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Ejemplos de oraciones con la palabra abrigo

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra abrigo en el contexto de una oración.

Término abrigo: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "abrigo" aquí tienes una selección de 48 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra abrigo para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • Mi abrigo.
  • Abrigo de terciopelo.
  • El abrigo era perfecto.
  • El abrigo que yo llevaba.
  • Si me abrigo, echo el quilo.
  • Tengo ahí dentro mi abrigo.
  • Y con pieles, un abrigo soberbio.
  • Señorita, abrigo una pasión secreta, que.
  • Pero Yurrumendi exageraba un poco el abrigo.
  • Tú dirás como yo, ¿y el abrigo de terciopelo?
  • No llevaba más abrigo que su bufanda a cuadros.
  • Jacinta se había quitado el sombrero y el abrigo.
  • Parecía una sombra protectora, un abrigo, un apoyo.
  • En el lío iba el abrigo, y quizás otras prendas de ropa.
  • Uno de los pequeños intentó echar la zarpa al abrigo de Jacinta.
  • Me pongo mi abrigo de terciopelo, mi capota, mis guantes y ¡hala!
  • Tiempo tenía de darse pisto con el abrigo, la capota y otras prendas.
  • Ese día estrenaré mi abrigo nuevo y tú la falda que te piensas hacer.
  • Estamos ya a principios de invierno, y este viejo debería llevar un traje de abrigo.
  • Cuando he buscado un poco de calor y de abrigo, he encontrado frialdad, dureza y egoísmo.
  • Como ignoraba cuál era la que servía de abrigo a los adúlteros, resolvió vigilarlas todas.
  • El saco de Amberes, que ese me parece de las Navas, y que sería de más abrigo el de Amberes.
  • A la mañana siguiente, vistiéndose para salir, pensó mi doña Lupe si debería ponerse el abrigo de terciopelo.
  • De Pas hablaba mientras se vestía ayudado por su madre, que buscó en el fondo de un baúl la ropa de más abrigo.
  • Jacinta se puso su abrigo, sayo o pardessus color de pasa, y Guillermina llevaba el traje modestísimo de costumbre.
  • Por oriente se levantaba una loma que daba abrigo al apacible retiro formado por la naturaleza en torno del manantial.
  • Con su talento y su economía se había agenciado un abrigo de terciopelo, con pieles, que la más pintada no lo usara mejor.
  • Algunas prendas de abrigo, como las que repartió el otro día doña Guillermina a los chicos de mis vecinos, no nos vendrían mal.
  • Al abrigo de ella paseaban desde tiempo inmemorial los muchos clérigos que son principal ornamento de la antigua corte vetustense.
  • Iba tocado con gorra negra con orejeras y por único abrigo ostentaba una inmensa bufanda, a cuadros, que le daba diez vueltas al cuello.
  • Los trajes de lujo, el abrigo de terciopelo, el sombrero y las alhajas se sacarán más adelante, y se renovará el préstamo para que no se pierdan.
  • Empezaron luego a sentir el abrigo de la manta, porque había piojo con hambre canina, y otro que en un brazo ayuno de ellos quebraba ayuno de ocho días.
  • Hablando así se quitaba el sombrero, luego el abrigo, después el cuerpo, la falda, el polisón, y lo iba poniendo todo con orden en las butacas y sillas del aposento.
  • Y las castas nupcias dejarían intacta la flor de su inocencia corporal, poniéndola para siempre al abrigo de las tribulaciones y combates que en el mundo nunca faltan.
  • Y al acostarse, al dejar en una percha una prenda de abrigo interior, de franela, murmuró a media voz don Álvaro, como hablando con el lecho, a cuyo embozo echaba mano.
  • Por cierto que las alhajas le habían gustado mucho a doña Lupe por lo ricas y elegantes, y del abrigo de terciopelo dijo que con ligeras reformas sería una pieza espléndida.
  • Mientras la Delfina y Severiana hablaban, Fortunata, que continuaba sentada, examinó con curiosidad a la esposa de aquel, fijándose detenidamente en el traje, en el abrigo, en el sombrero.
  • ¡Ah, aquella! Sí, sombrero, y de muchísimo gusto dijo el compinche con tanto énfasis como si continuara narrando el suceso histórico, y vestido azul elegantísimo y abrigo de terciopelo.
  • Se acorazaba, se defendía contra la ciencia de todas las maneras imaginables, pateando, gruñendo, escondiendo la cara, escurriéndose, al menor descuido del profesor, para ocultarse en cualquier rincón o volverse al tibio abrigo del establo.
  • A las tres de la tarde entró doña Manuela en la plaza del Mercado, envuelto el airoso busto en un abrigo cuyos faldones casi llegaban al borde de la falda, cuidadosamente enguantada, con el limosnero al puño y velado el rostro por la tenue blonda de la mantilla.
  • Y atravesando el arroyo, pasaron a la acera de enfrente, a la del Principal, donde estaban los vendedores del casquijo, ¡Vaya un estrépito de mil diablos! Bien se conocía la proximidad de las escalerillas de San Juan, con sus lóbregas cuevas, abrigo de los ruidosos hojalateros.
  • ¡Dificulto que no se caiga en el camino y no pase la noche al abrigo de un vallado! Solo ya, sacó Julián de entre la camisa y el chaleco una estampa grabada, con marco de lentejuela, que representaba a la Virgen del Carmen, y la colocó de pie sobre la mesa donde Sabel acababa de depositar el velón.
  • Pero de lo que más provecho sacó la casa fue del ramo de capotes y uniformes para el Ejército y la Milicia Nacional, no siendo tampoco despreciable el beneficio que obtuvo del artículo para capas, el abrigo propiamente español que resiste a todas las modas de vestir, como el garbanzo resiste a todas las modas de comer.
  • Su desconsuelo se manifestaba a cada instante, ya cuando encontraba una bandada que iba al colegio, con sus pizarras al hombro y el lío de libros llenos de mugre, ya cuando le salía al paso algún precoz mendigo cubierto de andrajos, mostrando para excitar la compasión sus carnes sin abrigo y los pies descalzos, llenos de sabañones.
  • Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determinó arrimarse a los buenos por ser uno dellos, y vínose a vivir a la ciudad, y alquiló una casilla, y metióse a guisar de comer a ciertos estudiantes, y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del Comendador de la Magdalena, de manera que fue frecuentando las caballerizas.
  • Y la mamá satisfecha del éxito alcanzado por sus niñas, y a pesar del cansancio, sonriente y majestuosa con su vestido de seda, que crujía a cada paso, y encima el amplio abrigo de terciopelo, Juanito contemplaba con el cariño de un padre este desfile desmayado que iba en busca de la cama, arrojando al paso en las sillas los adornos exteriores.
  • Afeitado también, aunque sin detrimento de su barba, que brillaba suavizada por el aceite de olor, trascendiendo a jabón y a ropa limpia, vestido con traje de mezclilla, chaleco de piqué blanco, hongo azul, y al brazo un abrigo, parecía el señor de Ulloa otro hombre nuevo y diferente, con veinte grados más de educación y cultura que el anterior.
  • ¡Oh y qué marejada hubo en casa de la Lage por espacio de una quincena! Entrevistas con el padre, cuchicheos de las hermanas entre sí, trasnochadas y madrugonas, batir de puertas, lloreras escondidas que denunciaban ojos como puños, trastornos en las horas de comer, conferencias con amigos sesudos, curiosidades de dueña oficiosa que apaga el ruido de su pisar para sorprender algo al abrigo de una cortina, todas las dramáticas menudencias que acompañan a un grave suceso doméstico.