Palabras

Ejemplos de oraciones con la palabra cuadros

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra cuadros en el contexto de una oración.

Término cuadros: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "cuadros" aquí tienes una selección de 100 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra cuadros para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • Estos cuadros no son para mí.
  • Más que ellos valían sus cuadros.
  • Pero ¿dónde estaba el señor Cuadros?
  • Pero ¿y el señor Cuadros, no está aquí?
  • ¿Vienen de casa de su abuela estos cuadros?
  • ¡Bah! dijo el señor Cuadros con indiferencia.
  • Pensó que era preciso avisar al señor Cuadros.
  • Precisamente el encanto de los cuadros antiguos.
  • No llevaba más abrigo que su bufanda a cuadros.
  • Ese demonio de Cuadros te arrastra a la perdición.
  • El señor Cuadros estaba orgulloso de su situación.
  • Los cuadros, buenos o malos, llegaban hasta el techo.
  • Cobran un tinte oscuro los cuadros de alcacel luciente.
  • El salón estaba ahora empapelado de azul y oro a cuadros.
  • El nombre de don Antonio Cuadros estaba en todas las bocas.
  • Un Zurbarán, un Murillo, etc., etc., tratándose de cuadros.
  • A los postres vendría Andresito Cuadros y algún amigo de Rafael.
  • Por fin vieron a Nelet, que guardaba el cochecito del señor Cuadros.
  • Les dicen que en los cuadros de los huertos lucirán más su belleza.
  • Podían esperar sentados los acreedores de Cuadros a que éste volviese.
  • Espaciosos cuadros de hortalizas ensamblan con plantaciones de viñedos.
  • Era posible que don Antonio Cuadros, que tan rápidamente se enriquecía.
  • ¡Vaya con el señor de Cuadros! ¡Quién iba a imaginarse una cosa así.
  • Era de cuadros de malla, combinados con otros cuadros de peluche carmesí.
  • El señor Cuadros compraría un palco de los mejores para las dos familias.
  • Y Cuadros tenía los ojos vidriosos, faltándole poco para romper a llorar.
  • Nada de grandes síntesis, de cuadros disolventes, de filosofía panteística.
  • En la tercera pared en la que se abre la puerta de la alcoba hay tres cuadros.
  • La familia dio las gracias al señor Cuadros por el obsequio que había enviado.
  • La riqueza improvisada daba al señor Cuadros un airecillo petulante y fanfarrón.
  • El Cristo del Gran Poder y la Virgen de la Paloma, eran allí dos hermosos cuadros.
  • Además, los señores de Cuadros tenían gran satisfacción en recibir a sus amigos.
  • Lo que te entristece es la miseria que se aproxima, la ruina de tu buen amigo Cuadros.
  • Usaba don Pompeyo en casa bata de cuadros azules y blancos, en forma de tablero de damas.
  • Cuadros lanzó una carcajada, que, en fuerza de querer ser irónica, resultaba espeluznante.
  • ¡Buenas noches! sin levantar los ojos de la alfombra de fieltro, a cuadros verdes y grises.
  • Y seguidas por las niñas, fueron al comedor, donde ya estaban el señor Cuadros y sus amigos.
  • A las once, otra visita, Don Antonio Cuadros y su mujer, con la ropa de las grandes solemnidades.
  • En cuanto a los cuadros, había que descolgarlos y limpiarlos por detrás lo mismo que por delante.
  • ¡Qué buena persona era doña Manuela! Ella únicamente había sabido catequizar al señor Cuadros.
  • El señor Cuadros, después de soltar esta barbaridad, miró a su mujer, que, como siempre, le admiraba.
  • Las piezas del alcacel temprano ensamblan, en mosaico infinito, con los cuadros de los barbechos hoscos.
  • Cerca de la puerta había algunos cuadros nuevos que eran copias no mal entendidas de pintores célebres.
  • Fecundas hasta alimentar familias enteras con cuadros que, por lo pequeños, parecían pañuelos de follaje.
  • El lindo ramillete era de don Antonio Cuadros y su señora, los propietarios de la tienda de Las Tres Rosas.
  • Tornó don Eugenio a reír hasta el extremo de tener que limpiarse los lagrimales con el pañuelo de cuadros.
  • Ya se sabía que Antonio Cuadros se había lanzado en plena Bolsa, y aunque con timidez, hacía sus operaciones.
  • Por la noche, después de la cena, llegaban el señor Cuadros, Teresa y su hijo, y comenzaba la alegre reunión.
  • Y, sin atreverse a decirlo, opinaba que los cuadros, aunque fuesen de grandes pintores, profanaban las iglesias.
  • El señor Cuadros, siempre ignorante de la verdadera situación de la casa, molestaba atrozmente a doña Manuela.
  • Pero la extrañeza del joven duró muy poco, pues el señor Cuadros hablaba con la verbosidad de la desesperación.
  • Tenía varios armarios llenos de libros humedecidos, y sobre los armarios cuadros negros, agujereados y desgarrados.
  • El señor Cuadros mostrábase gozoso y radiante, como si le alegrase la noticia que en el patio le había dado Nelet.
  • En las paredes cuelgan apaisados cuadros antiguos que como están completamente negros es de suponer que no son malos.
  • ¡Oh, qué hombre! ¡Qué confianza inspiraba! Aconsejado por él, realizaba el señor Cuadros sus magníficos negocios.
  • La tierra uniforme, desnuda, intensamente roja, se aleja en inmensos cuadros labrados, en manchones verdes de sembradura.
  • De las paredes del Norte y Sur pendían sendos cuadros de Cenceño, pero retocados con colores chillones que daban gloria.
  • Debo advertir que nada refería Feijoo que no fuese verdad, porque ni siquiera recargaba sus cuadros y retratos del natural.
  • Pero quien más sufría era el señor Cuadros, que de un golpe veía desaparecer todas las ganancias de su vida de bolsista.
  • Sentíase satisfecho de la situación el señor Cuadros, y las ávidas miradas fijas en el palco parecíanle un homenaje a él.
  • Encima de los cajones pendían cuadros de pintores adocenados, antiguos los más, y algunas copias no malas de artistas buenos.
  • Rafael y Roberto sacaban a bailar, una tras otra, a todas las señoritas, y el señor Cuadros, ¡oh asombro! entró de refuerzo.
  • Detrás venía don Tomás Crespo, Frígilis, con sombrero gris arrugado, tapabocas de cuadros y zapatos blancos de triple suela.
  • Los demás seguían cabizbajos, oyendo por centésima vez la relación del señor Cuadros, que parecía enloquecido por la ruina.
  • Y con estas seguridades, dadas enérgicamente, aunque sin saber con qué fundamento, el señor Cuadros conseguía serenar a Juanito.
  • Don Eugenio sólo se consolaba yendo en busca del tío de Juanito, ante el cual mostraba su indignación por los negocios de Cuadros.
  • Doña Manuela hablaba con el señor Cuadros, Teresa la había colocado junto a su marido, con la esperanza de lograr su catequización.
  • Andresito, el hijo de Cuadros, pasó por entre las dos filas de carruajes montando el enorme caballote que le había comprado su padre.
  • Has perdido tu respetabilidad de mujer y ahora te hallas en los mismos apuros de antes, pues ese imbécil de Cuadros es hombre al agua.
  • Iba tocado con gorra negra con orejeras y por único abrigo ostentaba una inmensa bufanda, a cuadros, que le daba diez vueltas al cuello.
  • En cuanto a las dos mamas, pensaban lucir obscuros trajes de seda, con costosas mantillas negras, regaladas a las dos por el señor Cuadros.
  • Así que la luz amarillenta de los cirios se reflejó en los adornos y cristal de los cuadros, el alma de Julián sintió consuelo inefable.
  • Y por esto el señor Cuadros, que desde que era tan afortunado en la Bolsa se permitía tener ideas conservadoras, murmuró como un oráculo.
  • En el fondo del palco estaban el hijo de Cuadros y los dos de doña Manuela, con los gemelos en la mano, contemplando el aspecto de la plaza.
  • Iba a subir el señor Cuadros en su pescante y empuñar las riendas, cuando el cazurro muchacho se rascó la cabeza y pareció recordar algo.
  • Justamente había sabido el día anterior que Amparito tenía relaciones con el hijo de Cuadros, y había experimentado un verdadero disgusto.
  • Fue a preguntar, pero el señor Cuadros le atajó poniéndose en pie y avanzando con los brazos abiertos, con expresión paternal y desesperada.
  • El escribano había subido al piso principal para hacer ante la esposa de Cuadros las notificaciones consiguientes antes de comenzar el embargo.
  • ¡Venid, Conchita, mamá! ¡Mirad qué guapo está el señor Cuadros guiando su cochecito! ¡Parece que en toda su vida no haya hecho otra cosa.
  • Y Cuadros, furioso, iba de un extremo a otro del salón manoteando, gozándose cruelmente en pintar a su discípulo toda la grandeza de su ruina.
  • En casa de Cuadros, las señoras, cansadas de permanecer tanto tiempo de pie en los balcones, iban en busca de los mullidos asientos de las salas.
  • ¡Bien les había dejado el célebre banquero con su pretendida infalibilidad! Su principal, el señor Cuadros, podía tenerse por hombre al agua.
  • En el comedor oíase el ruido de los cubiertos que secaba Visanteta, la única que se enteró de la visita del señor Cuadros y de lo larga que resultó.
  • Ahora la vega parecía mucho más grande, infinita, y extendía hasta perderse de vista los grandes cuadros de tierra roja, cortados por sendas y acequias.
  • En esta confusión, cuando Juanito, sacando los codos, guardaba de empujones a las dos mujeres, vio a corta distancia a su familia y la del señor Cuadros.
  • Los señores de Cuadros sentían una oculta satisfacción al rozarse con las amistades de doña Manuela, que para ellos eran gente de la clase más elevada.
  • En cuanto al señor Cuadros, sacó de la cuadra del hotel su carruajillo, del que estaba orgulloso, y amontonó en él la esposa, el hijo y las dos criadas.
  • Pasó Machín, subió las escaleras conmigo, entró en mi cuarto y se quedó mirando los libros de mi armario y los cuadros de las paredes, con gran curiosidad.
  • Y el señor Cuadros hablaba del dinero con expresión de desprecio echando atrás la cabeza y sacando el vientre como si lo tuviera forrado con billetes de Banco.
  • Como recuerdos de un poema heroico leído en la juventud con entusiasmo, guardaba en la memoria brillantes cuadros que la ambición había pintado en su fantasía.
  • Pero aquellos cuadros rojos, negros y verdes, con listillas de otros colores, le volvieron a la torpe y grosera realidad, y Obdulia notó en seguida que triunfaba.
  • También adornaban las paredes, allí donde cabían, cuadros de poco gusto, pero todos alusivos a las múltiples industrias que tienen relación con el comer bien.
  • A espaldas de ellas estaba Andresito Cuadros, que acababa de entrar en el salón con el manteo terciado, una bayeta infame que tiznaba de negro la camisa y la cara.
  • Las personas mayores la emprendieron con el dulce, y el señor Cuadros descorchó frascos de licor de colores vivos e infernales, que hacían retorcer el estómago.
  • Del señor Cuadros, de aquel honrado padre de familia que contestaba a sus palabras con melosos gestos y parecía medirla de arriba abajo con sus ojos encandilados.
  • Cuadros, a pesar de su fortuna, no dejaba de ser el antiguo dependiente, el marido de la criada Teresa, un pobre diablo al que ella había tratado siempre con desprecio.
  • Había maniobrado hábilmente para llevarse al hijo de Cuadros hacia aquel balcón, donde estaba la niña como en su casa, lejos de miradas indiscretas y oídos curiosos.
  • Allí estaban su familia y la del señor Cuadros, pero todos silenciosos, ceñudos, con la cabeza inclinada, como si en la vecina alcoba hubiese un muerto al que velaban.
  • Además, se hablaba de que el señor Cuadros había comprometido en su ruina los ahorros de don Eugenio, confiados a su custodia, y todos se compadecían del pobre viejo.
  • Indudablemente, el señor Cuadros no le era difícil salvar a una amiga por unos cuantos miles de reales, él que todos los meses contaba sus ganancias por miles de duros.