Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "nuestras" aquí tienes una selección de 79 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.
En cada una de las frases aparece resaltada la palabra nuestras para que la puedas detectar fácilmente.
Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.
- Suprimiremos nuestras necesidades.
- Así son muchas de nuestras cosas.
- El bien y el mal son creaciones nuestras.
- Sí, señora, saldremos de nuestras casillas.
- Si el Obispo es un maniquí en nuestras manos.
- Con nuestras fuerzas vamos siendo dueños del mundo.
- Pasémosle a una de las nuestras y miremos debajo de ella.
- Gastamos año tras año nuestras fuerzas sobre los libros.
- Es un vampiro espiritual, que chupa la sangre de nuestras hijas.
- Octubre, en nuestras costas, es el verdadero principio del otoño.
- ¡Qué indecible satisfacción! Pronto concluirían nuestras penas.
- , y nuestras acciones no pueden ser basadas en el criterio angelical.
- No tuvimos tiempo de hacer uso de nuestras armas, y quedamos prisioneros.
- Los que estamos a cierta altura debernos mirarnos mucho en nuestras cosas.
- Al volver de nuestras expediciones, a Shacu se le había pasado la rabieta.
- Nuestras flotas se lanzaban a tomar viento en océanos de tres varas de ancho.
- Los cuervos pasaron por encima de nuestras cabezas lanzando gritos estridentes.
- Nuestras cartas eran como el Mesías, que nunca venían y las aguardábamos siempre.
- ¡Socorro! ¡Socorro! gritamos Smiles y yo desesperadamente, uniendo nuestras voces.
- En la vida bulliciosa de nuestras ciudades se puede aspirar también a la perfección.
- Nuestras imaginaciones caprichosas es lo que nosotros reputamos por axiomas infalibles.
- En nuestras relaciones tienes un ejemplo de que cuando se quiere el secreto se consigue.
- Tú, trabájalo bien, que nos ha venido Dios a ver con este hijo de nuestras entrañas.
- No sabes bien con cuánta pena te lo digo, pero no pueden continuar nuestras relaciones.
- Luego cogimos del colgador las ropas de otros reclusos y las metimos en nuestras hamacas.
- Ha sido una suerte para él haber caído en nuestras manos librándose de las de Izquierdo.
- Porque somos esclavos de las acciones ajenas, y las nuestras no son la norma de nuestra vida.
- Nuestras ideas deben inspirarse en las ideas generales, que son el ambiente moral en que vivimos.
- Allen corrió por la toldilla y vino al poco rato, deslizándose con nuestras sandalias de madera.
- Pero que no se entere ninguna de ésas, no digan que son tonterías nuestras, porque las tontas somos nosotras.
- Tú tienes, como yo, sangre de comerciante, y el que nos saque de este mostrador y nuestras costumbres, nos mata.
- Vengo tan sólo a presenciarlo, por pura afición y por el entusiasmo que me inspiran nuestras queridas banderas.
- Allen y yo expusimos deseos de ingresar en la logia, y después de hacer nuestras pruebas, pasamos a ser hermanos.
- La bruma, el humo, el mismo aturdimiento de nuestras cabezas, nos impedía distinguir si eran españoles o enemigos.
- Pero lo mismo que habemos de dar cuenta a Dios nuestro Señor de nuestras auciones, me pasó lo que les voy a contar.
- Los políticos y los periodistas y ésta es la raíz de nuestras desventuras ven bárbaramente las cosas en abstracto.
- Después, era la costumbre que volviese el master con algunos guardianes y mirase si todos estábamos en nuestras hamacas.
- Que la eficacia de nuestras conferencias sería mayor, si algunas veces habláramos de nuestras cosas fuera de la Iglesia.
- Estábamos haciendo nuestras señales, cuando en un bote se acercaron a El Dragón dos individuos de la policía de aquella isla.
- Hechas mi amo y los demás que íbamos nuestras diligencias, en dos fiestas que allí estuvimos no se habían echado treinta bulas.
- Mirando nuestras banderas rojas y amarillas, los colores combinados que mejor representan al fuego, sentí que mi pecho se ensanchaba.
- Una cosa es enamorarse de la muerte, y otra cumplir nuestras obligaciones mientras no llega el momento dijo doña Lupe con naturalidad.
- En nuestras circunstancias, el haberte hecho una promesa, el haberte sólo pedido una dilación para nuestro enlace, habría sido peor.
- , nada más que precursores, y cuanto des a luz, tú y yo habremos cumplido nuestra misión, y nos liberaremos matando nuestras bestias.
- Bueno estaría que ahora que vamos a perder a Cuba, resto de nuestras grandezas, nos diéramos esos aires de señores y midiéramos el paso.
- Porque no se oyese el ruido que hacían, todos a la par dábamos grandísimos gritos como que cantábamos y así expiraron en nuestras manos.
- Llevamos el Ángel de la Guarda en la lona de nuestras velas, me decía don Ciriaco, un viejo capitán de fragata muy inteligente y muy romántico.
- Pero hoy por hoy, en el actual momento histórico el de Pernueces se crecía hablando de esto la moralidad de nuestras familias es el mejor escudo.
- Había que emplear una ficción moral como tributo a la moral misma y en prueba de la importancia que debemos dar a la forma en todas nuestras acciones.
- Él había opinado contra la salida, porque conocía la inferioridad de nuestras fuerzas, y además confiaba poco en la inteligencia del jefe Villeneuve.
- Las paredes estaban estucadas, como las de nuestras alcobas, porque este es un género de decoración barato en Madrid y sumamente favorable a la limpieza.
- El viento parecía haberse detenido, y el humo se quedaba sobre nuestras cabezas, envolviéndonos en su espesa blancura, que las miradas no podían penetrar.
- Pero, por el contrario, desencadenáronse con furia los elementos, como si el Cielo creyera que aún no era bastante grande el número de nuestras desdichas.
- Hoy es el día de las danzas en que el Cordero sin mancilla tanto se humilla, que visita nuestras panzas, y entre estas bienaventuranzas entra en el humano buche.
- Ni nuestros amores, ni nuestras aventuras, ni nuestros pensamientos tienen bastante interés para ser comunicados a los demás, a no ser que se exageren y se transformen.
- El carbón, ese dios modesto, pero útil, ha reemplazado las alas del poético Ángel de la Guarda que llevábamos en nuestras velas, y ha cambiado las condiciones del mar.
- A todo esto, las otras tres fragatas enemigas se habían acercado a las nuestras, de tal manera que cada una de las inglesas tenía otra española por el costado de sotavento.
- Yo pensaba que con la relación de nuestras fatigas y con la muerte de Allen, la familia de mi novia se habría curado del deseo de encontrar tesoros, pero fue todo lo contrario.
- Y cuando le tiro algún avance y le hablo, así como quien no quiere la cosa, del fin que deben tener nuestras relaciones, hace como que no oye y como si estuviera atendiendo a otra.
- Después de realizar el tesoro de viejas onzas mejicanas y piedras preciosas, que tendríamos en una isla desierta, volveríamos a Lúzaro a contar, como Yurrumendi, nuestras hazañas.
- El Trinidad le destrozaba con mucha fortuna, cuando el Temerary, ejecutando una habilísima maniobra, se interpuso entre los dos combatientes, salvando a su compañero de nuestras balas.
- Entrará uno a visitarnos en nuestras casas, y hallará nuestros aposentos llenos de huesos de carnero y aves, mondaduras de frutas, la puerta embarazada con plumas y pellejos de gazapos.
- Así era la verdad, porque el pueblo, en nuestras sociedades, conserva las ideas y los sentimientos elementales en su tosca plenitud, como la cantera contiene el mármol, materia de la forma.
- Le había interrogado a él sobre lo que yo le conté, y, al cerciorarse de que era verdad, se sintió humillado, porque sus aventuras eran completamente vulgares en comparación de las nuestras.
- Y por esta diferencia, uno y otro bando nos considerábamos rivales, y a veces medíamos nuestras fuerzas en la Puerta de Tierra con grandes y ruidosas pedreas, que manchaban el suelo de heroica sangre.
- ¡Nuestras fiestas! ¡Qué cosa más hermosa, querida hija mía! Llegará, por ejemplo, la Noche buena y usted empleará su imaginación poderosa en representarse las escenas de pura poesía del Nacimiento de Jesús.
- Yo participé de la general tristeza, y en mis adentros consideraba cuán fácilmente se burla el destino de nuestras previsiones mejor fundadas, y con cuánta rapidez se pasa de la mayor suerte a la última desgracia.
- Doña Lupe reflexionó mucho todo aquel día, y como tenía un gran sentido de la realidad, empezó a reconocer el poder que ejercen sobre nuestras acciones los hechos consumados, y el escaso valor de las ideas contra ellos.
- Dijimos al fin que nos dolían las tripas y que estábamos muy malos de achaque de no haber hecho de nuestras personas en tres días, fiados en que a trueque de no gastar dos cuartos en una melecina, no buscaría el remedio.
- Otros mensajeros saqueaban nuestras iglesias y nuestros palacios, llevándose los brocados históricos de casullas y frontales, el tisú y los terciopelos con bordados y aplicaciones, y otras muestras riquísimas de la industria española.
- Esto quiere decir, señor Sarrió, que debemos esforzarnos para que nuestras palabras acedas, nuestras intenciones aviesas se tornen propósitos de concordia y de paz que unan a todos los hombres en cánticos de alabanza al Señor, que los ha creado.
- Afanosos para imitar las grandes cosas de los hombres, los chicos hacíamos también nuestras escuadras, con, rudamente talladas, a que poníamos velas de papel o trapo, marinándolas con mucha decisión y seriedad en cualquier charco de Puntales o la Caleta.
- Para hacer nuestras excursiones solíamos reunimos a la mañanita en el muelle, pasábamos por delante del convento de Santa Clara, y por una calle empinada, con cuatro o cinco tramos de escaleras, salíamos a un callejón formado por las tapias de unas huertas.
- Para que todo fuera completo, cuando venía algún cuarto a nuestras manos por cualquiera de las vías industriales que nos eran propias, comprábamos pólvora en casa de la tía Coscoja de la calle del Torno de Santa María, y con este ingrediente hacíamos una completa fiesta naval.
- En nuestras lanchas iban españoles e ingleses, aunque era mayor el número de los primeros, y era curioso observar cómo fraternizaban, amparándose unos a otros en el común peligro, sin recordar que el día anterior se mataban en horrenda lucha, más parecidos a fieras que a hombres.
- Esta alianza con Francia, y el maldito tratado de San Ildefonso, que por la astucia de Bonaparte y la debilidad de Godoy se ha convertido en tratado de subsidios, serán nuestra ruina, serán la ruina de nuestra escuadra, si Dios no lo remedia, y, por tanto, la ruina de nuestras colonias y del comercio español en América.
- Mauricia, amiga de mi alma, ven y las dos juntas nos contaremos nuestras penas, hablaremos de cuando nos querían nuestros hombres, y de lo que nos decían cuando nos arrullaban, y luego beberemos aguardiente las dos, porque yo también quiero el aguardientito, como tú, que estás en la gloria, y lo beberé contigo para que se me duerman mis penas, sí, para que se me emborrachen mis penas.
- El barroquismo sin gracia de nuestras parroquias, los canceles llenos de mugre, las capillas cubiertas de horribles escayolas empolvadas y todo lo demás que constituye la vulgaridad indecorosa de los templos madrileños, no tiene que echar nada en cara a las cursilerías de esta novísima monumentalidad, también armada en yesos deleznables y con derroche de oro y pinturas al temple, pero que al menos despide olor de aseo, y tiene el decoro de los sitios en que anda mucho la santidad de la escoba, del agua y el jabón.
- Reparaba las siluetas de árboles, gallinas, patos, cerdos, y se fijaba en las líneas que pedían el lápiz, veía más matices en los colores, descubría grupos artísticos, combinaciones de composición sabia y armónica, y, en suma, se le revelaba la naturaleza como poeta y pintor en todo lo que veía y oía, en la respuesta aguda de una aldeana o de un zafio gañán, en los episodios de la vida del corral, en los grupos de las nubes, en la melancolía de una mula cansada y cubierta de polvo, en la sombra de un árbol, en los reflejos de un charco, y sobre todo en el ritmo recóndito de los fenómenos, divisibles a lo infinito, sucediéndose, coincidiendo, formando la trama dramática del tiempo con una armonía superior a nuestras facultades perceptivas, que más se adivina que de ella se da testimonio.