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Ejemplos de oraciones con la palabra eterna

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra eterna en el contexto de una oración.

Término eterna: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "eterna" aquí tienes una selección de 50 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra eterna para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • Le debía eterna gratitud.
  • Era la carcajada eterna de Visita.
  • Una maquinaria en eterna transformación.
  • Hay mil maneras de ganarse la dicha eterna.
  • ¡Ay, niña de mi vida, eres la gloria eterna!
  • Comieron una comida eterna, sin principio ni fin.
  • Al cabo llegaba a cansar aquella canción eterna.
  • Pero una de esas venganzas que dejan eterna memoria.
  • Yo me contento con pasar la vida eterna mano sobre mano.
  • Ana, la pobre Ana, tenía derecho a una juventud eterna e inagotable.
  • Lo demás era una eterna divagación acerca de métodos y clasificaciones.
  • Mire usted, prefiero el invierno con todas sus borrascas y su agua eterna.
  • ¡Ha vuelto al alma eterna de las cosas! Todo ha tornado a quedar en silencio.
  • De todos modos el articulista deseaba a los difuntos el descanso y la gloria eterna.
  • Eterna fidelidad le juró callando, en el beso largo, intenso con que pagó los del marido.
  • El símbolo del fanatismo sentimental, la iniciación del eterno femenino en la eterna idolatría.
  • La bondad extremada hasta la estupidez retratábase en su eterna sonrisa y en la mirada de sus ojos claruchos.
  • Estar con los tristes, ésa es la religión eterna, vivir llorando por las penas del mundo, amar entre lágrimas.
  • La tristeza resignada, fatal de la piedra que la gota eterna horada, era la expresión muda del valle y del monte.
  • Y ellos gritan, bravuconean, cantan la eterna romanza de Marina, hacen sonar con garbo sus monedas sobre los mármoles.
  • Pero dentro de la barraca era donde temía encontrar á la desgracia, eterna compañera de su existencia, esperándole para clavar en él sus uñas.
  • Recordaba sin rencor, como en una elegía, los días de la amistad suave, tierna, íntima, de las sonrisas que prometían eterna fidelidad de los espíritus.
  • No, sino que empezó a vivir en la familia, e irradiando de ella, con una nueva vida más entrañada y más vivífica, con la vida eterna de la familiaridad inmortal.
  • Y este tema era la eterna nota verde, que tan pronto se abría y ensanchaba, tomando un tinte blanquecino, como se condensaba y obscurecía hasta convertirse en azul violáceo.
  • Y yo, que he escrito ya algo, quisiera tener esa simplicidad encantadora que usted tiene, esa fuerza, esa gracia, ese atractivo misterioso que es el atractivo de la armonía eterna.
  • El suceso tan esperado por el mundo católico, la definición del dogma de la infalibilidad pontificia había llegado por fin en el glorioso día de eterna memoria, el 18 de Julio de 1870.
  • Y la idea de la muerte, eterna, inexorable, domina en estos pueblos españoles, con sus novenas y sus tañidos fúnebres, con sus caserones destartalados y su ir y venir de devotas enlutadas.
  • Miren ustedes, decía Ronzal, que todavía no era sabio, yo creo todo lo que cree y confiesa la Iglesia, pero la verdad, eso de que el cielo ha de ser una contemplación eterna de la Divinidad.
  • Hasta que al fin el cansancio aplacó su furia, y se arrojó en un surco llorando como un niño, pensando que la tierra sería en adelante su cama eterna y su único oficio mendigar en los caminos.
  • Con cien nombres de la disciplina, muchos de los cuales significaban en la primitiva Iglesia poéticos, puros objetos del culto y del sacerdocio, se disfrazaba allí la eterna cuestión del dinero.
  • Como protesta de la eterna vida, en el mismo camposanto las malas hierbas crecen vigorosas, extienden sus vástagos robustos por el suelo y dan un olor acre en el crepúsculo, tras de las horas de sol.
  • Volverían los fantasmas negros que ella a veces sentía rebullir allá en el fondo de su cabeza, como si asomaran en un horizonte muy lejano, cual primeras sombras de una noche eterna, vacía, espantosa.
  • Y en cuanto a lo que en un pueblo antiguo puede enamorar a un espíritu culto, los grandes recuerdos, la eterna vida del arte conservada en monumentos y ruinas, de eso entendía don Pedro lo mismo que de griego o latín.
  • Con que la salvación del alma, la jubilación eterna como quien decía ¡apenas iba a exigir esfuerzos, expedientes, y también recomendaciones! Era preciso entregarse a su esposa para que le ayudase en tan arduo negocio.
  • Había sabido más adelante que aquel hombre, que en una carta que ella rasgó la juraba ahorcarse de un árbol histórico de los jardines del Generalife junto a las fuentes de eterna poesía y voluptuosa frescura, aquel pobre Mr.
  • Unos a otros, con cara de hipócrita compunción, se ocultaban los buenos vetustenses el íntimo placer que les causaba aquel gran escándalo que era como una novela, algo que interrumpía la monotonía eterna de la ciudad triste.
  • Volvieron el rostro al cafetín, y como personajes de tragedia, lanzaron una eterna maldición sobre la cabeza de Espantagosos, un ladrón que, al quedarse sin dinero dos hombres honrados, les echaba a la calle sin más miramientos.
  • Los otros, los que tocaban las campanas y conmemoraban maquinalmente a los muertos que tenían olvidados, eran las bestias de reata, la eterna Vetusta que había aplastado su existencia entera (la de Anita) con el peso de preocupaciones absurdas.
  • Julián no se hubiera encargado jamás de tan ingrata comisión a no parecerle que iba en ello la salvación eterna de don Pedro, y también el sosiego temporal de la que él seguía llamando señorita Marcelina, contra el dictamen de las convidadas a la boda.
  • Hablaban con los amigos que ocupaban las bolsas de los palcos principales, y hacían señas ostentosas y nada pulcras a ciertas señoritas cursis que no se casaban nunca y vivían una juventud eterna, siempre alegres, siempre estrepitosas y siempre desdeñando las preocupaciones del recato.
  • La filosofía de Frígilis, aquel pensador agrónomo que despreciaba la sociedad con sus falsos principios, con sus preocupaciones, exageraciones y violencias, se le presentó a Quintanar, a quien el cuerpo repleto le pedía siesta, como la filosofía verdadera, la sabiduría única, eterna.
  • Caballos de labor, fuertes pero tristes, cual siervos condenados á eterna fatiga, mirando con sus ojos vidriosos á todos los que pasaban, como si adivinasen al nuevo tirano, y pequeñas y vivarachas jacas, hiriendo el polvo con sus cascos, tirando del ronzal que las mantenía atadas al muro.
  • ¡Qué feliz sería aquel Magistral, anegado en luz de alegría virtuosa, llena el alma de pájaros que le cantaban como coros de ángeles dentro del corazón! Así él tenía aquella sonrisa eterna, y se paseaba con tanto garbo por el Espolón en medio de perezosos del alma, de espíritus pequeños y.
  • La escasa claridad que llegaba de la nave y los destellos amarillentos y misteriosos de la lámpara de la capilla se mezclaban en el rostro anémico de aquel Jesús del altar, siempre triste y pálido, que tenía concentrada la vida de estatua en los ojos de cristal que reflejaban una idea inmóvil, eterna.
  • Uno de los compañeros de bolsa de Mesía, viejo verde de cincuenta años, el señor Palma, banquero, lamentaba que la juventud no fuese eterna, y con lágrimas en los ojos, de pie, con una copa ya vacía en la mano, exponía su sistema filosófico de un pesimismo desgarrador, como decía el capitán Bedoya.
  • Debieran estos nombres escribirse con letras de oro en los antipáticos salones de la Vicaría, para eterna ejemplaridad de las generaciones futuras, y debiera ordenarse que los sacerdotes, al leer la epístola de San Pablo, incluyeran algún parrafito, en latín o castellano, referente a estos excelsos casados.
  • Dentro de un ratito estaremos libres de pesadumbres, yo dando cuenta a Dios de mis pecadillos, y tú contento como unas pascuas danzando por el Cielo, que está alfombrado con estrellas, y allí parece que la felicidad no se acaba nunca, porque es eterna, que es como dijo el otro, mañana y mañana y mañana, y al otro y siempre.
  • Los eucaliptus de Frígilis inclinando leve y majestuosamente su copa, se acercaban unos a otros, cuchicheando, como diciéndose discretamente lo que pensaban de aquella loca, de aquella mujer sin madre, sin hijos, sin amor, que había jurado fidelidad eterna a un hombre que prefería un buen macho de perdiz a todas las caricias conyugales.
  • Y cuando salgas de ella a altas horas de la noche en sucio carro para ser conducido adonde te explotarán por última vez, convirtiendo tu piel en zapatos, tus huesos en botones y tu carne en abono fertilizante, por la puerta entreabierta entrará la pobreza, la desesperación de una miseria disimulada, y quién sabe si la deshonra, eterna compañera de los que se aferran tenazmente a las alturas de donde les arrojan.
  • Pero ¡ay, Dios! estremecíase al pensar lo que aquello le costaba y las terribles intranquilidades del porvenir, ¡Siempre el dinero como eterna pesadilla, amargándole la existencia, a ella que tanto había gastado! Juanito las dejó a la puerta de Las Tres Rosas, para ir en busca de su novia, y ellas, al subir a las habitaciones de los señores de Cuadros, encontráronse con una tertulia formada por todos los amigos de la casa.