Palabras

Ejemplos de oraciones con la palabra entregó

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra entregó en el contexto de una oración.

Término entregó: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "entregó" aquí tienes una selección de 33 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra entregó para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • Yo me entrego a ti.
  • A usted se la entrego.
  • Mas al fin se entregó.
  • Te los entrego a ti, ¿sabes?
  • Martín se acercó y entregó los sobres.
  • Me entregó usted un sobre del padre de Mary.
  • Que no nos vean juntos y le entregó el papel.
  • Bautista entregó un fusil y una pistola a Martín.
  • En cuanto el lotero me lo entregó, sentí la corazonada.
  • ¿No me dijiste que tu novia le entregó ocho mil reales?
  • Ii Aquel gran filósofo no se entregó a la desesperación.
  • Vetusta se entregó con reduplicado fervor a sus devociones.
  • Arrancó el botafuego de manos del herido y me lo entregó diciendo.
  • Si no me voy, la entrego pensaba el misántropo, apretando los labios.
  • En cuanto almorcemos, me entrego a ti, como un cadáver de la sala de disección.
  • Y el valentón, en la misma noche, entregó las llaves de la barraca á sus amos.
  • En vista de tan cariñosas disposiciones, Perucho se entregó al placer de halagarla a su sabor.
  • Una semana después, la Cashilda me entregó un periódico de Bilbao que se había recibido para Mary.
  • Quiso distraerse con el trabajo, y se entregó con toda su voluntad á la obra que llevaba entre manos.
  • Don Carlos no se fijó en Martín y éste se acercó al general, quien le entregó las letras firmadas.
  • Pero en vez de cargar ambos objetos a hombros, entregó cada bulto a un mozo de campo, diciendo lacónicamente.
  • Llevaba mes y medio en este oasis, cuando un día el cartero le entregó un sobre manoseado, con letra de su padre.
  • Andrés entregó la llave en la casa próxima, despertó al tartanero medio dormido en su tartana, y emprendió la vuelta.
  • Al día siguiente, por la noche, iba a acostarse Martín, cuando la posadera le llamó y le entregó una carta, que decía.
  • Entregó a Petra el papel embustero y la dio orden de llevarlo a su destino inmediatamente, y sin que el señor se enterase.
  • Ilustración VII EL RECADO Una tarde de diciembre, al volver de la relojería, ya obscurecido, un chiquillo me detuvo y me entregó una carta.
  • Vean ustedes, yo entrego a mi hija esos grabados que representan el arte antiguo, con todas las bellezas del desnudo que en vano querríamos imitar los modernos.
  • Y habiéndosele subido la gota al corazón, entregó su alma a Dios de malísima gana, con lo cual hallóse el último de los Moscosos dueño de sí por completo.
  • Y una tarde, a los tres días de la catástrofe, en ausencia de Frígilis, Anselmo entregó a su ama una carta en que don Álvaro explicaba desde Madrid su desaparición y su silencio.
  • Buscó en el bolsillo interior de su levitón, y fue sacando un pañuelo muy planchado y doblado, un Semanario chico, y por último una cartera de tafilete negro, cerrada con elástico, de la cual extrajo una carta que entregó al marqués.
  • Y completamente solo, ocultando á la familia su situación, teniendo que sonreir cuando estaba entre su mujer y sus hijas, las cuales le recomendaban que no se esforzase tanto, el pobre Barret se entregó á la más disparatada locura del trabajo.
  • Ii En el resto de aquel aciago día, dicho se está que la pobre señora de Rubín se entregó a las mayores extravagancias, pues tal nombre merecen sin duda actos como no querer comer, estar llorando a moco y baba tres horas seguidas, encender la luz cuando aún era día claro, apagarla después que fue noche por gusto de la oscuridad, y decir mil disparates en alta voz, lo mismo que si delirara.
  • La vieja criada que administraba el hogar de don Eugenio tuvo que valerse de ungüentos para despoblar de bestias sanguíneas el bosque de cerdas polvorientas que se empinaban sobre el cráneo del muchacho, y concluido el exterminio, el amo lo entregó al brazo secular de los aprendices más antiguos, los cuales, en lo más recóndito del almacén y sin pensar que estaban en enero, con un barreño de agua fría y tres pases de estropajo y jabón blando, dejaron al neófito limpio de mugre de arriba a abajo y con una piel tan frotada que echaba chispas.