Palabras

Ejemplos de oraciones con la palabra majestuoso

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra majestuoso en el contexto de una oración.

Término majestuoso: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "majestuoso" aquí tienes una selección de 20 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra majestuoso para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • El lujo fue majestuoso, triste, fúnebre.
  • Pero allí estábamos sobre el mar, emblema majestuoso de la humana vida.
  • Lo único que en el castillo recordaba los Pazos actuales era el majestuoso escudo de armas.
  • A la puerta suele pasearse Azpillaga, grueso, majestuoso, con su aire clerical, unas mangas azules y su boina.
  • El otro, grueso y majestuoso, con ojillos que apenas si se veían bajo los dos puñados de pelo blanco de sus cejas, era Mislata.
  • Tenía su mismo aire majestuoso, y comenzaba a iniciarse en ella un principió de gordura, lo que la hacía parecer de más edad.
  • Al acercar la mano a su nariz, hízolo con ademán tan majestuoso, que es lástima no lo reprodujera un buen maestro de escultura.
  • Aquel solemne y majestuoso idiota creía que, para ser marido y padre a la inglesa, tenía que mostrarse frío con su mujer y su hija.
  • ¡mil locuras! lo cierto era que le estaba dando vergüenza en aquel momento llevar traje largo y aquella sotana que él otras veces ostentaba con majestuoso talante.
  • Allí no se debía alborotar porque al extremo de oriente, detrás de un majestuoso portier de terciopelo carmesí, estaba la sala del tresillo, que se llamaba el gabinete rojo.
  • Y llegaron Ana y el obispo madre al trascoro al mismo tiempo que De Pas subía con majestuoso paso al púlpito, donde Ripamilán cantara al comenzar el día el Evangelio de San Lucas.
  • ¿Sabía aquel gigante de piedra, el Corfín grave, majestuoso, tranquilo, lo que eran agencias ni si la había de preces, ni por qué costaba dinero el sacar licencias de cualquier cosa?
  • Habíalo imaginado majestuoso, imponente, y veía un hombre raquítico, amarillento, cargado de espaldas, con la cabeza cana y un bigote recortado, que parecía despegarse de su rostro clerical.
  • Volviose, saludó a su esposa con una sonrisa, y con majestuoso paso, no obstante calzar bordadas zapatillas, se restituyó a su habitación que estaba al otro extremo del caserón de los Ozores.
  • Iba con las mejillas encendidas, los ojos humildes, la cabeza un poco torcida, según costumbre, recto el airoso cuerpo, majestuoso y rítmico el paso, flotante el ampuloso manteo, sin la sombra de una mancha.
  • Siete años duró el matrimonio, y su único fruto fue Juanito, a quien pusieron tal nombre por apadrinarle el hermano de Manolita, o más bien, doña Manuela, pues el estado de maternidad, ensanchando sus macizas carnes de matrona, habíanla dado un aspecto respetable y majestuoso.
  • Corrió de todos los lados de la plaza la gente huertana para aglomerarse en torno á la verja, estrujando sus cuerpos sudorosos, que olían á paja y lana burda, y el alguacil se colocó, rígido y majestuoso, junto al mástil rematado por un gancho de bronce, símbolo de la acuática justicia.
  • Cansado de mirar o no pudiendo ver lo que buscaba allá, hacia la Plaza Nueva, adonde constantemente volvía el catalejo, separose de la ventana, redujo a su mínimo tamaño el instrumento óptico, guardolo cuidadosamente en el bolsillo y saludando con la mano y la cabeza a los campaneros, descendió con el paso majestuoso de antes, por el caracol de piedra.
  • Mientras los novios, sentados en los pendientes ribazos, con los cañares a la espalda, hablaban del porvenir, acariciándose castamente, y en pleno idilio daban fin al puñado de altramuces, Micaela permanecía inmóvil, con la mirada mate fija en el sol, que, como una bola candente, resbalaba por la inmensa seda del cielo sin quemarla, y al acercarse en su descenso majestuoso al límite del horizonte, se sumergía en un lago de sangre.
  • Sin abandonar su asiento, los jueces juntaban sus cabezas como cabras juguetonas, cuchicheaban sordamente algunos segundos, y el más viejo, con voz reposada y solemne, pronunciaba la sentencia, marcando las multas en libras y sueldos, como si la moneda no hubiese sufrido ninguna transformación y aún fuese á pasar por el centro de la plaza el majestuoso Justicia, gobernador popular de la Valencia antigua, con su gramalla roja y su escolta de ballesteros de la Pluma.