió a sentirse atormentado por la idea aquella de que su querida se iba a volver mística y a enamorarse perdidamente de un rival tan temible como Jesucristo.
  • Lo tomaban en la habitación próxima a la entrada, y al salir lo volvían a dejar después de doblarlo.
  • Parándose después ante Fortunata, le dijo.
  • Ii Después que se reconocieron, callaron un rato, trabajando las dos con igual ahínco.
  • Un rato después, las dos arrepentidas volvieron a pegar su hebra.
  • Yo le pregunté después a la Paca si había vuelto por allí el chico de Santa Cruz, y me contestó.
  • Después no volví más porque me salieron relaciones con el chico con quien me voy a casar.
  • Después de una pausa, durante la cual viniéronle al pensamiento muchas cosas pasadas, creyó oportuno decir algo, conforme a las ideas que aquella casa imponía.
  • Iniciábasele aquel trastorno a Mauricia como se inician las enfermedades, con síntomas leves, pero infalibles, los cuales se van acentuando y recorren después todo el proceso morboso.
  • Bastó que esta la cogiese por un brazo y la metiera dentro del encierro, para que la prisión se efectuase sin ningún inconveniente, después de tanta bulla.
  • ¡Y cómo se relamía la otra después de beber, y qué bien le supo! Conocía muy bien al galapaguito para atreverse a pedir más.
  • Y después de hacer un poco de ejercicio corporal colgándose de la reja, porque sus miembros apetecían estirarse, se puso a rezar con toda la devoción de que era capaz, luchando con las varias distracciones que llevaban su mente de un lado para otro, y por fin se quedó dormida sobre el duro lecho de tablas.
  • Después de cumplir una condena, lo que ocurría infaliblemente una vez cada treinta o cuarenta días, la mujer napoleónica estaba cohibida y como avergonzada entre sus compañeras, poniendo toda su atención en las obligaciones, demostrando un celo y obediencia que encantaban a las madres.
  • Con Fortunata volvió a intimar después de la escena violenta que he descrito, y juntas echaron largos párrafos en la cocina, mientras pelaban patatas o fregaban los peroles y cazuelas.
  • Al ponerse el sol, aquel magnífico cielo de Occidente se encendía en espléndidas llamas, y después de puesto, apagábase con gracia infinita, fundiéndose en las palideces del ópalo.
  • Hundiéronse las casas del paseo de Santa Engracia, el Depósito de aguas, después el cementerio.
  • Porque después, ni fin ni principio ni nada más que vergüenza y miseria.
  • ¡Cosa inaudita! Sor Marcela dio una chupada y después arrojó el cigarro, haciendo ascos, escupiendo mucho y poniendo una cara tan fea como la de esos fetiches monstruosos de las idolatrías malayas.
  • Después hablaron de la procedencia del pitillo.
  • El día de Corpus, después de misa mayor, empezaron las visitas que duraron casi toda la tarde.
  • Puestas una frente a otra a los dos lados de la artesa, mirábanse cara a cara en aquellos cortos intervalos de descanso, y después volvían con furor al trabajo sin parar por eso la lengua.
  • Esto deseo, y después se pone a hacerlo y ¡tras!, lo que una quería que saliera pez sale rana.
  • Después soñaba que era ella la esposa y Jacinta la querida del tal, unas veces abandonada, otras no.
  • Y el aparato, después de gemir un instante como si trabajara de mala gana, quedaba inactivo en medio del silencio del campo.
  • Después las amigas tuvieron que separarse, porque era jueves y Fortunata había de vestirse para recibir la visita de los de Rubín.
  • Después de pensar mucho en esto hizo examen de conciencia, y se preguntó qué había obtenido de la religión en aquella casa.
  • Era tan insolente el tal, que después de ser día claro se paseaba por la celda muy tranquilo y miraba a Sor Marcela con sus ojuelos negros y pillines.
  • Un instante después, Belén y la monja cuchichearon, sin duda a propósito de Mauricia a quien miraban.
  • Cuenta la que después fue señora de Rubín que en una ocasión que miró a su compañera, hubo de observar al través del velo suyo y del de ella una expresión tan particular que se quedó atónita.
  • Después vino andando, andando hacia acá y se puso allí, delantito.
  • Después dio la vuelta para allá y volvió a pasar entre vosotras sin que la vierais, hasta llegar mismamente a aquel árbol.
  • Y después.
  • Yo creo dijo Belén, después de una grave pausa, que eso debes consultarlo con el confesor.
  • Pero el motor no dio después más que media vuelta, y otra vez quieto.
  • El caño escupió un salivazo de agua, y todo quedó después en la misma quietud chicha y desesperante.
  • Y poco después repetían las otras con indefinible asombro.
  • Poco después Fortunata sentía sueño y se aletargaba.
  • Después Fortunata no se hizo cargo de nada, porque se durmió de veras.
  • Preguntó después como quien sostiene un diálogo.
  • Después de media hora de inútiles esfuerzos, desplomose en el umbral de la puerta, e inclinando la cabeza se durmió.
  • Preguntó después.
  • Inmediatamente después empezaba a distribuirse toda aquella tropa mujeril, como soldados que se incorporan a sus respectivos regimientos.
  • Después cogió un montón de aquella basura y me lo tiró.
  • Aplicó después su nariz chafada a la boca de la botella, diciendo con lastimera entonación.
  • Por una reja de la sacristía que da al patio, asomó la cara del sacristán, y poco después la de Don León Pintado.
  • Respiró después con fuerza, parose mirando azorada a todos lados, como el toro cuando sale al redondel.
  • La boda se verificaría el lunes 1.º de Octubre, dos días después de la salida de las Micaelas.
  • Doña Lupe y el mayor de los Rubines no se hablaban después de la marimorena que tuvieron al repartir la herencia.
  • Después le miró la cara.
  • Sólo me acuerdo de que vi a la Pura y Limpia, y después quise entrar en la iglesia y coger al Santísimo Sacramento.
  • Poco después Fortunata veía sólo el bulto de su amiga y los zapatos amarillos.
  • No se decidía ni a besarla, gozando con la idea de poder hacerlo a sus anchas después de recibidas las bendiciones de la Iglesia, y aun de hacerle otras caricias con la falsa ilusión de no habérselas hecho antes.
  • Después de expresar su opinión autoritaria de esta manera, doña Lupe, viendo a su sobrino más tranquilo y como vencido del sopor, empezó a dar instrucciones a Fortunata sobre el gobierno de la casa.
  • Después de hacer estas observaciones, fue a la cocina, donde estaba la criada preparando los trastos para el día siguiente.
  • Después trató de rehacerse de nuevo.
  • Después sintieron que se abría y se cerraba la puerta del cuarto vecino.
  • , y después de registrar todo y de coger los papeles, trincaron a mi sobrino, y en el Saladero me le tienes.
  • Maxi salió después de desayunarse, y su mujer y su tía se fueron a la otra casa.
  • Después la trajeron y la llevaron diferentes manos.
  • La ponían en un convento para moldearla de nuevo, después la casaban.
  • A la madrugada despertó después de un profundísimo y reparador sueño, y entonces le dio por llorar, haciendo cálculos, representándose con gran poder de la mente escenas probables, y condoliéndose de no poder ver a su amante a todas horas.
  • La conciencia se me vuelve ahora para aquí, después para allá.
  • Nació seis días después que el nuestro, y era hijo de uno que encendía los faroles del gas.
  • Y después las miradas volvían a sí misma con mayor tristeza.
  • Dos horas después entró, trayendo un paquete en la mano.
  • Después volvió a palidecer.
  • Maxi, después de leer, siguió diciendo.
  • Dos o tres días después, volviendo del Saladero, a donde fue para decir a su hermano que pronto le soltarían, vio Maximiliano a Santa Cruz guiando un faetón por la calle de Santa Engracia arriba.
  • Asustose Fortunata, y asomándose al balcón, viole recorrer apresuradamente la calle de Sagunto y después tomar por la de Santa Engracia, hacia abajo.
  • Ella salió después, tomando por la misma calle, pero hacía arriba, en dirección de Cuatro Caminos.
  • Mostró un envoltorio, después un paquetito, y otro.
  • Después de guardarlo con llave en un baúl lleno de cosas viejas, volvió al lado de su marido, que se había quedado absorto, midiendo sin duda con azorado pensamiento la enorme distancia que en su ser había entre los arranques de la voluntad y la ineficacia de su desmayada acción.
  • Después de entrar en ella e informarse de que la señorita no estaba, subió lentamente hacia la iglesia, y al pasar por delante de ella y ver una cruz de hierro que hay en el atrio, vínole al pensamiento la idea de que debía haberse traído el revólver.
  • Después de mucho pasear vio el faetón de Santa Cruz, guiado por el lacayo, despacio, como para que no se enfriaran los caballos.
  • Después bajó, y al llegar a los Almacenes de la Villa, otra vez para arriba.
  • El médico de guardia conocía a Maxi, y después de curarle la contusión de la cabeza, que no tenía importancia, le mandó a su casa al cuidado de los guardias de Orden Público.
  • Fortunata, después de mirar de hito en hito a doña Lupe por espacio como de un minuto, volvió a apoyar la mejilla en el puño sin decir una palabra.
  • Poco después se le sintió vomitar.
  • Fortunata, después de mirarla con una emoción que doña Lupe no podría definir, volvió a apoyar la cara en la mejilla, y dando un gran suspiro, se acorazó dentro de aquel silencio lúgubre, que desesperaría a la misma paciencia.
  • Después mandó a Patricia a su casa con un recado, llamando a Nicolás, que aquel día había llegado de Toledo.
  • Pero ya que no lo podía remediar, ¡ojalá que las heridas de Maxi fuesen de poca importancia! Después de esto, su más vivo deseo era coger la puerta y huir para siempre de la casa aquella.
  • De estas meditaciones la sacó doña Lupe, que después de media noche volvió a entrar en el cuarto.
  • Después el clérigo, a instancias de su tía, salió al pasillo, y Fortunata metiose rápidamente en su escondite para esperarle allí.
  • Después de otro ratito, que al cura se le hizo más largo que el primero, la voz respondió tenuemente.
  • Ya veo afirmó Rubín con ira, que nos ha engañado usted a todos, a mí el primero, a las señoras Micaelas, a mi amigo Pintado y a toda mi familia después.
  • ¿Le conoció usted después de casada?
  • El amancebamiento ahora, después la prostitución, el abismo.
  • Después oyeron ruido, sintieron la voz de Fortunata que hablaba quedito con Patricia, diciéndole quizás cómo y cuándo mandaría a buscar su ropa.
  • Iba al café al medio día, después de almorzar, y se estaba hasta las cuatro o las cinco.
  • Volvía después de comer, sobre las ocho, y no se retiraba hasta más de media noche o hasta la madrugada, según los casos.
  • Quien se hubiera tomado el trabajo de seguir los pasos de Rubín desde el 69 al 74, le habría visto parroquiano del café de San Antonio en la Corredera de San Pablo, después del Suizo Nuevo, luego de Platerías, del Siglo y de Levante.
  • Después pum y otra vez chirris.
  • Después acercaba el vaso, poniendo a la derecha, a la discreta distancia a que se pone el tintero para escribir, el platillo del azúcar, y luego atendía a la operación de verter en el vaso la leche y el café, poniendo mucho cuidado en que las proporciones de ambos líquidos fueran convenientes y en que el vaso se llenara sin rebosar.
  • Después cogía la cuchara con la mano izquierda y con la derecha iba echando pausadamente los terrones, dirigiendo miradas indulgentes a todo el local y a las personas que entraban.
  • Después de expresar con un gran suspiro la lástima que tenía de este pobre país, seguía tomando su café con indolencia, pero con apetito, porque para Don Basilio era verdadero alimento, y lo tomaba colmado, en vaso, y dejando rebosar todo lo posible en el plato para trasegarlo después frío al vaso.
  • ¡qué país! Yo entré en Penales con ocho, después me pasaron a Instrucción Pública con diez, luego cesante, y al fin, para no morirme de hambre, tuve que aceptar seis en Loterías.
  • Poco después empezaba a clarear la concurrencia.
  • Después de la una sólo quedan los enviciados con la conversación, los adheridos al diván o a las sillas por una especie de solidificación calcárea, las verdaderas ostras del café.
  • Después seguía la de los curas de tropa, llamada así porque a ella se arrimaban tres o cuatro sacerdotes, de estos que podríamos llamar sueltos, y que durante la noche y parte del día hacían vida laica.
  • Después que le sirvieron el café, agachó la cabeza, y en el círculo que formaban las cuatro o cinco cabezas de sus amigos que se alargaron para oírle, hizo la confidencia.
  • Después se permitió echarse a reír, cosa en él extrañísima y desusada.
  • Don Basilio se ponía colorado y después palidecía.
  • Después se incautaba con disimulo de todos los terrones de azúcar que podía, y se marchaba a su casa, despidiéndose de cada uno particularmente con apretón de manos a espaldarazo.
  • Iv Rubín, después de su fracaso en el campo y corte de Don Carlos, había tomado en aborrecimiento a los hombres del bando absolutista.
  • Entendía Juan Pablo que esto de ir corriéndola de mundo en mundo después que uno se muere es muy aceptable.
  • Después a otra para ocuparse del banquete que se había de dar a los pescadores de provincias que vendrían al Congreso de piscicultura.
  • Y después, sabe Dios.
  • Pagarle y después romperle la cabeza.
  • Volvieron dos noches después a la misma mesa, y Rubín trabó conversación con ellos.
  • Hablaron de la boda de Maximiliano y de los increíbles sucesos que después vinieron, diciendo Juan Pablo que su cuñadita era una buena pieza.
  • Pero una noche, después de largas ausencias, llegó Feijoo al café, y sentándose los dos aparte, le dijo.
  • Aparisi sostuvo poco después que él había previsto todo lo que estaba pasando.
  • Después de hecha, encontró mal que la hicieran los militares, y en esto fundó sus críticas del suceso consumado.
  • Después sostuvo el Delfín, con ejemplos de Francia e Inglaterra, que ninguna Restauración había prevalecido.
  • Lo que más la irritaba era que el tunante, después de lo que había dicho, tuviera todavía humor de bromas y pusiera aquella cara de pillín, como si se tratara de una cosa de juego.
  • Mas era tanta la alegría de la esposa al verle enmendado, que no pensaba que aquella enmienda fuera como un descanso, para emprenderla después con más brío por esos mundos de Dios.
  • Cuando el país remite, y fortalece con su opinión la autoridad, no es que ame verdaderamente el orden y la ley, sino que se pone en cura y hace sangre para saciar después con mejor gusto el apetito de las trifulcas.
  • Poco después se oía en la alcoba lo siguiente.
  • La metieron en un convento, la casaron después como por sorpresa.
  • Después de andar de mano en mano, este la coge, este la suelta, la casan con un hombre que no es hombre, con un hombre que no puede ser marido de nadie.
  • Y después de mirar bien el hecho, ¿qué resulta?
  • Quedose parada la niña en medio del gabinete aun después de los últimos besos de la despedida.
  • Hablando ahora con toda seriedad dijo, después de apurar bien el tema de las comidas, y pasando a ciertas ideas de cultura general.
  • Después hubo debate sobre quesos, diciendo Don Baldomero que los del Reino son también muy buenos.
  • Después que hemos cometido todos los crímenes, ahora salimos con escrúpulos.
  • ¡Después de.
  • Después de meditar un rato, volvió a guardar la cartera y se dijo.
  • Ii En el resto de aquel aciago día, dicho se está que la pobre señora de Rubín se entregó a las mayores extravagancias, pues tal nombre merecen sin duda actos como no querer comer, estar llorando a moco y baba tres horas seguidas, encender la luz cuando aún era día claro, apagarla después que fue noche por gusto de la oscuridad, y decir mil disparates en alta voz, lo mismo que si delirara.
  • Siguiole Fortunata con la vista hasta verle desaparecer, y poco después volvió a su acecho.
  • Después siguió su camino.
  • Fortunata vio primero a una de pelo blanco, después a Jacinta, después a una pollita que debía de ser su hermana.
  • Después, él y la criada, cuchichearon.
  • Quedose solo en el comedor mi hombre, y después de quince minutos de espera, Dorotea le mandó pasar.
  • ¡Vaya la que me ha hecho! murmuró después de una pausa, mirando al suelo.
  • Y volvió cerca de anochecido trayendo un ramo de flores, y poco después fue un mozo de cuerda con dos o tres tiestos.
  • Después no.
  • Y lo más raro es que después de tanto manosear hayan quedado intactas ciertas prendas, como la sinceridad, que al fin es algo y la constancia en el amor a uno solo.
  • Dos días después notó Feijoo que no oía bien.
  • Pronto iba a ser de noche, y como Feijoo tenía horror a la oscuridad, su amiga encendió luz, que puso en la mesa de camilla, y cerró después las maderas.
  • Feijoo no tomaba más que un huevo pasado y después chocolate, porque su estómago no le permitía ya las cenas pesadas.
  • Después de esto y mientras Fortunata se comía una cantidad inapreciable de pasas y almendras, cogiéndolas del plato una a una y llevándoselas a la boca sin mirarlas, el bondadoso anciano siguió sus habladurías con cierto desconcierto, y como desvariando.
  • Dos días después, don Evaristo no fue a verla, y en su lugar llegó el criado con una breve esquelita, llamándola.
  • Con aquella sonrisa, que parecía la que les queda a algunas caras después que se han muerto, contestaba Don Evaristo mejor que con palabras.
  • Preguntó ella después de una pausa, queriendo alegrar conversación tan lúgubre.
  • Después le entró tos.
  • Pero después de lo que oyó al buen amigo no le parecía tan absurda.
  • ¡Qué hombre! Así como en las mutaciones de cuadros disolventes, a medida que unas figuras se borran van apareciendo las líneas de otras, primero una vaguedad o presentimiento de las nuevas formas, después contornos, luego masas de color, y por fin, las actitudes completas, así en la mente de Fortunata empezaron a esbozarse desde aquella noche, cual apariencias que brotan en la nebulosa del sueño, las personas de Maxi, de doña Lupe, de Nicolás Rubín y hasta de la misma Papitos.
  • Eran ellos que salían nuevamente a luz, primero como espectros, después como seres reales con cuerpo, vida y voz.
  • Quizás veía con agrado en las lontananzas de su imaginación algo nuevo y desconocido que interesara profundamente su alma, y pusiera en ejercicio sus facultades, que se desentumecían después de una larga inactividad.
  • Pero esto era insigne torpeza, porque si después de encarecer lo tronada y hambrienta que estaba Fortunata, ¡la veían tan hermosa.
  • Después de oír, acerca de su salud, todas las vulgaridades hipocráticas con que el sano trastea al enfermo, como aquello de es nervioso.
  • Después se enteró Feijoo con mucha maña de ciertas particularidades de la familia.
  • Viii La primera vez que Don Evaristo visitó a su dama después de esta entrevista, abrazola gozoso, y le dijo.
  • Después llamó la atención de Don Evaristo la facha de un hombre que iba por entre las mesas, el cual sujeto más bien parecía momia animada por arte de brujería.
  • Un instante después Ramsés II pasó junto a Don Evaristo, deslizándose por entre las mesas y sillas como sombra impalpable.
  • Yo vivo en mi conciencia, por mí y antes y después de mí.
  • Se llega a este estado padeciendo, después de pasar por todas las angustias de la cólera, por los pinchazos que le da a uno el amor propio y por mil amarguras.
  • ¡Ay, señor don Evaristo! Parece mentira que yo esté tan fresco después de haberme creído con derecho a matar a un hombre, después de haberme ilusionado con la idea de cometer el crimen, concluyendo por renunciar a ello.
  • ¿Y cree usted que ella me podría dar explicaciones claras, pero muy claras, de todo lo que ha hecho después que se separó de mí?
  • Después se puso mucho mejor, lo cual dio motivo a que le dijeran, como es uso y costumbre, que la religión es medicina del cuerpo y del alma.
  • Si Maximiliano quiere humillarse después de las atrocidades que pasaron, yo no debo meterme.
  • ¡imaginar que su marido puede perdonarla después de la trastada indecente que le hizo, después que el querindango atropelló a este infeliz abusando de su fuerza.
  • Le echas bastante sal, y después la cargas de harina todo lo que puedas y la fríes.
  • Cerciorose de que a Maximiliano se le había servido conforme a sus órdenes, y después de cambiar de ropa, dispuso su propia comida, que era de lo más frugal.
  • Cuando entró en el comedor, ya Maxi no estaba allí, y media hora después encontrole en su cuarto, sin luz, sentado junto a la mesa y de bruces en ella, con la cabeza sostenida en las manos, y agarradas estas al cabello, como si se lo quisiera arrancar.
  • Y después.
  • Refirió entonces Maxi un pasaje curiosísimo y reciente de la historia de la tal Mauricia, que había sido contado aquella misma tarde, después de la cura, por el Sr.
  • Al anochecer entró doña Lupe, después de haberse limpiado el lodo de las suelas en el felpudo del vecino.
  • Después las nombró.
  • ¡Dios mío! se dijo Fortunata, oyéndola después de mirarla, ¡si parece un hombre.
  • Después clavó sus ojos en el techo, rezongando.
  • Le arregló las almohadas, y después ambas se estuvieron mirando.
  • La comandanta entró con unos pedazos de damasco rojo y amarillo, que habían sido cortinas cuarenta años antes, pasando después por distintos usos.
  • Subió Nones, y la dama, después de recomendar al sillero y a otros vecinos que barrieran la delantera de las respectivas puertas, iba a subir también.
  • Poco después apareció Estupiñá, de capa verde, trayendo bajo los pliegues de ella una cosa que abultaba mucho y que guardaba con respeto.
  • Puso el Cristo en su sitio, regocijándose mucho con la admiración que producía el bronce en los circunstantes, y después salió a dar órdenes a Estupiñá.
  • Total, que el piano tuvo que salir pitando, y sus arpegios y trinos se oían después perdidos y revueltos, como si alguien estuviera barriendo sus notas por la calle de Toledo abajo.
  • Después llegaba a la puerta.
  • Poco después salió la comitiva, precedida de la campanilla, entre la calle formada por mujeres arrodilladas, con velas o sin ellas.
  • Poco después se retiró Guillermina.
  • Sentía la de Rubín una gran turbación, mezcla increíble de cortedad de genio y de temor ante la superioridad, y se puso muy colorada, después como la cera.
  • Después del trinquis, Mauricia pareció como si resucitara, y su cara resplandecía de animación y contento.
  • Que los granujas de la vecindad habían pegado fuego a un montón de paja que en mitad del patio había, y después robaron al maestro Curtis todas las eneas que pudieron, y encendiéndolas por un cabo empezaron a jugar al Viático, el cual juego consistía en formarse de dos en dos, llevando los juncos a guisa de velas, y en marchar lentamente echando latines al son de la campanilla que uno de ellos imitaba y de la marcha real de cornetas que tocaban todos.
  • Callose un instante, y después de los dos o tres suspiros que Fortunata echó de su seno, volvió a hablar la enferma de este modo.
  • Cumplidas las sabias órdenes que había dado la directora de la casa, Fortunata salió con Papitos, y después de encaminarla a la compra, indicándole algunas cosas que debía tomar, separose de ella en la plazuela de Lavapiés para dirigirse a la calle Mira el Río.
  • Me lo figuraba dijo Fortunata, y después le dio cuenta de lo que había dispuesto y de lo que le indicó a Papitos que comprase.
  • V Cuando Fortunata, después de un ratito de palique con la comandanta, penetró en la otra casa, vio cosas que la pasmaron.
  • Después del sahumerio, Fortunata entró a ver a Mauricia, a quien encontró muy mal, en un estado de decaimiento y postración muy visibles.
  • Pero la de Santa Cruz, después de hablar con su amiga de varias cosas, le dijo.
  • Después lanzó un ¡ay! agudísimo, como la persona que recibe la picada de una víbora.
  • Púsose de centinela en la calle del Bastero, y cinco minutos después vio a la fundadora entrar en la casa.
  • Después que se le aplacara el frío, sintió somnolencia, que la llevó a un delirio tranquilo, reproduciendo en su mente la escena aquella con varias adiciones de importancia.
  • Después de esto, tornó a ver con claridad las cosas, y dejando vagar sus miradas por la habitación solitaria y semioscura, pensaba en lo mismo, pero apreciando mejor la realidad de las cosas.
  • En aquella meditación, lo que descollaba, después de vueltas mil, era un vivo deseo de ser no sólo igual, sino superior a la otra.
  • Su marido le ató fuertemente un pañuelo a la cabeza, y después se puso junto a la cama.
  • Después de un breve sueño, vio ella la escueta figura de Maxi dando paseos en la habitación.
  • Después creyó ver ojos, que en aquella profunda oscuridad la miraban.
  • Pero aún estaba en la cama cuando su marido, después de dar una vuelta por la botica, subió a verla.
  • Poco después, hallándose en el gabinete sentada junto al balcón, por donde entraba el sol, sintió en los pasillos ruidos de voces que al pronto no se podía saber si eran de gozo o de ira.
  • ¡Gracias a Dios! Ya tenemos a Periquito hecho fraile dijo doña Lupe, que después de haber recibido el estrujón en el pasillo, entraba tras él, radiante de dicha, porque se le quitaba de encima aquella fiera boca.
  • Les pasaba lo que a muchas personas que se han tratado en la infancia y que después están años y más años sin verse.
  • Después de decirle que su enfermedad no había sido nada, la chulita se sentó junto a él, haciendo propósito de contarle la verdadera dolencia que sufría, que era puramente moral, y con los más graves caracteres.
  • Después me quedo como el que sale de un desmayo.
  • Pero después de la risa, Maximiliano dio un suspiro, diciendo con la tristeza mayor del mundo.
  • Después de las nueve, cuando entró en la alcoba a ver si a su marido se le ofrecía alguna cosa, este se estaba vistiendo, y en una disposición de ánimo muy distinta de la que tuviera la noche anterior.
  • ¡Manía de imitación! ix Doña Lupe la invitó, dos días después de la tarde del choque con Jacinta, a volver a visitar a Mauricia.
  • Después todos empezaron a hablar en alta voz.
  • ¡Qué mujer esa! prosiguió la de Jáuregui, después de una triste pausa, poniendo los ojos en blanco.
  • Un ratito después, abriose la puerta de la estancia mortuoria, y Fortunata tuvo un estremecimiento nervioso, creyendo al pronto que era la propia Mauricia que aparecía.
  • Después me pesó.
  • Después se asomó al balcón, y vio cómo pusieron la caja en el carro, y cómo se puso en marcha este sin más acompañamiento que el de un triste simón en que iban Juan Antonio y dos vecinos.
  • Después se echó a perder, y se le puso la cara dura y hombruna, la voz ronca.
  • Después la santa se despidió de Severiana, diciéndole que volvería al día siguiente.
  • Quedose un rato Fortunata en la puerta mirándola subir, calle arriba, y después entró despacio, meditabunda.
  • Después le causaba pavor la visión figurada de los pies de Mauricia.
  • Dice que después le pesó.
  • Después de un rato de silencio, la Delfina dijo con resolución.
  • Y a mí me parecía que estábamos los dos atados para siempre, y que lo demás que vino después no vale.
  • Después que le vi, se me ha clavado de tal manera en el pensamiento la idea de.
  • Después se llegó a ella y le cogió una mano, diciéndole con profunda lástima.
  • No tuvo tiempo Fortunata de prolongar su altercado ni de volver en sí, porque apareció en la puerta el criado de Moreno, que era un inglesote como un castillo, y a poco vino también doña Patrocinio, y después el mismo Moreno.
  • Tenía después una idea incierta de que la mano dura del inglés la había cogido por un brazo, apretándoselo tanto que aún le dolía al día siguiente.
  • Después de revolcarse como las fieras heridas, se puso boca abajo, oprimiendo el vientre contra los muelles del sofá, y clavando los dedos en un cojín.
  • Al día siguiente, después de almorzar, y cuando Maxi se había marchado a la botica, tuvo tanto miedo Fortunata a que la ira estallase, que para evitarlo se ató una venda a la cabeza, fingiendo jaqueca, y encerrándose en su alcoba, acostose en su cama.
  • Después sigue hacia la plaza del Progreso.
  • Sube después por el callejón del Verdugo a la plaza de Provincia.
  • Incorporose después, quedándose apoyada en un codo y mirando a los ladrillos.
  • Mirolo tristemente, y después lo arrojó con fuerza lejos de sí, diciendo.
  • Después de permanecer allí largo rato, fue a la Virgen de la Paloma, a quien dijo cuatro cosas, y estaba rezándole, cuando sus ojos, al resbalar por el suelo, tropezaron con un objeto que brillaba en medio de los baldosines de mármol.
  • Estuvo en dos tiendas de la Plaza Mayor, tomó después por la calle de Toledo, con su paquete en la mano, y al volver la esquina de la calle de la Colegiata para tomar la dirección de su casa, recibió como un pistoletazo esta voz que sonó a su lado.
  • Y después Fortunata se metió en el coche, de cabeza, como quien se tira en un pozo.
  • Después que volviste con tu marido, ¿no has tenido por ahí algún devaneo.
  • Y ahora gocemos del momento presente, sin pensar en lo que se hará o no se hará después.
  • Después se restregaba los ojos y estiraba los brazos y el cuerpo todo, tardando lo menos cinco minutos en aquel desperezo que activaba la circulación de su poca sangre.
  • Después de zarandearte aquí, quieres zarandearte allá, porque se te va el amigo.
  • Poco después de esto, dijo Maxi que se quería acostar.
  • Puse lo menos cien papeletas, y después sentí en mí una sed muy rara, sed espiritual que no se aplaca en fuentes de agua.
  • Echose medio vestida en el sofá, y a la madrugada, después de haber dormido algunos ratos, sintió que su marido estaba despierto.
  • Fortunata le sintió reconociendo el cerrojo de la puerta, registrando el cuarto en que ella tenía su ropa, y después el comedor y la cocina.
  • ¿Te parece que después de lo que has hecho, se puede dormir?
  • Hijo de mi alma le contestó doña Lupe poniendo el chocolate sobre la mesa, después hablaremos de eso.
  • Después, tomando tonos de transacción, les dijo.
  • Indicó doña Lupe, algún tiempo después, aprovechando la relativa calma que en su sobrino se notaba.
  • Iv Aquella noche, después de comer, fueron todos a casa de doña Casta, donde debían reunirse para ir a paseo.
  • Siete años estuvo tecleando, y después tecleaba en casa bajo la dirección de un reputado maestro que iba dos veces por semana.
  • Después que entran, se les enseña más, se les hace ver esta y la otra cosa de precio, se les engatusa, y al fin caen.
  • Después que apuró el platillo de la compota, volvió Aurora para adentro, y trajo unas yemas en un papel.
  • Después de traer un plato con azucarillos, fue a escanciar el precioso contenido de los botijos, pues eran varios, y en ellos graduaba la temperatura, poniéndolos o no en el balcón, Doña Lupe la ayudaba en la traída de aguas, y en tanto Aurora le pasó a Fortunata el brazo por la cintura y ambas salieron al balcón de la sala.
  • Cada cual se comía una yema de chocolate, y después tomaron otra de coco.
  • Después miró a su amiga, diciéndole en tono muy seco.
  • Después de lo que pasó en Noviembre del año pasado prosiguió la viuda con serenidad que espantaba, después de tu enmienda verdadera o falsa.
  • Después que se te perdonó (y por mi voto no se te habría perdonado).
  • Después que echamos tierra al horrible crimen, me parece que estabas obligada a portarte de otra manera.
  • Valiéndose del sin fin de llaves que tenía, abrió todos los cajones y revolvió en ellos cuidadosamente, esmerándose en dejar las cosas, después de bien examinadas, en la misma disposición que antes tenían.
  • Es muy particular gruñía la viuda, registrando el baúl, después del reconocimiento minucioso que en la cómoda hizo.
  • Él no se sentó, y después de aquel saludo tan campechano que le echó al usurero, se puso de espaldas al balcón con las manos en los bolsillos, mirando a todos como quien espera recibir felicitaciones.
  • Fortunata volvió a la apartada silla en que antes estuvo, y doña Lupe, después de llevarse las manos a la cabeza, hizo un gesto de conformidad cristiana.
  • Poco después, cuando salió un instante, encontró a doña Lupe lloriqueando.
  • Después parecía más exaltado.
  • El verdadero Mesías de ella vendrá después, vendrá pronto.
  • Doña Lupe mandó recado a Ballester, que fue a verle después de anochecido.
  • Fuera de los paseos que daba en el comedor o en la alcoba, no hacía ejercicio alguno, y después de la inapetencia de los primeros días, le entró un apetito voraz, que las dos mujeres tuvieron por buen síntoma.
  • Después que pusieron a esto los comentarios propios del caso, la de Fenelón dijo a su compinche algo más que fue oído con extraordinaria curiosidad y atención.
  • Yo sé que han pasado el verano en Biarritz, y después han ido todos a París.
  • Pero se contuvo y se tragó su ira, desahogándola después en agitado soliloquio.
  • Ballester ostentaba aquel día zapatillas nuevas, estrenaba traje de lanilla de los más baratos, y se había ido a la peluquería, donde después de cardarle la caballera, se la habían rizado con tenacillas.
  • Después entró un instante en la alcoba para preguntarles qué tal estaban, y se fue a descansar.
  • A poco de acostarse, observó que su marido, sentado frente a la mesa donde estaba la luz, sacaba del bolsillo un paquete, después otro, objetos envueltos en papeles, y los ponía frente a sí, como un hombre que se prepara a trabajar.
  • Pero después vio la joven que desliaba otro paquete de forma larga y.
  • Preciso es que mueras primero tú, después yo.
  • Quitole la ropa, le cogió en brazos, y después de meterle en la cama, se abrazó a él sujetándole y arrullándole hasta que se adormeciera.
  • Después se puso muy serio.
  • Pues aquella tarde, después de mucho tiempo de entrar allí con las manos vacías, puso en las de Fortunata una esquelita.
  • Xii Aurora y Fortunata, después de cumplir un rato con la visita, riéndole las gracias a doña Desdémona, se fueron al balcón.
  • En fin, que el muy tunante se divirtió todo lo que quiso, y después la del humo.
  • ¡Demonio de neurosis o lo que sea! Yo, que después de darle la vuelta a la Serpentine me iba del tirón a Cromwell road.
  • Eso te lo digo, porque después de eso, me decidiría a aceptar lo que propones, el retraimiento, cortar la coleta, etc.
  • Despidió a su criado, después de quitarse la ropa, y envuelto en su bata se tendió en el sofá.
  • Después cayó otra vez su cabeza en el sofá y se puso la mano sobre los ojos.
  • Le he visto, como te estoy viendo a ti, y primero me inspiraba repugnancia, después compasión, y acabé por decirle.
  • Después de almorzar, bajó al escritorio, y se ocupó de liquidar y poner en claro su cuenta personal.
  • Después llegó Tom, y la hermana de Moreno se retiró a punto que entraba Guillermina con la misma cantinela.
  • Después alzó la cabeza y se dijo.
  • Después Moreno advirtió el profundísimo silencio que le envolvía, y la idea de la soledad sucedió en su mente a las impresiones musicales.
  • Eran las ideas principales, como si dijéramos las ideas inquilinas, palomas que regresaban al palomar después de pasearse un poco por los aires.
  • Se levantó, y después de dar dos o tres paseos, volvió a sentarse junto a la mesa donde estaba la luz, porque había sentido una opresión molestísima.
  • Dos o tres horas después de esto, Fortunata entraba en la botica.
  • Después sentía claramente en su oído la vibración de aquella réplica que la había hecho estremecer, que aún la alumbraba, porque las palabras se repetían sin cesar como la pieza de una caja de música, cuyo cilindro, sonada la última nota, da la primera.
  • Es como cuando se sienta una, sin pensarlo, sobre un sombrero de copa, que no hay manera, por más que se le planche después, de volverlo a poner como estaba.
  • Según después supe, iba en busca de mi primo Moreno Rubio, que vive en la calle de Bordadores.
  • Después de calcular su respuesta, la soltó en esta forma.
  • Y en último resultado le dijo después, ¿a ti qué más te da que sea honrada o deje de serlo?
  • Tras de cornuda, aporreada, y después sacada a bailar.
  • Después de comer, estaba él animadísimo, cual no lo había estado en mucho tiempo, pero sus conceptos eran de lo más estrafalario que imaginarse puede.
  • Pero esto no nos toca a nosotros, sino al que vendrá después.
  • ¿Y después?
  • ¡Oh!, después, sentirse uno absolutamente puro, perteneciente a la sustancia divina.
  • Los dos moriremos después que hayamos cumplido nuestra misión.
  • Después dejaba caer pesadamente las extremidades para volver a levantarlas.
  • Después se supo que Papitos tenía la culpa, porque le había irritado, contradiciéndole estúpidamente.
  • Después de una larga pausa, Fortunata, con muchísimo trabajo, se determinó a responder esto.
  • Después de esta brillante ráfaga de memoria, la preciosa facultad se eclipsó por completo, y el ayer se borró absolutamente del espíritu del buen caballero.
  • Después de meditar un instante, aprovechando aquella ráfaga de inteligencia que cruzaba por su cerebro, cogió el sobre que contenía la inscripción, y devolviéndoselo, le dijo.
  • Cada peldaño tenía su historia, y la pollería y el cuarto entresuelo y después el segundo tenían ese revestimiento de una capa espiritual que es propio de los lugares consagrados por la religión o por la vida.
  • Y después de todo, ¿a mí qué me importa que herede la finca Juan o Pedro?
  • Poco después, mirando para la acera de la Casa Panadería, alcanzó a ver a Juan Pablo, sentado en uno de los puestos de limpia botas, y leyendo un periódico mientras le daba lustre al calzado.
  • Después le vio pasar a la acera de enfrente y seguir hasta el rincón de la escalerilla, como si fuese al café de Gallo.
  • Pero después he comprendido mi desatino, he visto claro, muy claro, y.
  • Después tomó parte en la conversación, expresándose con tanta serenidad y con juicios tan acertados, que se maravillaban de oírle todos los presentes.
  • Tanto charló aquel hombre, que Fortunata, después de haberle rogado para que entrara, le tuvo que echar con buen modo.
  • Después de arreglarse volvió a mirar la plaza, entretenida en ver cómo se deshacía el mágico encanto de la nieve.
  • Pero después se volvió a asomar, diciéndose.
  • Después el sonido se apagaba alejándose, como si se balanceara en la atmósfera, para volver luego y estrellarse en los cristales de la ventana.
  • Después volvía para acá, describiendo una onda grandísima, y retumbaba ¡plam!, tan fuerte como si el sonoro metal estuviera dentro de la casa.
  • Quedose muy satisfecho, y después de detenerse un rato a ver un escaparate de estampas, volvió a pegar la hebra.
  • Primero se hablaba de política, después de que la guerra se acabaría a fuerza de dinero, y como la política y las guerras vienen a ser las fibras con que se teje la Historia, hablose de la Revolución francesa, época funesta en que, según el cobrador municipal, habían sido guillotinadas muchas almas.
  • Después, cuando entraron Ido, Refugio y otras personas, estuvo muy comunicativo, discurriendo admirablemente sobre todo lo que se trató, que fue la insurrección de Cuba, el alza de la carne, lo que se debe hacer para escoger un bonito número en la lotería, la frecuencia con que se tiraba gente por el Viaducto de la calle de Segovia, el tranvía nuevo que se iba a poner y otras menudencias.
  • Después el recaudador sacó a relucir no sé qué asunto de familia, quejándose de las continuas enfermedades de su esposa, de lo que Izquierdo tomó pie para decir unas cuantas barbaridades sobre las ventajas de no tener familia que mantener.
  • Tres días después de esto, al entrar en la botica, notó que Ballester y Quevedo hablaban, y que al verle llegar a él, se callaron súbitamente.
  • Después observó que Ballester sacaba de un cajón un paquetito de medicamento y se lo daba al Sr.
  • Al día siguiente estuvo con su hermano en el café del Siglo, y después en el de Gallo con Refugio.
  • Después fue con su tía a casa de Samaniego, y mientras duró la tertulia, permaneció apartado de ella, labrando y puliendo su idea.
  • Después que echó aquel brindis estúpido, Izquierdo habló de subir a gatas a casa de su hermana, y de bajar rodando por los escalones de piedra.
  • La mataré a ella y me mataré después, porque en estos casos hay que poner el pleito en manos de Dios.
  • Doña Lupe se llevó a su sobrino al Monte de Piedad, y como aquel día las ventas fueron de muy poco interés, tornaron pronto a casa, después de comprar fresa y espárragos en un puesto de la calle de Atocha.
  • Creeríase que Juan Pablo las estrujaba con los codos, después de acribillarlas con su dialéctica, y cuando cogía un lápiz y trazaba números con febril mano sobre el mármol, para probar que no debe haber presupuesto, parecía un Fouquier de Thinville firmando sentencias de muerte y mandando carne a la guillotina.
  • Después de recorrer la calle de Barrionuevo y la Plaza del Progreso, la pareja tomó por la calle de San Pedro Mártir, buscando la vía menos concurrida.
  • El Miércoles Santo enviole su tía con un recado a casa de Samaniego, y después de estarse allí gran rato, oyendo tocar la pieza, notó que doña Casta hablaba muy vivamente con Aurora.
  • Después de repetir textualmente el recado, añadió.
  • Dios nos tenga de su mano, si después le da por la filosofía contraria.
  • Le preguntó después el chico con la mayor naturalidad.
  • Y después del primer nombre, que usted designará (poniéndose muy inflado), llevará el mío, Segismundo.
  • Se llamará Juan, después Evaristo, y después Segismundo.
  • Después empezó a dar noticias de la familia y amigos, las cuales oía Fortunata con gran curiosidad.
  • Se lo diré después que se la haya zampado, porque se la tiene que comer, como este es día.
  • Quedábase muy convencida después de sentar estas arrogantes afirmaciones, y la satisfacción le producía tal contento, que se ponía a cantar en voz baja, arrullando a su hijo.
  • Después rompió a hablar con Segunda sobre si esta ponía o no ponía aquel año cajón en San Isidro, y se retiró al fin, despidiéndose de una manera que bien podía pasar por conciliadora.
  • Juan Evaristo Segismundo, después que le trajeron de San Ginés, estaba tan guapote y satisfecho, cual si tuviera conciencia de su dichoso ingreso en la familia cristiana.
  • Después sintió pasos y un chillar de botas que la hicieron estremecer, y se quedó muda de terror al ver en la puerta a Maximiliano.
  • Así lo afirmó después de dudarlo un momento.
  • Después me atacó lo que yo llamo la Mesianitis.
  • Yo creí que después de haberme oído, te convencerías de que mi razón está como un reloj y de que además me ha entrado un gran talento.
  • Después volvió a su asiento y estuvo un rato con la mirada perdida entre los ramos de la colcha, ligeramente fruncido el ceño.
  • Pero después he sabido vencerme y he dicho.
  • Pero después vino la reflexión.
  • Aunque después me hubieras matado a mí también.
  • Y después de saludar a Segunda como si fuera esta la señora más encopetada, pasó, y antes de decir nada a la que fue su amiga, examinó bien a Juan Evaristo Segismundo.
  • Después dio un suspiro, y guiñando los ojos para mirar a Fortunata, se expresó así.
  • Después era Aurora sola la que cometía el nefando crimen, penetrando de puntillas en la alcoba, dándole a oler un maldecido pañuelo empapado en menjurje de la botica, y dejándola como dormida, sin movimiento, pero con aptitud de apreciar lo que pasaba.
  • Y después, con indecible rapidez y coraje, le echó ambas manos al moño y tiró con toda su fuerza.
  • Después de llamar dos veces, la voz de Encarnación le respondió al través de los agujeros de la chapa.
  • Después de darle una bofetada que debió de oírse en Tetuán, le pegué un achuchón con la llave, y la descalabré.
  • Después metí mano a las greñas.
  • Después que Dios me ha dado al hijo de la casa, no le guardo rencor a la otra.
  • Primero tuve el delirio persecutorio, después el delirio de grandezas.
  • Pero Dios quiso curarme, y poco a poco aquellos estados fueron pasando, y la razón, que estaba muerta, empezó a nacer, primero chiquitita, y después creció tanto, tanto, que se me hizo un cerebro nuevo, y fui otro hombre, señora.
  • Hizo la pregunta cruzándose de brazos, y Guillermina después de vacilar, le dijo.
  • Mientras más me humillen, más me levantaré después.
  • Después se tapó la cara con la mano.
  • , a ella y a él, que también lo merece, y después de muertos (con salvaje sarcasmo), después de muertos, ¡que tengan los hijos en el otro mundo!
  • Las manos le temblaban, sus ojos echaron chispas, y cuando dijo matarles, matarles, su voz sonó en falsete como en la noche aquella funesta, después del atropello de que fue víctima en Cuatro Caminos.
  • Plácido, después de cotorrear un poco con Segunda en la puerta de la casa de esta, bajó a la suya, y en la salita, tapizada de carteles de novenas y otras funciones eclesiásticas, estaba Guillermina, en pie, el rosario y el libro de rezos en la mano.
  • Pues bueno, diré otra cosa (retirándose a la segunda paralela después de rechazada en la primera).
  • Ahora quiere que después de lo que ha pasado partan un piñón.
  • Poco después de anochecer se retiró dando las órdenes más rigurosas a los hermanos Izquierdo con respecto a visitas.
  • Segunda regresó a las diez, después de la horita de tertulia que solía pasar en el puesto de carne, y viendo a su sobrina muy despabilada, le dio un poco de palique.
  • Después de llamar como unas tres veces, fue a llamar la cuarta, y.
  • Díjole la chiquilla que la señá Segunda había bajado al mercado, y que subió con la leche para el niño, y después se volvió a marchar.
  • Voy por el tintero y no tardó cinco minutos en volver, y al entrar de nuevo en la alcoba, vio que Fortunata se había incorporado en su cama con el chiquillo en brazos, y que después, entre ella y Encarnación, le ponían bien abrigadito en su cuna de mimbres, la cual venía a ser como un canasto.
  • Después de revolver mucho, fue encontrado el documento.
  • Las sacaba, y después bebía como si tal cosa.
  • Había faltado gravemente, ofendiendo a su mujer legítima, abandonando después a su cómplice, y haciendo a esta digna de compasión y aun de simpatía, por una serie de hechos de que él era exclusivamente responsable.
  • No toleraba él que la vida se llevase al arte tal como es, sino aderezada, sazonada con olorosas especias y después puesta al fuego hasta que cueza bien.
  • Mataré, gozaré después de aquel amor inefable, infinito, que no he catado nunca y que ella me ofreció en cambio del sacrificio que le hice de mi razón, y luego nos consagraremos ella y yo a hacer penitencia y a pedir a Dios perdón de nuestra culpa.
  • Atravesaron un gran patio lleno de mausoleos de más o menos lujo, después otro patio que era todo nichos.
  • Después de esta venta corría otra vez hacia su barraca, deseando salvar cuanto antes una hora de camino.
  • Después de las hortalizas, la leche.
  • A las ocho, después de servir á todos sus clientes, Pepeta se vió cerca del barrio de Pescadores.
  • Por las rendijas de las puertas parecía escapar la respiración entrecortada y brutal del sueño aplastante después de una noche de caricias de fiera y caprichos amorosos de borracho.
  • Después de hablar del triste pasado, la curiosidad despierta de Rosario fué preguntando por todos los de allá, y acabó en Pepeta.
  • Y subió veloz por la escalerilla, después de recomendar mucho á Pepeta que pasase alguna vez por allí, para recordar juntas las cosas de la huerta.
  • Pimentó, que en su calidad de valentón se interesaba por las desdichas de sus convecinos y era el caballero andante de la huerta, prometía entre dientes algo así como pegarle una paliza y refrescarlo después en una acequia.
  • ¡Ladrón! ¡Después que se había quedado con su escopeta!
  • Su cara se coloreó, adquiriendo después una palidez cadavérica.
  • Llegó después de dos horas de marcha, deteniéndose muchas veces para dar aplomo á su cuerpo, que se balanceaba sobre las inseguras piernas.
  • Y no se imaginaban, después de un triunfo de diez años, que pudiera entrar en los campos abandonados otra persona que el tío Tomba, un pastor ciego y parlanchín, que, á falta de auditorio, relataba todos los días sus hazañas de guerrillero á su rebaño de sucias ovejas.
  • Los arbustos, después de retorcerse entre las llamas, caían hechos brasas, escapando de sus cenizas asquerosos bichos chamuscados.
  • Y con la alegría del que después de una penosa navegación descubre el puerto, la familia procedió á la siembra.
  • Aquellas tierras, después de lo del pobre Barret, estaban malditas.
  • El tío Tomba ya no podía meter sus ovejas en aquellas tierras, después de diez años de pacífico disfrute de sus pastos.
  • Después empezó la obra de abajo.
  • El pozo, después de una semana de descensos y penosos acarreos, quedó limpio de todas las piedras y la basura con que la pillería huertana lo había atiborrado durante diez años, y otra vez su agua limpia y fresca volvió á subir en musgoso pozal, con alegres chirridos de la garrucha, que parecía reirse de las gentes del contorno con una estridente carcajada de vieja maliciosa.
  • Diez semanas después de su llegada, aún no había salido de sus tierras media docena de veces.
  • El alguacil del tribunal, que llevaba más de cincuenta años de lucha con esta tropa insolente y agresiva, colocaba á la sombra de la portada ojival las piezas de un sofá de viejo damasco, y tendía después una verja baja, cerrando el espacio de acera que había de servir de sala de audiencia.
  • Poco después llegaba Rascaña, un mocetón de planchada blusa y redonda cabeza de lego.
  • Y una hora después, ya más calmado por las buenas palabras de los señores, emprendió el camino hacia su casa.
  • Después enrojeció con repentina rabia, mirando el pedazo de vega que se veía á través de la puerta, con sus blancas barracas y su oleaje verde, y extendiendo los brazos gritó.
  • Y después de tanta miseria, ¡multa encima!
  • Después, á la luz del candil, iba y venía por la barraca preparando su viaje á Valencia.
  • Mientras las bandas de muchachas despeinadas salían de la fábrica á la hora de comer para engullirse el contenido de sus cazuelas en los portales inmediatos, hostilizando á los hombres con miradas insolentes para que les dijesen algo y chillar después falsamente escandalizadas, emprendiendo con ellos un tiroteo de desvergüenzas, Roseta quedábase en un rincón del taller sentada en el suelo, con dos ó tres jóvenes que eran de la otra huerta, de la orilla derecha del río, y maldito si les interesaba la historia del tío Barret y los odios de sus compañeras.
  • Pero después caía en la huerta obscura, con sus ruidos misteriosos, sus bultos negros y alarmantes que pasaban saludándola con un ¡Bòna nit! lúgubre, y comenzaban para ella el miedo y el castañeteo de dientes.
  • Y Roseta, que ya no era inocente después de su entrada en la fábrica, dejaba correr su imaginación hasta los últimos límites de lo horrible, viéndose asesinada por uno de estos monstruos, con el vientre abierto y rebañado por dentro lo mismo que los niños de que hablaban las leyendas de la huerta, á los cuales unos verdugos misteriosos sacaban las mantecas, confeccionando milagrosos medicamentos para los ricos.
  • Después, los frecuentes encuentros en el camino y las miradas fijas del muchacho, que parecían querer decirla algo.
  • Después salía un lobo á morderla, con un hocico que recordaba vagamente al odiado Pimentó, y reñían los dos animales á dentelladas, y salía su padre con un garrote, y ella lloraba como si la soltasen en las espaldas los garrotazos que recibía su pobre perro.
  • ¡Bòna nit! Pero después de la salutación de costumbre no calló.
  • Y después de esto, arrepentido otra vez, miedoso, aterrado por sus palabras, echó á correr como un niño.
  • Tonet le tenía cierto respeto al señor Batiste, y se contentaba con emboscarse cerca del camino, para ver pasar á la hilandera ó seguirla después de muy lejos.
  • Bajó Roseta á la fuente, y después de llenar el cántaro, sacó, al incorporarse, su cabeza por encima del muro, lanzando una mirada ansiosa por toda la vega.
  • Enrojeció, como si estas palabras, rasgándole el corazón, hubieran hecho subir toda la sangre á su cara, y después quedóse blanca, con palidez de muerte.
  • Después se presentaba el tío Tomba caminando con seguridad por aquella tierra conocida, pero con el cayado por delante, único auxilio de sus moribundos ojos.
  • ¡Lo que corríamos! Unas veces aquí, otras en la provincia de Alicante, después por cerca de Albacete.
  • Y mezclaba en la conversación, horriblemente desfiguradas, las palabras francesas que aún podía recordar después de tantos años.
  • Después, cuando estaba agotada sin éxito alguno esta maniobra, iniciaban los pescozones y repelones á todo correr.
  • Después de la famosa riña en la fuente de la Reina, la huerta entera estuvo varios días hablando de los amores de Roseta con el nieto del tío Tomba.
  • Ahora que engordaba, se redondeaban sus ancas puntiagudas y su dorso nudoso, moría de repente, sin saber de qué, tal vez en uso de su perfecto derecho al descanso, después de sacar á flote la familia.
  • Después venía el navajeo cruel, los cortes, que aguantaba firmemente el cliente con la cara manchada de sangre.
  • Dos horas después volvió á salir, y se sentó en el banco de piedra, entre el grupo de los parroquianos, para oír otra vez al maestro mientras llegaba la hora del mercado.
  • Hizo emprender al rocín un trotecillo presuntuoso, cual si fuese un caballo de casta, y vio cómo después de pasar él se asomaban á la puerta Pimentó y todos los vagos del distrito con ojos de asombro.
  • Después de examinar un rato al pequeño, se había ido sin recetar nada nuevo.
  • Después, Teresa, mujer hacendosa, preguntó á su marido por el resultado del viaje, quiso ver el caballo, y hasta la triste Roseta olvidó sus pesares amorosos para enterarse de la adquisición.
  • Después no oyó nada, y sus improperios siguieron sonando en un silencio desesperante.
  • Después de estas mujeres entraron otras y otras.
  • ¡Pillos! Hasta los había que se empeñaban en entrar después de haber sido de la riña en la que el pobre Pascualet cayó en la acequia, pillando su enfermedad mortal.
  • Doña Josefa, con un vestido algo raído de lana y gran mantilla de un negro ya amarillento, entró solemnemente en la barraca, y después de algunas frases vistosas pilladas al vuelo á su marido, aposentó su robusta humanidad en un sillón de cuerda y allí se quedó, muda y como soñolienta, contemplando el ataúd.
  • Por allí andaba Pimentó, que acababa de llegar de la taberna con cinco músicos, tranquila la conciencia después de haber estado durante algunas horas junto al mostrador de Copa.
  • Después, rompiendo el gentío, aparecieron las cuatro doncellas sosteniendo el blanco y ligero altar sobre el cual iba el pobre albaet, acostado en su ataúd, moviendo la cabeza con ligero vaivén, como si se despidiese de la barraca.
  • Los músicos rompieron á tocar un vals juguetón y alegre, colocándose detrás del féretro, y después de ellos abalanzáronse por el camino, formando apretados grupos, todos los curiosos.
  • Teresa y su hija, rendidas por el llanto, agotada la energía después de tantas noches de insomnio, habían acabado por quedar inertes, cayendo sobre aquella cama que aún conservaba la huella del pobre niño.
  • Tenían sus apasionados, que se encargaban de ocupar el cuarto sitio en la partida, y al llegar la noche, cuando la masa de espectadores se retiraba á sus barracas, quedábanse allí viendo cómo jugaban á la luz de un candil colgado de un chopo, pues Copa era hombre de malas pulgas, incapaz de aguantar la pesada monotonía de esta apuesta, y así que llegaba la hora de dormir cerraba su puerta, dejando en la plazoleta á los jugadores después de renovar su provisión de aguardiente.
  • Además, ¡qué demonio! después de tanto trabajo y tan buena cosecha, bien podía un hombre honrado permitirse un poco de expansión.
  • Batiste, después de mirar furtivamente desde la puerta al tabernero, que con la ayuda de su mujer y un criado despachaba á los parroquianos, volvió á la plazoleta.
  • Y afectando dar poca importancia á la porfía y á su propia fortaleza, habló de su falta de apetito como de una gran desgracia, después de haberse pasado dos días en aquel sitio devorando y bebiendo brutalmente.
  • Los amigos del valentón le daban broma al ver que después de las guindillas daba tientos al jarro, sin cuidarse de si su enemigo le imitaba.
  • Y después de este curso breve de filosofía rústica, apelaba al segundo argumento, que era sacar de su faja una tagarnina de tabaco negro, con una navaja enorme, y comenzaba á picarla para liar un cigarrillo.
  • Y ahora, repentinamente, después de la dulce flojedad de diez años de triunfo, con la rienda á la espalda y el amo á los pies, venía el cruel tirón, la vuelta á otros tiempos, el encontrar amargo el pan y el vino más áspero pensando en el maldito semestre, y todo por culpa de un forastero, de un piojoso que ni siquiera había nacido en la huerta, descolgándose entre ellos para embrollar su negocio y hacerles más difícil la vida.
  • Y después venían las horas de inquietud por la ausencia de su marido, unas tardes interminables, de angustia, esperando al hombre que nunca regresaba, saliendo á la puerta de la barraca para explorar el camino, estremeciéndose cada vez que sonaba á lo lejos algún disparo de los cazadores de golondrinas, creyéndolo el principio de una tragedia, el tiro que destrozaba la cabeza del jefe de la familia ó que le abría las puertas del presidio.
  • Ya que le empujaban á ello, sería valentón y jactancioso por algún tiempo, para que le respetasen, dejándole después vivir tranquilamente.
  • El hombretón rió después de hacer esto.
  • Teresa atisbaba la vega por la puerta entreabierta, volviendo después al lado de Batiste.
  • Sintió el herido que toda su sangre afluía á su corazón, que éste se detenía como paralizado algunos instantes, para después latir con más fuerza, arrojando á su rostro una oleada roja y ardiente.
  • Y las manchas, después de flotar caprichosamente, se buscaban, se amalgamaban, y otra vez veía á Pimentó aproximándose á él lentamente, con la cautela feroz de una mala bestia que fascina á su víctima.
  • Después corrió al cuarto de los chicos, y á golpes y gritos los sacó en camisa, como un rebaño idiota y medroso que corre ante el palo, sin saber adónde va.
  • La mitad de los polvos y menjurjes que sus niñas tenían en el tocador los consumía la mamá, que en la madurez de su vida comenzó a saber como se agrandan los ojos por medio de las rayas negras, cómo se da color a las mejillas cuando éstas adquieren un fúnebre tinte de membrillo, y cómo se combate el vello traidor que alevosamente asoma en el labio y en la barba cual película de melocotón, convirtiéndose después en espantosas cerdas.
  • Doña Manuela también rió un poco, siguiendo con la vista la ruidosa persecución que se alejaba, y entró después en el mercado de casquijo, buscando las golosinas silvestres que la gente rumia con fruición en Navidad, olvidándolas durante el resto del año.
  • No quiero que nadie se ría de mí después de muerto.
  • Y Juanito, que hasta entonces había permanecido silencioso, contemplando a su madre con la misma expresión de arrobamiento que si fuese un amante, se apresuró a cumplir su deseo, y casi la arrebató el ajado billete que había sacado del limosnero, corriendo después al mostrador.
  • Y después de haber nombrado al hijo de la casa, volvía a insistir sobre los amigos de su Rafael, todos gente distinguida, chicos de grandes familias, que asistían a sus reuniones y organizaban fiestas con las que se pasaba alegremente el tiempo.
  • Después compró el pavo, un animal enorme que Nelet cogió con cariño casi fraternal, después de tentarle varias veces los muslos con una admiración que estallaba en brutales carcajadas.
  • Después se tentó los bolsillos del gabán, y.
  • Aprendiz siempre hambriento, dependiente después en una época en que los mayores sueldos eran de cincuenta pesos anuales, a fuerza de economías miserables consiguió emanciparse, y con ayuda de sus antiguos amos, que veían en él un legítimo aragonés capaz de convertir las piedras en dinero, fundó Las Tres Rosas, tiendecilla exigua que en diez años se agrandó hasta ser el establecimiento de ropas más popular de la plaza del Mercado.
  • Cuantos tomos enormes, roídos por el corte y forrados con papel grasiento, rodaban por los mostradores de las tiendas del Mercado, eran atraídos por sus manos, como si éstas fuesen un imán, y devorados rápidamente, unas veces por la noche, después de cerrar las puertas y robando horas al descanso, otras por la tarde, aprovechando ausencias de don Eugenio, en el fondo del almacén, a la dudosa claridad que se cernía en aquel ambiente cálido, impregnado del vaho de los tejidos y el tufo de la tintura química.
  • Después se apasionó, como toda la juventud de su época, por María o la hija de un jornalero.
  • Pero después, al notar las extravagancias de su torcida imaginación, le acribilló con burlas y le colgó el apodo de Don Quijote, no porque el viejo comerciante hubiese leído la inmortal obra de Cervantes, sino por tener arriba en su comedor una litografía detestable, en la cual el hidalgo manchego, dormido y en camisa, daba de cuchilladas a pellejos de vino.
  • ¡Con un pillo así era imposible estar seria mucho tiempo! Se necesitaba tener corazón de piedra para no conmoverse cuando, cogiendo la guitarra y poniendo los ojos en blanco, se arrancaba por el Fandanguito de Cádiz, entonando después melancólicamente el ¡ Triste Chactas.
  • Su imaginación novelesca soñaba un rapto, después de matar en desafío al infame estudiantón, con otras mil barbaridades por el estilo, y lo mejor del caso era que quien tales barrabasadas se sentía capaz de ejecutar temblaba como un niño en presencia del ídolo amado, y cien veces se le atragantó la declaración que tenía pensada y aprendida, sin faltar punto ni coma.
  • Levantábase Melchor al amanecer, y después de arropar cuidadosamente a la señora, rogándola que no abandonase la cama antes de las nueve, bajaba a la tienda para vigilar a los dependientes en las primeras ocupaciones del día.
  • Y al fin, un año después de abandonar la tienda, murió sin que los médicos supieran con certeza su enfermedad.
  • Después prolongó las entrevistas, saliendo de la casa a media noche.
  • Un año después un muchacho, al que pusieron por nombre Rafael, y por fin, la menor, Amparito, último fruto de unos amores que se extinguieron tras rápidas e intensas llamaradas.
  • Y en cambio, de aquel calavera que tanto la hizo sufrir habíase forjado después de muerto una figura ideal, y ya que no de sus virtudes, hablaba a todos de su talento, pintándolo como un sabio ilustre, cuya ciencia no había podido apreciar el mundo.
  • Luego pasaron al tocador, un cuartito en el que la luz de la ventana, después de resbalar sobre la luna biselada de un gran espejo, quebrábase en el cristal azulado o rosa de las polveras y los frasquitos de esencia.
  • Sacudiéronlos, haciendo caer sobre el mármol las horquillas como una lluvia metálica, y después, cual buenas hermanas, ayudáronse mutuamente en la difícil tarea del peinado de un día de ceremonia.
  • Ella sola se llevaba medio tocador, y después, para hacerla entrar en la perfumería, había que importunarla toda una semana.
  • Y doña Manuela, después de esta reflexión hija del agradecimiento, siguió enseñando las tarjetas.
  • Y después de esta molesta expansión, que dejó aturdida a la niña e hizo torcer el gesto a doña Manuela, dejóse caer de golpe en una silla, que crujió tristemente bajo las gigantescas posaderas.
  • Después que la tía Quica depositó majestuosamente sobre la mesa sus regalos, la señora, como compensación, metió en su cesta la media docena de pasteles que Miss había aplastado en su caída, y además le dio un duro, no sin antes luchar con la labradora, que juraba y perjuraba que nada quería, mientras en sus ojos brillaba la codicia.
  • ¡Comerciante hasta la muerte! Y después de repetir estas palabras golpeándose el pecho, salió del salón escoltado por las señoras.
  • Y se dejó besar por su hijo, que después corrió al comedor con el ramo, y no encontrando un jarrón capaz de sostener aquella pirámide de flores lo colocó entre dos sillas.
  • Visanteta a la cocina, a dar a la comida el último punto, y ella al salón, a mimar al hombre temible y preparar el golpe para después de la sobremesa.
  • Al entrar saludó al tío con cierto desparpajo, sin querer fijarse en la sonrisita del viejo, y después se excusó con la mamá.
  • Ahora sonreía con bondad, tenía las mejillas muy coloradas, y cautelosamente se aflojaba el talle, como para dejar un huequecito a lo que viniese después.
  • Pero a pesar de esto, era tan excelente la carne tierna y jugosa, con su corteza tostada crujiendo entre los dientes, que todos despacharon su ración, masticando con lentitud y emprendiéndola después con los huesos.
  • Después, la clásica sopada, sin la cual don Juan no comprendía los banquetes.
  • Tal vez aquella calaverada le costase después crueles desarreglos de estómago y una semana de purgas.
  • Los recién llegados, después de saludar a la mamá, deseándola felicidades y ensartando los lugares comunes propios del caso, sentáronse cerca de las dos niñas, que se mostraban complacidas y ruborosas.
  • Le daremos bien a comer, procuraremos emborracharlo, y después, cuando esté tierno.
  • Dentro de cuatro años sería abogado, y después, ¿quién sabe.
  • ¡Qué noches aquéllas de emociones, de nerviosas alegrías, de mareos voluptuosos, y después de aplastamiento, de brutal cansancio.
  • Y después de aspirar ese perfume fantástico de un mundo desconocido que su familia parecía traerle entre los pliegues de sus ropas, el pobre muchacho volvía a la cama, para dormir tres horas más y emprender después el camino de la tienda, mientras la mamá y los hermanos roncaban su primer sueño con la fatiga propia de las noches de baile.
  • Después, a la hora de la comida, eran los comentarios, los recuerdos agradables, los berrinches por supuestas ofensas que en el primer instante habían pasado inadvertidas, y que, agrandándose ahora en la imaginación, pedían venganza.
  • Iba con frecuencia a Las Tres Rosas, por ser los géneros baratos, y Juanito, insensiblemente, recogiendo hoy una palabra y uniéndola con otra tres días después, se enteró de quién era.
  • Los cristianos adoptaron después esta costumbre, como muchas otras.
  • Pero después la sátira se remontó, metiéndose de rondón en la política, y las fallas se convirtieron en burlas al gobierno y caricaturas de la autoridad.
  • , después de deletrear trabajosamente, soltaba ruidosa carcajada.
  • Que si no, a la vista de tamaña traición hubiera sido capaz de ahogar su dolor cometiendo la más atroz barrabasada, por ejemplo, dando un adiós patético a la ingrata, y arrojándose después de cabeza en aquel caldero de aceite hirviendo donde volteaban los buñuelos.
  • Y después, ¡qué escena tan trágica! el teniente a sus pies, atravesado de una estocada.
  • Mataría y moriría después.
  • ¡Qué falta de respeto! ¡Tratar así a personas que han hecho concejales, retirándose después a la vida privada.
  • Y después de gritar se metían apresuradamente en la taberna, fingiendo susto, como chicuelos que acaban de hacer una travesura.
  • Un estremecimiento pareció correr por la muchedumbre, saltando después de balcón en balcón.
  • De repente, hizo presa en aquellos adornos, y en un segundo los devoró, escupiéndolos después como negras pavesas, que revoloteaban sobre las cabezas de la muchedumbre.
  • Las palabras intencionadas que había deslizado en la conversación martilleábanle después los oídos, y tan pronto las consideraba ridículas como exageradamente audaces.
  • Y después de todo, cuando la costurera terminaba, despedíanla sin cariño alguno, como un mueble inútil, y no se acordaban de ella al darse tono en paseos y teatros, asegurando que era de una modista francesa el vestido cuya confección les costaba unas cuantas pesetas.
  • Pero a pesar de esto, el joven, con instintiva confianza, creía en su felicidad, y aquella noche fue la primera de satisfacción y calma, después de las rabietas e inquietudes que le había producido la timidez de su carácter apocado.
  • Y la petición fue formulada, por fin, a principios de Semana Santa, una tarde en que Juanito, después de comer de prisa, iba a salir para avistarse con Tónica antes de entrar en la tienda.
  • Y no es que yo maldiga los adelantos dijo después, como si se arrepintiese.
  • El señor Cuadros, después de soltar esta barbaridad, miró a su mujer, que, como siempre, le admiraba.
  • ¡Ah! Queda prohibido que me endilgues más versitos como los que me enviaste después del rompimiento.
  • Los pollos, despedazados, hundidos en el rosado caldo del tomate, y después las rodajas de salchichón a centenares, un jamón entero cortado en gruesas lonjas, y una enorme pirámide de huevos cocidos, con la cáscara teñida de rojo o amarillo.
  • Primero, la seducción de las pequeñas ganancias, y después, cuando ya están metidos de cabeza en los caprichos del azar, la ruina instantánea, completa, fulminante.
  • Después de tantísimos años de probidad comercial, de prosperidad lenta pero segura, no puedo conformarme con esta vida de agitación y sobresalto que noto en torno mío, ni menos ver con tranquilidad una ganancia inmoral y estrepitosa.
  • él la cargaba con el ramo más hermoso que veía, seguíala en su correteo por el Mercado, de puesto en puesto, y después la acompañaba hasta su casa, lentamente, saludando a los vecinos de los pisos bajos, que consideraban a Juanito como un conocido y se hacían lenguas, especialmente las mujeres, del gancho de la costurerilla, una mosquita muerta que había sabido pescar un novio rico, según aseguraban los mejor informados de la calle.
  • Después tiroteo graneado.
  • Y después, a la hora de comer.
  • Pero después.
  • Juanito miraba con asombro no exento de envidia a la pobre mujer casi ciega, que saldría del mundo tan inocente como había entrado, después de arrastrar la más monótona y abrumadora de las existencias, siempre amarrada a la argolla de la domesticidad, sumisa y automática, y que todavía sentíase dominada por el agradecimiento, como si la vida de descanso puramente animal que ahora gozaba fuese una felicidad de que no se consideraba digna.
  • Oirían la primera misa en la capilla de los Desamparados, porque a doña Manuela, como buena valenciana, le parecía que ninguna misa del resto del año valía tanto como aquélla y después tomarían chocolate en un huerto de fresas, bajo un toldo de plantas trepadoras, recreándose el olfato con el olor de los campos de flores y el humillo del espeso soconusco.
  • La altiva señora aparentó después no haber visto a su hijo.
  • Juanito y las dos mujeres, después de una hora de espera viendo las entradas y salidas de los clientes, que andaban con aire discreto, como influidos por aquel ambiente de seráfica calma, fueron admitidos a la presencia del gran hombre.
  • Y después, erguidos sobre los pedestales los santos patronos de las otras rocas.
  • Regresaban a casa después de oír misa, y al llegar frente a la Audiencia vieron correr la gente, oyendo al mismo tiempo un lejano tamborileo.
  • Después se lo contaré todo.
  • Lo primero que se me ocurrió fue averiguar quién era la tal Clarita, y como en su carta le encargaba al mío que fuese a ver al dueño de su casa para pagarle un trimestre, indicándole dónde vive ese señor, fui allá esta mañana, después de oír misa, y supe que la tal inquilina está en la calle del Puerto, en un entresuelito que le han ido pagando en diferentes épocas otros señores de la Bolsa tan imbéciles como mi Antonio.
  • Después comenzó la parte monótona de la procesión.
  • Después venía la parte seria e interesante de la procesión, y el alboroto del gentío cesó instantáneamente.
  • Todas las extraordinarias visiones del soñador de Patmos, cuantas alucionaciones había consignado el evangelista Juan en su Apocalipsis, pasaban ante el gentío, sin que es Le, después de contemplarlas tantos años, adivinase su significación.
  • Después, ajustando sus pasos al compás de la marcha musical, desfilaban los rojos fajines y los portacirios de plata de los concejales.
  • Las niñas, a pesar de sus elegantes trajes, creían que todos se fijaban en ellas para sonreír compasivamente, y doña Manuela marchaba erguida, con altivez dolorosa, poco más o menos como Napoleón en Santa Elena después de la denota.
  • Después de comer, la madre y las hijas sentáronse en el salón, y allí permanecieron más de una hora, silenciosas, hurañas y malhumoradas.
  • Después, ¡qué recuerdos tan penosos! A las tres las obsesionaba la enfermedad del caballo, como si éste fuese de la familia.
  • Estaban seguras de que todo el paseo conocía el desagradable suceso, adivinando lo que vendría después.
  • Y después de asomar su cabeza con cierta zozobra por la puerta de la cuadra, entraron en el antro obscuro y maloliente, recogiéndose las faldas y hundiendo sus elegantes botinas en la blanda y húmeda capa de estiércol.
  • No volvía a casa hasta las once de la noche, y después de hacer una corta visita a Tónica y Micaela, iba a un café donde se juntaba la gente de Bolsa y podían apreciarse diariamente las opiniones y profecías de alcistas y bajistas.
  • Y después, que viniera todo, hasta aquello que sólo al pensarlo tanto rubor le producía.
  • Los proveedores no la molestaron ya exigiendo el pago de los atrasos, y la modista francesa, después de embolsarse algunos miles de reales que creía perdidos para siempre, hizo a las niñas de Pajares nuevos trajes para lucirlos en la feria de Julio.
  • Por la noche, después de la cena, llegaban el señor Cuadros, Teresa y su hijo, y comenzaba la alegre reunión.
  • Una noche, al retirarse después de acompañar a Tónica y su amiga en su paseo por la feria, encontróse en la puerta de casa con su hermano Rafael, que se llevaba el pañuelo al rostro como para ocultar algo que le molestaba.
  • Se habían emborrachado amigablemente, y al dirigirse después hacia la feria, surgió la disputa a consequencia de ciertas afirmaciones infames del elegante Roberto.
  • Su amigo había contestado a las confidencias con una bofetada, y después ocurrió la riña, de la que Rafael salió tan malparado.
  • Salió después de comer.
  • Pero en cambio, veía siempre, con una tenacidad desesperante, la blanca chaqueta arrugada brutalmente como la sábana del lecho después de una noche de placer, y luego.
  • Juanito, avergonzado, siguió a buen paso el mismo camino de antes, como si después de lo ocurrido le fuera imposible continuar adelante dando la vuelta completa a la ciudad.
  • Hubo momentos en que su imaginación, lanzada en el camino de la insensatez, hízole pensar que, como en los cuentos fantásticos, un colosal murciélago le abanicaba con sus alas, para chuparle la sangre después de dormido.
  • Después pasó una mujer pequeña y enflaquecida, una pobre obrera de las que habitan en la otra orilla del río.
  • Después de acariciarle su enorme cabeza, volvió a recuperar lo que había dejado sobre el banco y prosiguió su marcha, siempre abrumada por la fatiga, poseída por triste desaliento, pero satisfecha y sonriente al mirar a sus dos pequeñuelos, cruz abrumadora que arrastraba en el calvario de la miseria.
  • Cruzó el espacio un silbido rápido, estridente, un ruido semejante al desgarro de inmensa sábana, y en lo más alto del cielo, después de una detonación de lejano cañonazo, esparcióse un haz de puntos luminosos de diversos colores, que descendieron lentamente, dejando tras sí culebrillas de fuego.
  • Como los seres nerviosos que después de un esfuerzo extraordinario caen en desaliento mortal, él, tras la tarde de agitación y la noche pasada en los bancos del paseo, sufriendo el húmedo relente, sentíase enfermo.
  • Su estómago le atormentaba, recobrando sus funciones después de la crisis nerviosa.
  • Primero la noticia circuló tímidamente por la Bolsa, pero poco después la sabía toda la ciudad.
  • Después un coro de voces lúgubres entonaron la primera estrofa del De profundis.
  • Pobre y hambriento me abandonaron, y después de setenta años me encuentro igual en el mismo sitio.
  • Después cayó de bruces en la acera.
  • Padeció grandes trabajos recién casada, y aun después, porque malas lenguas daban en decir que mi padre metía el dos de bastos para sacar el as de oros.
  • Yo, a todo esto, después que caí en la privada, era la persona más necesaria de la riña.
  • Entramos, primero domingo después de Cuaresma, en poder de la hambre viva, porque tal laceria no admite encarecimiento.
  • Parecióle después que en esto se gastaba mucho, y dio en sólo asomar el tocino a la olla.
  • Dejen eso, que después de cenar se hablará, que se enfría.
  • Sacóla el vino y desenfundando una almohada de nuestro coche, después de haber echado un poco de vino debajo, se la llenó de lana y estopa, y la cerró.
  • Señor primo, otra vez rásquese cuando le coman y no después.
  • Y con esto, a la noche, después de haber comido y cenado bien, me hallé fuerte y ya como si no hubiera pasado por mí nada.
  • Y con esto me pusieron en la cama, después de haberme lavado, y se fueron.
  • Y después, juntándonos todos a parlar en el corredor, los otros criados, después de darme vaya, declararon la burla.
  • Preguntéle dónde iba, y después que nos pagamos las respuestas, comenzamos luego a tratar de si bajaba el turco y de las fuerzas del Rey.
  • Ítem, advirtiendo que después que dejaron de ser moros (aunque todavía conservan algunas reliquias) se han metido a pastores, por lo cual andan los ganados flacos de beber sus lágrimas, chamuscados con sus ánimas encendidas, y tan embebecidos en su música que no pacen, mandamos que dejen el tal oficio, señalando ermitas a los amigos de soledad.
  • Parecieron en la mesa cinco pasteles de a cuatro, y tomando un hisopo, después de haber quitado las hojaldres, dijeron un responso todos, con su requiem aeternam, por el ánima del difunto cuyas eran aquellas carnes.
  • Ya he caído en la cuenta de las ejecutorias, después que hallándome en ayunas un día, no me quisieron dar sobre ella en un bodegón dos tajadas.
  • Y después de todo, los aprovechamos para papel, y en el papel escribimos, y después hacemos dél polvos para resucitar los zapatos, que de incurables, los he visto hacer revivir con semejantes medicamentos.
  • Y después de haberle vuelto de una parte a otra, es de sustento, porque se cena el hombre en el almidón con sus fondos en mugre, chupándole con destreza.
  • Pasamos adelante y, en una esquina, por ser de mañana, tomamos dos tajadas de alcotín y agua ardiente, de una picarona que nos lo dio de gracia, después de dar el bienvenido a mi adestrador.
  • Vino, metíle en un aposento, y empecéle a decir (después de haber tratado de la causa) cómo yo tenía no sé que dinero.
  • Dijo, después de haber pescado la mosca, que en nosotros está todo el juego, y que si uno da en no ser hombre de bien puede hacer mucho mal.
  • Preguntóles, según se echó de ver después, mi nombre, y ellos dijeron.
  • Venimos a casa a la una y media y acostámonos después de haber partido la ganancia.
  • Fui el primero que introdujo acabar las coplas como los sermones, con aquí gracia y después gloria, en esta copla de un cautivo de Tetuán.
  • Pidámosle sin falacia al alto Rey sin escoria, pues ve nuestra pertinacia, que nos quiera dar su gracia, y después allá la gloria.
  • Porque como es seña a las mozas, es costumbre en las viejas, y hay hombre que piensa que es reclamo de ruiseñor y le sale después graznido de cuervo).
  • Después de muerta, don Pedro Hurtado hacía el honor a la difunta de reconocer sus grandes virtudes.
  • Después, cuando murió su madre, en algunas ocasiones su padre y su hermana le preguntaban si había cumplido con Pascua, a lo cual él contestaba que sí indiferentemente.
  • ¿Y después?
  • Y resolvía este después y se le presentaba otro y otro.
  • Y poco después la voz del hijo, que gritaba burlonamente.
  • Además, y esto Andrés no podía achacárselo a nadie más que a sí mismo, muchas veces, con Aracil y con Montaner, iba, dejando la clase, a la parada de Palacio o al Retiro, y después, por la noche, en vez de estudiar, se dedicaba a leer novelas.
  • El examen que hizo días después le asombró por lo detestable.
  • Unos meses después del principio de curso, en el tiempo frío, se comenzaba la clase de disección.
  • Otra cosa desagradable para Andrés, era el ver después de hechas las disecciones, cómo metían todos los pedazos sobrantes en unas calderas cilíndricas pintadas de rojo, en donde aparecía una mano entre un hígado, y un trozo de masa encefálica, y un ojo opaco y turbio en medio del tejido pulmonar.
  • Después de la historia de Thiers, leyó los Girondinos, de Lamartine.
  • Después de vivir con un sargento, el padre de la muchacha, se había casado con un relojero alemán, hasta que éste, harto de la golfería de su mujer, la había echado de su casa a puntapiés.
  • La tía de Julio solía darle para que fuera alguna vez al teatro un duro todos los meses, y Aracil se las arreglaba jugando a las cartas con sus amigos, de tal manera, que después de ir al café y al teatro y comprar cigarrillos, al cabo del mes, no sólo le quedaba el duro de su tía, sino que tenía dos o tres más.
  • Por las noches, Montaner, después de cenar, iba a casa de Hurtado, y los dos amigos paseaban por la Castellana y por el Prado, que por entonces tomaba el carácter de un paseo provinciano, aburrido, polvoriento y lánguido.
  • Después, aunque no hubiera más que cuatro funciones matemáticas primitivas, es absurdo pensar que en el conflicto de estos dos elementos la energía de la vida y el cosmos, uno de ellos, por lo menos, heterogéneo y complicado, porque no haya suma, ni resta, ni división, ha de haber multiplicación.
  • Después habría que demostrar por qué no puede haber dos o tres funciones simultáneas.
  • Después comenzó la lectura de Parerga y Paralipomena, y le pareció un libro casi ameno, en parte cándido, y le divirtió más de lo que suponía.
  • Después de las fiebres Luisito quedó débil y a cada paso daba a la familia una sorpresa desagradable.
  • Andrés muchas noches tenía que ir a las dos o a las tres de la mañana en busca del médico y después salir a la botica.
  • Fuí detrás de ella, entró en su casa y poco después salió un criado al balcón.
  • Unos meses después iba a haber exámenes de alumnos internos para ingreso en el Hospital General.
  • ¿Te vas a casar con ella después?
  • El domingo de Carnaval, después de salir de guardia del hospital, fué Hurtado al baile.
  • Un señor rico que la rondaba se la llevó a un hotel de la Prosperidad, y días después la rubia se escapó del hotel, huyendo del raptor, que al parecer era un sátiro.
  • El padre, un venerable anciano por su aspecto, había tenido un proceso por violar a una niña, y un hermano de la rubia, después de disparar dos tiros a su mujer, intentó suicidarse.
  • Se tiene una novia pobre, una señorita cursi como nosotras para entretenerse, y después se busca una mujer que tenga algún dinero para casarse.
  • Fueron después a la Cuesta de Santo Domingo, y se detuvieron delante de una casa grande.
  • Llamaron en una puerta, apareció una muchacha que les hizo pasar a un estudio de pintor y poco después se presentó un señor de barba y pelo entrecano, envuelto en un gabán.
  • El primer día que fué Andrés a ver a Lulú después del baile, contó su visita a casa de doña Virginia.
  • Si me quería de verdad, ¡ya lo creo! Aunque me pegara después.
  • Algunos sábados por la noche, Julio y Andrés convidaban a Lulú, a Niní y a su madre a ir a algún teatro, y después entraban en un café.
  • Después me vestí de prisa y fuí a ver al duque, que bramaba furioso, con una pistola en la mano, dando golpes en la puerta de la alcoba.
  • Después el muchacho, dando por muerto a don Martín, cogió los cuartos del mostrador y se fué a una casa de trato de la calle de San José, y allí le prendieron.
  • Poco después salía Iturrioz a la azotea.
  • Primeramente el concepto de la lucha por la vida llevada así a los animales, a las plantas y hasta los minerales, como se hace muchas veces, no es más que un concepto antropomórfico, después, ¿qué lucha por la vida es la de ese hombre don Cleto, que se abstiene de combatir, o la de ese hermano Juan, que da su dinero a los enfermos?
  • Después de cenar tomó un coche y se fué a la estación.
  • Se vió espejear la Albufera, unas estaciones antes de llegar a Valencia, y poco después Andrés apareció en el raso de la plaza de San Francisco, delante de un solar grande.
  • Andrés se acercó a un tartanero, le preguntó cuánto le cobraría por llevarle al pueblecito, y, después de discusiones y de regateos, quedaron de acuerdo en un duro por ir, esperar media hora y volver a la estación.
  • ¡Con qué gusto se hubiera tendido en la tierra a mirar horas y horas aquel cielo tan azul, tan puro! Unos momentos después, una campana de son agudo comenzó a tocar.
  • Unas semanas después tomaron el tren, don Pedro, Margarita y Luisito.
  • Después ya pensaré.
  • Después del paseo comían y se echaban a dormir.
  • Poco después salió don Juan, el primo del padre de Hurtado, un señor de cuarenta a cincuenta años, que les saludó a todos muy amablemente y les hizo pasar a otra sala, en donde un viejo, reclinado en ancha butaca, leía un periódico.
  • Unos días después de la visita, se instalaron Margarita, Andrés y Luis en la casa.
  • La criada apenas sabía castellano, y después de una charla confusa, le contestó que cerraba el cuarto para que no entrara el sol.
  • Después se marcharía a Madrid y luego a cualquier parte.
  • Sin embargo, tiempo después, al ver a los automóviles con llantas de trozos de acero como las que había ideado Fermín, pensó que éste debía tener verdadera inteligencia de inventor.
  • Después una explicación biológica del origen de la vida y del hombre.
  • Después de leer a Kant y a Schopenhauer, esos filósofos franceses e ingleses dan la impresión de carros pesados que marchan chirriando y levantando polvo.
  • Después de Kant, el mundo es ciego.
  • Hoy, después de siglos de dominación semítica, el mundo vuelve a la cordura, y la verdad aparece como una aurora pálida tras de los terrores de la noche.
  • Estos son profesores de retórica, de esos que tienen la sublime misión de contarnos cómo se estornudaba en el siglo XVIII después de tomar rapé, los que nos dicen que la ciencia fracasa, y que el materialismo, el determinismo, el encadenamiento de causa a efecto es una cosa grosera, y que el espiritualismo es algo sublime y refinado.
  • Venus había salido en el Poniente, de color anaranjado, y poco después brillaba Júpiter con su luz azulada.
  • I DE VIAJE UNOS días después nombraban a Hurtado médico titular de Alcolea del Campo.
  • Andrés sacó su billete, el joven alto hizo lo mismo, y el hombrecito, después de quitarse su balandrán, se registró los bolsillos y mostró un billete y un papel.
  • Un poco después de media noche llegaron a una estación plagada de gente.
  • Después de comer, Andrés y los tres viajantes fueron a tomar café al casino.
  • Después, en general, por la tarde no tenía necesidad de salir de casa.
  • Por las tardes, después de las horas de bochorno, se sentaba en el patio a hablar con la gente de casa.
  • Después, pasando unos exámenes, se llegó a licenciar.
  • Después de vaciarse el líquido, Andrés pudo sondar la vejiga, y la enferma comenzó a respirar fácilmente.
  • Después volvía a casa y tomaba el baño.
  • Después iba a comer.
  • Días después comenzó la vendimia.
  • Varias horas después de comer y de cenar bebía grandes cantidades de agua.
  • Después más regularmente, y la mujer respiró con relativa facilidad.
  • En este momento llegó el juez con el actuario y dos guardias, y fué interrogando, primero a los vecinos y después a Hurtado.
  • El juez, después del interrogatorio, envió al tío Garrota incomunicado a la cárcel.
  • Allí una mano poderosa la sujetó por el cuello, produciéndole una contusión y un principio de asfixia que se evidenciaba en las manchas petequiales de los pulmones y del cerebro, y después, lanzada a la calle, había sufrido la conmoción cerebral y la fractura del cráneo, que le produjo la muerte.
  • Con estos datos, Hurtado aseguraba que la mujer, en un estado alcohólico, evidenciado por el aguardiente encontrado en su estómago, y presa de manía suicida, había comenzado a herirse ella misma con la badila en la cabeza, lo que explicaba la superficialidad de las heridas, que apenas interesaban el cuero cabelludo, y después, en vista del resultado negativo para producirse la muerte, había abierto la ventana y se había tirado de cabeza a la calle.
  • El juez, después de repetidos interrogatorios, comprendió la inocencia del prendero y lo dejó en libertad.
  • Después del desastre de las dos pequeñas escuadras españolas en Cuba y en Filipinas, todo el mundo iba al teatro y a los toros tan tranquilo.
  • Montaner tomó ávidamente el chocolate que le trajeron, y después le preguntó a Andrés.
  • III FERMÍN IBARRA UNOS días después, Hurtado se encontró en la calle con Fermín Ibarra.
  • Había millonario que le había dicho que él no podía exponer dinero sin base, que después de hechas las pruebas con éxito, no tendría inconveniente en dar dinero al cincuenta por ciento.
  • Unos meses después, Ibarra le escribía desde Bélgica, diciendo que le habían hecho jefe de un taller y que sus empresas iban adelante.
  • Unos días después vino don Prudencio en actitud diplomática.
  • Y allí le hubiera usted visto a Julio unos días después en casa, que fué a devolver las cartas a Niní, con la risa del conejo, cuando mamá le decía con la boca llena que don Prudencio tenía tantos miles de duros y una finca aquí y otra allí.
  • Después del viaje de boda, don Prudencio me preguntó.
  • Dos días después, Hurtado volvió a la tienda, y los sábados se reunía con Lulú y su madre en el café de la Luna.
  • Después de charlar largo rato volvían en el tranvía, y en la glorieta de San Bernardo se despedían estrechándose la mano.
  • ¡Pobre imbécil! Siete u ocho días después, al volver a visitar al niño enfermo, que había recaído, le dijeron que el vecino de la guardilla, Villasús, había muerto.
  • Ni aun después de muerto, al pobre diablo lo dejaban en paz.
  • Gradualmente llevó la conversación a tratar de cuestiones matrimoniales, y después dijo.
  • Ahora, que él hiciera después lo que quisiera.
  • Andrés pidió al casero que de los tres cuartos que daban a la calle le hiciera uno, y que no le empapelara el local que quedase después, sino que lo pintara de un color cualquiera.
  • La gente hubiera puesto aquí la sala y el gabinete y después se hubieran ido a dormir al sitio peor de la casa decía Andrés.
  • Lulú, después de vacilar un poco, se entendió con su antigua amiga y vecina la Venancia y la llevó a su casa.
  • Después de comer, Andrés acompañaba a Lulú a la tienda y luego volvía a trabajar en su cuarto.
  • Andrés hacía alguna reflexión filosófica que a Lulú le parecía muy cómica, cenaban y después de cenar paseaban los dos un momento.
  • Un año, próximamente, después de casados, Lulú se puso algo enferma.
  • No podía dormir, y después de ensayar varios hipnóticos, se decidió a tomar morfina.
  • Inmediatamente después, dió a la parturiente una inyección de ergotina, pero no pudo evitar que Lulú tuviera una hemorragia abundante.
  • Y fue ansí, que después de Dios éste me dio la vida, y siendo ciego me alumbró y adestró en la carrera de vivir.
  • Después que cerraba el candado y se descuidaba pensando que yo estaba entendiendo en otras cosas, por un poco de costura, que muchas veces del un lado del fardel descosía y tornaba a coser, sangraba el avariento fardel, sacando no por tasa pan, mas buenos pedazos, torreznos y longaniza.
  • ¿Qué diablo es esto, que después que conmigo estás no me dan sino medias blancas, y de antes una blanca y un maravedí hartas veces me pagaban?
  • Mas turóme poco, que en los tragos conocía la falta, y por reservar su vino a salvo nunca después desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa asido.
  • Mas el pronóstico del ciego no salió mentiroso, y después acá muchas veces me acuerdo de aquel hombre, que sin duda debía tener spíritu de profecía, y me pesa de los sinsabores que le hice, aunque bien se lo pagué, considerando lo que aquel día me dijo salirme tan verdadero como adelante V.M.
  • ¡Sant Juan y ciégale! Después que estuvo un gran rato echando la cuenta, por días y dedos contando, dijo.
  • Después, como quien toma gragea, lo comí, y algo me consolé.
  • Mas de cómo esto que he contado oí, después que en mí torné, decir a mi amo, el cual a cuantos allí venían lo contaba por extenso.
  • Y mientras estaba malo, siempre me daban alguna limosna, mas después que estuve sano, todos me decían.
  • En este tiempo dio el reloj la una después de mediodía, y llegamos a una casa ante la cual mi amo se paró, y yo con él.
  • Después desto, consideraba aquel tener cerrada la puerta con llave ni sentir arriba ni abajo pasos de viva persona por la casa.
  • Por eso, pásate como pudieres, que después cenaremos.
  • Aunque te digo que después que en esta casa entré, nunca bien me ha ido.
  • Y después fue ya más harto de reír que de comer, el bueno de mi amo díjome.
  • Finalmente, después de dadas muchas voces, al cabo carga un porquerón con el viejo alfamar de la vieja, aunque no iba muy cargado.
  • Y esa noche, después de cenar, pusiéronse a jugar la colación él y el alguacil, y sobre el juego vinieron a reñir y a haber malas palabras.
  • Y después que los huéspedes y vecinos le hubieron rogado que perdiese el enojo y se fuese a dormir, se fue.
  • Buenos hombres, oídme una palabra, que después oiréis a quien quisiéredes.
  • Y viniendo él con la cruz y agua bendita, después de haber sobre él cantado, el señor mi amo, puestas las manos al cielo y los ojos que casi nada se le parecía sino un poco de blanco, comienza una oración no menos larga que devota, con la cual hizo llorar a toda la gente como suelen hazer en los sermones de Pasión, de predicador y auditorio devoto, suplicando a Nuestro Señor, pues no quería la muerte del pecador, sino su vida y arrepentimiento, que aquel encaminado por el demonio y persuadido de la muerte y pecado, le quisiese perdonar y dar vida y salud, para que se arrepintiese y confesase sus pecados.
  • Mas con ver después la risa y burla que mi amo y el alguacil llevaban y hacían del negocio, conocí como había sido industriado por el industrioso e inventivo de mi amo.
  • Visto por mi amo la gran perdición y la mucha costa que traía, (y) el ardideza que el sotil de mi amo tuvo para hacer despender sus bulas, fue que este día dija la misa mayor, y después de acabado el sermón y vuelto al altar, tomó una cruz que traía de poco más de un palmo, y en un brasero de lumbre que encima del altar había, el cual habían traído para calentarse las manos porque hacía gran frío, púsole detrás del misal sin que nadie mirase en ello, y allí sin decir nada puso la cruz encima la lumbre.
  • Después, al partir, él fue con gran reverencia, como es razón, a tomar la santa cruz, diciendo que la había de hacer engastonar en oro, como era razón.
  • Yo ansí lo hice porque me cumplía, aunque, después que vi el milagro, no cabía en mí por echallo fuera, sino que el temor de mi astuto amo no me lo dejaba comunicar con nadie, ni nunca de mí salió, porque me tomó juramento que no descubriese el milagro.
  • Tratado Sexto Cómo Lázaro se asentó con un capellán, y lo que con él pasó Después desto, asenté con un maestro de pintar panderos para molelle los colores, y también sufrí mil males.
  • Pregonero, hablando en buen romance, en el cual oficio un día que ahorcábamos un apañador en Toledo y llevaba una buena soga de esparto, conocí y caí en la cuenta de la sentencia que aquel mi ciego amo había dicho en Escalona, y me arrepentí del mal pago que le di por lo mucho que me enseñó, que, después de Dios, él me dio industria para llegar al estado que ahora estó.
  • Entonces mi mujer echó juramentos sobre sí, que yo pensé la casa se hundiera con nosotros, y después tomóse a llorar y a echar maldiciones sobre quien comigo la había casado, en tal manera que quisiera ser muerto antes que se me hobiera soltado aquella palabra de la boca.
  • Pero, a pesar de no conocer nada o casi nada la historia de mi país, cuando después de un largo viaje he visto desde lejos la costa de España, he sentido siempre una gran impresión.
  • Después de pasados muchos años la he oído hablar en contra de él.
  • Pero después he visto que es un grabado de la época, en el cual se ponía al pie una leyenda explicativa, y servía a los marinos vascos de ex voto para llevarlo a la iglesia de Begoña, a la Virgen de Guadalupe o a Nuestra Señora de Iciar.
  • Por ambas partes corrió la sangre en abundancia, y después de la refriega, Martín Pérez de Irizar apresó a Juan Florín, a sus barcos y a toda su gente.
  • Como Guzmán reconviniera a Lope por su inútil crueldad, el feroz vasco, que no admitía reconvenciones, se vengó de él, asesinándolo y cometiendo después una serie de atropellos y de crímenes.
  • A la cabeza de sus hombres, subyugados por el terror (ahorcó a ocho que no le parecían bastante fieles), bajó por el Amazonas y recorrió, después de meses y meses, la inmensidad del curso de este enorme río, y se lanzó al Atlántico.
  • Después mandó a uno de sus soldados fieles que le disparara un tiro de arcabuz.
  • Después de muerto le cortaron la cabeza y descuartizaron el tronco, conservándose la calavera en la iglesia de Barquisimeto, encerrada en una jaula de hierro.
  • Al último, y después de grandes recomendaciones para que no dijera nada a mi madre, la Iñure me contó que mi tío Juan se había hecho pirata, que le habían llevado a un presidio de Inglaterra, donde estaba preso con cadenas en los pies y unas letras impresas con un hierro candente en la espalda.
  • Estuvimos un momento, y después, mi abuela, la tía Úrsula y mi madre, vestidas con mantos de luto, y yo con la Iñure, nos dirigimos a la iglesia.
  • Después de la misa, el cura se volvió hacia los fieles y rezó por el muerto y por todos los sepultados en el Océano.
  • Después se han pasado tristezas y apuros, ¿quién no los ha tenido?
  • Después de muchas súplicas y reclamaciones, conseguí libertad para ir y venir a la escuela sin rodrigón vigilante.
  • Los domingos mi madre comenzó a dejarme andar con los camaradas, después de hacerme una serie de advertencias y recomendaciones.
  • Subíamos al Izarra y después íbamos descendiendo a las rocas próximas.
  • Seríamos piratas, y después de aventuras sin fin, de desvalijar navíos y bergantines, y burlarnos de los cruceros ingleses.
  • Después de realizar el tesoro de viejas onzas mejicanas y piedras preciosas, que tendríamos en una isla desierta, volveríamos a Lúzaro a contar, como Yurrumendi, nuestras hazañas.
  • Afortunadamente, después del curso con don Gregorio Azurmendi, que nos explicaba matemáticas vestido de frac y corbata blanca, llegaron las vacaciones de verano.
  • Poco después los náufragos estaban en tierra firme.
  • Días después, pasado el temporal, se intentó sacar de los escollos al Stella Maris.
  • Quince días después, el cabo de miqueletes del puerto de la carretera de Elguea participó al comandante de Lúzaro que en la peña llamada Leizazpicua encontraron el cadáver de un hombre de unos cuarenta años de edad, arrojado por las olas.
  • Sentí verlo, porque después, durante mucho tiempo, se me venía su imagen a la memoria.
  • Después, cuando concluyó de cerrar la vía de agua, dijo.
  • Subí yo por la cuerda a la plataforma, y después él.
  • Recalde, más ágil que yo, trepó hasta arriba, y yo subí después de él, ayudándome de la cuerda.
  • Una hora después volvían, trayendo a Zelayeta.
  • Muchas veces, después de tantos años, suelo soñar que voy en el Cachalote por la entrada de la cueva del Izarra y que no encuentro sitio donde atracar, y tal espanto me produce la idea, que me despierto estremecido y bañado en sudor.
  • Mi abuela y mi madre no quisieron, sin duda, dejarme envanecer con esta aura popular, y después de los exámenes en la Escuela de Náutica, me entregaron en manos de don Ciriaco Andonaegui, capitán de una fragata de la derrota de Cádiz a Filipinas y de Filipinas a Cádiz.
  • Después le acompañaría a don Ciriaco en la derrota de Cádiz a Filipinas, y, tras este viaje de un año o año y medio, me quedaría en San Fernando para concluír mis estudios de náutica.
  • La primera Nochebuena a bordo la pasé en el Océano Índico, después de una tarde sofocante.
  • De la escuela de San Fernando saldría piloto primero, después haría un par de viajes y luego don Ciriaco se retiraría, dejándome que le substituyera en el mando de la Bella Vizcaína.
  • En el camino mi capitán me explicó en vascuence que la visita la hacíamos principalmente a la señora de Cepeda, una vascongada, paisana nuestra, casada primero con Fermín Menchaca y después con don Matías Cepeda, un almacenista, socio del primer marido.
  • Media hora después vino don Matías Cepeda y fué presentado a él.
  • Después de almorzar, don Matías y don Ciriaco se retiraron para hablar de negocios, y doña Hortensia y Dolorcitas quisieron enseñarme la casa.
  • Después de recorrer la casa subimos la azotea y estuvimos contemplando la bahía de Cádiz, inundada de sol, llena de fragatas, de bergantines y de goletas.
  • Después vinieron unas cuantas amigas de Dolorcitas.
  • Después de todo hacía bien.
  • Después estúdiala con tranquilidad, y cuando la conozcas bien.
  • Comentamos los hechos y después hicimos honor a la cena, que fué exquisita.
  • Todos los domingos, después de almorzar, don Matías, con su levita, sus guantes, su sombrero de copa y sus botas siempre crujientes, se marchaba al Casino Moderado, y no volvía hasta el anochecer.
  • Después de María Jesús, que solía llegar la primera, venían a la casa otras chicas y chicos de la misma edad.
  • Las he vuelto a leer después, y me han parecido una cosa bonita, pero mezquina.
  • A veces me daban ganas de dar un puntapié a aquella gente, que después de todo no me servía para nada, y mandar a paseo a don Matías, a su mujer, a la niña y a todos sus amigos y amigas.
  • Me dijo después, en inglés, señalándome con el dedo.
  • Después de decir esto y estrecharme la mano, el holandés se sentó a mi mesa.
  • Cuando vuelvas, esa niña se habrá casado ya dijo tranquilamente, y, añadió después.
  • Ilustración VI GRANDEZA Y MISERIA Salimos de Cádiz y comenzamos el enorme viaje por el Atlántico hasta el Cabo de Buena Esperanza, y después por el Océano Índico al Estrecho de la Sonda y a Filipinas.
  • Dos años y medio después de la salida llegamos a Cádiz.
  • Después he visto la estatua de Agripina en el Museo del Capitolio, en Roma, y me acordé de ella.
  • Fuí a buscarle, le encontré, le di el encargo de llevar la carta a Dolores, y después le dije que volviera por mí.
  • Vi una vaga luz, después una falleba que chirriaba suavemente y una persiana que se abría.
  • Por la mañana, después de una noche de insomnio, me decidí a seguir la aventura.
  • ¡Después de haber dado la vuelta al mundo y respirado el ambiente voluptuoso de las islas del Pacífico.
  • Después de haber luchado con los huracanes del Atlántico, con los tifones del mar de la China y los bancos de hielo del Cabo de Buena Esperanza, encontrarse con una mujer joven, bonita, marquesa, que le dice a uno que le quiere! ¡Sentirse uno al mismo tiempo viejo por las cosas vistas y niño por el corazón! Era una situación extraordinaria.
  • El marqués y sus padrinos, con las cajas de pistolas, fueron a primera hora de la mañana, y yo, con los míos, nos metimos en una barca después de comer.
  • Unos meses después, ya restablecido del todo, era capitán de una hermosa fragata, a los veintitrés años.
  • Después he sabido que Iriberri fué uno de los capitanes más audaces de su tiempo.
  • Su final lo desconocía, pero era indudable que mi tío, después de andar en algún barco negrero o pirata, había sido preso.
  • Con un viaje muy malo, después de siete meses de navegación con temporales y borrascas, llegamos a Cádiz.
  • Estaba escrita desde un pueblo de Bretaña y fechada diez años después de que en Lúzaro se celebrara el entierro.
  • Después de las lluvias abundantes, las casas están desteñidas, las calles limpias.
  • Concluye el maestro de dibujar las piezas, y entonces los carpinteros de ribera comienzan a trabajar con el hacha y la azuela, cortando las tablas, barrenándolas y armando después las costillas.
  • La corriente costera se mete en las grandes curvas que hace la costa, y después en las ensenadas y bahías, y lleva, además, restos orgánicos que se depositan en las playas.
  • La corriente costera vino después a ensancharlo, a redondearlo y a formar una ensenada.
  • Recalde escuchó las noticias, y después preguntó.
  • Todavía no se había fundado el casino de Lúzaro, que, después de una época de pedantería y de esplendor, quedó reducido a una reunión soñolienta de indianos y de marinos retirados.
  • Uno o dos meses después de llegar yo a Lúzaro, en la relojería se comenzó a hablar a todas horas de las minas de hierro que se estaban explotando en Izarte, y del embarcadero que se iba a construir en un extremo de la playa de las Animas.
  • Pero nunca la playa de las Ánimas da una impresión de serenidad, de belleza, como en otoño, después de pasar las tormentas equinocciales.
  • Después de los temporales y de las lluvias abundantes, ese hilo de agua limpia que sale del barranco abierto entre las dunas Sorguiñ Erreca (el arroyo de las Brujas), se hincha, se agranda y se convierte a veces en un torrente.
  • Recordé que aquel viejo era el mismo que encontramos Recalde y yo cuando, después de nuestra expedición al Stella Maris, anduvimos buscando al que tenía la llave de la lancha que solía estar atada en la punta del Faro.
  • Por la tarde, después de almorzar, el capitán iba a Elguea y volvía por la playa despacio.
  • Después de almorzar y descansar en la venta, me fuí por el borde de las dunas adelante.
  • Aguardé a que entraran en su casa, y poco después me decidí a llamar.
  • El capitán, después de tomar el café, pareció reanimarse.
  • Entrégaselo un año después de mi muerte, o antes, si las circunstancias te obligan a abandonar Lúzaro.
  • Después he visto claramente que las madres lo reconcentran todo en el interés de los hijos y desconfían de lo que puede perjudicarles.
  • Unos días después de esta conversación encontré a Mary en su casa, con la hija del torrero, la muchacha amiga suya, con la que iba a pescar detrás del Izarra.
  • Se oyó poco después en el pasillo el ruido de una pierna de palo, y entró el torrero, Juan Urbistondo.
  • Unos días después, Allen se presentó en mi casa con una pretensión extraña.
  • Después, si usted quiere, puede asociarse a mí.
  • X LA CUEVA DE LA SERPIENTE Una semana después, mi prima me comunicó su pensamiento de trasladarse a Lúzaro.
  • La dejé que llorase largo rato, haciéndome el incomodado, y después, ofreciéndole la mano, le dije.
  • Entremos aquí dijo Mary, que, después de las lágrimas, había quedado sonriente y de buen humor.
  • Después comprendí, viendo cómo a otros los cazaban, lo que hicieron conmigo.
  • Pero después, pasado el tiempo, enredaba las cuentas, y siempre salía ganancioso.
  • Unas horas después, en la cubierta, encontramos a un portugués vestido sólo con un pantalón y una camisa.
  • Estos se echaron como perros, y un momento después iban los dos policías al fondo del mar cosidos a puñaladas.
  • Don José había trabajado en casi todos los puntos de España y de sus Indias después, encontrando pequeña su patria para su gloria, había ido a otros países, hasta que, viéndose perseguido, tuvo que meterse en el barco negrero, cosa que le repugnaba profundamente por sus sentimientos de humanidad.
  • Después de verificar esta bella sustracción con una maravillosa habilidad, don José llamó en casa del juez, denunció el hecho, dió una pista falsa y se fué del pueblo sin que nadie le molestara.
  • Algunos aseguraban que el doctor Cornelius era tan sabio, que a unos indios les había convertido en negros para venderlos después.
  • Chim le tiraba un cuchillo y, después de atravesar la manzana, lo dejaba clavado en la puerta.
  • Los niños, veinticinco duros antes de bautizar y cincuenta después.
  • Estos fuetazos no eran más que el ligero prólogo de los que les darían después los bandidos de América.
  • Después, Zaldumbide, al tenerlos en el barco, les hablaba, porque sabía algo del bantú y del mandigo, y les decía, en aquella infame algarabía negra, que les iba a llevar o un país en donde no harían más que tomar el sol y comer habichuelas con tocino.
  • Después se sacaba la bomba, que era un tonel con una piel estirada, en donde se tocaba con las manos como en un tam tam, y bailaban los negros.
  • A veces traíamos los fondos lavados y nos encontrábamos que, después de un largo viaje, el cobre de la quilla y de las partes próximas estaba limpio como el oro.
  • Después, al mismo tiempo, con los cabrestantes empezábamos a estirar las amarras atadas al palo mayor y a las dos anclas, hasta conseguir que el barco se tumbase por una banda y descubriera la quilla.
  • Old Sam daba un martillazo a la palomilla de hierro que sujetaba el ancla de proa, y poco después se echaban las otras tres y quedaba el barco inmóvil.
  • Después de aguardar cerca de un mes, no pudimos embarcar más que quince o veinte negros, otras tantas negras y unos cuantos chiquillos.
  • Salió el bote para levar el ancla, el cabrestante comenzó a chirriar para levantarla, las velas se tendieron en los palos, y unos momentos después zarpábamos con viento fresco.
  • Tres semanas después quedamos entre el Ecuador y el trópico de Capricornio en una calma chicha.
  • Poco después, el cocinero Ryp vino con la misma proposición.
  • Después de una lucha en que quedaron en el campo varios combatientes, los holandeses, más en número, habían hecho meterse en el castillo de proa a los enemigos.
  • El capitán mandó que desde la ballenera y el bote fuéramos cortando aquel estero por la mitad, y después de una larga faena lo pudimos partir en dos pedazos y pasar por en medio.
  • Uno de los marineros holandeses, Stass, atacado por la fiebre, se levantó de la cama delirando, y, después de cantar una extraña canción, se tiró al mar.
  • Después de la conferencia, el capitán mandó poner el barco al pairo.
  • Después de recibir encima del cuerpo chubascos y más chubascos que nos empaparon hasta los huesos, dimos vista a Lanzarote.
  • Todos los días esperaba a Mary después de que ella concluía su trabajo, y paseábamos juntos, solos o en compañía de Cashilda la de Recalde.
  • Por la tarde, después de comer, cuando fuí a casa de Recalde a buscar a mi novia, me encontré con Quenoveva.
  • Días después era la Exaltación de la Santa Cruz, y había romería en Aguiró, un monte próximo a Lúzaro.
  • Fuimos después a merendar entre los helechos.
  • Después de merendar, nos reunimos todos los romeros en el raso de la ermita.
  • Después de la charanga comenzó a tocar el tamboril.
  • Después de saltar y brincar emprendimos la vuelta entre la algazara de los chiquillos y las canciones de los mozos.
  • Después de cada baile, en que yo me cubría de gloria con gran risa de Mary, dábamos una vuelta por la Alameda.
  • Después se hincharon las otras velas.
  • Atravesamos la barra dando terribles bandazos, íbamos escalando una tras otra aquellas montañas de agua y bajando después a los profundos abismos.
  • Una hora después estábamos delante de Frayburu.
  • Después supe que la maquinación de Machín no se había limitado a llevarme a mí a Frayburu.
  • Un poco después de llegar la diligencia.
  • Una semana después, la Cashilda me entregó un periódico de Bilbao que se había recibido para Mary.
  • Yo le hablaré después.
  • V LA TEMPESTAD Unos días después, una mañana de octubre, me desperté con el ruido furioso del viento.
  • Hoy terminó diciendo el atalayero, después de discutir los patrones, tuvieron en la votación una mayoría de pocos votos los partidarios de salir.
  • Después de las tres olas fuertes, los golpes de mar de ordenanza, como les llaman los marinos, venía un momento de relativa calma.
  • Ellos vivían, después de haber estado cerca de la muerte, y celebraban su fortuna.
  • Después se cantaron otros muchos zortzicos y luego vino un muchacho con un acordeón, que trenzaba, sin parar, la música más heterogénea.
  • Días después, una mañana de otoño muy clara y muy hermosa, Machín, con su criado, se embarcó en la goleta.
  • Ilustración LIBRO SEXTO LA SHELE I HABLA EL MÉDICO VIEJO Unos días después de mi matrimonio, el médico viejo me encontró en la calle y me dijo con grandes extremos que fuera a su casa.
  • Fuí después de comer.
  • III LA VENTA DE LA TERNERA Yo insinué varias veces, hablando con doña Celestina, después de comunicarle lo que le ocurría a la muchacha, que debía dar cuenta a su hijo de lo que pasaba con la Shele.
  • Que vaya a vivir a otro pueblo o a un caserío lejano, y nadie tendrá en cuenta si la criatura ha nacido antes o después del plazo legal.
  • Cuatro o cinco meses después de esta escena que te he contado de los preliminares de la boda, me llamaron del caserío de Machín.
  • ¡Cuánta gente no se habrá sacrificado por esas ideas del rango y de la posición social que, después de todo, no sirven para nada! Son restos del feudalismo.
  • Después, más tranquilizado, me pidió que le dijese cómo era.
  • Meses después pude recoger en Cádiz dos cartas suyas en contestación a la mía.
  • Dejé salir La Maríbeles, y unos días después iba a Batavia y entraba en El Dragón con una absoluta inconsciencia.
  • Poco tiempo después, Nissen, una noche regó con petróleo la cama y el cuarto del oficial y les pegó fuego.
  • Después se escapó no sé cómo.
  • Tres o cuatro años después de entrar yo en el negrero salíamos de cerca de Macao, llevando un pasaje de trescientos coolies chinos para América, cuando, a la altura del Cabo Engaño, se nos acercó un pailebot de dos palos, de esos que llaman en Filipinas pontines, y de él apareció Tristán de Ugarte.
  • Después de una travesía larga y llena de peripecias, llegamos frente al Estrecho de Magallanes.
  • Después Ugarte se jactaba de haber hecho en el casco un boquete.
  • Después comenzaban a verse zarzas, callistris y algunas piteras.
  • Allen y yo expusimos deseos de ingresar en la logia, y después de hacer nuestras pruebas, pasamos a ser hermanos.
  • Un marinero holandés de la tripulación de El Especulador, un barco pirata que dió mucho que hablar en su tiempo, entabló negociaciones con él, y se comprometió a cederle una mina después de terminada.
  • Ugarte, después de esta tentativa frustrada, ya no me dejó vivir en paz.
  • En esto, un sábado, pocos días después de Reyes, Allen vio en la costa, a gran distancia, con un catalejo de uno de los pontoneros, un botecillo atado a una punta, sin duda dejado por algún cazador de patos salvajes.
  • Después, era la costumbre que volviese el master con algunos guardianes y mirase si todos estábamos en nuestras hamacas.
  • Pero ¿cómo desatarla después para seguir bajando hasta el mar?
  • Cuando la cuerda dejó de estar tensa, se descolgó Ugarte, y después fui yo.
  • V A LA DERIVA Por fin, después de aquella larguísima noche, comenzó a aclararse la bruma y se presentó la mañana, una mañana triste, de un color sucio, como envuelta en lluvia y en barro.
  • Después de comer dijo.
  • Después pensamos en lo que haríamos con el queche.
  • Después, precedidos por una vieja, subimos por una escalera de caracol que llevaba a la torre.
  • El domingo oímos la misa en la capilla, y después yo estuve registrando la biblioteca.
  • Yo escuchaba, sin muestras de impaciencia, la séptima, la octava y la novena vez la relación de las aventuras de Sandow, y Uguarte, después de hacer como que trabajaba en el jardín, se tendía en la cama, y allí estaba maldiciendo de su suerte.
  • Después de haberle prometido que nos iríamos en seguida, no comprendía bien su malhumor.
  • Después Allen, como loco, siguió golpeando el cadáver, la mesa, con una furia de elefante herido, hasta que rompió el banco y se quedó con un trozo de madera en la mano, contemplándolo como un sonámbulo que despierta.
  • Le dije que sí, me llevó a un cuarto, y vino poco después, con un gran calentador, a templar la cama.
  • Inmediatamente escribí a Ana Sandow contándole lo ocurrido después de salir de su casa e interesándole por el pobre Allen.
  • Aquella delicada criatura, tan sencilla, tan ingenua, murió en mis brazos después de lenta agonía.
  • Estuvo un cuarto de hora, y después se encaminó hacia el río, y apoyándose en una piedra de la orilla, dijo.
  • Y, después de todo, ¿qué nos importa por ellos?
  • Después vimos a la luz de la luna que el barco se acercaba a nosotros con las velas desplegadas.
  • Les di la indicación, traducida del devocionario de Allen, y se fueron, después de darme las gracias efusivamente.
  • Un año después recibí una carta del joven Small y un paquete pequeño.
  • Esta muralla sigue a lo largo del camino real, limita el pueblo por el Norte y al llegar al río se tuerce, tropieza con la iglesia, a la que coge, dejando parte del ábside fuera de su recinto, y después escala una altura y envuelve la ciudad por el Sur.
  • La ciudadela sombría, envuelta entre grandes árboles, prolongada después por el pueblo con sus muros fortificados que chorrean agua, presentan un aspecto grave y guerrero.
  • Después, en un prado anejo a la Ciudadela y del cual se había apoderado la villa, iba el tamborilero y la gente bailaba alegremente, al son del pito y del tamboril, hasta que el toque del Ángelus terminaba con la zambra y los campesinos volvían a sus casas después de hacer una estación en la taberna.
  • Este camino, en la parte alta, tiene a los lados varias cruces de piedra, que terminan en una ermita y por la parte baja, después de entrar en la ciudad, se convierte en calle.
  • El río Ibaya, limpio, claro, cruzaba el valle por entre heredades verdes, por entre filas de álamos altísimos, ensanchándose y saltando sobre las piedras, estrechándose después, convirtiéndose en cascada de perlas al caer por la presa del molino.
  • Luego, a todo el que iba a pedirle algo, después de reñirle rudamente y de reprocharle sus vicios y de insultarle a veces, le daba lo que le parecía, hasta que a mediados del mes se le acababa el montón de pesetas y entonces daba maíz o habichuelas siempre refunfuñando é insultando.
  • Y después, como una consecuencia grave de lo que había dicho antes, añadía.
  • Encargó a su hija que trajese un vaso de vino para Tellagorri, entró él en su despacho y volvió poco después con unos papeles viejos en la mano.
  • CAPÍTULO VI DE CÓMO LLEGARON UNOS TITIRITEROS Y DE LO QUE SUCEDIÓ DESPUÉS Un día de Mayo, al anochecer, se presentaron en el camino real tres carros, tirados por caballos flacos, llenos de mataduras y de esparavanes.
  • Trabó inmediatamente conversación con el jefe de la caravana, y después de varias preguntas y respuestas y de decir el hombre que era francés y domador de fieras, Tellagorri se lo llevó a la taberna de Arcale.
  • Luego soltó un perro que se lanzó sobre el oso, y después de un momento de lucha se le colgó de la piel.
  • Después todavía martirizaron más a la pobre bestia.
  • Lo que siguió fué más agradable, la mujer del domador, vestida con un traje de lentejuelas, entró en la jaula del león, jugó con él, le hizo saltar y ponerse de pie, y después Linda dió dos o tres volatines y vino con un monillo vestido de rojo a quien obligó a hacer ejercicios acrobáticos.
  • Dió después Martín la vuelta al prado de Santa Ana, hasta detenerse prudentemente a quince o veinte metros de la entrada del circo.
  • Después del número sensacional que no entusiasmó al público, entró la mujer en la jaula del león.
  • A esa sosa de la Ignacia añadió poco después el viejo le puedes dar lo que te parezca cuando se case.
  • Poco después, Bautista Urbide se presentó en casa de Ohando, habló a doña Águeda, se celebró la boda, y Bautista y la Ignacia fueron a vivir a Zaro, un pueblecillo del país vasco francés.
  • Luego oyó un beso, y poco después las ramas de un árbol que se movían.
  • Ni en aquella noche, ni en la siguiente, se presentó Martín, pero cuatro días después Carlos lo sintió en la huerta.
  • Se leyó una alocución patriótica, y después don Carlos, repitiendo el final de la alocución, exclamó.
  • Después de cenar en la borda, los tres hombres sacaron las mulas y continuaron el viaje subiendo por el monte Larrun.
  • Poco después de media noche, la nieve comenzó a cesar y Capistun dió la orden de marcha.
  • Media hora después, entraban en las calles de Alzate, cuyas puertas se veían cerradas.
  • Efectivamente, se oyó poco después una voz débil que exclamaba.
  • Efectivamente, poco después, Luschía llamó a Zalacaín y a Bautista.
  • Después, unos se pusieron a jugar al mus y Bautista lució su magnífica voz cantando varios zortzicos.
  • Salió a abrirle una muchacha, y poco después se presentó un señor.
  • Joshé recordó a Arizmendi que tenía dentadura postiza, a su mujer que se ponía añadidos y a la hija mayor el novio con quien había reñido, y después de otra porción de cosas igualmente oportunas se marcharon las dos máscaras dando brincos.
  • Luego, un hombre rubio, al parecer extranjero, y después saltó una muchacha morena, que ayudó a bajar a una señora gruesa, de pelo blanco.
  • Pocos instantes después, apareció Bautista en el cuarto, de puntillas.
  • La muchacha de los ojos negros, a quien al principio no reconoció Martín, era la señorita a quien habían hecho bajar del coche los de la partida del Cura y después se había fugado con ellos en compañía de su madre.
  • Volvieron a meterse en la taberna los cuatro hombres, y poco después se unieron a ellos Manisch, el patrón del barco la Fleche, que al entrar se quitó el sudeste, y dos marineros más.
  • El judío quedó un poco perplejo y, después de vacilar un poco, preguntó.
  • El judío, después de vacilar, llenó los pagarés y puso los sellos.
  • Después de desembarcar, la memoria admirable de Bautista indicó las personas a quienes tenían que visitar en este pueblo.
  • Y por la tarde, después de comer, Martín y Bautista se encaminaron por la carretera de Cestona.
  • Así, el coche delante y Martín y Bautista detrás, subieron a Cestona, y al llegar aquí el coche dió una vuelta rápida y poco después echó un fardo al suelo.
  • Luego sacaron el cocido, después una fuente de berzas con morcilla y, al llegar al principio, Fernando se encontró con que, en vez de poner la trucha grande, la condenada del ama había puesto la pequeña, que no tenía más que raspa.
  • Poco después, Fernando comía solo y tenía liebre y carnero de sobra.
  • Fernando fué a la zapatería, cogió un fuelle grande y lo rellenó de esa casca que queda después de curtidos los pellejos y que huele que apesta.
  • Cuando Fernando miró después, Ichtaber el Chato estaba con la mano en sus diminutas narices y la muchacha lo mismo.
  • Dos días después, fué de nuevo la chica y le pasó lo mismo.
  • Allí, en vez de las historias del buen truhán Fernando de Amezqueta, tuvieron que oir, contada por una vieja, la historia de don Teodosio de Goñi, un caballero navarro que, después de haber matado a su padre y a su madre, engañado por el Diablo, se fué de penitencia al monte con una cadena al pie, hasta que, pasados muchos años y siendo don Teodosio viejo, se le presentó un dragón, y ya iba a devorarle, cuando apareció el arcángel San Miguel y mató al dragón y rompió las cadenas al caballero.
  • Vió en la calle un sargento y, después de saludarle, le preguntó.
  • Este desagradable y antipático personaje se puso después a clasificar los batallones carlistas según su valor.
  • Primero eran los navarros, como era natural, siendo él navarro, luego los castellanos, después los alaveses, luego los guipuzcoanos y al último los vizcaínos.
  • Después, dando un rodeo, salieron al paseo de Los Llanos.
  • Bautista se alejó, y poco después se acercó de nuevo a Martín y le dió otro pedazo de papel.
  • Y la vieja, después de mirarle con curiosidad, siguió barriendo las escaleras.
  • Después de maldecir de la alimentación leguminosa y de la alimentación patatosa, habló del resto del viaje.
  • Había estado al principio en la guerra, luego se fué a una república americana, tomó parte en una revolución y después, expulsado de allí por rebelde, volvía al ejército carlista, en donde estaba ya violento y deseando marcharse.
  • Después de comer en la posada, Martín, el extranjero, Iceta, Haussonville y Asensio fueron a un café de la plaza, donde estuvieron hablando.
  • El alcaide se fué, dejando a obscuras a Martín, y vino poco después con un jergón y las mantas pedidas.
  • Comió Martín lo que le trajeron, se tendió envuelto en la manta, y después de un momento de siesta, se levantó a tomar una resolución.
  • Después, aun en el caso de aprovechar una ocasión y poder salir de allá, quedaba por recorrer un pasillo largo y luego unas escaleras.
  • Cortó una tira de la manta y pasándola por el barrote de en medio y atándole después por los extremos formó una abrazadera y metió dos patas del banco en este anillo y las otras dos las sujetó en el suelo.
  • Después pensó dejar un recuerdo alegre y divertido en la cárcel.
  • Después de escribir el papel, Martín se paseó con impaciencia por el cuarto.
  • No acababa de decir esto cuando Martín dió una patada al farol que llevaba el viejo, y después de un empujón echó al anciano respetable a la cuneta de la carretera.
  • La llegada del coche y su batacazo no habían pasado inadvertidos, porque, pocos momentos después, avanzó del lado de Viana media compañía de soldados.
  • Después de comer trajeron los caballos del coche, les obligaron a montar en ellos, y custodiados por toda compañía tomaron el camino de Logroño.
  • El general mandó un ayudante suyo, y media hora después estaba el capitán Briones, que reconoció a Martín.
  • Después de comer vinieron unas señoritas amigas de Rosa Briones, y Martín tuvo que contar de nuevo sus aventuras.
  • Una semana después del encuentro con Linda, al pasar por los soportales de la calle principal de Logroño se encontró con Bautista que venía hacia él indiferente y tranquilo como de costumbre.
  • La tropa, después de cañonear las trincheras carlistas, avanzaba, y el enemigo abandonaba sus posiciones refugiándose en los muros.
  • Pocos días después, Martín recibió una carta de su hermana.
  • Los domingos, después de la misa, los aldeanos endomingados, con la chaqueta al hombro, se reunían en la sidrería y en el juego de pelota.
  • Los generales alfonsinos, después de hecho su agosto y ascendido en su carrera todo lo posible, encontraban que era una estupidez continuar la guerra durante más tiempo.
  • Y perdidos sus soldados en los bosques, llegaron después de dos días y tres noches al Baztán.
  • Presentó Briones a Martín, y el general, después de estrecharle la mano, le dijo bruscamente.
  • Todavía seguía la acción, pero poco después una columna de ejército avanzaba por el monte por otro lado, y los carlistas huían a la desbandada hacia Francia.
  • Meses después, Carlos Ohando entró en San Ignacio de Loyola.
  • Tras de estas campanadas fatídicas, el silencio que viene después parece un tierno halago.
  • AQUÍ YACE MARTÍN ZALACAÍN MUERTO A LOS 24 AÑOS EL 29 DE FEBRERO DE 1876 Una tarde de verano, muchos, muchos años después de la guerra, se vió entrar en el mismo día en el cementerio de Zaro a tres viejecitas vestidas de luto.
  • Creo que después me sacaron de allí, y con estas indecisas memorias se asocia la vista de unas que daban pavorosa claridad en medio del día, el rumor de unos rezos, el cuchicheo de unas viejas charlatanas, las carcajadas de marineros ebrios, y después de esto la triste noción de la orfandad, la idea de hallarme solo y abandonado en el mundo, idea que embargó mi pobre espíritu por algún tiempo.
  • Hay que añadir a las causas de aquel cariño, aunque me esté mal el decirlo, que yo, no obstante haber vivido hasta entonces en contacto con la más desarrapada canalla, tenía cierta cultura o delicadeza ingénita que en poco tiempo me hizo cambiar de modales, hasta el punto de que algunos años después, a pesar de la falta de todo estudio, hallábame en disposición de poder pasar por persona bien nacida.
  • No me exija el lector una exactitud que tengo por imposible, tratándose de sucesos ocurridos en la primera edad y narrados en el ocaso de la existencia, cuando cercano a mi fin, después de una larga vida, siento que el hielo de la senectud entorpece mi mano al manejar la pluma, mientras el entendimiento aterido intenta engañarse, buscando en el regalo de dulces o ardientes memorias un pasajero rejuvenecimiento.
  • Tú y esos otros tan locos como tú, ¿no estáis satisfechos después de la del 14?
  • La encantadora y sin par Rosita, de quien hablaré después.
  • Pasaron ocho años después de aquel desastre, y la noticia de que la escuadra combinada iba a tener un encuentro decisivo con los ingleses, produjo en él cierta excitación que parecía rejuvenecerle.
  • Después añadió con expresión de júbilo.
  • Después de lo del Estrecho, me embarqué en la Fama para Montevideo, y ya hacía mucho tiempo que estábamos allí, cuando el jefe de la escuadra recibió orden de traer a España los caudales de Lima y Buenos Aires.
  • Pues, señor, después de cincuenta días de navegación, el 5 de Octubre, vimos tierra, y ya contábamos entrar en Cádiz al día siguiente, cuando cátate que hacia el Nordeste se nos presentan cuatro señoras fragatas.
  • ¡Cuánto me he reído después recordando aquella escena, y cuán cierto es, por lo que respecta a mis compañeros en aquel juego, que el entusiasmo de la ancianidad convierte a los viejos en niños, renovando las travesuras de la cuna al borde mismo del sepulcro! Muy enfrascados estaban ellos en su conferencia, cuando sintieron los pasos de Doña Francisca que volvía de la novena.
  • Yo caminando a la cocina, lloroso y avergonzado, después de arriada la bandera de mi dignidad, y sin pensar en defenderme contra tan superior enemigo.
  • Parecía emitida por un avecilla, que se remontara primero al Cielo, y que después cantara en nuestro propio oído.
  • El alma, si se me permite emplear un símil vulgar, parecía que se alargaba siguiendo el sonido, y se contraía después retrocediendo ante él, pero siempre pendiente de la melodía y asociando la música a la hermosa cantora.
  • ¡Y a todas éstas, ni una sonrisa, ni un salto, ni una monada, ni una veloz carrera, ni un poco de olé, ni esconderse de mí para que la buscara, ni fingirse enfadada para reírse después, ni una disputilla, ni siquiera un pescozón con su blanda manecita! ¡Terribles crisis de la existencia! ¡Ella se había convertido en mujer, y yo continuaba siendo niño! No necesito decir que se acabaron los retozos y los juegos.
  • Después de algunas dilaciones, se la concedieron.
  • Durante el paseo, mi amo, después de haber asegurado con su habitual aplomo que si el almirante Córdova, en vez de mandar virar a estribor hubiera mandado virar a babor, la batalla del 14 no se habría perdido, entabló la conversación sobre el famoso proyecto, y aunque no dijeron claramente su propósito, sin duda por estar yo delante, comprendí por algunas palabras sueltas que trataban de ponerlo en ejecución a cencerros tapados, marchándose de la casa lindamente una mañana, sin que mi ama lo advirtiese.
  • Después de comer, mi amo estaba en la galería contemplando una carta de navegación, y recorría con su vacilante dedo las líneas, cuando Doña Francisca, que algo sospechaba del proyecto de escapatoria, y además ponía el grito en el Cielo siempre que sorprendía a su marido en flagrante delito de entusiasmo náutico, llegó por detrás, y abriendo los brazos exclamó.
  • Después encendida como la grana, y luego pálida otra vez como una muerta.
  • Después dijo.
  • ¡Si creerá él que se gobierna una nación tocando la guitarra! Después de la paz de Basilea continuó el joven, nos vimos obligados a enemistarnos con los ingleses, que batieron nuestra escuadra en el cabo de San Vicente.
  • Este desastre no habría sido de grandes consecuencias, si después la Corte de España no hubiera celebrado con la República francesa el tratado de San Ildefonso, que nos puso a merced del Primer Cónsul, obligándonos a prestarle ayuda en guerras que a él solo y a su grande ambición interesaban.
  • Después de aquel acto de piratería, la Corte de Madrid no tuvo más remedio que echarse en brazos de Napoleón, el cual no deseaba otra cosa.
  • Y después de lo referido, los cuatro personajes no dijeron una palabra.
  • Como yo servía la mesa, pude oír la conversación, y entonces conocí mejor el carácter del viejo Malespina, quien si primero pasó a mis ojos como un embustero lleno de vanidad, después me pareció el más gracioso charlatán que he oído en mi vida.
  • Mas Godoy, que ya entonces era Valido, se obstinó en proseguirla, sólo por llevarme la contraria, según he entendido después.
  • En cuanto pude disponer de un rato de libertad, después que mi amo quedó instalado en casa de su prima, salí a las calles y corrí por ellas sin dirección fija, embriagado con la atmósfera de mi ciudad querida.
  • Después de ausencia tan larga, lo que había visto tantas veces embelesaba mi atención como cosa nueva y extremadamente hermosa.
  • Después les dije que Mr.
  • Quise ver después la catedral vieja, a la cual se refería uno de los más tiernos recuerdos de mi niñez, y entré en ella.
  • Después, como mi amo, impulsado por su gran curiosidad, le pidiese noticias, ella le dijo.
  • Y, sin embargo, según después supe, aquel hombre tenía tanto corazón como inteligencia.
  • Después, cuando le oí decir, por cierto sin tono de queja, que el Gobierno le debía nueve pagas, me expliqué aquel deterioro.
  • Hablaron luego del tema ordinario en aquellos días, de si salía o no salía la escuadra, y el marino se expresó largamente con estas palabras, cuya substancia guardo en la memoria, y que después con datos y noticias históricas he podido restablecer con la posible exactitud.
  • Sus palabras hicieron en mí grande impresión, pues con ser niño, yo prestaba gran interés a aquellos sucesos, y después, leyendo en la historia lo mismo de que fui testigo, he auxiliado mi memoria con datos auténticos, y puedo narrar con bastante exactitud.
  • Después me hizo asistir a su tocador, ante cuya operación me quedé espantado, viendo el catafalco de rizos y moños que el peluquero armó en su cabeza.
  • No eran muchas las personas que vestían de aquella manera en Cádiz, y pensando después en la diferencia que había entre aquellos arreos y los ordinarios de la gente que yo había visto siempre, comprendí que consistía en que éstos vestían a la española, y los amigos de Doña Flora conforme a la moda de Madrid y de París.
  • Después de haber charlado mucho, entraron con Doña Flora en la iglesia del Carmen, y allí, sacando cada cual su rosario, rezaron que se las pelaban un buen espacio de tiempo, y alguno de ellos me aplicó lindamente un coscorrón en la coronilla, porque en vez de orar tan devotamente como ellos, prestaba demasiada atención a dos moscas que revoloteaban alrededor del rizo culminante del peinado de Doña Flora.
  • Salimos, después de haber oído un enojoso sermón, que ellos celebraron como obra maestra.
  • Después se encasquetaban el sombrero de pieles, pesada mole, cuyo objeto nunca me pude explicar, y luego iban a sus puestos si tenían que hacer guardia, o a pasearse por el combés si estaban libres de servicio.
  • Después del baldeo comenzó la operación de.
  • Mas habiéndose calmado el viento poco después de mediodía, el buque almirante hizo señales de que se formasen las.
  • Pero les diré que consistía en variar diametralmente de rumbo, es decir, que si antes el viento impulsaba nuestros navíos por estribor, después de aquel movimiento nos daba por babor, de modo que marchábamos en dirección casi opuesta a la que antes teníamos.
  • Después supe que era el Victory y que lo mandaba Nelson.
  • Lo que oí con frecuencia de boca de Marcial, unido a lo que después he sabido, pudo darme a conocer la formación de nuestra escuadra.
  • No les hizo dignos del combate más que el combate mismo, como advertí después.
  • A pesar de mis pocos años, me hallaba en disposición de comprender la gravedad del suceso, y por primera vez, después que existía, altas concepciones, elevadas imágenes y generosos pensamientos ocuparon mi mente.
  • Como yo no sabía más historia que la que aprendí en la Caleta, para mí era de ley que debía uno entusiasmarse al oír que los españoles habían matado muchos moros primero, y gran pacotilla de ingleses y franceses después.
  • La línea de la escuadra combinada se hallaba rota por varios puntos, y al orden imperfecto con que se había formado después de la vira en redondo sucedió el más terrible desorden.
  • Después algazara rabiosa que se pierde en el espacio, haciendo lugar a un terrible silencio que anuncia la vergüenza de la derrota.
  • Después se supo que había sido el francés nombrado Achilles.
  • Algunos segundos después de la explosión, ya no pensábamos más que en nosotros mismos.
  • ¡Ah!, recordando yo después la serenidad y estoicismo de Don Francisco Javier Uriarte, he podido comprender todo lo que nos cuentan de los heroicos capitanes de la antigüedad.
  • Pero estos nobles pensamientos me ocuparon muy poco tiempo, porque Marcial, cuya fatigada naturaleza comenzaba a rendirse después de su esfuerzo, respiro con ansia, se secó la sangre que afluía en abundancia de su cabeza, cerró los ojos, sus brazos se extendieron con desmayo, y dijo.
  • En aquel pasajero letargo, seguí oyendo el estrépito de los cañones de la segunda y tercera batería, y después una voz que decía con furia.
  • ¡las hachas! Después la confusión fue tan grande, que no pude distinguir lo que pertenecía a las voces humanas en tal descomunal concierto.
  • Contestó Don Alonso a sus finuras con gravedad, y después quiso enterarse por él de los pormenores del combate.
  • Mi amo lloró como hombre, después de haber cumplido con su deber como marino.
  • Nelson, herido mortalmente en mitad del combate, según después supe, por una bala de fusil que le atravesó el pecho y se fijó en la espina dorsal, dijo al capitán Hardy.
  • Un cuarto de hora después expiraba el primer marino de nuestro siglo.
  • Parecía que la Naturaleza había de sernos propicia después de tantas desgracias.
  • Un navío inglés, que después supe se llamaba Prince, trató de remolcar al Trinidad.
  • Trabajosamente se enmendaron algunas averías con auxilio de los ingleses, que vigilaban todo, y según después comprendí, no perdían de vista a algunos de nuestros marineros, porque temían que se sublevasen, represando el navío, en lo cual los enemigos demostraban más suspicacia que buen sentido, pues menester era haber perdido el juicio para intentar represar un buque en tal estado.
  • La sangre que corría por mis venas era su sangre, y esa voz interna que nos incita a ser benévolos con las faltas de los nuestros, no podía permanecer callada después de la escena que pasó ante mis ojos.
  • Después supe que se había portado heroicamente en el combate, sin que por esto alcanzara las simpatías de sus compañeros, quienes, reputándole como el más bellaco de los hombres, no tuvieron para él una palabra de afecto o conmiseración, ni aun en el momento supremo en que toda falta se perdona, porque se supone al criminal dando cuenta de sus actos ante Dios.
  • Traídos a bordo del Trinidad, volvieron a la vida, que, recobrada después de sentirse en los brazos de la muerte, equivale a nacer de nuevo.
  • ¡Oh! Cómo se va a reír Paca cuando yo vuelva a casa después de esta gran derrota.
  • Después de esto he vivido setenta años, y no he visto llegar ese día.
  • Por último, divisamos una, y un rato después la mole confusa de un navío que corría el temporal por barlovento, y aparecía en dirección contraria a la nuestra.
  • El Santa Ana vivió once años más después de Trafalgar, y aún habría vivido más si por falta de carena no se hubiera ido a pique en la bahía de la Habana en 1816.
  • Un instante después el odio antiguo que aquel sujeto me inspiraba se despertó en mi pecho como dolor adormecido que vuelve a mortificarnos tras un periodo de alivio.
  • Después de este combate moral vi a Malespina con gozo porque estaba vivo, y con lástima porque estaba herido.
  • Mi amo contó lo ocurrido en el Santísima Trinidad, y después añadió.
  • Pero las fuerzas de los enemigos se duplicaron con la ayuda del Dreadnoutgh, del Thunderer y del Poliphemus, después de lo cual fue imposible toda resistencia.
  • Temían a nuestro navío, aun después de vencerlo.
  • Dirigió algunas palabras a su cuñado Ruiz de Apodaca, y después de consagrar un recuerdo a su joven esposa, y de elevar el pensamiento a Dios, cuyo nombre oímos pronunciado varias veces tenuemente por sus secos labios, expiró con la tranquilidad de los justos y la entereza de los héroes, sin la satisfacción de la victoria, pero también sin el resentimiento del vencido.
  • El interés de aquellas narraciones me mantuvo despierto y tan excitado, que ni aun mucho después pude conciliar el sueño.
  • Aquella noble vida se había extinguido a los cuarenta y cuatro años de edad, después de veintinueve de honrosos servicios en la armada, como sabio, como militar y como navegante, pues todo lo era Churruca, además de perfecto caballero.
  • Por último, después de buscarle mucho, le encontré acurrucado en uno de los canapés de la cámara.
  • La desgracia de Malespina no fue la única después del rescate, y Dios quiso que otra persona para mí muy querida sufriese igual suerte.
  • Un instante después le vi sentado en un rincón de la cámara.
  • Después explicó el motivo de su presencia a bordo del Rayo, de este modo.
  • Expuse mi pretensión a Solano, y después al mayor general de la escuadra, mi antiguo amigo Escaño, y no sin escrúpulo me dejaron venir.
  • Mas nada consolador me dijeron, sino, por el contrario, que Churruca había muerto, y que su navío, después de batirse con gloria, había caído en poder de los enemigos.
  • Medio siglo después me acordé de Don José María Malespina, y dije.
  • Por último, después de algunas horas de mortal angustia, la quilla del Rayo tocó en un banco de arena y se paró.
  • Pero éste fue mayor, y el buque, inclinándose sucesivamente de uno y otro costado, hundió su popa, y después de un espantoso crujido, quedó sin movimiento.
  • Pero después del primer esfuerzo, su cuerpo volvió a caer exánime, y al fin dijo.
  • Poco después le oí claramente estas palabras.
  • Después quise enterarme de cómo me habían salvado.
  • El Rey paga mal, y después, si queda uno cojo o baldado, le dan las buenas noches, y si te he visto no me acuerdo.
  • Después le dijo al guardia marina Don Alonso Butrón, encargado de ella.
  • Desde los primeros momentos caían como moscas los heridos, y el mismo comandante recibió una fuerte contusión en la pierna, y después un astillazo en la cabeza, que le hizo mucho daño.
  • Pero nadie dejó de comprender lo que había pasado, y después de una lucha desesperada sostenida por el honor de la bandera, el Bahama se rindió a los ingleses, que se lo llevarán a Gibraltar si antes no se les va a pique, como sospecho.
  • Al concluir su relación, y después de contar cómo había pasado del Bahama al Santa Ana, mi compañero dio un fuerte suspiro y calló por mucho tiempo.
  • El 20 de Octubre, un día antes de Trafalgar, Napoleón presenciaba en el campo de Ulm el desfile de las tropas austriacas, cuyos generales le entregaban su espada, y dos meses después, el 2 de Diciembre del mismo año, ganaba en los campos de Austerlitz la más brillante acción de su reinado.
  • Lo que más me sorprendió fue que la voz del embustero parecía tan alegre como de costumbre, lo cual me parecía altamente indecoroso después de la desgracia ocurrida.
  • Después una viva alegría sucedió a la anterior tristeza, y, por último, cuando la fuerte emoción les permitió reflexionar sobre el engaño, me interpelaron con severidad, reprendiéndome por el gran susto que les había ocasionado.
  • Según lo que supe después al ir a Sanlúcar acompañando a la familia, Don José María había forjado una novela de heroísmo y habilidad por parte suya.
  • Sin negar el mérito de Gravina, yo creo hiperbólicas las alabanzas de que fue objeto después del combate y en los días de su muerte 7.
  • Murió mucho después de que su hija se casara con Don Rafael Malespina, acontecimiento que hubo de efectuarse dos meses después de la gran función naval que los españoles llamaron la del 21 y los ingleses Combate de Trafalgar, por haber ocurrido cerca del cabo de este nombre.
  • Después de reflexionar un poco, determiné ir a Cádiz para desde allí trasladarme a Madrid.
  • Y desde aquel día, ¡cuántas cosas me han pasado dignas de ser referidas! Mi destino, que ya me había llevado a Trafalgar, llevome después a otros escenarios gloriosos o menguados, pero todos dignos de memoria.
  • Y verás, el otro dijo después, cuando ya había pasao don Fermín.
  • Recordaba haber visto muchas tardes al señor Magistral subir a la torre antes o después de coro.
  • En presencia del Magistral, Celedonio había cruzado los brazos e inclinado la cabeza, después de apearse de la ventana.
  • Como lo de parecer cura no estaba en su intención, sino en las leyes naturales, don Saturno así le llamaban después de haber perdido ciertas ilusiones en una aventura seria en que le tomaron por clérigo, se dejaba la barba, de un negro de tinta china, pero la recortaba como el boj de su huerto.
  • Encerrado en su casa, en su despacho, después de cenar, o bien escribía versos a la luz del petróleo o manejaba sus librotes.
  • Después de bien lavado iba a misa sin falta, a buscar el hombre nuevo que pide el Evangelio.
  • ¡Qué emoción! No quiso abrir el misterioso pliego hasta después de tomar la sopa.
  • ¡Bien sabe Dios que siento la profanación a que se me invita! Se vistió lo más correctamente que supo, y después de verse en el espejo como un Lovelace que estudia arqueología en sus ratos de ocio, se fue a casa de doña Obdulia.
  • ¡Oh! ¡mucho! ¡evidentemente! ¡conforme! Después inclinó la cabeza hacia el pecho, como para meditar, pero en realidad de verdad estilo de Bermúdez para descansar, con una reacción proporcionada, de la postura incómoda en que el sabio le había tenido un cuarto de hora.
  • Después dobló la cabeza y parte del cuerpo ante los de Palomares que le fueron presentados por el sabio.
  • Después miró a Obdulia con mirada seria, penetrante, como con una sonda, como diciéndole.
  • De este se despojó don Fermín, después de acercarse a un armario y muy gravemente vistió el ajustado roquete, la señoril muceta y la capa de coro.
  • Después de la enumeración de don Saturno, hubo un silencio solemne.
  • Y después de tranquilizar a Obdulia con un apretón enérgico, concluyó de esta suerte.
  • Cuando entraba el Magistral, el ilustrísimo señor don Cayetano Ripamilán, aragonés, de Calatayud, apoyaba una mano en el mármol de la mesa, porque los codos no llegaban a tamaña altura, y exclamaba después de haber olfateado varias veces, como perro que sigue un rastro.
  • No era De Pas de los que solían quedarse al tertulín, como llamaban a la sabrosa plática de la sacristía después del coro.
  • No se crea por esto que eran íntimos amigos los aficionados a platicar después del coro.
  • ¡Y don Custodio sentía la alegórica baba de la envidia manar de sus labios! Después de haber tropezado en el trasaltar con el Provisor, se había dirigido hacia el trascoro, y dentro de la capilla del otro, había visto, mirando de soslayo, dos señoras.
  • Era grande, construida siglos después que las otras capillas, en el diez y siete.
  • Estas visitas las pagaba con la exactitud que usaba en estos asuntos el señor Quintanar, el más cumplido caballero de la ciudad, después de Bermúdez.
  • Doña Ana jamás había hablado a solas con el Magistral, y después que cesaron las visitas apenas volvió a verle de cerca.
  • Que al día siguiente, después del coro, el Magistral la esperaba en su capilla.
  • Después se sentó en una mecedora junto a su tocador, en el gabinete, lejos del lecho por no caer en la tentación de acostarse, y leyó un cuarto de hora un libro devoto en que se trataba del sacramento de la penitencia en preguntas y respuestas.
  • Después, saliendo de no sabía qué pozo negro su pensamiento, atendió a lo que leía.
  • Se tomó el pulso, y después se puso los dedos de ambas manos delante de los ojos.
  • Después de abandonar todas las prendas que no habían de acompañarla en el lecho, quedó sobre la piel de tigre, hundiendo los pies desnudos, pequeños y rollizos en la espesura de las manchas pardas.
  • Anita lloraba sobre la almohada, después saltaba del lecho.
  • Después, casi siempre, había tenido grandes contrariedades en la vida, pero ya despreciaba su memoria.
  • ¡Y yo soy una mamá! Después venía la historia de ella.
  • Había encontrado después del molino un bosque y lo había cruzado corriendo, cantando, y eso que tenía aún los ojos llenos de llanto, pero cantaba de miedo.
  • Después se habían dormido.
  • Su propósito había sido hacerse dueños de la barca una noche, aunque los riñeran en casa, pasar de orilla a orilla ellos solos, tirando por la cuerda, y después volverse él a Colondres y ella a Loreto.
  • Después dijo un refrán desvergonzado en que se insultaba a su madre y a ella, según comprendió mucho más tarde, porque entonces no entendía aquellas palabras.
  • Y después de depositar otro beso, por propia iniciativa, en la frente de Ana, salió de la alcoba con la palmatoria en la diestra mano.
  • Pero al mismo tiempo se entregaba a las delicias de Capua, y por fin, después de muchos amoríos, tuvo un amor serio, una pasión de sabio (o cosa parecida) que ya no es joven.
  • Después de llorar mucho la muerte de su esposa, don Carlos volvió a pensar en asuntos que a él se le antojaban serios, como v.
  • Mucho después, cuando su inocencia perdió el último velo y pudo ella ver claro, ya estaba muy lejos aquella edad.
  • El romántico Ozores era clásico después de su viaje por Italia.
  • Colocaba en los cajones los libros, después de sacudirles el polvo, por el orden señalado en el catálogo escrito por don Carlos.
  • Era su única aventura, después de la vergüenza de la barca de Trébol.
  • Después, buscando en la biblioteca, halló el Genio del Cristianismo, que fue una revelación para ella.
  • Después leyó Ana Los Mártires.
  • Ella hubiera sido de buen grado Cimodocea, su padre podía pasar por un Demodoco bastante regular, sobre todo después de su viaje a Italia que le había hecho pagano.
  • Una tarde de otoño, después de admitir una copa de cumín que su padre quiso que bebiera detrás del café, Anita salió sola, con el proyecto de empezar a escribir un libro, allá arriba, en la hondonada de los pinos que ella conocía bien.
  • Después de un recodo de la senda que seguía, Ana vio de repente nuevo panorama.
  • Un día, tres o cuatro después de enterrado su padre, Ana quiso levantarse y no pudo.
  • ¿Te acuerdas de Tarsila que tuvo aquel lance con aquel cadete, y después con Alvarito Mesía no sé qué amoríos?
  • Después se negó, se aseguró que era una calumnia.
  • Así fuí yo, y después que.
  • Después se le buscaba un novio.
  • Pero poco después de comenzar a comer bien, mediante aquellos esfuerzos supremos, notó que unas ruedas que le daban vueltas dentro del cráneo se movían más despacio y con armónico movimiento.
  • La solterona después del mercado recorría las casas de la nobleza para pregonar aquel exceso de caridad con que ella y su hermana daban ejemplo al mundo.
  • Pocos meses después de la fiebre, Ana había crecido milagrosamente, sus formas habían tomado una amplitud armónica que tenía orgullosa a la nobleza vetustense.
  • Doña Águeda y después su hermana trataron con gran espacio el asunto de la cotización probable de aquella hermosura que consideraban obra suya.
  • Lo que eran los hombres, y especialmente los indianos, lo que no les gustaba, la manera de marearlos, lo que había que conceder antes, lo que no se había de tolerar después, todo esto se discutió por largo, siempre concluyendo con la protesta de que era hija tanta sabiduría de la observación en cabeza ajena.
  • Mucho tiempo después de haber abandonado toda pretensión de poetisa, aún se hablaba delante de ella con maliciosa complacencia de las literatas.
  • Después doña Anuncia se encerró en el comedor con doña Águeda, y terminada la conferencia compareció Anita.
  • La sobrina permaneció ocho días encerrada en su alcoba después de aquella escena.
  • No estaba en Vetusta, no podía estar en aquel pobre rincón la realidad del sueño, el héroe del poema, que primero se había llamado Germán, después San Agustín, obispo de Hiponax, después Chateaubriand y después con cien nombres, todo grandeza, esplendor, dulzura delicada, rara y escogida.
  • Después del vestíbulo se encontraban tres o cuatro pasillos convertidos en salas de espera, de descanso, de conversación, de juego de dominó, todo ello junto y como quiera.
  • Después se hizo diputado provincial para venir a jugar al tresillo también, y por fin se hizo vecino de Vetusta para no separarse nunca de aquellos espadas a quien admiraba, de camino que les hacía ricos sin sospecharlo.
  • Llegaba a las nueve de la noche indefectiblemente, tomaba Le Figaro, después The Times, que colocaba encima, se ponía las gafas de oro y arrullado por cierto silbido tenue de los mecheros del gas, se quedaba dulcemente dormido sobre el primer periódico del mundo.
  • Poco después de morir este señor, de apoplejía, sobre The Times, se averiguó que no sabía inglés.
  • Pedía, después de un año, que se los devolvieran.
  • Se acercaba a la mesa, después de respirar fuerte, silbaba la marcha real, y fingía echar un vistazo a los periódicos.
  • Se llegaba a ella después de recorrer muchos pasillos obscuros y estrechos.
  • Tal médico se recogía a las diez después de perder las ganancias del día.
  • Y después de ímprobo trabajo, volvía, como con una ofrenda ante el altar, a depositar sobre el tapete verde las pesetas ganadas.
  • Después que Bedoya salía del Casino, pasando sin ser visto de los porteros, que dormían suavemente, no quedaban allí más socios que ocho o diez trasnochadores jurados.
  • Después de Mesía, pocos seductores había tan afortunados como el Marquesito.
  • Les había hecho sufrir varios cambios, aunque siempre sobre la base del amarillo, cubriéndolos con damasco, primero, con seda brochada después, y últimamente con raso basteado, capitoné que ella decía, en almohadillas muy abultadas y menudas, que a don Saturnino se le antojaban impúdicas.
  • Aprende primero a ser cauto y después.
  • Después resultaba que en su cocina no se podía hacer nada.
  • Después todo aquello aparecía en la cuenta del Marqués.
  • Y solía limpiar los labios con el pañuelo después de decir esto.
  • Primero se rebajó hasta dar algunos consejos a la montañesa, después le dio un pellizco.
  • ¡Después, los recuerdos tenían un encanto! ¡Saborear como cosa presente un recuerdo! ¿Qué mayor dicha?
  • Se quiere una vez y después.
  • Visita encogió los hombros, y después de pasar algo amargo que tenía en la garganta, dijo con voz ronca y rápida.
  • Después de calmarse volvió a su asunto.
  • Pero después le quedaba un dejo amargo.
  • Ya sabes que cuando se casó cesaron, que después volvieron, pero nunca con la frecuencia de ahora.
  • Mira, si le hablan de ti palidece o se pone como un tomate, enmudece y después cambia de conversación en cuanto puede hablar.
  • Y después la carcajada estrepitosa de la del Banco, que dio un paso atrás, huyendo de don Álvaro.
  • Un paseo a campo traviesa, después de confesar, solas, en una tarde húmeda, daba mucho en qué pensar a Petra.
  • Después de esta observación, y otras por el estilo, Petra se paraba a coger florecillas en los setos, se pinchaba los dedos, se enganchaba el vestido en las zarzas, daba gritos, reía.
  • Y de repente, como asustada, por aprensión, sin el menor motivo, tendió el vuelo recto y rápido al principio, ondulante y pausado después y se perdió en la atmósfera que el sol oblicuo teñía de púrpura.
  • Cuando ella le había dicho que en la adolescencia había tenido antojos místicos, y que después sus tías y todas las amigas de Vetusta le habían hecho despreciar aquella vanidad piadosa ¿qué había contestado el Magistral?
  • Hija mía, ni aquellos anhelos de usted, buscando a Dios antes de conocerle, eran acendrada piedad, ni los desdenes con que después fueron maltratados tuvieron pizca de prudencia.
  • ¡Ah! y después, cuando se llegaba más arriba, a la seguridad de sí mismo, cuando ya no se temía la tentación sino con temor prudente, se encontraban edificantes muchos espectáculos que antes eran peligrosos.
  • Todo se vuelve caras nuevas, que después no son nuevas.
  • Solía ser después de cenar fuerte.
  • Pero después pensó que aquella respuesta podía servir para desanimar a Mesía dándole a entender que ella no había entrado en aquel pacto de sordomudos.
  • Después supo que esto lo suprimían.
  • Después de todo, era una tontería haber dado aquel desaire a la Marquesa, estando decidida a no comulgar al día siguiente.
  • Después vino con tila, recogió los restos de los cachivaches y los puso sobre mesas y armarios como si fueran reliquias santas.
  • ¡Cuántos años tenía que remontar en la historia de sus amores para encontrar paseos de aquella índole! Sin embargo de la risa, sin temor al barro que debía de haber en la calle de Tras la cerca, que no estaba empedrada, se metió por un arco de la Plaza Nueva, entró en un callejón, después en otro y llegó al cabo a la calle a que daba la puerta del Parque.
  • Aquella virtud como el Cid, ahuyentaba al enemigo después de muerta acaso.
  • Bostezó don Víctor y salió del gabinete después de depositar un casto beso en la frente de su mujer.
  • De este libro, sin conocerlo, hablaba muy mal don Saturnino Bermúdez, cuando estaba un poco alegre, después de comer.
  • La mano fina, aristocrática, trazaba rayitas paralelas en el margen de una cuartilla, después, encima, dibujaba otras rayitas, cruzando las primeras.
  • El Arcipreste se había acercado más al Provisor, y estirando el cuello, de puntillas, como pretendiendo, aunque en vano, hablarle al oído, había dicho después.
  • Después.
  • El cabildo no hablaría de otra cosa aquella mañana cuando se juntaran, después del coro, los señores canónigos del tertulín.
  • Primero con el cuidado de ver llegar a la Regenta, después espiando la confesión, que duraba, duraba escandalosamente.
  • Después de fumar tres pitillos volvió a sentarse.
  • Pero después había tenido que desairarla varias veces, para que no le importunase.
  • Sí, porque después se llena aquello de visitas y tengo que hablarle a solas.
  • Después volvió a la desgracia de aquella casa.
  • Después viene la gran prueba.
  • Después el rosario con su coronilla, un padrenuestro a cada santo de la Corte Celestial.
  • Después don Fermín consideró la cuestión desde el punto de vista religioso.
  • Después se habló de otra cosa.
  • Y después de un corredor cerrado con mampostería y ventanas estrechas, encontró una antesala donde los familiares del Obispo jugaban al tute.
  • Después de cruzar salas y pasadizos llegó al salón claro, como se llamaba en Palacio el que destinaba el Obispo a sus visitas particulares.
  • Desde el seminario, y ya había llovido después, su vida había sido una oda consagrada a las alabanzas de la Madre de Dios.
  • Tenía escritos cinco libros, que primero se vendían a peseta y después se regalaban, titulados así.
  • Su antecesor rara vez subía al púlpito, y el verle a él en la cátedra del Espíritu Santo casi todos los días, despertó la curiosidad primero, después el interés y hasta el entusiasmo de los fieles.
  • Después.
  • Ronzal, Trabuco, que admiró aquel sermón, dos meses después sacaba partido de las citas de Glocester en las discusiones del Casino, y decía.
  • ¡Cuántas veces sonreía el Magistral con cierta lástima al leer en un autor impío las aventuras ideales de un presbítero! ¡Qué de escrúpulos! ¡qué de sinuosidades! ¡cuántos rodeos para pecar! y después ¡qué de remordimientos! Estos liberales añadía para sí ni siquiera saben tener mala intención.
  • ¡Quién se lo hubiera dicho! después de haber hecho su fortuna en América, ahora en el país natal, sin moverse de casa, podían ganar fácilmente el cielo.
  • Pintaba a veces, con rasgos dignos de Molière o de Balzac, el tipo del avaro, del borracho, del embustero, del jugador, del soberbio, del envidioso, y después de las vicisitudes de una existencia mísera resultaba siempre que lo peor era para él.
  • Y después, seco, frío, hastiado, mustio, inútil.
  • Y después de indicar al Magistral que las acompañara por los pasillos estrechos y enrevesados, se puso en salvo, encerrándose en el oratorio, para evitar explicaciones.
  • Después las noticias alarmantes y las bromas necias del médico, luego aquella Visitación, La Libre Hermandad, Olvidito faltando a la disciplina.
  • A la de Páez se le ocurrió después, cansada de no tener en el corazón más que trapos, hacerse devota.
  • Después de visitar a otros dos Pacos de importancia y a una Paca beata, el Magistral, con un tantico de hambre, de hambre sana, entró por los pórticos de la plaza Nueva en la calle de Los Canónigos, atravesó la de Recoletos y llegó a la de la Rúa, y al portero del marqués de Vegallana, que era un enano vestido con librea caprichosa, le preguntó con voz temblorosa.
  • Después de las mujeres venales, el Marquesito adoraba los animales mansos, sobre todo perros y caballos.
  • Quería meterle a don Álvaro por los ojos, y después de la conversación de la tarde anterior con Mesía, no pensaba en otra cosa.
  • Visitación lo aprobó en todas sus partes y juntos se fueron al tocador de Ana, que deprisa y como ocultándose, cerraba en aquel instante la carta que poco después don Fermín leía delante de su madre.
  • Reconciliarás, si te encuentras con fuerzas para ello, después de comer en casa del Marqués.
  • Cuando, pocos minutos después, hábilmente la sitiaba junto a una ventana del comedor, mientras Víctor iba con Paco a las habitaciones de este a ponerse el batín ancho y corto, la Regenta necesitó recordar, para mantenerse fría y serena, que nada serio había habido entre ella y aquel hombre.
  • Don Álvaro al moverse con alguna viveza, dejaba al aire un perfume que Ana la primera vez que lo sintió reputó delicioso, después temible.
  • Después de todo, así era ahora.
  • Más allá un bodegón de un realismo insufrible después de comer.
  • Ya se divertiría después.
  • Después de Pedro los menos bulliciosos eran la Regenta y el Magistral.
  • Pero la viuda, después de consagrar un recuerdo triste a sus devaneos de la víspera, se volvió al Magistral insinuante, provocativa.
  • Después de la escena de la Catedral donde creía haber adelantado tanto bien a costa de su conciencia no había vuelto a ver a Obdulia.
  • Después no se vio más que el anguloso perfil de Ripamilán, que movía los brazos como las aspas de un molino de muñecas.
  • Después de todo, ellos no habían ido a buscar el gentío, el bullicio mundanal.
  • Se acercó después el canónigo pariente del ministro y hubo que hablar y en seguida se agregó un obispo de levita (frase que hacía fortuna por aquella época) y la conversación se animó.
  • ¡zas! se tiran ellos dentro, primero uno, después otro y a veces dos o tres a un tiempo.
  • Primero, cuatro agudos, después otros graves, roncos, vibrantes.
  • El Vicario general de Vetusta, a buen paso tomó el camino del Vivero, después de dejar las calles torcidas de la Encimada y llegó al Espolón cuando ya estaban encendidos los faroles y desierto el paseo.
  • Esto lo pensó después.
  • Después la vida le había hecho hombre, había seguido la escuela de su madre.
  • Vio dos luces entre la obscuridad lejana, después cuatro.
  • Hubo un silencio solemne y en medio de él sonó claro, casi estridente, el chasquido de un beso bilateral, después un chillido como el de Rosina en el primer acto del Barbero.
  • ¿Y qué has hecho después hasta las diez de la noche?
  • Después de media hora de lucha, los dos volvieron a la Rectoral.
  • Entró él, ella detrás y cerró por dentro después de decir a un perro que ladraba.
  • Pero una noche, cuando el cura cenaba, tarde, después de estudiar, Paula se acercó a él y le pidió que la oyese en confesión.
  • ¿Y después?
  • Después deja que el cura te ofrezca.
  • ¡Con qué fervor predicaba el buen hombre después la castidad firme! ¡Un momento de debilidad te pierde, pecador.
  • Le gustaba contar sus hazañas, y hasta sus aventuras, esto en secreto, después de colocar unos cuantos pellejos de Toro, al beber en compañía del parroquiano.
  • Volvió a Matalerejo, después de perder por embargo cuanto tenía.
  • ¡Bueno estaría que después de tantos sacrificios el hijo se le convirtiera en mártir! Nada, nada de locuras.
  • El párroco de la Virgen tenía la imprudencia de alabar su talento culinario, su despacho, su integridad, su pulcritud, su piedad y demás cualidades delante de otros clérigos, a la mesa, después de comer bien y beber mejor.
  • ¡y él era un ingrato! A esta conclusión llegaba el Magistral aquella noche, en que, después de larga conversación con su madre, se encerró en su despacho a repasar en la memoria todo lo que él sabía de los sacrificios que aquella mujer fuerte había emprendido y realizado por él, porque él subiera, porque dominase y ganara riquezas y honores.
  • Aplicó el oído al agujero de una cerradura, y después de escuchar con atención, rió con lo que llaman en las comedias risa sardónica.
  • Algo de lo que sirve a los enfermos y a los ancianos en sus desfallecimientos! Don Santos y el sereno llegaron, después de buen rato, a la puerta de la tienda de Barinaga, que era también entrada de la casa.
  • El sereno salió, después de entregar la llave al amo de la casa.
  • Pero después, cuando se vio luz detrás de los cristales, el Magistral pudo asegurar que allí dentro reñían, arrojaban algo sobre el piso de madera.
  • Poco después cesó el ruido apagado y confuso de voces.
  • Detrás del tabique oyó el crujir de las hojas de maíz del jergón en que dormía Teresa, y después un suspiro estrepitoso.
  • Después Cármenes se presentaba en el cementerio y cantaba una elegía de tres columnas, en tercetos entreverados de silva.
  • Después averiguó que la habían visto confesando por la mañana a las siete.
  • Veíala mirarle de hito en hito, levantar después los ojos a las copas de los añosos robles, y se había dicho.
  • Debo hacerla mía por obra del espíritu y después.
  • Después, más arriba, sería otra cosa.
  • Después de tantas conversaciones se encontraba ahora con que tenían una porción de gustos idénticos.
  • Se discutió la probabilidad de que fuese el mismo coche y el mismo asiento el que poco después ocupaba ella cuando salió para Granada con su esposo.
  • Callaron, después de haber dicho tantas cosas.
  • Estoy por decir aseguraba que después de Frígilis, Ripamilán y Vegallana, ya es don Álvaro el vecino a quien más aprecio.
  • Y después de pensar y resolver esto, se vistió y se peinó lo mejor que supo, y no volvió a poner en tela de juicio puntos de honra, peligros, ni compromisos de los que Don Víctor tanto gustaba ver en versos de Calderón y de Moreto.
  • Después de saborear el tributo de admiración del público, Ana miró a la bolsa de Mesía.
  • Casados en secreto, recorrían después todas las provincias, y para ayuda del presupuesto conyugal la enamorada joven, que era hija de padres ricos, se decidió a pisar las tablas.
  • La carta de don Juan escondida en el libro devoto, leída con voz temblorosa primero, con terror supersticioso después, por doña Inés, mientras Brígida acercaba su bujía al papel.
  • La Marquesa dijo después de caer el telón que ella no aguantaba más Tenorio.
  • Poco después de llegar el señor.
  • Petra, después de observar la expresión de susto que se pintó en el rostro del ama, añadió.
  • El caso es que la Vetusta devota, que después de todo es la nuestra, la que exagerando o no ciertas ideas, se acerca más a nuestro modo de ver las cosas.
  • Después de su audacia el Magistral temblaba, esperando las palabras de Ana.
  • Un día después de dar una peseta a un niño pobre para comprar un globo de goma, como otros que acababan de repartirse otros niños, había tenido que esconder el rostro para que no la viesen llorar.
  • Aquel llanto que era al principio muy amargo, después, por gracia de las ideas que habían ido surgiendo en su cerebro, había sido más dulce, y Dios había sido en su alma una voz potente, una mano que acariciaba las asperezas de dentro.
  • Todo aquello añadió el Magistral después de presentarlo en resumen de puro peligroso rayaba en pecado.
  • A dónde se ha de llegar, eso Dios lo dirá después.
  • Don Víctor Quintanar se presentó media hora después a su mujer con manchas de pólvora en la frente y en las mejillas.
  • Pasaban y venían otras, y después otras que parecían las de antes, que habían dado la vuelta al mundo para desgarrarse en Corfín otra vez.
  • Se salía al ser de día, en el tren correo, se llegaba a Roca Tajada una hora después, y a las diez de la noche entraban en Vetusta silenciosos, cargados de ramilletes de pluma y como sopa en vino.
  • En cuanto las lluvias de invierno se inauguraban, después del irónico verano de San Martín, a Frígilis se le caía encima Vetusta y sólo pasaba en su recinto los días en que le reclamaban sus árboles y sus flores.
  • Pero sus íntimos le habían oído, en el secreto de la confianza, después de comer bien, a la hora de las confesiones, que para él no había afrodisíaco mejor que el frío.
  • Pues bien, Ana, después de leer cinco minutos, había arrojado el libro con desdén sobre un banco.
  • Después habían aparecido en el parque dos hombres, Mesía y Quintanar.
  • Poco después había vuelto a presentarse don Víctor, el tonto de don Víctor, con sombrero bajo y sin gabán, de cazadora clara, acompañado de don Tomás Crespo, el del tapabocas.
  • Pasó después al palacio y el Obispo sufrió una fuerte reprensión de las que en tono casi irrespetuoso, avinagrado, espinoso, solía enderezarle su Provisor.
  • El Magistral se hizo rogar, y ofreció anticipar el dinero después de humillar cien veces al buen pastor que tomaba al pie de la letra las metáforas religiosas.
  • Después entró en las oficinas De Pas y allí tuvieron motivo para acordarse mucho tiempo de la visita.
  • Después de la absolución enjugó una lágrima que caía por su mejilla, se levantó y salió al pórtico.
  • Les suplicó, después de agradecer la sorpresa de la visita, que la dejasen terminar aquel embrollo de números.
  • Se acercó al sofá paso a paso, levantó la cabeza perezoso, mirando a la Regenta, dejó oír un leve y mimoso quejido gutural, y después de frotar el lomo familiarmente contra la sotana del Provisor, salió al pasillo con lentitud, sin ruido, como si anduviera entre algodones.
  • Una criada, de hábito negro también, entró con una lámpara antigua de bronce, que dejó sobre un velador después de decir con voz de monja acatarrada.
  • Cuando quedaron solos marido y mujer, después de conseguir, no sin trabajo, que Visita renunciara a sacrificarse quedándose a velar a su amiga, Ana volvió a solicitar los brazos del esposo y le dijo con voz en que temblaba el llanto.
  • Y después no es nada.
  • Cuatro días después, don Robustiano mandaba en su lugar a un médico joven, su protegido.
  • Después empezó a aburrirse, a echar de menos la vida ordinaria, y exageraba al decir las horas que pasaba en vela.
  • Al amanecer, cuando la luz pálida y cobarde se arrastraba por el suelo, después de entrar laminada por los intersticios del balcón, despertaba sofocada por aquellas visiones, como náufrago que sale a la orilla.
  • Y después había hablado de lo que él mismo sentía, de sus ilusiones respecto de ella.
  • Lo que usted me prometió cien veces después.
  • Una noche, después de oír un sermón soporífero, entró en su tocador casi avergonzada de haber estado dos horas en la iglesia como una piedra.
  • De modo, que siempre que se le hablaba de tal asunto acababa por hacer una calorosa defensa de la unión ibérica, unión que debía iniciarse en el arte, la industria y el comercio para llegar después a la política.
  • Uno hubo (después llegó a cardenal), que pensó seriamente en excomulgar a don Pompeyo.
  • Sus principales batallas las daba en el Casino, donde pasaba media vida (después lo abandonó por motivos poderosos.) Los vetustenses eran, en general, poco aficionados a la teología.
  • Si creían haber llegado demasiado lejos y temían que alguien pudiera sospechar de su acendrada religiosidad, se añadía, después de la murmuración escandalosa.
  • Señores, decía a gritos después de tomar café, cerca del gabinete del tresillo, si aquí se habla de las graves cuestiones de la inmortalidad del alma, que yo niego por supuesto, de la Providencia, que yo niego también, o toman ustedes la cosa a broma, a guasa, como dicen ustedes, o sólo se preocupan con el aspecto utilitario, egoísta, de la cuestión.
  • Después de las obras de Comte (que no pudo terminar), no volvió a leer libro alguno.
  • Está muy hueco porque después de cien mil ensayos ridículos, aclimató el Eucaliptus en Vetusta.
  • Si su ciencia de usted, después de tanta retorta, y tanto protoplasma y demás zarandajas, no da por resultado más que esa duda, ¡guárdese la ciencia de los libros en donde quiera, que yo no la he menester!
  • ¿van a prender a don Santos después de haberle arruinado?
  • Después de su enfermedad, desde que estuvo si la entrega o no la entrega, su vida es ejemplar.
  • Pero también les había visto don Custodio y se lo había dicho a Glocester y después los dos a toda Vetusta.
  • Quien más gozaba con aquella propaganda de infamia, después de Glocester que la creía obra suya exclusivamente, era don Álvaro Mesía.
  • Y lo más triste había sido después.
  • Después de todo dijo en el mero hecho de haberse restablecido la legislación que yo invocaba.
  • Una hora después en el comedor del Casino que ocupaba una crujía del segundo piso, no lejos de la sala de juego, se sentaban a la mesa presidida por don Pompeyo Guimarán, don Álvaro Mesía, enfrente del protagonista, y en agradable confusión después, sin pensar en preferencias de sitio, Paco Vegallana, Orgaz padre e hijo, Foja, don Frutos Redondo (que acudía a todas las cenas fuesen del partido religioso o político que fuesen), el capitán Bedoya, el coronel Fulgosio, desterrado por republicano, famoso por sus malas pulgas y buena espada, un tal Juanito Reseco, que escribía en los periódicos de Madrid y venía a Vetusta, su patria, a darse tono de vez en cuando, y además un banquero y varios jóvenes de la bolsa de Mesía, trasnochadores abonados del Casino.
  • Después hablarían Foja, el Marquesito y otros, abundando en las mismas ideas.
  • Temía estas expansiones en que se toma por amigo a cualquiera y en que se dicen secretos que en vano después se querría recoger.
  • Después hablaba de amor como en broma, con un tono de paternal amparo que parecía la misma inocencia.
  • Y cualquier día o cualquiera noche, en una merienda en el campo, después de la cena de Noche buena, mientras los demás de la familia reían alegres, descuidados, la pasión de Angelina llegaba al paroxismo, la ocasión echaba el resto y la deshonra entraba en la casa, y el amigo íntimo, el favorito de todos, salía para no volver nunca.
  • Y después las quejas de la cama frágil, el gruñir del jergón de gárrulas hojas de mazorca, y la protesta muda, pero enérgica, brutal de la moza, que se defendía a puñadas, a patadas, con los dientes, despertando en él, decía don Álvaro, una lascivia montaraz, desconocida, fuerte, invencible.
  • Poco después se creía en el Océano, encerrado en un camarote, víctima del mareo y corriendo borrasca.
  • Pocas horas después, en el Casino, donde le recibieron con muestras de simpatía y de júbilo, ofrecía solemnemente volver a las andadas, acudir a los gaudeamus mensuales en que se daría cuenta de los trabajos de la sociedad innominada que había fundado inter pocula.
  • Quince días después, a mediados de Julio, entraba una tarde el Presidente del Casino en el caserón de los Ozores.
  • Quintanar al ver a don Álvaro suspiró, le tendió ambas manos, después de dejar un libro negro sobre la mesa y exclamó.
  • Me voy a dar una vuelta por las provincias, después a los baños de Sobrón y a mediados de Agosto estaré de vuelta en Palomares, por no perder la costumbre.
  • Salió el buen mozo tropezando con el pavo real disecado y después con la puerta.
  • Después iba a ver los periódicos.
  • Ana, a quien tanto molestaba aquel abandono en los momentos de debilidad en que los nervios exaltados la mortificaban con tristeza y desconsuelo, cuando estaba serena, sobre todo después de dormir algunas horas o de tomar alimento con gusto, llegaba a sentir un placer sutil, casi voluptuoso en aquella soledad.
  • Su educación pagana, dislocada, confusa, daba extrañas formas a la piedad sincera, asomaba con todos sus resabios de incoherencia y ligereza después de tantos años.
  • Y usted sabe que ella lo arrojó al río y el clérigo dejó su pecado y murió después libre de tan gran delito.
  • Tomó el amado director agua bendita, y después de santiguarse, subió, radiante de alegría evangélica, las gradas de la plataforma.
  • Llegó la hora de los discursos, después de los cánticos, en que la voz de algunas revelaba, mejor que su cuerpo, los misterios fisiológicos por que estaban pasando.
  • Después se secaban las raíces, el tronco, las ramas y los ramos, y las flores cada vez más hermosas, venían al suelo con la leña seca.
  • Al principio sólo notó que su mujer se hacía más comunicativa, cariñosa a todas horas, como antes lo era después de los ataques nerviosos y en ausencias o enfermedades.
  • Anita recibía las pocas visitas que don Álvaro se atrevía a hacerle, sin alterarse, tranquila en su presencia, y tranquila después que se marchaba.
  • ¡Oh! ¡qué hipócrita, qué gazmoña miserable sería yo si tal hiciera! ¡Qué romanticismo del género más ridículo y repugnante sería el mío, si después de tanta piedad que yo creí profunda, vocación de mi vida en adelante, volviera una pasión prohibida a enroscarse en el corazón, o en la carne, o donde sea!
  • Veinticuatro horas y después otras tantas.
  • Y después de contarla el paso de comedia del mozo de cordel, gritó de repente.
  • Por la primera vez, después de su enfermedad, sintió la rebelión en el alma.
  • ¿Pero después?
  • Después un dejo de remordimiento mezclado de asco de sí mismo.
  • Y después ira y orgullo, y ambición vulgar y huracanes en la Curia eclesiástica.
  • Y después de una pausa, pensaba el Magistral.
  • Sin poder resistir el impulso, Quintanar tomaba el libro, después de quitarse el chaquet de alpaca y quedarse en mangas de camisa.
  • Quedó el campo por don Pompeyo, que volvió a sus paseos y después fue a la cocina a espumar el puchero miserable de don Santos.
  • Después exigió, amenazó, insultó.
  • Y después.
  • Después.
  • Poco después empezaba el delirio.
  • Después continuó don Fermín.
  • Y después de cerrarlos, continuaban dentro las censuras.
  • Este empadronamiento fue hecho por Cirino, que después fue gobernador de la Siria.
  • Después le habían hecho comer más de la cuenta y beber, últimamente, de todo.
  • Ana siguió viendo a don Álvaro aun después que la ronda se alejó con sus luces soñolientas.
  • El órgano se había callado como un borracho que duerme después de alborotar el mundo.
  • A fuerza de no querer pensar, por huir de sí misma, media hora después se quedó dormida.
  • Ana se levantó cinco minutos después.
  • ¡Qué fino! ¡qué atento! Una hora después tenía que subir al púlpito, en la catedral, a predicar un sermón de los de tabla, ¡y sin embargo acudía antes a dar las Pascuas a su amiga doña Petronila! ¡Qué hombre! ¡qué ángel! ¡qué pico de oro! ¡qué lumbrera!
  • Después le pesaría de haber hablado.
  • Y después dijo.
  • Y después, que la Marquesa está ya algo fría con nosotros por causa de tantos desaires.
  • ¿Por qué había dicho que sí después de una débil resistencia?
  • Después del rigodón vino un wals.
  • (a las dos se compuso el peinado con los dedos, sin recordar que traía la cabeza como un recluta) y después de este ademán automático, muy frecuente en los que van a arrojarse al baño de cabeza.
  • Después de esto ¡al agua! Saturno entra en el salón, saludando a diestro y siniestro, y aunque parece que su propósito es enterarse de quién está allí, en el fuero interno bien sabe él que lo que busca es un rincón de un diván o una silla, que le sirva de puerto en aquella arriesgada navegación por los mares del gran mundo.
  • Media hora después, Visita, un poco escondida detrás del cortinaje de un balcón, refería una historia a la Regenta, que la oía atenta, vuelta hacia el rincón de su amiga.
  • Y después se había burlado de ella, no había querido seguirla a Madrid.
  • Y después de suspirar como tú sabes que él suspira, añadió Álvaro.
  • ¡Jesús! Mira, esta noche le voy a sentar junto a ti, a ver, si después de la cena se atreve a decírtelo.
  • En fin, como decía el Marqués, primero mar y pimienta, después fantasía y alcohol.
  • ¡El humo! ¡el calor, la falta de costumbre, la polka después de cenar, las luces!
  • Después don Fermín se acordó de su madre.
  • Después que se vio en su lecho, mil espantosas imágenes la asaltaron entre los recuerdos confusos del baile.
  • Después la idea del mal que había hecho la había horrorizado.
  • Y después.
  • Después pensó en aquella hermosura exterior incólume, en la esperanza de saciar su amor sin miedo de testigos, solo, solo él con un cuerpo adorado.
  • Yo no le amo fue lo primero que pudo decir después que consiguió dominarse.
  • Después procuró recobrar la razón, se pasó las manos por la frente.
  • Cuando volvió de la calle don Víctor muy contento, cantando trozos de zarzuela, propuso a su mujer, de repente, acceder a la súplica de la Marquesa que los había convidado a tomar café, después de almorzar, para ir juntos a paseo.
  • El mundo, después de resucitar Nuestro Señor Jesucristo, parece más alegre, más lícitos sus placeres.
  • Después volvía el invierno, como en sus mejores días, con fríos, escarchas y lluvia, lluvia interminable.
  • Había que dar la razón en muchas cosas a don Carlos, al que después de todo era su padre.
  • Y una voz interior severa y algo pedantesca gritaba después de todo aquello.
  • Y después que el órgano dijo lo que tenía que decir, los fieles cantaron como coro monstruo bien ensayado el estribillo monótono, solemne, de varias canciones que caían de arriba como lluvia de flores frescas.
  • Vetusta le insultaba, le escarnecía, le despreciaba, después de haberle levantado un trono de admiración.
  • Después hubo toses, estrépito de suelas y zuecos sobre la piedra resbaladiza del pavimento.
  • Aquellos infames que le habían embriagado o poco menos, obligándole después a penetrar en el templo, eran muy capaces de haber inventado en seguida la calumnia con que querían perderle.
  • Ocho días después propuso a la señora de Guimarán el arduo problema de lo que allí se llamaba la preparación del enfermo.
  • Media hora después toda Vetusta sabía el milagro.
  • Ya la veré después.
  • Conoció que su hijo no se humillaría jamás a pedir una reconciliación, que antes moriría desesperado como un perro, allí, en aquel lecho donde había caído al cabo, después de pasear la cólera comprimida por toda Vetusta y sus alrededores, de día y de noche.
  • De estas ideas absurdas, que rechazaba después el buen sentido, le quedaba a doña Paula una ira sorda, reconcentrada, y una aspiración vaga a formar un proyecto extraño, una intriga para cazar a la Regenta y hacerla servir para lo que Fermo quisiera.
  • Y después matarla o arrancarle la lengua.
  • Los primeros días, después de separarse Ana y De Pas, era el Magistral quien preguntaba más a menudo a Teresina, afectando indiferencia, pero sin que su madre le oyera.
  • Después, también doña Paula, a solas también, preguntaba a la doncella, con voz gutural, estrangulada.
  • Después de tanto hacerse esperar llegó el Magistral.
  • Y después, aquello no era más que una preparación para otro triunfo más importante.
  • Después el Magistral le hizo callar y escucharle.
  • Doña Paula, por medio del Chato y otros ayudantes, doña Petronila, su cónclave, Ripamilán, el mismo Obispo, que había abrazado al Magistral en la catedral poco después de bendecir las palmas, todos estos, y otros muchos, eran propagandistas entusiastas de la gloria reciente, fresca de don Fermín, de su triunfo palmario sobre las huestes de Satán.
  • Después que comulgó don Pompeyo con toda la solemnidad requerida por las circunstancias, teniendo a su lado al cura de cabecera, a don Fermín y a Somoza, el médico, Vetusta entera, que había acudido a la casa y a las puertas de la casa del converso, se esparció por todo el recinto de la ciudad haciéndose lenguas de la unción con que moría el ateo, a quien ahora todos concedían un talento extraordinario y una sabiduría descomunal, y pregonando el celo apostólico del Provisor, su tacto, su influencia evangélica, que parecía cosa de magia o de milagro.
  • Yo soy una loca pensaba tomo resoluciones extremas en los momentos de la exaltación y después tengo que cumplirlas cuando el ánimo decaído, casi inerte, no tiene fuerza para querer.
  • Y ya no había remedio, don Fermín, después de una oposición no muy obstinada, había accedido y aceptaba la prueba de fidelidad espiritual de Ana.
  • Después venían en las filas clérigos con manteo, militares, zapateros, y sastres vestidos de señores, algunos carlistas, cinco o seis concejales, con traje de señores también.
  • Estaba pensando que Ana, después de aquella locura que cometía por el confesor, por De Pas, haría otras mayores por el amante, por Mesía.
  • No sabía por qué, pero pensaba que después de aquel paseo a la vergüenza ya no había honor en su casa.
  • Y después de las sugestiones del orgullo, los temblores cardíacos de la esperanza del amor.
  • Después.
  • Como en la Audiencia, en todos los balcones de la carrera, después de pasar la procesión y haber contemplado y admirado la hermosura y la valentía de la Regenta, se murmuraba ya y se encontraba inconvenientes graves en aquel rasgo de inaudito atrevimiento.
  • Y después de un silencio, comentario de la hora, añadió.
  • Una hora después don Víctor dormía en una alcoba espaciosa, estucada, con dos camas.
  • Después de firmar y cerrar esta carta, Ana se puso a continuar otra que había empezado a escribir por la mañana.
  • Ana, durante las horas del calor, que ya era respetable, subió a su gabinete, y después de leer un poco, tendida sobre el lecho blanco, se acercó al escritorio de palisandro, y hojeó su libro de memorias.
  • Después de las hojas del libro de memorias que se referían, a su modo, a la materia que va reseñada brevemente, Ana encontró, y en ella se detuvo, la página en que rápidamente había reflejado sus impresiones al entrar en el Vivero en un día de Abril que parecía de Junio, alegre, ardiente, despejado.
  • Después tiemblo dentro de la sábana y vuelvo gozosa al calor de mi cuerpo, contenta de la vida que siento circular por mis venas.
  • Ana, después de leer estas y otras páginas, escribió sus impresiones de aquellos días.
  • Cuando media hora después entraba solo por el postigo del bosque en la huerta, lo primero que vio fue a la Regenta metida en el pozo seco, cargado de yerba, y a su lado a don Álvaro que se defendía y la defendía de los ataques de Obdulia, Visita, Edelmira, Paco, Joaquín y don Víctor que arrojaban sobre ellos todo el heno que podían robar a puñados de una vara de yerba, que se erguía en la próxima pomarada de Pepe el casero.
  • Y entró en su casa después de pagar al cochero.
  • El cual, aquella misma mañana en el pozo lleno de yerba, antes en el patio de la iglesia, por las callejas, cuando venían detrás del tambor y de la gaita, en el bosque, después en el carro de Pepe, donde venían juntos, casi sentada ella encima de él, sin poder remediarlo, más tarde en el salón, en todas partes y en todo el día le había estado dejando ver que la adoraba, pero no se lo había dicho, por respeto.
  • Y confesó que al fin, después de resistir mucho tiempo, años, como un José.
  • Y después cuando ya sólo quedaba un intersticio le miró risueña, juguetona.
  • A veces Ana y Quintanar, después de comer, a eso de las cuatro de la tarde, salían a la carretera de Santianes a esperar a sus amigos.
  • que, después de todo, le tengo cierto cariño, y si abandonase su amistad, una voz insufrible me había de estar gritando siempre en favor suyo.
  • Don Álvaro, en el tono confidencial que había adoptado después de su declaración, había venido a indicar vagamente que no convenía irritar a don Fermín, que él le creía capaz de hacer daño siempre de un modo o de otro.
  • Mesía, por disimular, pasó cinco días en Palomares, después se corrió a San Sebastián, y el día de Nuestra Señora de Agosto se presentó en La Costa, en un vapor de Bilbao, nuevo y reluciente.
  • Veinte días después volvían los tres juntos a Vetusta.
  • Verán ustedes qué hermosa queda la piedra amarillenta después que la piquemos.
  • Después de comer, a todos los amantes del Vivero les preocupó la idea de que la tarde sería muy corta.
  • Muchos a las doce, después de bailar y cantar y alborotar, ya tenían apetito.
  • En el salón amarillo, donde se había bailado después de volver a Vetusta, mediante algunos tertulios de refresco, se apagaban solas las velas de esperma, en los candelabros, corriéndose por culpa del viento que dejaba pasar un balcón abierto.
  • Poco después, los dos amigos, cansado hasta el mismo don Víctor de confesiones, volvieron a la mesa, donde reinaba la dulce fraternidad de las buenas digestiones después de las cenas grandiosas.
  • Después del café pudo notar don Álvaro que su amigo estaba impaciente.
  • Pero otras veces, después de charlar cuanto quería, Quintanar solía levantarse, dar una vuelta por el Parque, vestirse, siempre cantando, y dejar así media hora larga solos a Anita y a su amigo.
  • Si, después de todo, no hay nada que saber.
  • Las primeras palabras de amor que Ana, ya vencida, se atrevió a murmurar con voz apasionada y tierna al oído de su vencedor, no el día de la rendición, mucho después, fueron para pedirle el juramento de la constancia.
  • La idea de la soledad después de aquello, le parecía a la Regenta más horrorosa que en un tiempo se le antojara la imagen del Infierno.
  • Recordaba con escalofríos épocas pasadas en que decadencias pasajeras, producidas por excesos de placer, le habían obligado a recurrir a expedientes bochornosos, buenos para referirlos entre carcajadas en el Casino, a última hora, a Paco, a Joaquín y demás trasnochadores, para referirlos después de pasados, cuando el vigor volvía y ya las trazas cómicas no eran necesarias.
  • Él también había sido más de una vez, después de pródigo, el Gran Tacaño del amor.
  • Después del Presidente del Casino ningún ser de la tierra le parecía más digno de adoración que su dócil Ana, su Ana frenética de amor, como él había esperado siempre aun en los días de mayor apartamiento.
  • Le quería por vanidad, y en cuanto a servirle en lo que él deseaba, también a ella le convenía por satisfacer su pasión favorita, después de la lujuria acaso, por satisfacer sus venganzas.
  • Después de la romería de San Pedro creía ella que todo era cuestión de semanas, de esperar una oportunidad.
  • Creyó Petra que don Fermín la quería a ella ahora después de haber querido a su ama.
  • Si doña Ana recibía visitas, quién entraba cuando no estaba don Víctor o se quedaba después de salir el amo, etc., etcétera.
  • Después llegar bajo el balcón, trepar por la reja del piso bajo y encaramarse en la barandilla de hierro era cosa fácil para tan buen mozo.
  • Después de verla una vez no se veía otra cosa.
  • Y así pasaban los días, asustada Ana de que tan poco después de la caída fuese ella capaz de recibir a un hombre en su alcoba, ella, que tantos años había sabido luchar antes de caer.
  • Aquella tarde de Navidad, después de recoger el servicio del café, Petra salió de casa y se dirigió a la del Magistral.
  • Si salía antes y después no le servía, podía echarla de casa por inútil.
  • Don Álvaro, después de su conversación con Ana, la había hecho retirarse y se había quedado solo en el comedor para dar el ataque a Petra y proponerle, entre caricias, de que cada día le pesaba más, el cambio de amos.
  • Al principio fingiendo pulcritud, invocando santos intereses, después olvidando estas fórmulas.
  • Dio dos pasos más entre los troncos que le impedían saber qué era aquello, y al fin vio que cerraban un balcón de su casa y que un hombre que parecía muy largo se descolgaba, sujeto a las barras y buscando con los pies la reja de una ventana del piso bajo para apoyarse en ella y después saltar sobre un montón de tierra.
  • El hombre se embozó en una capa de vueltas de grana y esquivando la arena de los senderos, saltando de uno a otro cuadro de flores, y corriendo después sobre el césped a brincos, llegó a la muralla, a la esquina que daba a la calleja de Traslacerca.
  • Anda, anda, corre, sube, mata a la dama, después desafía al galán y mátale también.
  • Después de hablar con alma humana de tan vergonzoso descubrimiento, ya no había modo de volverse atrás, esto es, de cambiar de resolución, de aplazar ni modificar la venganza.
  • Vamos, vamos contestó don Víctor, volviendo a levantarse y después de colgar la escopeta del hombro.
  • Eran dos ganaderos que volvían de Castilla y después de hacer noche en Vetusta buscaban el amor de su hogar allá en la aldea.
  • Y después, de tirarse por la ventanilla a la vía, y correr, correr desalado a Vetusta, entrar en el caserón de los Ozores y coser a puñaladas el pecho de una infame.
  • Ya parecían polvos de imprenta, después aprensión de la vista, después nada.
  • Después de esta conjetura don Víctor se dejó caer otra vez en su asiento.
  • Después midió el paso del tren con los de cierta polka.
  • Y después se quedó dormido.
  • Media hora después llegaban a la estación en que dejaban el tren para tomar a pie la carretera que los conducía a las marismas de Palomares.
  • Después los tres juntos se habían puesto a cantar el Barbero, la escena del piano.
  • Después de almorzar en Roca Tajada, en la taberna de Matiella, estanquero y albañil, grande amigo de Frígilis, los dos amigos cazadores dejaron el camino real, y por prados fangosos de hierba alta, de un verde obscuro, llegaron otra vez a las orillas del Abroño, allí más ancho, rodeado de juncos y arena, rizado por las ondas verdes que le mandaba el mar ya vecino.
  • Media hora después Frígilis tomaba el desquite matando un soberbio pato marino.
  • Después de comer los fiambres y de beber regulares tragos, don Víctor sintió su pena con intensidad cuatro veces mayor.
  • A lo lejos gritaban las agoreras aves de invierno, que después aparecían bajo las nubes, volando fuera de tiro, sin miedo al cazador, pero tristes, cansadas de la vida, suponía Quintanar.
  • Oyó un tiro lejano, después el estrépito de las peguetas que volaban riéndose con estridentes chillidos.
  • ¿Y por qué alegué derechos de mi edad para no servir como soldado del matrimonio y pretendí después batirme como contrabandista del adulterio?
  • Después volvía la lástima tierna de sí mismo, la imagen de la vejez solitaria.
  • Después de lo que sabes de la enfermedad de Ana, secreto que Benítez me impuso y que rompo por lo apurado del caso, después de saber que puede sucumbir ante una revelación semejante.
  • Después de este diálogo, parte del cual mantuvieron por el camino de la estación a casa, y parte dentro del portal, fue cuando Quintanar se acercó a la puerta para coger el aldabón, y cuando Frígilis exclamó.
  • Por fin, después de prometer de nuevo disimular, ocultar su dolor, su ira, lo que fuera, pero sólo por aquella noche, llamó el digno regente jubilado con el mismo aldabonazo enérgico y conciso con que hacía retumbar el patio, cuando la casa era honrada y el jefe de familia respetado y tal vez querido.
  • Y después del triunfo de su hijo sobre la impiedad representada en don Pompeyo Guimarán, después de aquella conversión gloriosa, su madre le admiraba con nuevo fervor y procuraba ayudarle en la satisfacción de sus deseos íntimos, guardando siempre los miramientos que exigía lo que ella reputaba decencia.
  • Esto era lo peor, después de la desgracia en sí misma.
  • Y en efecto, con tal calor y elocuencia exponía las razones que, desde el punto de vista mundano, aconsejaban el derramamiento de sangre que después, cuando recordaba que tenía que defender el partido contrario, el de caridad, perdón y amor al prójimo, olvido de los agravios y conformidad con la cruz.
  • Nunca había querido decir lo que había pasado allí, pero era lo cierto que ni Mesía ni su adversario habían guardado cama un solo día después del duelo.
  • Pero aún después de enterado, Redondo, que sudaba ya de tanto discutir y gritar, vociferó diciendo, que de todas maneras, al que le desafiase, él le rompía el alma.
  • Querían que yo fuese uno (mentira) pero después.
  • Don Víctor se levantó al siguiente después de pasar setenta horas en la cama, con fiebre un día entero, impaciente a ratos, angustiado otros, y siempre disimulando en presencia de Ana, que le cuidaba solícita.
  • La verdad era que del furor que en su corazón había hecho estragos después de la visita nocturna de don Fermín, ya no quedaban más que restos apagados.
  • Quince minutos después aparecieron entre los árboles desnudos don Álvaro y sus padrinos, más el señor don Robustiano Somoza.
  • Esto lo supieron poco después los médicos, en la casa nueva del Vivero, adonde se trasladó, como se pudo, el cuerpo inerte del digno magistrado.
  • Bedoya había acompañado a Mesía, que pocas horas después tomaba el tren de Madrid, tres días más tarde de lo que Frígilis había pensado.
  • Poco después Pepe vio salir al coronel Fulgosio y detrás a Somoza el médico.
  • Después de dos meses pasados debajo del agua, ¡era tan dulce ver el cielo azul, respirar aire y pasearse por prados verdes cubiertos de belloritas que parecen chispas del sol! Toda Vetusta paseaba.
  • Y poco después, mientras Benítez traía a la vida con antiespasmódicos a la Regenta y recetaba nuevas medicinas para combatir peligros nuevos, complicaciones del sistema nervioso, Frígilis en el tocador leía la carta del que siempre llamaba ya para sus adentros cobarde asesino.
  • Y después de leer el papel asqueroso, lo arrugaba entre sus puños de labrador y decía con voz ronca.
  • Y los demás vetustenses no entraban en el caserón de los Ozores después de la muerte de don Víctor.
  • Obdulia Fandiño, pocas horas después de saberse en el pueblo la catástrofe, había salido a la calle con su sombrero más grande y su vestido más apretado a las piernas y sus faldas más crujientes, a tomar el aire de la maledicencia, a olfatear el escándalo, a saborear el dejo del crimen que pasaba de boca en boca como una golosina que lamían todos, disimulando el placer de aquella dulzura pegajosa.
  • ¡Y sobre todo el escándalo! añadía doña Rufina indignada, después de una pausa.
  • Y Frígilis, no sin ponerse colorado al hacerlo, falsificó la firma de Ana, y después de algunos meses le presentó la primera paga de viuda.
  • Tan imposible que por otro camino tuviera ella lo suficiente para vivir, que la Regenta, después de llorar y rehusar cien veces, aceptó el dinero triste de la viudez y en adelante firmó ella los documentos.
  • Y por la vez primera, después de tanto tiempo, sintió dentro de la cabeza aquel estallido que le parecía siempre voz sobrenatural, sintió en sus entrañas aquella ascensión de la ternura que subía hasta la garganta y producía un amago de estrangulación deliciosa.
  • Y después el castigo de sus pecados, si más castigo merecía que aquella obscuridad y aquel sopor del alma.
  • Y después clavándose las uñas en el cuello, dio media vuelta, como si fuera a caer desplomado, y con piernas débiles y temblonas salió de la capilla.
  • Después de cerrar tuvo aprensión de haber oído algo allí dentro.
  • Después de cruzar corredores sombríos, penetraron todos en una especie de sótano con piso terrizo y bóveda de piedra, que, a juzgar por las hileras de cubas adosadas a sus paredes, debía ser bodega.
  • Primitivo, después de soltar en un rincón la escopeta, vaciaba su morral, del cual salieron dos perdigones y una liebre muerta, con los ojos empañados y el pelaje maculado de sangraza.
  • Un día te come media nalga, y después lagrimitas.
  • Y como la señora se negase, después de abofetearla, empezaron a mecharla con la punta de una navaja, mientras unos cuantos proponían que se calentase aceite para freírle los pies.
  • Pero tres o cuatro años después de la muerte de su hermana, don Gabriel sufrió ataques de gota que pusieron en peligro su vida, y entonces se divulgó lo que ya se susurraba acerca de su casamiento secreto con la hija del carcelero de Cebre.
  • Otras, tomando de la cintura el huso y el copo de lino, hilaban después de haberse calentado las manos, o sacando del bolsillo castañas, las ponían a asar entre el rescoldo.
  • La tinta le servía a Perucho para meter en ella la mano toda y plantarla después sobre el silabario.
  • Lo que más extrañeza y susto le causó fue observar que Primitivo, después del suceso, no se recataba ya para mirarle con fijeza terrible, midiéndole con una ojeada que equivalía a una declaración de guerra.
  • ¡A la salud del señor abade y la compaña! y, después de echárselo al coleto, aún murmuró con mucha política, pasándose el revés de la mano por la boca.
  • Después de dar dos vueltas por el atrio y de detenerse breves instantes frente al crucero, el santo volvió a entrar en la iglesia, y fue pujado, con sus andas, a una mesilla al lado del altar mayor muy engalanada, y cubierta con antigua colcha de damasco carmesí.
  • Si se encontrase allí algún maestro de la escuela pictórica flamenca, de los que han derramado la poesía del arte sobre la prosa de la vida doméstica y material, ¡con cuánto placer vería el espectáculo de la gran cocina, la hermosa actividad del fuego de leña que acariciaba la panza reluciente de los peroles, los gruesos brazos del ama confundidos con la carne no menos rolliza y sanguínea del asado que aderezaba, las rojas mejillas de las muchachas entretenidas en retozar con el idiota, como ninfas con un sátiro atado, arrojándole entre el cuero y la camisa puñados de arroz y cucuruchos de pimiento! Y momentos después, cuando el gaitero y los demás músicos vinieron a reclamar su parva o desayuno, el guiso de intestinos de castrón, hígado y bofes, llamado en el país mataburrillo, ¡cuán digna de su pincel encontraría la escena de rozagante apetito, de expansión del estómago, de carrillos hinchados y tragos de mosto despabilados al vuelo, que allí se representó entre bromas y risotadas! ¿Y qué valía todo ello en comparación del festín homérico preparado en la sala de la rectoral?
  • Los curas al pronto no tomaron parte, y como Julián bajase la vista, algunos comensales, después de observarle de reojo, se hicieron los desentendidos.
  • ¡Una bribona desorejada, que es lo peor! exclamó el marqués después de un rato de silencio.
  • Pasaron al salón después de la comida, para la cual las muchachas se habían emperejilado.
  • Después viene la señorita Manolita y la señorita Marcelina, que son seguidas.
  • Quedóse don Pedro reflexionando algún rato, y aseguró después que le agradaba mucho, mucho, la religiosidad en las mujeres.
  • Había oído don Manuel que donde hay varias hermanas, lo difícil es deshacerse de la primera, y después las otras se desprenden de suyo, como las cuentas de una sarta tras la más próxima al cabo del hilo.
  • Tío y sobrino alzaban la voz mucho más de lo regular, y después de algún descompasado grito o frase dura, había instantes de armado silencio, de muda hostilidad, en que las chicas se miraban y Nucha, con la cabeza baja, redondeaba bolitas de miga de pan o doblaba muy despacio las servilletas de todos deslizándolas en las anillas.
  • Preguntó Julián después de reiteradas felicitaciones.
  • Abrió después el cajón, donde guardaba algunas velas de cera destinadas a la capilla.
  • Resumiendo después sus cavilaciones, añadió para sí.
  • Después se lanzó por las escaleras, dirigiéndose a la habitación de Nucha.
  • ¡Pues qué sucedería si después, cuando la vieja barajó los naipes y, repartiéndolos en cuatro montones, empezó a interpretar su sentido fatídico, pudiese él oír distintamente todas las palabras que salían del antro espantable de su boca! Había allí concordancias de la sota de bastos con el ocho de copas, que anunciaban nada menos que amores secretos de mucha duración.
  • A bien que el cinco del mismo palo profetizaba después unión feliz.
  • Rodó el carro del trueno, pausado al principio, después ronco y formidable, como una voz hinchada por la cólera, y Nucha retrocedió con espanto.
  • Que me lo suban después.
  • XXI Notóse días después alguna mejoría en el estado general de la señora de Ulloa, con lo cual el capellán revivió y se le animó también el marchito semblante.
  • , ¡mentira todos! Después de que se hartó, quiso encajar uno descomunal y dijo así muy serio.
  • Media hora después se repitió la escena, y el desengaño de Chonito.
  • XXIV Poco después sufrió una metamorfosis el vivir entumecido y soñoliento de los Pazos.
  • Barbacana servía mejor para preparar desde su habitación una emboscada, hurtando el cuerpo después.
  • De esta vez decía el cura de Boán, viejo terne y firme, que echaba fuego por los ojos y gozaba fama del mejor cazador del distrito después de Primitivo, de esta vez los fastidiamos, ¡ quoniam ! Nucha no asistía a las sesiones del comité.
  • Voy a ver los partes de los periódicos, y después nos largamos juntos.
  • Por entonces aún ignoraban los electores campesinos ciertos refinamientos, y no sabían pedir del vino que hierve y hace espuma, como algunos años después, contentándose con buen tinto empecinado del Borde.
  • , después de lo que trabajó contra mí en las elecciones?
  • No replicó el capellán, pero pocos días después, volviendo de Naya, se tropezó con el médico.
  • Y después de haberlo contemplado despacio, parecíale sentir en los hombros una pesadumbre abrumadora y dulcísima a la vez, y una calma honda, como si se encontrase calculaba él para sí sepultado en el fondo del mar, y el agua le rodease por todas partes, sin ahogarle.
  • Después he visto que esto era un disparate.
  • Continuó después de algunos segundos de silencio.
  • ¡su abuelo le había prometido otros dos si le avisaba cuando la señora se quedase en la capilla después de oída la misa! Raciocinando con sorprendente rigor matemático, calculó que pues perdía dos cuartos por un lado, era urgente ganarlos por otro.
  • Aseguró Perucho después que le había llamado la atención ver al abuelo salir sin tomar la escopeta y el sombrerón de alas anchas, prendas que no soltaba nunca.
  • Apretaba el Tuerto contra su pecho corto y ancho trabuco, y, después de girar hacia todas partes el único lucero de su fea cara, de aguzar el oído, de olfatear, por decirlo así, el aire, arrimóse al murallón, medio arrodillándose tras de un seto de zarzas y brezo que lo guarnecía.
  • El niño entonces vio una cosa terrible, una cosa que recordó años después y aun toda su vida.
  • Bajaría la escalera, se enhebraría por el claustro, se colaría por las cuadras, salvaría la era, y después nada más sencillo que ocultarse en el escondrijo.
  • Después desenvolvió lentamente los pliegues del mantón, y descubrió las piernas, calentitas como chicharrones, que apenas se vieron libres del envoltorio comenzaron a bailar, sacudiendo sus favoritas patadas de júbilo.
  • No olvida cuando el arzobispo le llama a su cámara, a fin de inquirir qué hay de verdad en todo lo ocurrido, y él, después de arrodillarse, lo cuenta sin poner ni quitar una sílaba, encontrando en la sincera confesión inexplicable alivio, y besando, con el corazón desahogado ya, la amatista que brilla sobre el anular del prelado.
  • Después se entera bien del contenido, y sin embargo no llora, no da señal alguna de pena.
  • ¡Válgame Dios! ¡Pues no daba ahora en el dislate de creer que la señora de Moscoso vivía, a pesar de haber leído su esquela de defunción! Tan rara alucinación era, sin duda, causada por la vuelta a Ulloa, después de un paréntesis de dos lustros.
  • Allí se detuvo el insecto, y allí también Julián, con el corazón palpitante, con la vista nublada, y el espíritu, por vez primera después de largos años, trastornado y enteramente fuera de quicio, al choque de una conmoción tan honda y extraordinaria, que él mismo no hubiera podido explicarse cómo le invadía, avasallándole y sacándole de su natural ser y estado, rompiendo diques, saltando vallas, venciendo obstáculos, atropellando por todo, imponiéndose con la sobrehumana potencia de los sentimientos largo tiempo comprimidos y al fin dueños absolutos del alma porque rebosan de ella, porque la inundan y sumergen.
  • Después de comer, Azorín se tumba un rato.
  • Después de comer, Ron se pasa los palpos por la cara, como limpiándosela, con el mismo gesto que los gatos.
  • Después ha tornado a describir el medio círculo, y como el moscardón se estuviese quedo, se ha lanzado contra él audazmente.
  • En ella dormita algunos ratos después de haber comido.
  • Después se vuelve a acercar y la torna a tocar en el ala.
  • Después de saludarse los dos antiguos amigos y hablar de algo, aunque no tenían que decirse nada (cosa que ocurre casi siempre que se encuentran dos amigos al cabo de largos años).
  • Después, digo, de cambiar cuatro frivolidades, Azorín ha rogado a su amigo que tocase.
  • Ya se dirá después.
  • Después pregunta de qué se ha muerto, y le contestan que se quedó de pronto frío porque le faltó el aire, es decir, que se ahogó.
  • Después de estos rezos, ella tiene por costumbre hacer la cena.
  • De modo que después de rezar otra vez se ha dirigido a la sala.
  • Después el viejo da con el libro en una mano fuertes golpes y llama.
  • Pero, después de todo, si se piensa bien, puede haber jardines que tengan empalizadas.
  • Después le ha parecido bien mirar quién era el autor de este libro, y ha visto que se llama Bergier.
  • Después de dicho esto, el clérigo da un paseo por la estancia con las manos metidas en los bolsillos del pantalón y se asoma distraídamente a una ventana tarareando una copla.
  • Y después, sacristán y fieles, a coro, dicen.
  • Después se pasa a un salón octógono.
  • Este viejo oye en silencio estas añoranzas del tiempo luengo, y dice después, dando golpes con el bastón, poniéndose los lentes con un gesto rápido.
  • Después de él, ya aquello se fue.
  • Después saca un fino pañuelo de batista, se limpia la frente y sonríe, mientras mi madre mueve suavemente la cabeza y dice.
  • ¡Antoñito, Antoñito, yo quiero que seas un gran artista! Y se marcha rápido, voluble, ondulante, hablando sin volver la cabeza, poniéndose al revés el sombrero, que después torna a ponerse a derechas, volviendo por el bastón que se había dejado olvidado en la sala.
  • XVIII En la tarde del mismo día en que Azorín ha recibido estas dos cartas, poco después de comer, ha llegado un criado y le ha puesto en sus manos otra voluminosa.
  • Azorín, después de leerla, ha decidido salir la misma tarde para Petrel, a pie, dando un paseo.
  • Después de acostarme y levantarme veinte veces, da la una de la madrugada y no puedo estar en la cama ni fuera de ella.
  • Estando en Valencia, algún tiempo después, me casé con una joven distinguidísima.
  • Por otra, continuaba al frente de mi despacho de abogado, que tenía abierto en Petrel, primero, y en Alicante después, el cual despacho llegó a adquirir tal prestigio que me fue preciso tener en él dos compañeros que me ayudasen, uno de ellos don José Maestre y Vera, presidente que ha sido de la Diputación y gobernador de Vizcaya.
  • Después de levantarse ha sonreído con discreción.
  • Y después de sonreír, mientras todos los concurrentes esperaban en un profundo silencio, se ha puesto por fin a hablar y ha dicho.
  • El agua, escribe él lava y quita las manchas, apaga el fuego, refrigera y templa el ardor de la sed, une muchas cosas y las hace un cuerpo, y últimamente, cuanto baja, tanto sube y se levanta después.
  • Y después Sarrió pregunta.
  • Después añade.
  • Después la maleta.
  • Después el portamantas.
  • Después me lo quitaron.
  • Y suena una campanada larga, y después suena otra campanada breve, y después suena otra campanada larga.
  • Después, el encargado, que leía un papel blanco, se lo ha devuelto a la monja y le ha dado dos billetes azules.
  • Sarrió, puesto que era para él, ha abierto el sobre, después que se ha marchado el viejo, y ha visto que dentro había una cartela con un escudo.
  • Después, cuando ha acabado de comer lo que le han traído, saca una petaca y trata de hacer un cigarro.
  • No hubiera estado bien no proporcionarle tabaco después de haberle dado de comer.
  • Después, rápido, nervioso, ha levantado su sombrero y se ha ido.
  • Vuelve luego otra vez el silencio, y a las doce, allá enfrente se abre una ventana y un instante después comienzan a sonar las notas sonoras y claras de un bombardino.
  • Después saca la lengua y se moja los labios.
  • Después dice.
  • Y cuando me despierto, mientras me desperezo un poco y recapitulo sobre lo que he de hacer durante el día, oigo un reloj que suena las diez en el piso de al lado, y después otro en el piso de abajo, y luego otro en el piso de arriba.
  • Cuando me siento ante la mesa, después de levantarme, me esperan sobre ella una porción de libros.
  • A las doce, después que he gastado una poca tinta, almuerzo.
  • Creo que es malsano trabajar después de comer.
  • Y después que he leído un largo rato, cojo unos papeles blancos y voy escribiendo en ellos cosas verdaderamente tremendas.
  • ¿Podía yo dormir tranquilamente después de haberla realizado?
  • Y cuando, después de haber estado todo el día hablando y escribiendo, me retiro a casa a estas horas, yo trato de buscarme a mí mismo, y no me encuentro.
  • Al llegar aquí tose pertinazmente y se aliña después la barba.
  • Después don Juan me ha dicho.
  • Suena lenta una campanada larga, y después otra campanada larga, y después tres campanadas finas y breves.
  • Después pone sobre la mesa una botella llena de una misteriosa mixtura amarilla.
  • Este silencio tétrico en este casón vetusto antiguo convento, después de esta comida intragable, me apesadumbra y enerva.
  • Otra vez, después de este breve descanso, he de volver a ser hombre de todas horas, como decía Gracián.
  • Y después añade con tristeza.
  • Y luego, al cabo de un momento, espaciada, otra, y después otra, otra, otra.
  • Luego rasga los aires otra, después otra, después otra.
  • XIV EN INFANTES Salgo, después de comer, a las afueras del pueblo.
  • Representábase el segundo acto de Reinar después de morir, cuando de una de las butacas, situadas junto a la que ocupaba el señor Azorín, se levantó un sujeto y le abrazó, lanzando fuertes exclamaciones.
  • Después de todo, no es fácil que se te presente mejor partido.
  • Y un día fué Gertrudis la que, después que Rosa se levantó de la mesa fingiendo sentirse algo indispuesta, al quedarse a solas con su tío, le dijo.
  • Poco después ponía Gertrudis cuidadosamente el niño al lado de la madre, que parecía dormir extenuada y con la cara blanca como la nieve.
  • Gertrudis le amortajó después de haberle lavado quería que fuese limpio a la tumba con el mismo esmero con que había envuelto en pañales a sus sobrinos recién nacidos.
  • Besaron, primero Gertrudis y Rosa después, la frente cérea del anciano y abrazáronse luego con los ojos ya enjutos.
  • Poco después llamaba a su marido.
  • Gertrudis fué quien, viniendo con la pequeñita al pecho, cerró luego los ojos a su hermana, la compuso un poco y fuese después a cubrir y arropar mejor al niño dormido y a trasladarle en un beso la tibieza que con otro recojió de la vida que aún tendía sus últimos jirones sobre la frente de la rendida madre.
  • Sal después de cenar, como salías de casado últimamente, y no vuelvas a casa hasta que sientas sueño.
  • Y una noche, después de este rezo y hallándose presente el padre, añadió.
  • ¡no, de otra no! ni después de mi muerte.
  • Los niños, descalzos, entreteníanse, después del baño, en desviar con los pies el curso de un pequeño arroyuelo vagabundo e indeciso que por la arena desaguaba en el mar.
  • Y después de todo, la cuestión es otra.
  • Volvió a llamarla, y después de otro ¡Señora!, tampoco se movió.
  • XIV UNA profunda tristeza henchía aquel hogar después del matrimonio de Ramiro con la hospiciana.
  • Después de todo, tú lo has querido así concluía Gertrudis.
  • Y poco después, cojido de una mano a otra de Gertrudis, y susurrando.
  • Años después, ya mayor Ramirín, y cuando el polvo que fué la carne de su tía reposaba bajo tierra, sin luz de sol, recordaba el entusiasmo con que un día de radiante primavera le explicaba cómo no puede haber más que cinco y sólo cinco poliedros regulares.
  • Y después.
  • Y después.
  • Después.
  • Porque yo no sirvo para nada, y después de que tú te me mueras yo nada tengo que hacer aquí.
  • Porque la intención viene después.
  • La intención viene después.