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Ejemplos de oraciones con la palabra melancólico

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra melancólico en el contexto de una oración.

Término melancólico: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "melancólico" aquí tienes una selección de 30 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra melancólico para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • El campo estaba melancólico.
  • Era un día de otoño muy melancólico.
  • Dijo Barbarita II al melancólico caballero.
  • La señorita hablaba con sosiego melancólico.
  • Era un ingenuo, soy un desengañado y un melancólico.
  • Más melancólico de lo que había llegado, salí de Madrid.
  • Con un ju ju melancólico expresaba Fortunata su incredulidad.
  • Aquellas tardes de su vida de pastor melancólico y meditabundo.
  • Por el camino hablaba el viejo de su situación con tono melancólico.
  • Era aquel canto un gorjeo melancólico, aun modulado por su voz infantil.
  • Y el violoncello comienza su canto grave, sonoro, melancólico, misterioso.
  • Algunas tardes oíase un melancólico son de esquilas, y toda la escuela se agitaba de contento.
  • Yo encuentro a mi pueblo algo de Cádiz, de un Cádiz pequeño, melancólico y negro, menos suave y más rudo.
  • Ramón Limioso, serio y aún melancólico, se limitó a entregar a Barbacana el latiguillo, sin despegar los labios.
  • De las sentimentales ballenas, cuya desgracia es pensar que la humanidad estima más su aceite que su melancólico corazón.
  • Julián recordó un detalle melancólico, la cruz a la cual iban a llegar en breve, que señalaba el teatro de un crimen, y preguntó.
  • En una puerta susurraba la guitarra con melancólico rasgueo, contestándole desde otra el acordeón con su chillido estridente y gangoso.
  • Había en la partida un muchacho de Tolosa, muy melancólico, cuyas únicas ocupaciones eran mirarse a un espejito de mano y tocar el acordeón.
  • Ana sentía el día en el melancólico regalo que su mismo lecho, tantas veces aborrecido, le prestaba en aquellas horas de la mañana de primavera.
  • Su barba, afeitada con esmero, era algo puntiaguda, aumentando así el conjunto melancólico de su rostro oval, que indicaba más bien delicadeza que energía.
  • El melancólico campanilleo sonaba ahora junto á él, y empezaron á pasar por el camino bultos informes que su vista turbia por las lágrimas no acertaba á definir.
  • Frailecillo blanco y melancólico, vestido con franela fina, la cruz roja al pecho y los ojos en alto, como si filase el lamento tierno, interminable, de las almas heridas.
  • Los colores vivos de la fruta mejor sazonada y de mayor tamaño animaban el cuadro, algo melancólico si hubiesen estado solos aquellos tonos apagados de la naturaleza muerta, ya embutida, ya salada.
  • Así pensaba melancólico Bermúdez, que tenía el vino triste, mientras contestaba distraído, pero muy fríamente, a doña Petronila Rianzares que se ocupaba en hacer en voz baja un panegírico del Magistral, su ídolo.
  • Mesía melancólico, pasando a tragos la nostalgia de lo infinito, que también tienen los descreídos a su modo, inclinaba mustia la gallarda y fina cabeza de un rubio pálido, y parecía un poco más viejo que de ordinario.
  • Verdad era que de algún tiempo a aquella parte su pensamiento, sin que ella quisiese, buscaba y encontraba secretas relaciones entre las cosas, y por todas sentía un cariño melancólico que acababa por ser una jaqueca aguda.
  • Y soñando con la inmensa felicidad de volver a casa con una docena de duros, zapatos para las hijas y un refajo para la mujer, pasean tristes y resignados por entre el gentío, lanzando a cada minuto su grito melancólico como una queja.
  • ¡ay!, aquí mis recuerdos toman un tinte melancólico, evocando en mi fantasía imágenes importunas y exóticas como si vinieran de otro mundo, despertando en mi cansado pecho sensaciones que, a decir verdad, ignoro si traen a mi espíritu alegría o tristeza.
  • Mientras la de Páez daba a entender con su aire melancólico y aburrido que su reino no era de este mundo, y que Ronzal había hecho demasiado atreviéndose a invitarla a bailar, el diputado ponía los cinco sentidos en no equivocarse, en no pisar el vestido ni los pies a ninguna señorita y en imitar servilmente las idas y venidas y las genuflexiones de Trifón.
  • Y era de ver la atención con que escuchaba la predicación de San Vicente, representado siempre por un muchacho paliducho, pedante y melancólico, y las carcajadas con que celebraba las majaderías del motilón, personaje bufo que pasaba el tiempo tragando pan, sorbiendo rapé, sonándose las narices en un pañuelo como una sábana y agujereado como una criba, y diciendo estupideces subidas de color, todo para mayor edificación de los devotos del santo.