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Ejemplos de oraciones con la palabra bordo

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra bordo en el contexto de una oración.

Término bordo: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "bordo" aquí tienes una selección de 50 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra bordo para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • No bordo ni toco el piano.
  • Lo mismo da a bordo que en tierra.
  • Pero ahora te juro que si vas a bordo.
  • Los mayores que tenemos a bordo son de 36.
  • Diome mil golosinas para que comiese a bordo.
  • Toda la vida de a bordo se va alejando de mí.
  • Después explicó el motivo de su presencia a bordo del Rayo, de este modo.
  • En inglés, el Viejo de a bordo, y en vascuence, Gure Zarra (nuestro viejo).
  • Esto pareció casi imposible de realizar en las embarcaciones que a bordo teníamos.
  • El barco de guerra lanzó una de las chalupas, para que viniera a visitarnos a bordo.
  • A bordo del Rayo, donde me embarqué esta mañana, pregunté por ti, por el San Juan.
  • Empezó la refriega, que ya sabrá usted fue cosa buena, si estuvo a bordo del Trinidad.
  • La primera Nochebuena a bordo la pasé en el Océano Índico, después de una tarde sofocante.
  • Nos levantamos muy temprano y fuimos al muelle, donde esperaba un bote que nos condujo a bordo.
  • Ya estaban dispuestos los grupos, cuando oímos juramentos españoles a bordo del buque enemigo.
  • A este muchacho se lo habían encontrado en El Dragón un día a bordo, al pasar por Santa Elena.
  • Los artilleros decía sin suspender por un momento la acción de engullir, hacen mucha falta a bordo.
  • Si la de quedarme a bordo, donde perecería sin remedio, o la de salir dejando solo a aquel desgraciado.
  • ¿Pero quién, pero quién es el demonio del Infierno que ha mandado vayan a bordo los oficiales de tierra?
  • El número de heridos a bordo del San Juan era tan considerable, que nos transportaron a otros barcos suyos o prisioneros.
  • El vendaval había arreciado, y fue opinión general a bordo del Santa Ana que, si tardábamos en llegar, pasaríamos muy mal rato.
  • Ellos solos descansaban a bordo del Trinidad, y todo les era ajeno, fatigas y penas, la vergüenza de la derrota y los padecimientos físicos.
  • Traídos a bordo del Trinidad, volvieron a la vida, que, recobrada después de sentirse en los brazos de la muerte, equivale a nacer de nuevo.
  • Ni ponía atención a lo que a bordo pasaba, ni en la turbación de mi espíritu podía ocuparme más que de la muerte, que juzgaba inevitable.
  • Mi disgusto llegó a la desesperación cuando vi que Marcial venía a casa y que con él iba mi amo a bordo, aunque no para embarcarse definitivamente.
  • El 8 de octubre escribió a Gravina, diciéndole que deseaba celebrar a bordo del Bucentauro un consejo de guerra para acordar lo que fuera más conveniente.
  • Por lo que oí, pude comprender que a bordo de cada navío había ocurrido una tragedia tan espantosa como la que yo mismo había presenciado, y dije para mí.
  • Tristán, el de la cicatriz, fué a ver al capitán, y le propuso que se modificaran los libros de a bordo, se cambiara el nombre del barco y nos quedáramos con él.
  • Así es que cuando quería obsequiar a sus amigos, no se andaba por las ramas, y una vez en la Habana gastó diez mil duros en cierto convite que dio a bordo de su buque.
  • ¡Ojalá lo que ocurría dentro de la barraca pudiera arreglarse tan fácilmente! Sus trigos, altos y verdes, formaban como un lago de inquietas ondas al bordo del camino.
  • Rindiose el San Juan, y cuando subieron a bordo los oficiales de las seis naves que lo habían destrozado, cada uno pretendía para sí el honor de recibir la espada del brigadier muerto.
  • Su intempestivo cariño, sus dengues, la insistencia con que solicitaba mi compañía, diciendo que le encantaba mi conversación y persona, me impedían seguir a mi amo en sus visitas a bordo.
  • Yo eludí como pude el compromiso de pasear por la verga, y le expliqué con la mayor cortesía que hallándome al servicio de Don Alonso Gutiérrez de Cisniega, había venido a bordo en su compañía.
  • Recuerdo que me eché a dormir sobre la mesa, y cuando me quise dar cuenta de dónde estaba, me encontré, como por arte de magia, a bordo de un gran buque, que salía en aquel instante de la rada de Brest.
  • Pero como el camino se hacía largo y pesado, yo intenté trabar de nuevo la conversación, y principié contándole lo que había visto, y, por último, mi traslado a bordo del Rayo con el joven Malespina.
  • Eran cuatrocientos, próximamente, y a fin de terminar pronto la operación de darles sepultura, fue preciso que pusieran mano a la obra todos los hombres útiles que a bordo había para despachar más pronto.
  • No quiero, pues, fastidiar a mis lectores repitiendo hechos que ya presenciamos a bordo del Trinidad, y paso a contarles otros enteramente nuevos y que sorprenderán a ustedes tanto como me sorprendieron a mí.
  • Las fantasías que edificamos sobre el Stella Maris no tenían fin, lo pondríamos a flote, llevaríamos a bordo el cañón enterrado en la cueva próxima al río, y nos alejaríamos de Lúzaro disparando cañonazos.
  • Pero en aquella trapisonda no vimos que con el primer disparo nos habían soplado a bordo unas endiabladas materias comestibles (combustibles quería decir), que cayeron sobre el buque como si estuviera lloviendo fuego.
  • Las proas se dirigían al Norte, y este movimiento, cuyo objeto era tener a Cádiz bajo el viento, para arribar a él en caso de desgracia, fue muy criticado a bordo del Trinidad, y especialmente por Marcial, que decía.
  • Un detalle advertí también que llamó mi atención, y fue que los oficiales ingleses que custodiaban el buque no eran, ni con mucho, tan complacientes y bondadosos como los que desempeñaron igual cargo a bordo del Trinidad.
  • Como el marinero que me acompañaba era francote y alegre, el viaje fue todo lo agradable que yo podía esperar, dada la situación de mi espíritu, aún abatido por la muerte de Marcial y por las últimas escenas de que fui testigo a bordo.
  • Yo había perdido mi afición a andar por el combés y alcázar de proa, y así, desde que me encontré a bordo del Santa Ana, me refugié con mi amo en la cámara, donde pude descansar un poco y alimentarme, pues de ambas cosas estaba muy necesitado.
  • Pues, señor, el comodón (quería decir el comodoro) inglés envió a bordo de la Medea un oficialillo de estos de cola de abadejo, el cual, sin andarse en chiquitas, dijo que anque no estaba declarada la guerra, el comodón tenía orden de apresarnos.
  • Y en las tiendas de los israelitas, que ella bordó con franjas de colores, acamparon ejércitos de bravos marineros de Loreto, de pierna desnuda, musculosa y velluda, de gorro catalán, de rostro curtido, triste y bondadoso, barba espesa y rizada y ojos negros.
  • Yo estaba tan orgulloso de encontrarme a bordo del Santísima Trinidad, que me llegué a figurar que iba a desempeñar algún papel importante en tan alta ocasión, y por eso no dejaba de gallardearme con los marineros, haciéndoles ver que yo estaba allí para alguna cosa útil.
  • Esto no dejó de contrariarme, porque desvanecidos en mí los efluvios de patriotismo, que al principio me dieron cierto arrojo, no pensaba ya más que en salvar mi vida, y no era lo más a propósito para este noble fin el permanecer a bordo de un buque que se hundía por momentos.
  • Luego, como entrase inesperadamente mi amo, yo, juzgando llegada la ocasión de lograr mi objeto por medio de un arranque oratorio, que había cuidado de preparar, me arrodillé delante de él, diciéndole en el tono más patético que si no me llevaba a bordo, me arrojaría desesperado al mar.
  • ¡Y en tanto Marcial y mi querido amo trataban de fijar día y hora para trasladarse definitivamente a bordo! ¡Y yo estaba expuesto a quedarme en tierra, sujeto a los antojos de aquella vieja que me empalagaba con su insulso cariño! ¿Creerán ustedes que aquella noche insistió en que debía quedarme para siempre a su servicio?
  • Los oficiales hacían su tocado, no menos difícil a bordo que en tierra, y cuando yo veía a los pajes ocupados en empolvar las cabezas de los héroes a quienes servían, me pregunté si aquella operación no era la menos a propósito dentro de un buque, donde todos los instantes son preciosos y donde estorba siempre todo lo que no sea de inmediata necesidad para el servicio.