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Ejemplos de oraciones con la palabra torquemada

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra torquemada en el contexto de una oración.

Término torquemada: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "torquemada" aquí tienes una selección de 48 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra torquemada para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • De Torquemada.
  • Torquemada fue muy majo.
  • Luego, Torquemada no es.
  • Torquemada, no fue difícil desarmarle.
  • No, me gusta mucho más Rufina Torquemada.
  • Y convido a las de Torquemada, a Ballester.
  • Al llegar aquí Torquemada sacó su sebosa petaca.
  • En todo rigor de lógica tiene que ser Torquemada.
  • De Torquemada, ni qué hubiera sido de Maxi sin mí.
  • Luego, no siendo Torquemada, no hay intermediario de cartas.
  • ¿Hay caso más curioso que el de Torquemada, de origen judío?
  • Señor de Torquemada me dice muy serio, vengo a pagarle a usted.
  • El guano, como decía Torquemada, no podía menos de dulcificarla.
  • Una mañana fue Torquemada a ver a doña Lupe para tratar de negocios.
  • Al fin Torquemada, que no gustaba de perder el tiempo, dijo a su amiga.
  • Pensaba fijando la vista en el retrato de Torquemada y su esposa, de bracete.
  • Torquemada hizo una separación de billetes, dando la mayor parte a doña Lupe.
  • Perfectamente bien dijo la señora observando con ansiedad el semblante de Torquemada.
  • De Torquemada, faro luminoso que le marcaba el puerto en todas las borrascas de la vida.
  • Quédate con Dios dijo Torquemada a Maximiliano que sólo contestó al saludo con un ju ju.
  • Torquemada y los negocios ayudáronla también a entretener su existencia y a conllevar su dolor.
  • Debía de ser muy rica, pero muy rica, porque él veía que Torquemada le llevaba resmas de billetes.
  • Maximiliano, al oír esto, estaba profundamente embebecido, mirando el retrato de Rufinita Torquemada.
  • La criada que tienes, esa Patricia que le recomendó a doña Lupe el señor de Torquemada, está vendida.
  • Torquemada procuraba pacificar, y entre unos y otros molestaban mucho al enfermo con la bulla que hacían.
  • Doña Lupe prestaba dinero, por mediación de un tal Torquemada, a militares, empleados y a todo el que cayese.
  • Las operaciones previas de la fumada duraban un buen rato, porque Torquemada le variaba el papel al cigarrillo.
  • A la pobre víctima le sacó Torquemada mucho más, porque se adjudicó sus muebles riquísimos por un pedazo de pan.
  • Torquemada les recomendó una que servía para todo y que guisaba muy bien, mujer de edad mediana, formal, limpia y sentada.
  • Y cuidado con dejar de tomarle la cuenta a la muchacha, al céntimo, pues Torquemada dice que no la abona y no hay que fiar.
  • La esposa de Torquemada estaba hecha tan a semejanza de este, que doña Lupe la oía y la trataba como al propio don Francisco.
  • ¿No le parece a usted que puede ser el señor Escosura, ese Torquemada pour rire, el que ha traído a esta casa tanta desgracia?
  • Mire usted, doña Lupe dijo Torquemada, haciendo una perfecta o con los dedos pulgar e índice y enseñándosela a su interlocutora.
  • Aun así, el 68 ya tenía Torquemada dos casas en Madrid, y había empezado sus negocios con doce mil reales que heredó su mujer el 51.
  • Doña Lupe trabajaba en préstamos por pura afición que le infundió Torquemada, y sin sobrino y sin necesidades habría hecho lo mismo.
  • Pero Torquemada, anteayer, entró en el gabinete de mi tía, y yo, desde el pasillo, le oí preguntarle claramente si había sabido de la señorita.
  • En este punto creyó oportuno Torquemada intervenir, con esperanza de que sus discretas razones enderezaran el torcido intellectus del desdichado joven.
  • De Torquemada, persona de confianza en la casa, que al entrar iba derecho al gabinete, a la cocina, al comedor o a donde quiera que la señora estuviese.
  • A los individuos de Orden Público o de la Guardia Civil que iba encontrando, les miraba ya como subalternos, y por poco les manda prender a su tía y a Torquemada.
  • ¡Si cuando iba a su casa y estaban en ella Rufinita Torquemada o la señora de Samaniego con su hija Olimpia, se metía en la cocina por no verse obligado a saludarlas.
  • En toda la parte del siglo XIX que duró la larguísima existencia usuraria de Don Francisco Torquemada, no se le oyó decir una sola vez siquiera que los tiempos fueran buenos.
  • Ascendía la suma a treinta mil reales, los veinte mil dados por Feijoo, y diez mil y pico que habían producido desde aquella fecha, colocados por Torquemada en préstamos a militares.
  • Nombrábase Patricia, pero Torquemada la llamaba Patria, pues era hombre tan económico que ahorraba hasta las letras, y era muy amigo de las abreviaturas por ahorrar saliva cuando hablaba y tinta cuando escribía.
  • Aquella mujer que dormía a pierna suelta después de haber estrangulado, en connivencia con Torquemada, a un infeliz deudor, estaba intranquila ante los problemas de conciencia que le había planteado su sobrino tan candorosamente.
  • Después de viuda, viéndose con cuatro cachivaches y cinco mil reales, imaginó fundar una casa de huéspedes, pero Torquemada se lo quitó de la cabeza, ofreciéndose a colocarle sus dineros con buen interés y toda la seguridad posible.
  • Cada vez que Don Francisco le llevaba dinero cobrado, un problema de usura resuelto y finiquito, se alegraba tanto la viudita que se le abrían los poros, y por aquellas vías se le entraba el carácter de Torquemada a posesionarse del suyo e informarlo de nuevo.
  • Torquemada había sido alabardero en su mocedad, y conservando el bigote y perilla, que eran ya entrecanos, tenía un no sé qué de eclesiástico, debido sin duda a la mansedumbre afectada y dulzona, y a un cierto subir y bajar de párpados con que adulteraba su grosería innata.
  • Por evitar este ruido inoportuno, Maximiliano se metió un pañuelo en aquel bolsillo, atarugándolo bien para que las piezas de plata y oro no chistasen, y así fue en efecto, pues en todo el trayecto desde Chamberí hasta la casa de Torquemada el oído de doña Lupe, que siempre se afinaba con el rumor de dinero como el oído de los gatos con los pasos del ratón, y hasta parecía que entiesaba las orejas, no percibió nada, absolutamente nada.