Palabras

Ejemplos de oraciones con la palabra leguas

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra leguas en el contexto de una oración.

Término leguas: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "leguas" aquí tienes una selección de 36 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra leguas para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • Husmeaba la ganancia a cien leguas.
  • A cien leguas de toda gazmoñería.
  • No hay tal hijo ni a cien mil leguas.
  • Cinco leguas nos separaban del puerto.
  • Don Fermín hubiera deseado a su madre a cien leguas.
  • La de tragarse leguas, o sea dar paseos de muchos kilómetros.
  • A leguas se veía, según los tres, que Ana estaba interesada.
  • Estas piernas que han hecho marchas de seis leguas en una noche.
  • Yo echaba la culpa a las dos leguas de rocín exprimido que me dieron.
  • No hay en toda ella, ni en cuatro leguas a la redonda, una sola casa señorial.
  • Aún distábamos cuatro leguas del término de nuestro viaje cuando los vimos retroceder.
  • Juanito contestaba con vehemencia, pero su pensamiento se hallaba a cien leguas de lo que decía.
  • La traían en carros desde una distancia de cuatro leguas, y cada cántaro valía diez céntimos.
  • En cuatro leguas a la redonda no se movía una paja sin intervención y aquiescencia de Primitivo.
  • Sin saber cómo, de repente, el casamiento y mi marido se me pusieron a cien mil leguas de distancia.
  • Se resignó el viajero a continuar ignorando las leguas de que se compone un bocadito, y taloneó al rocín.
  • Y su casa, que se había alejado cien millas de leguas, se puso allí, a cuatro pasos, fúnebre y antipática.
  • Al ver a su marido, sintió como si lo que está a cien mil leguas de nosotros se nos pusiera al lado de repente.
  • Tenía grandes amistades personales en las aldeas, y repartía abrazos por el distrito en muchas leguas a la redonda.
  • Pues imagínese usted a Calvo y Vico fundidos en uno, y no llegará en cien leguas al encanto que produce oír leer a este hombre.
  • Su casamiento, su marido, las Micaelas, todo esto se había alejado y puéstose a millones de leguas, en punto donde ni aun el pensamiento lo podía seguir.
  • No habíamos andado tres leguas cuando alcanzamos a ver dos caballeros montados en soberbios alazanes, que viniendo tras nosotros se nos juntaron en poco tiempo.
  • O no hay en tres leguas a la redonda una pollina mansa, o aunque la tenga el mismo Dios del cielo y no la quiera prestar, aquí vendrá para ti, a fe de Pedro Moscoso.
  • Pero no sólo del terror nació mi piedad, que ahora creo que va de veras, sino también de amor de Dios, y de un deseo vehemente de seguir a millones de millones de leguas a mi modelo inmortal.
  • Todo andaba por allí revuelto con otros chirimbolos análogos, que trascendían a casacón desde mil leguas, y entre los cuales distinguíanse, como prendas más simbólicas y elocuentes, los trebejos masónicos.
  • Desde tiempo atrás les ayudaba en sus expediciones cinegéticas Primitivo, la mejor escopeta furtiva del país, la puntería más certera, y el padre de la moza más guapa que se encontraba en diez leguas a la redonda.
  • Amaba, era amado, tenía fe en el porvenir, sentíase a cien leguas de las miserias de su familia, y para mayor felicidad, el tío don Juan, enterado de su noviazgo, lo toleraba, reservándose dar su aprobación definitiva cuando conociese a Tónica.
  • A media noche, cuando los hornos estaban apagados y dormía Pedro, y dormía el amo, y nadie pensaba en comer, allá a dos leguas de Vetusta, en el río Celonio velaba un pobre aldeano tripulando miserable barca medio podrida y que hacía mucha agua.
  • Jamás su espalda de curvas vertiginosas, su pecho alto y fornido, y exuberante y tentador, habían atraído así, ni con cien leguas, la atención y la admiración de un pueblo entero, por más que los luciera en bailes, teatros, paseos y también procesiones.
  • Al fin, le reduje a que me diera noticia de parte de mi hacienda, aunque no de toda, y así, me la dio de unos trescientos ducados que mi buen padre había ganado por sus puños, y dejádolos en confianza de una buena mujer a cuya sombra se hurtaba diez leguas a la redonda.
  • Mayormente dijo que no soy tan pobre que no tengo en mi tierra un solar de casas, que a estar ellas en pie y bien labradas, diez y seis leguas de donde nací, en aquella Costanilla de Valladolid, valdrían más de doscientas veces mil maravedís, según se podrían hacer grandes y buenas.
  • El señor de Páez no temía ningún desembarco de piratas, pues el mar estaba a unas cuantas leguas de su palacio, pero creía que la elegancia sólida consistía en fabricar muros muy espesos, en desperdiciar los mármoles, y, en fin, en trabajos ciclopios, según su incorrecta expresión.
  • Cuando se convenció de que don Fermín, por mucho que disimulase, estaba enamorado como un loco de la Regenta, furioso de celos, y de que no había sido su amante ni con cien leguas, y de que a ella, a Petra, sólo la había querido por instrumento, la ira, la envidia, la soberbia, la lujuria se sublevaron dentro de ella saltando como sierpes.
  • Tembló el aire y el delantero cerró los ojos, mientras Celedonio hacía alarde de su imperturbable serenidad oyendo, como si estuviera a dos leguas, las campanadas graves, poderosas, que el viento arrebataba de la torre para llevar sus vibraciones por encima de Vetusta a la sierra vecina y a los extensos campos, que brillaban a lo lejos, verdes todos, con cien matices.
  • Ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos como si fueran juguetes, imaginarse a los hombres como infusorios, ver pasar un águila o un milano, según los parajes, debajo de sus ojos, enseñándole el dorso dorado por el sol, mirar las nubes desde arriba, eran intensos placeres de su espíritu altanero, que De Pas se procuraba siempre que podía.
  • Un día que tío y sobrino se deportaban, según costumbre, a cuatro o seis leguas de distancia de los Pazos, habiéndose llevado consigo al criado y al mozo de cuadra, a las cuatro de la tarde y estando abiertas todas las puertas del caserón solariego, se presentó en él una gavilla de veinte hombres enmascarados o tiznados de carbón, que maniató y amordazó a la criada, hizo echarse boca abajo a fray Venancio, y apoderándose de doña Micaela, le intimó que enseñase el escondrijo de las onzas.