Palabras

Ejemplos de oraciones con la palabra doméstica

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra doméstica en el contexto de una oración.

Término doméstica: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "doméstica" aquí tienes una selección de 24 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra doméstica para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • Observe usted los detalles de la vida doméstica.
  • Pues a sortear y dirigir aquella revolución doméstica.
  • Era una asignatura de adorno o una necesidad doméstica.
  • Estaban de monos y apenas se hablaban, señal inequívoca de pelotera doméstica.
  • De todas maneras, parecía un símbolo de la devoción doméstica de doña Petronila.
  • Por otra parte, Sabel, en realidad, no carecía de experiencia doméstica, ni dejaría de ser útil.
  • El Magistral seguía con los ojos los movimientos de la faena doméstica, pero su pensamiento estaba muy lejos.
  • ¡Había comido fuera de casa sin avisar! doña Paula consideraba esta falta de disciplina doméstica como pecado de calibre.
  • De su propia madre Manuela, la hospiciana de ésta no dichos ni hechos, sino silencios y pasiones, ella era la historia doméstica.
  • Si algo faltaba antes para la completa armonía de aquella pareja, ya estaba colmada su felicidad doméstica, por lo que toca a la concordia.
  • Estas cosas daban a Fortunata alegría y esperanza, avivando los sentimientos de paz, orden y regularidad doméstica que habían nacido en ella.
  • Don Víctor agradecía en el alma aquella solicitud doméstica, pero en lo que tocaba a él hubiera preferido que las cosas siguiesen como hasta allí.
  • Uno de los argumentos que empleaban los que defendían la honradez del Provisor, consistía en recordar la modestia de su ajuar y de su vida doméstica.
  • De modo que dejándola que se explaye a su gusto en todo lo que sea el mete y saca de la vida doméstica, podrás conservar tu independencia en lo demás.
  • Había trabajado en las fábricas, había servido á una familia como doméstica, pero al fin sus hermanas le dieron el ejemplo, cansadas de sufrir hambre.
  • Si le preguntaba por la señora, estaba dispuesta a mentir, a decir que había subido al segundo piso, a los desvanes, donde quiera, a tal o cual tarea doméstica.
  • Desde la restauración de su legalidad doméstica había abandonalo por completo las lecturas filosóficas, reverdeciendo en su alma el mal curado dolor de su afrenta y los odios vengativos.
  • El dependiente había entablado amistad con Micaela, una criatura insignificante que pasaba por el mundo como un fantasma, anulada la voluntad, lamentándose de no vivir, como en su juventud, en la servidumbre doméstica.
  • Y cuando con más entusiasmo forjábase la ilusión de la tranquilidad patriarcal, un silbido estridente rasgó los aires, como si Mefistófeles, desde las nubes, contestase con su carcajada chillona a los hermosos planes de virtud doméstica.
  • Todos eran escépticos en materia de moral doméstica, no creían en virtud de mujer nacida salvo Don Frutos, que conservaba frescas sus creencias, y despreciaban el amor consagrándose con toda el alma, o mejor, con todo el cuerpo, a los amoríos.
  • Don Evaristo, que tan práctico quería ser en la vida social, debía de serlo más en la doméstica, y, conforme a sus ideas, lo primero que tiene que hacer el hombre en este valle de inquietudes es buscarse un buen agujero donde morar, y labrar en él un perfecto molde de su carácter.
  • Se la llevó Dios en 1867, y al año siguiente pasó a mejor vida el pobre Nicolás Rubín, de una rotura de varisis, no dejando a sus hijos más herencia que la detestable reputación doméstica y comercial, y un pasivo enorme que difícilmente pudo ser pagado con las existencias de la tienda.
  • El motivo de aquella doméstica zaragata fue que a Nicolás Rubín se le ocurrió la idea trágica de convidar a almorzar a su amigo el padre Pintado, y no fue lo peor que se le ocurriera, sino que se apresurase a ejecutarla con aquella frescura clerical que en tan alto grado tenía, metiendo a su camarada por las puertas de la casa sin ocuparse para nada de si en esta había o no los bastimentos necesarios para dos bocas de tal naturaleza.
  • Si se encontrase allí algún maestro de la escuela pictórica flamenca, de los que han derramado la poesía del arte sobre la prosa de la vida doméstica y material, ¡con cuánto placer vería el espectáculo de la gran cocina, la hermosa actividad del fuego de leña que acariciaba la panza reluciente de los peroles, los gruesos brazos del ama confundidos con la carne no menos rolliza y sanguínea del asado que aderezaba, las rojas mejillas de las muchachas entretenidas en retozar con el idiota, como ninfas con un sátiro atado, arrojándole entre el cuero y la camisa puñados de arroz y cucuruchos de pimiento! Y momentos después, cuando el gaitero y los demás músicos vinieron a reclamar su parva o desayuno, el guiso de intestinos de castrón, hígado y bofes, llamado en el país mataburrillo, ¡cuán digna de su pincel encontraría la escena de rozagante apetito, de expansión del estómago, de carrillos hinchados y tragos de mosto despabilados al vuelo, que allí se representó entre bromas y risotadas! ¿Y qué valía todo ello en comparación del festín homérico preparado en la sala de la rectoral?