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Ejemplos de oraciones con la palabra miel

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra miel en el contexto de una oración.

Término miel: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "miel" aquí tienes una selección de 41 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra miel para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • ¿Por la miel?
  • Se casó, pasó la luna de miel.
  • Chica, chica, no te hagas de miel.
  • Y me quedé a media miel, amigo mío.
  • Se puede hacer miel y cera en el mundo.
  • ¡Pobretín, esa miel no la has catado nunca!
  • La luna de miel perpetua es un contrasentido, es.
  • Y vuelta a los abracitos y a los vocablos de miel.
  • Sino que les daba pescado ahumado, habichuelas y miel.
  • Pasada la luna de miel, Martín volvió a las andadas.
  • Oyó lo de quedarse a media miel, lo de faltarle el valor.
  • Sé lo que son las abejas estas, las que pican y hacen la miel.
  • Nos daban de comer un poco de pan, pescado salado, leche y miel.
  • Con cuatro palabritas de miel, ya estaba él contento y achantado.
  • Muchos años después de casados, parecía que estaban en la luna de miel.
  • Vino luego la boda y la embriaguez de los primeros meses, de las lunas de miel.
  • Yo soy de miel con los que vienen a morder el cebo y de hiel con los que han mordido.
  • Las ráfagas del aire traen el olor sano de la resina y el aroma de miel de los retamares.
  • A algunas solía desnudarlas de medio cuerpo arriba, les untaba con miel el pecho y la espalda y las emplumaba.
  • A su madre la había querido mucho, le había besado los pies desnudos durante la luna de miel, que había sido exagerada.
  • Cabritos, pollos, anguilas, truchas, pichones, ollas de vino, manteca y miel, perdices, liebres y conejos, chorizos y morcillas.
  • Pensaba que aquellas lágrimas dulces eran la miel mezclada que corría dentro y ahora saltaba por los ojos en raudal inagotable.
  • VII La boda y la luna de miel i Por fin se acordó que Fortunata saldría del convento para casarse en la segunda quincena de Setiembre.
  • Y recordaba entre avergonzada y furiosa que su luna de miel había sido una excitación inútil, una alarma de los sentidos, un sarcasmo en el fondo.
  • La señora siguió adelante, pasando por entre los puestos de la miel, donde aleteaban las avispas, apelotonándose sobre el barniz de las pequeñas tinajas.
  • En Nucha, el espectáculo producía las hondas impresiones de la luna de miel maternal, exaltadas por un temperamento nervioso y una sensibilidad ya enfermiza.
  • Las novedades de exquisito gusto, traídas de París por Pepe Samaniego, atraían mucha gente, y las señoras se enracimaban y caían como las moscas en la miel.
  • Cantar óperas, a su modo, y oír cantar a los que afinaban más que él, era su delicia por aquella temporada, y si todo esto se hacía a la luz de la luna, miel sobre hojuelas.
  • Ahí está el meloe, que penetra subrepticiamente en los panales de las abejas, se introduce en el alvéolo en donde la reina pone su larva, se atraca de miel y luego se come a la larva.
  • Y era muy diferente leer tan buenas y bellas ideas, y oírlas de un hombre de carne y hueso, que tenía en la voz un calor suave y en las letras silbantes música, y miel en palabras y movimientos.
  • Cuando llegaron al cenador donde se empezaba a servir el café, la de Rianzares inclinaba su cabeza de fraile corpulento cerca del hombro del Magistral, diciendo con los ojos en blanco, y llena de miel la boca.
  • Y como si presintiese lo que pensaba su mujer y quisiera apaciguarla de antemano, lanzaba a la obesa señora una mirada de ternura, como un hombre honrado y de costumbres intachables recordando su tranquila luna de miel.
  • Sus amores con Tónica, aquella luna de miel ideal, el afán de acompañarla a todas partes, hablando de su porvenir, le tenían tan distraído, que si no olvidó sus promesas, fue difiriendo su cumplimiento siempre para el día siguiente.
  • La tradición del arte de las abejas, de la fábrica del panal y el laboreo de la miel y la cera, es, pues, colateral y no de trasmisión de carne, sino de espíritu, y débese a las tías, a las abejas que ni fecundan huevecillos ni los ponen.
  • Hasta que ciertas tenacidades de carácter que en la niñez eran un defecto, agradábanle cuando Jacinta fue mujer porque no es bueno que las hembras sean todas miel, y conviene que guarden una reserva de energía para ciertas ocasiones difíciles.
  • La carnalidad se perpetúa por zánganos y por reinas, y ni los zánganos ni las reinas trabajaron nunca, no supieron ni fabricar panales, ni hacer miel, ni cuidar larvas, y no sabiéndolo, no pudieron trasmitir ese saber, con su carne y sus jugos, a sus crías.
  • Si Barbarita presumiera, habría podido recortar muy bien los cincuenta y dos años plantándose en los treinta y ocho, sin que nadie le sacara la cuenta, porque la fisonomía y la expresión eran de juventud y gracia, iluminadas por una sonrisa que era la pura miel.
  • Otras veces, como si por sus venas corriese arroyo de leche y miel, se le figuraba que el sentido del gusto, de un gusto exquisito, intenso, se le había trasladado al pecho, más abajo, mejor, no sabía dónde, no era en el estómago, era claro pero tampoco en el corazón, era en el medio.
  • Las naranjas doradas formando pirámides sobre un trozo de arpillera, y los melones mustios por una larga conservación, estrangulados por el cordel que los sostenía días antes de los costillares de la barraca, con la corteza blanducha, pero guardando en su interior la frescura de la nieve y la empalagosa dulzura de la miel.
  • También los catequistas alegres, graciosos, vivarachos, van y vienen, reprenden a las educandas con palabras de miel y sonrisas paternales, y se meten entre banco y banco mezclando lo negro de sus manteos redundantes con las faldas cortas de colores vivos, y el blanco de nieve de las medias que ciñen pantorrillas de mujer a las que el traje largo no dio todavía patente de tales.
  • Pepa y Rosa vestidas de colorines, pero con trajes de buen corte ceñido, airosas, limpias como armiños, sinuosas al andar de faldas sonoras, risueñas, rubia la una, morena como mulata la que tenía nombre de flor, servían con gracia, rapidez, buen humor y acierto, enseñando a los hombres dientes de perlas, inclinándose con las fuentes con coquetona humildad, de modo que, según Ripamilán, aquella buena comida presentada así era miel sobre hojuelas.