Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "servían" aquí tienes una selección de 36 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.
En cada una de las frases aparece resaltada la palabra servían para que la puedas detectar fácilmente.
Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.
- Casi todos servían para acostarse.
- Obedecían y servían como sombras.
- Estos bancos de hielo nos servían para hacer la aguada.
- En efecto, los paraguas no servían de nada en el bosque.
- Ni aun ésas le servían, pues Nucha no se confesaba con él.
- Como las cuerdas estaban empapadas en brea, servían muy bien.
- Tenía miedo de estos enternecimientos que no servían para nada.
- La servían negros y negras y un blanco, su padre, el esclavo más fiel.
- Buscó en su faja la tira de fósforos de cartón que le servían para encender sus cigarros.
- Aplausos y carcajadas, y a los pocos minutos servían de blanco todos los bebés de la orquesta.
- Estas calumnias le servían de desahogo y si le preguntaban el motivo de su inquina, contestaba.
- Servían de atriles para la Epístola y el Evangelio, sendas águilas doradas con las alas abiertas.
- El chin, chin de los platillos, el rum rum del bombo servían de marco a las palabras grandilocuentes de Quintanar.
- En una calle transversal, las paredes de las antiguas casas hidalgas derrumbadas servían de cerca para los jardines.
- Los buenos consejos eran consejos de libros, los mismos que le servían a don Primitivo para formar sus escasos sermones.
- Se contentaba con vigilar el servicio de la cartuchería, y con su voz y con su gesto alentaba a los que servían las piezas.
- Guardaba los trozos de tocino que daban en el rancho, les ponía una mecha con un poco de estopa y me servían para alumbrarme.
- Los cañones se servían con presteza, aunque no sin cierto entorpecimiento, hijo de la poca práctica de algunos cabos de cañón.
- En la redacción de la revista le habían prestado varios diccionarios científicos modernos e Iturrioz le dejó dos o tres de idiomas, que le servían mucho.
- Mesía estaba quieto, mirando hacia la calleja, inclinado el rostro, atento sólo a buscar las piedras y resquicios que le servían de estribos en aquel descendimiento.
- Todos, las baronesas inclusive, se reían de los plebeyos que allá fuera seguían bailando y tenían que contentarse con los helados que se servían sobre las mesas de billar.
- Y comienzo a cenar y morder en mis tripas y pan, y disimuladamente miraba al desventurado señor mío, que no partía sus ojos de mis faldas, que aquella sazón servían de plato.
- En platos cóncavos de loza servían las criadas da la taberna las negras y aceitosas morcillas, el queso fresco, las aceitunas partidas, con su caldo en el que flotaban olorosas hierbas.
- Sus vecinos conocían sus caprichos de la mesa y la servían solícitos, con alardes de larga experiencia en aquellas combinaciones de aderezos avinagrados en que ayudaban al ama de la casa.
- La vista se mareaba y se perdía contemplando la inmensa madeja que formaban en la arboladura los obenques, estáis, brazas, burdas, amantillos y drizas que servían para sostener y mover el velamen.
- La mala alimentación, la humedad, el frío, todas las molestias naturales en una cárcel de aquel género, le tenían fuera de sí, y sus protestas no le servían más que para estar encadenado y en el calabozo.
- LIBRO QUINTO JUAN MACHIN, EL MINERO I MALA NOTICIA Todas las preocupaciones que me servían para olvidarme un poco de mis inquietudes amorosas fueron pronto desechadas al recibir una carta de Genoveva, la hija de Urbistondo.
- Una fila de pucheros desportillados pintados de azul servían de macetas sobre el banco de rojos ladrillos, y por la puerta entreabierta ah, fanfarrón veíase la cantarera nueva, con sus chapas de blancos azulejos y sus cántaros verdes de charolada panza.
- El mísero rebaño pasó ante doña Manuela con triste chancleteo, y la señora no pudo reprimir un movimiento de repulsión ante aquellas cabelleras greñudas y encrespadas que servían de marco a rostros escuálidos y sucios, en los que la piel tomaba aspecto de corteza.
- No era él un don Custodio, ignorante de lo que es el mundo, lleno de ensueños, ambicioso de cierto oropel eclesiástico, que tal vez se gana en el confesonario, para que le halagasen todavía revelaciones imprudentes, que sólo servían para inundarle el alma de hastío.
- De pronto, vio plantadas ante él, mascullando palabras ininteligibles y extendiendo vergonzosamente las manos, dos niñas entecas, dos cabezas con el pelo revuelto y erizado como espantables Medusas, mostrando las piernas enflaquecidas y desnudas por debajo de los guiñapos que las servían de faldas.
- , etc., cuando vio con espanto sobre el mueble los restos de su herbario, de sus tiestos, de su colección de mariposas, de una docena de aparatos delicados que le servían en sus variadas industrias de fabricante de jaulas y grilleras, artista en marquetería, coleccionador, entomólogo y botánico, y otras no menos respetables.
- Las beatas que servían de cuestores de palacio en el del Gran Constantino, las del cónclave, como las llamaba Ripamilán, esperaban con ansiedad mística y con una curiosidad maligna a la nueva compañera, que tanto prestigio traería con su juventud y su hermosura a la piadosa y complicada empresa de salvar el mundo en Jesús y por Jesús.
- Los oficiales hacían su tocado, no menos difícil a bordo que en tierra, y cuando yo veía a los pajes ocupados en empolvar las cabezas de los héroes a quienes servían, me pregunté si aquella operación no era la menos a propósito dentro de un buque, donde todos los instantes son preciosos y donde estorba siempre todo lo que no sea de inmediata necesidad para el servicio.
- Pepa y Rosa vestidas de colorines, pero con trajes de buen corte ceñido, airosas, limpias como armiños, sinuosas al andar de faldas sonoras, risueñas, rubia la una, morena como mulata la que tenía nombre de flor, servían con gracia, rapidez, buen humor y acierto, enseñando a los hombres dientes de perlas, inclinándose con las fuentes con coquetona humildad, de modo que, según Ripamilán, aquella buena comida presentada así era miel sobre hojuelas.
- Don Baldomero II, que así es forzoso llamarle para distinguirle del fundador de la dinastía, heredó en 1848 el copioso almacén, el sólido crédito y la respetabilísima firma de Don Baldomero I, y continuando las tradiciones de la casa por espacio de veinte años más, retirose de los negocios con un capital sano y limpio de quince millones de reales, después de traspasar la casa a dos muchachos que servían en ella, el uno pariente suyo y el otro de su mujer.