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Ejemplos de oraciones con la palabra tentaciones

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra tentaciones en el contexto de una oración.

Término tentaciones: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "tentaciones" aquí tienes una selección de 25 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra tentaciones para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • Contaba tentaciones.
  • Tuvo tentaciones Juanito de aceptar la oferta.
  • Esas tentaciones del Demonio, se lo he dicho cien veces.
  • En entrando allí daban tentaciones de echarse a la larga.
  • Y tenía que defenderle de aquellas sus viejas tentaciones.
  • Al llegar a la otra fuente, iguales ansias, iguales tentaciones.
  • ¡Pues claro está! Pidiendo a Dios que les libre de tentaciones.
  • Arrastradas por la rutina, hasta sentían tentaciones de rezar por el pobre animal.
  • Me dan tentaciones de ahorcarme colgándome de esta reja con un cordón hecho de tiras del refajo.
  • Hablaba de tentaciones en general y de ensueños lascivos, pero no confesaba amar a un hombre determinado.
  • El chiquillo se quedó allí, solicitado por las dos tentaciones más fuertes que en su vida había sufrido.
  • Fortaleza en que ella tenía, indudablemente, una defensa segura, inexpugnable, contra las tentaciones que empezaban a acosarla.
  • Por ponerme al tanto de lo que piensas, de lo que sientes, de las tentaciones que te dan por la mañana, por la tarde y por la noche.
  • ¡Cuántas veces sentía tentaciones de quemar aquellas cartas, no llevándolas a su destino! Pero por mi suerte, tuve serenidad para dominar tan feo propósito.
  • Y si se necesita más virtud para atreverse a resistir las tentaciones que asedian en el mundo a una buena madre y fiel esposa, que para encerrarse en un convento.
  • Juanito, contagiado por el ardor de pelea que reinaba en las alturas, sentía tentaciones de gritar que aquello era fastidioso y lo de los cinco mil francos un robo.
  • No sospechaba aquel ciego, tan inoportunamente alegre y decidor, que su amigo, su mejor amigo, al romper la marcha el tren había tenido tentaciones de arrojarse al andén.
  • Pero su marido, que era muy bruto y tenía la culpa, sí, él tenía la culpa, de las equivocaciones, o si se quiere, malas tentaciones de ella, la había metido allí sin andarse con rodeos.
  • Cuando oía, desde su despacho, muy temprano, el Santo Dios, Santo Fuerte, que cantaba como si fueran malagueñas, Teresina, que hacía la limpieza allá fuera, tentaciones sentía de cantar él también.
  • Al acercarse al pilón de la fuente de Oeste, De Pas tuvo tentaciones de aplicar sus labios al tubo de hierro que apretaba con sus dientes un león de piedra, y saciar sus ansias en el chorro bullicioso, incitante.
  • Mientras hablaba con la frescachona Sabel, la fantasía de un artista podía evocar los cuadros de tentaciones de San Antonio en que aparecen juntas una asquerosa hechicera y una mujer hermosa y sensual, con pezuña de cabra.
  • Había hablado, sin precisar nada, de malos pensamientos, pero le parecía indecoroso e injusto para con ella misma, hasta grosero, personificar aquellas tentaciones, decir que se trataba de un solo hombre de tales prendas, y señalar los peligros que había.
  • El Magistral que vivía ya nada más de esta refinada pasión que según él no tenía nombre, luchaba con tentaciones formidables, y sólo conseguía contrarrestar las rebeliones súbitas y furiosas de la carne con armisticios vergonzosos que le parecían una especie de infidelidad.
  • Mezclado al de la cera y del incienso le sabía a gloria al anticuario, cuyo ideal era juntar así los olores místicos y los eróticos, mediante una armonía o componenda, que creía él debía de ser en otro mundo mejor la recompensa de los que en la tierra habían sabido resistir toda clase de tentaciones.
  • Aquellos ocho años de juventud sin amor, sin fuego de pasión alguna, sin más atractivo que tentaciones efímeras, rechazadas al aparecer, creía que no hubiera podido sufrirlos a no pensar que Dios se los había mandado para probar el temple de su alma y tener en qué fundar la predilección con que la miraba.