Palabras

Ejemplos de oraciones con la palabra jesús

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra jesús en el contexto de una oración.

Término jesús: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "jesús" aquí tienes una selección de 100 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra jesús para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • ¡Jesús!
  • ¡Jesús!
  • ¡Jesús!
  • ¡Es un niño Jesús.
  • Jesús qué disparate.
  • Como Jesús en la cruz.
  • ¡Jesús! dijo don Diego.
  • ¡Jesús, esa mona otra vez.
  • ¡Ay! ¡Jesús! ¿Quién va?
  • ¡Jesús!, pensé que era él.
  • ¡Jesús! decía el don Diego.
  • ¡Jesús!, sangre en la cabeza.
  • ¿cómo llamar a Jesús otra vez?
  • ¡Jesús! dijo, no nos detengamos.
  • ¡Jesús! No puede uno deslizarse.
  • ¡Jesús! dijo el huésped, déme V.
  • ¡Jesús mil veces! y caiga redonda.
  • Toma pues tu cruz, y sigue a Jesús.
  • ¡Jesús me valga! Estoy horrorizada.
  • Y hallaba el cubo en un decir Jesús.
  • Ella era de Jesús, lo había jurado.
  • ¡Buen cristiano te dé Dios! ¡Jesús.
  • Su aliento manchaba el rostro de Jesús.
  • ¡Jesús, hombre! No te incomodes por eso.
  • Julián, hay que vestir a este niño Jesús.
  • La santa doctora, la divina Teresa de Jesús.
  • Jesús, Jesús, tú no puedes tener un rival.
  • , y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
  • La Madre de Jesús no miraba a los vetustenses.
  • ¡Jesús qué disparate! ¡Cura!, ¿y para qué?
  • Sus amantes se los gastarían en un decir Jesús.
  • Era el demonio, era el poderoso enemigo de Jesús.
  • Sí, ¡buen niño Jesús está él! gruñó Julián.
  • Peor lo pasó Jesús, que pidió agua y le dieron hiel.
  • Delante del retablo estaba un Jesús Nazareno de talla.
  • ¡Jesús! las once y media, no se acaba esto a las dos.
  • ¡Qué horrible remordimiento! ¿Qué pensaría Jesús?
  • La Madre de Jesús no la miraba, no hacía caso de ella.
  • ¡Jesús, María y José!, ¡qué horror! exclamó mi ama.
  • Hija mía, las esposas de Jesús no se hacen de tu maderita.
  • ¡Jesús!, ¡señorita Marcelina! ¿Qué tiene que ver mi cara?
  • ¡Jesús, qué barbaridad! ¿De dónde has sacado esos desatinos?
  • Jesús sonreía a la mula y al buey en su cuna de heno color naranja.
  • Solía ir a pedir limosna a la iglesia de Jesús y a la de Montserrat.
  • Yo no sé si diría Jesús mil veces pero de que caería estoy seguro.
  • ¡Jesús, María y José! exclamó Doña Francisca más muerta que viva.
  • ¡Jesús, qué mal genio ha echado este hombre! Si le voy a dar la guita.
  • ¡Jesús, y qué flaco sois! Yo lloraba de enojo, y ellos decían adrede.
  • Y recordó la ira de Jesús cuando se aparecía a Teresa que le olvidaba.
  • Pero tan desfigurados, tan maltrechos, que no los hubiera conocido Jesús.
  • Recuerdo mis conversaciones con Dolores y con una amiga suya, María Jesús.
  • ¡Jesús, qué carta! exclamó doña Paula con los ojos clavados en su hijo.
  • Sobre la pared, bajo las ménsulas, resaltan los emblemas de Jesús y María.
  • ¡Jesús, Jesús! vámonos de aquí gritó doña Petronila buscando la escalera.
  • ¡Ana! ¡Jesús! XXIX El día de Navidad venga usted a comer el pavo con nosotros.
  • Salva, Jesús mío, esta alma que se quiere perder, y apártame a mí de la mentira.
  • Yo advertí, y no dije más Jesús, sino quitábale la s, y movía a más devoción.
  • Porque del terciopelo que les sobra hacen trajes para Niños Jesús y para Vírgenes.
  • ¡Jesús! Si yo gastara calzones, me plantaba en Cádiz y le sacaba a usted del apuro.
  • De todas suertes, eran dos almas que se amaban en Jesús, a través de gran distancia.
  • Jesús se encogía, todo el cuerpo tendía a encaramarse, pero los verdugos forcejeaban.
  • El cura habló a la chicuela, y aseguró a Rita que era una Teresa de Jesús en ciernes.
  • Veinte años lo había buscado Teresa de Jesús como convenía que fuera, y no parecía.
  • ¡Ay si renaciera la fe! ¡Si ella pudiese llorar como una Magdalena a los pies de Jesús!
  • ¡Jesús! No digo que no tenga yo también algunas buenas obras en mi cuentecita del cielo.
  • ¡Jesús, qué fino está el tiempo! exclamó la esposa que ya no podía ocultar su disgusto.
  • ¡Jesús! ¡Dios mío! ¡Qué cosas me está usted diciendo! Son las verdades de la despedida.
  • El rato que pasé, Jesús Santo! ¡Todo se me volvía apartar mis ojos de ella por no cortarme.
  • Lo que digo es que Dios nos saque bien, y nos libre de franceses por siempre jamás amén Jesús.
  • ¡Jesús!, y lo menos tendrán cuarenta mil cañones, para que estos enemigos se maten unos a otros.
  • ¡Qué infamia! Y miren la otra, la mosquita muerta, con su cara de Niño Jesús y su fama de virtud.
  • La casa, todos ustedes lo saben, es una cabaña limpia, es la casa de un verdadero sacerdote de Jesús.
  • Por fin consiguió el niño atrapar el vaso, y en un decir Jesús trasegó el contenido, relamiéndose.
  • Y por vanidad o por fe creía en su regeneración todas las mañanas aquel devoto del Corazón de Jesús.
  • Nada le dijo contra el dogma, pero jamás la dulzura de Jesús procuró explicársela con un beso de madre.
  • Hablaba del Niño Jesús, entraba en las casas con Deo gracias, decía lo del Espíritu Santo sea con todos.
  • ¡Jesús! Mira, esta noche le voy a sentar junto a ti, a ver, si después de la cena se atreve a decírtelo.
  • Ahora el pecado era algo más que el adulterio repugnante, era la burla, la blasfemia, el escarnio de Jesús.
  • La de Animas, la de la Purísima, la del Niño Jesús, la de San Antonio, la de San José, la de los Dolores.
  • Después de María Jesús, que solía llegar la primera, venían a la casa otras chicas y chicos de la misma edad.
  • Sin saber cómo se encontró en el portal de su casa pensando en el Niño Jesús, en su cuna, en el portal de Belén.
  • Verdad es que había cenado fuerte el buen señor y se le había ocurrido celebrar a su modo el Nacimiento de Jesús.
  • ¿No decían que su vocación religiosa era falsa, que ella no servía para esposa de Jesús porque no le amaba bastante?
  • Y todo esto era porque hacía mil ochocientos setenta y tantos años había nacido en el portal de Belén el Niño Jesús.
  • ¡Jesús! ¡Y qué cosas se le ocurren! exclamó ella, llevándose las manos a la cabeza, cual si oyera el mayor de los absurdos.
  • ¡Jesús! ¡Qué palabras! A mí me vino un día siguió diciendo Lulú preguntándome si quería ir con ella a casa de un viejo.
  • No era con Jesús con quien iba a vivir, sino con hermanas más parecidas de fijo a sus tías que a San Agustín y a Santa Teresa.
  • Si alguna vez le sobrecogía la ida de perder a don Álvaro, temblaba horrorizada, como en otro tiempo cuando temía perder a Jesús.
  • Ana vio a la luz de la lámpara un rostro pálido, unos ojos que pinchaban como fuego, fijos, atónitos como los del Jesús del altar.
  • ¡El Niño Jesús! ¡Qué dulce emoción despertaba aquella imagen! ¿Pero por qué había servido el evocarla para dar tormento al cerebro?
  • Allí iba la Regenta, a la derecha de Vinagre, un paso más adelante, a los pies de la Virgen enlutada, detrás de la urna de Jesús muerto.
  • En la alcoba próxima se oían quejas, alternando con voces de ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Jesús mío! ¡Qué demonio será esto! pensó Martín.
  • Recordó sus años de estudiante teólogo en San Marcos, de León, cuando se preparaba, lleno de pura fe, a entrar en la Compañía de Jesús.
  • Demasiado sabía Vinagre que las botas de charol no existían en tiempo de Augusto, ni aunque existieran las había de llevar Jesús al Calvario.
  • Ya sabe usted lo que Jesús le dijo a la samaritana cuando habló con ella en el pozo, en una situación parecida a la que ahora tenemos usted y yo.
  • Y dignificar las emociones profanas del amor, de la alegría juvenil, haciendo resonar sus cantares en el templo, como ofrenda a los pies de Jesús.
  • Y cerraba la marcha el apostolado, todos los compañeros de Jesús, con trajes de ropería, en los que eran más las manchas de cera que las lentejuelas.
  • ¡Por fuerza esto es cosa del demonio! ¡Jesús mil veces! No, no me acaloro exclamó ella, respirando fuerte y pasándose por la frente la palma extendida.
  • El remordimiento que la infidelidad a Jesús despertaba en ella, era de terror, de tristeza profunda, pero se envolvía en una vaguedad ideal que lo atenuaba.
  • Estaba allí casi siempre hasta la hora de cenar, y esta necesidad material la despachaba en un decir Jesús, dando prisa a la criada, a su mujer, a las niñas.