Palabras

Ejemplos de oraciones con la palabra nombres

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra nombres en el contexto de una oración.

Término nombres: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "nombres" aquí tienes una selección de 46 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra nombres para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • ¿Qué nombres?
  • ¿qué nombres?
  • Déjame a mí de nombres.
  • Nombres propios casi ninguno.
  • Todas responden a nombres falsos.
  • Padezco de olvidos de nombres y cosas.
  • Dijo que todos los nombres de su padre.
  • Cual y así soltaba una docena de nombres.
  • Leían los nombres de todos los votantes sin omitir uno.
  • Entre nosotros nos diferenciamos con diferentes nombres.
  • Tengo muy mala memoria para nombres y puede que os confunda.
  • Ambos evitaban que en sus conversaciones surgieran ciertos nombres.
  • Andrés había dado nombres novelescos a lo que se veía desde allí.
  • Era enemigo de dar nombres a las cosas, sobre todo a las difíciles de bautizar.
  • Otra cosa que le encantaba a don Blas era citar los pueblos con sus nombres antiguos.
  • En barcos como aquél no había que fiarse de los nombres ni pedir los papeles a nadie.
  • Fijarse bien en sus nombres y en la edad que tenían cuando acaeció la muerte del padre.
  • Recuerdo haber visto entrar en casa unas mujeres, cuyos nombres y condición no puedo decir.
  • El viejo nos preguntó nuestros nombres, y cuando yo le dije el mío se quedó mirándome fijamente.
  • Marcial, como digo, convertía los nombres en verbos, y éstos en nombres, sin consultar con la Academia.
  • ¿Quién podría comprender lo que significaban patigurbiar, chingurria y otros feroces nombres del mismo jaez?
  • Es cuestión de nombres y de que diéramos en llamar dormir a lo que llamamos despertar, y acostarse al levantarse.
  • Los dulces nombres de pimpollo, remono, angelito, y otros que me prodigó con toda largueza, no me hicieron sonreír.
  • Aquellos nombres, afeminados aunque fuesen masculinos, estaban grabados como si fuesen de fuego en la memoria de Visita.
  • Cuando las generaciones nuevas tratan de destruir los nombres antiguos, consagrados, se estremecen de horror los viejos.
  • A los almirantes extranjeros los llamaba con estrafalarios nombres, ya creados por él, ya traducidos a su manera, fijándose en semejanzas de sonido.
  • Estaba a la sombra de robustos castaños, que tenían la corteza acribillada de cicatrices en forma de iniciales y algunas expresando nombres enteros.
  • Los otros, o que porque no les hablaba o que porque les parecía demasiado punto el mío, siempre andaban poniéndome nombres tocantes al oficio de mi padre.
  • Iii El bautizo se celebró con modestia suma en San Ginés, una mañana de Abril, y le pusieron al chico los nombres de Juan Evaristo Segismundo y algunos más.
  • , y pronunció los nombres de seis o siete soberanos con variantes en las vocales, en sentir del lugareño, que siguiendo corrupciones vulgares, decía ue en vez de oi y otros adefesios.
  • Hasta la memoria le faltaba fuera del café, y como a veces se olvidara súbitamente en la calle de nombres o de hechos importantes, no se impacientaba por recordar, y decía muy tranquilo.
  • Curábale su esposa con amor, aunque no sin gritos, pues el maldecir a la marina y a los navegantes era en su boca tan habitual como los dulces nombres de Jesús y María en boca de un devoto.
  • Sospechábase en el pueblo que no era cristiana vieja, aun viéndola con canas y rota, aunque ella, por los nombres y sobrenombres de sus pasados, quiso esforzar que era descendiente de la gloria.
  • Con cien nombres de la disciplina, muchos de los cuales significaban en la primitiva Iglesia poéticos, puros objetos del culto y del sacerdocio, se disfrazaba allí la eterna cuestión del dinero.
  • He vendido hasta mi sepultura, por no tener sobre qué caer muerto, que la hacienda de mi padre Toribio Rodríguez Vallejo Gómez de Ampuero (que todos estos nombres tenía) se perdió en una fianza.
  • Entró uno, el primero, preguntando por el señor don Ramiro de Guzmán, que así dije que era mi nombre (porque los amigos me habían dicho que no era de costa mudarse los nombres, y que era útil).
  • Pero sí la reconoció, y aun la nombró, porque Guillermina era como los grandes capitanes, que tienen memoria felicísima de nombres y fisonomías, y soldado con quien hablan una vez, no se les despinta.
  • Para llegar al número prefijado, no había recurrido la guisandera a los artificios con que la cocina francesa disfraza los manjares bautizándolos con nombres nuevos o adornándolos con arambeles y engañifas.
  • No le gustaba usar los nombres vulgares y poco exactos de las enfermedades, y empleaba los técnicos si le apuraban, no por ridícula pedantería, sino por salir con su gusto de no enterar a los profanos de lo que no importa que sepan, y en rigor no pueden saber.
  • Por eso hubo, naturalmente, aquel gran pronunciamiento, y todo lo variaron, hasta los nombres de los meses, señores, y hasta abolieron la vara de medir y pusieron el metro, y la religión también fue abolida, celebrándose las misas, naturalmente, a la diosa Razón.
  • Luego leyeron ciertos papeles en que había apuntados los nombres de muchos barcos ingleses con la cifra de sus cañones y tripulantes, y durante su calurosa conferencia, en que alternaba la lectura con los más enérgicos comentarios, noté que ideaban el plan de un combate naval.
  • No estaba en Vetusta, no podía estar en aquel pobre rincón la realidad del sueño, el héroe del poema, que primero se había llamado Germán, después San Agustín, obispo de Hiponax, después Chateaubriand y después con cien nombres, todo grandeza, esplendor, dulzura delicada, rara y escogida.
  • Los únicos documentos que encontró fueron dos cuadernos mugrientos y apestando a tabaco, donde su antecesor, el abad de Ulloa, apuntaba los nombres de los pagadores y arrendatarios de la casa, y al margen, con un signo inteligible para él solo, o con palabras más enigmáticas aún, el balance de sus pagos.
  • Debieran estos nombres escribirse con letras de oro en los antipáticos salones de la Vicaría, para eterna ejemplaridad de las generaciones futuras, y debiera ordenarse que los sacerdotes, al leer la epístola de San Pablo, incluyeran algún parrafito, en latín o castellano, referente a estos excelsos casados.
  • No tardaron en encontrar lo que yo pedía, y, efectivamente, me enviaron una relación de cómo se había apresado la ballenera de este brick barca sospechoso de piratería, a la altura de las Canarias, y una lista de la tripulación, en la cual se encontraban los nombres de Juan de Aguirre y Tristán de Ugarte.
  • En un mismo día, al salir de paseo o de compras, cambiaba saludos más o menos afectuosos con la de Ruiz Ochoa, con la generala Minio, con Adela Trujillo, con un Villuendas rico, con un Villuendas pobre, con el pescadero pariente de Samaniego, con la duquesa de Gravelinas, con un Moreno Vallejo magistrado, con un Moreno Rubio médico, con un Moreno Jáuregui sombrerero, con un Aparisi canónigo, con varios horteras, con tan diversa gente, en fin, que otra persona de menos tino habría trocado los nombres y tratamientos.