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Ejemplos de oraciones con la palabra cuerpos

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra cuerpos en el contexto de una oración.

Término cuerpos: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "cuerpos" aquí tienes una selección de 53 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra cuerpos para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • Pues lo mismo están los benditos cuerpos.
  • Corneta ha dividido la escuadra en cuatro cuerpos.
  • Tiene la casa cuatro cuerpos en pintorescos altibajos.
  • Al fin vivía de adornar hombres y era remendona de cuerpos.
  • La muerte sorprende nuestros cuerpos fatigados en plena vida.
  • Eran casi siempre cuerpos esqueléticos, amarillos, como momias.
  • La pobre menestrala deseaba tener tres o cuatro cuerpos para atender todo.
  • Al principio, Ron veía uno de estos cadáveres y los creía cuerpos vivos.
  • Vanguardia, centro, retaguardia y los dos cuerpos que componían la reserva.
  • Parecía que si se tocaban los cuerpos iban a saltar chispas de caridad eléctrica.
  • Los pasos y las voces sonaban apagados, los cuerpos sólidos parecían todos huecos.
  • No hay cosa en todos nuestros cuerpos que no haya sido otra cosa y no tenga historia.
  • Ahora no temo las traiciones, que son proyección de sombra por cuerpos opacos que se acercan.
  • Se echaron también los cuerpos del capitán y del doctor a que sirvieran de pasto a los peces.
  • Andresito recordaba los cristianos embreados que iluminaban con sus cuerpos el camino de Nerón.
  • Las proporciones gigantescas que tomaban las almas, parecía que las tomaban también los cuerpos.
  • Yo hice lo mismo, y limpiamos dos cuerpos de corchetes de sus malditas ánimas al primer encuentro.
  • Se arrojan los cuerpos en la movible inmensidad, y parece que dejan de existir en el momento de caer.
  • Aburridos, cansados, dimos con nuestros cuerpos en una tienda de montañés próxima a la Puerta del Mar.
  • ¡Vaya unos mozos de hierro que cría la huerta! El aguardiente pasaba por sus cuerpos como si fuese agua.
  • La plasticidad de los cuerpos era una especie de bienestar de la materia, una prueba de la solidez del universo.
  • Y con esto, comidos de piojos y huéspedas, nos volvemos en este pelo a rogar a los moros y herejes con nuestros cuerpos.
  • Recibía esquelas y recados a toda hora, y le desconsolaba el no tener tres o cuatro cuerpos para servir con ellos al arte.
  • Compréle del huésped tres agujetas, atacóse, dormimos aquella noche, madrugamos, y dimos con nuestros cuerpos en Madrid.
  • Y en el fondo, el Seminario con sus dos cuerpos formidables, trepados por infinitas ventanas, cierra hoscamente la perspectiva.
  • Chocaron los cuerpos como proyectiles y cayeron en el rescoldo, hundiéndose entre las brasas la parte más carnosa del individuo.
  • No olvidaré jamás el momento en que aquellos cuerpos fueron arrojados al mar por orden del oficial inglés que custodiaba el navío.
  • La torre del reloj, cuadrada, desnuda, monótona, partiendo el edificio en dos cuerpos, y éstos exhibiendo los ventanales con sus bordados pétreos.
  • ¿Y cuando se empeñaba en que me pusiera yo esos cuerpos tan ceñidos, tan ceñidos que con ellos parece que enseña una todo lo que Dios le ha dado?
  • Y en cuanto al cabello, dormían en él capas geológicas, estratificaciones en que entraba tierra, guijarros menudos, toda suerte de cuerpos extraños.
  • Después de platicar un rato con Severiana en la salita de esta, salieron escoltadas por diferentes cuerpos y secciones de la granujería de los dos patios.
  • El vaho ardoroso de la comida, el calor de los cuerpos, en los que empezaba la digestión, y lo agitado de las respiraciones, parecían caldear el ambiente.
  • Al ver la estrecha casa, se daba uno a pensar que la ley de impenetrabilidad de los cuerpos fue el pretexto que tomó la muerte para mermar aquel bíblico rebaño.
  • Pero a pesar de los fuertes tumbos y arcadas, apretamos el paso, y hasta que no perdimos de vista el pueblo, no se alivió algún tanto el martirio de nuestros cuerpos.
  • Pero lentamente, empujado por la curiosidad de los que estaban detrás de él, fué abriéndose paso entre los cuerpos sudorosos y apretados, hasta verse en primera fila.
  • Estas reflexiones hacía yo viendo cómo desaparecían los cuerpos de aquellos ilustres guerreros, un día antes llenos de vida, gloria de su patria y encanto de sus familias.
  • Los marineros y soldados de cubierta pugnaban por desalojar tan enorme masa de cuerpos inútiles, y desde entonces sólo la artillería de las baterías bajas sostuvo el fuego.
  • Sacados sobre cubierta los cuerpos de los oficiales, el cura rezó un responso a toda prisa, porque no era ocasión de andarse en dibujos, e inmediatamente se procedió al acto solemne.
  • ¡bueno! Todavía les causaba cierta ilusión el arrojo de los diestros, el valor de aquellos cuerpos esbeltos, nerviosos y ligeros que escapaban milagrosamente de entre las curvas astas.
  • Muy a disgusto mío tuve que ofrecer mi cooperación para tan triste servicio, y algunos cuerpos cayeron al mar soltados desde la borda por mi mano, puesta en ayuda de otras más vigorosas.
  • Lo que había hecho, hacíalo, a juicio suyo, por disposición de las misteriosas energías que ordenan las cosas más grandes del universo, la salida del Sol y la caída de los cuerpos graves.
  • Enumerar los rizos, moñas, lazos, trapos, adobos, bermellones, aguas y demás extraños cuerpos que concurrían a la grande obra de su monumental restauración, fatigaría la más diestra fantasía.
  • Y seguían en él viviendo, con más dulce imperio que cuando respirando llenaban con sus cuerpos sus sitios, los tres que le dieron a Gertrudis masa con que fraguarlo, Ramiro y sus dos mujeres de carne y hueso.
  • En todos ellos se producía un alarde de indiferencia y de jovialidad al encontrarse frente a la muerte, como si fuera una cosa divertida y alegre destripar y cortar en pedazos los cuerpos de los infelices que llegaban allá.
  • Y cuando llega la vejez y vemos que los libros no nos han enseñado nada, entonces clamamos por la alegría y el amor, ¡que ya no pueden venir a nuestros cuerpos, tristes y cansados! VII Esta tarde hemos cumplido un deber triste.
  • Entre las banderolas nacionales de los balcones asomaban una docena de airosos cuerpos y graciosas cabezas, elegante escuadrón de muchachas, que, cogiéndose de la cintura, jugueteando o riendo, miraban al gentío que rebullía abajo.
  • Dejo de contar la risa tan grande que en la cárcel y por las calles había con nosotros, porque como nos traían atados y a empellones, unos sin capas y otros con ellas arrastrando, eran de ver unos cuerpos pías remendados y otros aloques de tinto y blanco.
  • Claro que en las afirmaciones de la química y de la histología no está basada una política, ni una moral, y si mañana se encontrara el medio de descomponer y de transmutar los cuerpos simples, no habría ningún papa de la ciencia clásica que excomulgara a los investigadores.
  • Corrió de todos los lados de la plaza la gente huertana para aglomerarse en torno á la verja, estrujando sus cuerpos sudorosos, que olían á paja y lana burda, y el alguacil se colocó, rígido y majestuoso, junto al mástil rematado por un gancho de bronce, símbolo de la acuática justicia.
  • Las balas de cañón, de tan cerca disparadas, mutilaban horriblemente los cuerpos, y era frecuente ver rodar a alguno, arrancada a cercén la cabeza, cuando la violencia del proyectil no arrojaba la víctima al mar, entre cuyas ondas debía perderse casi sin dolor la última noción de la vida.
  • Ligeritas de ropa a pesar de la estación, revoloteaban alegremente por su cuarto, que ofrecía el desorden del despertar, en torno de las dos camitas de inmaculada blancura, que en sus arrugadas sábanas guardaban el calor de los cuerpos jóvenes y ese perfume de salud y de vida que exhalan las carnes sanas y virginales.
  • Mientras el acólito hablaba así, en voz baja, a Bismarck que se había atrevido a acercarse, seguro de que no había peligro, el Magistral, olvidado de los campaneros, paseaba lentamente sus miradas por la ciudad escudriñando sus rincones, levantando con la imaginación los techos, aplicando su espíritu a aquella inspección minuciosa, como el naturalista estudia con poderoso microscopio las pequeñeces de los cuerpos.
  • Y al tener de repente la visión clara de su desgracia, al pensar en el pobre Pascualet, que á tales horas estaba aplastado por una masa de tierra húmeda y hedionda, rozando su blanca envoltura con la corrupción de otros cuerpos, acechado por el gusano inmundo, él, tan hermoso, con aquella piel fina por la que resbalaba su callosa mano, con sus pelos rubios que tantas veces había acariciado, sintió como una oleada de plomo que subía y subía desde el estómago á su garganta.