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Ejemplos de oraciones con la palabra venganza

Lista de frases en las cuales se puede ver cómo se usa la palabra venganza en el contexto de una oración.

Término venganza: Frases

Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "venganza" aquí tienes una selección de 63 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.

En cada una de las frases aparece resaltada la palabra venganza para que la puedas detectar fácilmente.

Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.

  • Es venganza.
  • ¿Alguna venganza?
  • ¿No será una venganza?
  • Una venganza sangrienta.
  • Había sido una venganza.
  • ¡Oh! una venganza bien cumplida.
  • A insinuarle la venganza necesaria.
  • Esta es la venganza, esta es la ley.
  • ¿Era un cobarde aplazando su venganza?
  • Come en silencio, meditando una venganza.
  • Irse de allí era renunciar a su venganza.
  • Don Álvaro sufría el tormento pensando en la venganza.
  • El entierro de Cristo era la venganza de toda la escuela.
  • Eso ha sido también una venganza, no es arrepentimiento.
  • Luego se lo dije a Niní, que lloró y quiso tomar venganza.
  • ¿Pero qué ideas tienes tú de las maneras de tomar venganza?
  • Está mi remedio y mi venganza y mucho provecho de la república.
  • Pues aquí me tiene usted con mi parejita, eso es, en justa venganza.
  • De todas maneras, pronto sabrá de mi venganza y se podrá enterar de todo.
  • El otro se consoló pensando que otra noche consumaría su trágica venganza.
  • Cada cual veía su venganza, no el crimen del otro ni la vergüenza del pacto.
  • ¡Venganza! ¡venganza! se dijo o soy un miserable, un ser digno de desprecio.
  • Al pasar junto a la Regenta la miró cara a cara, distraído, pensando en su venganza.
  • Pero además gozaba de otra venganza más suculenta que todas estas la endiablada moza.
  • Sus ilusiones de venganza le conmovían tanto, que se sentía próximo a estallar en sollozos.
  • Iba a tardar más de doce horas en ver el caserón, ¡aplazaba su venganza más de doce horas!
  • Sabía que necesitaba estar allí, hacer algo, ver, procurar su venganza, pero ignoraba cómo.
  • Pero esto no colmaba su deseo, no satisfacía su amor propio, sería un placer efímero y una venganza.
  • Petra, por venganza, por mala índole, había hablado, había dicho a alguna amiga lo de su antigua ama.
  • El hombre que hería de muerte por venganza, el criminal, el ciego por la pasión, el asesino, sí, el asesino.
  • Dejaba escapar de su pecho exclamaciones de ira, juramentos de venganza y apóstrofes de despecho contra sí mismo.
  • ¡Qué infamia! Si yo no hubiera estado un mes seguido trasteando a este chico para quitarle de la cabeza la idea de la venganza.
  • Era una venganza de esclavo, el amargo placer del mendigo que comparece con sus pestilentes andrajos en medio de una fiesta de ricos.
  • Por la tarde, cuando la señora salió, encargando que le limpiara la ropa, ocurriole a la mona tomar de su ama una venganza terrible.
  • De vuestros torpes amores dará venganza a mi enojo, mostrando a mis sucesores la nobleza de un león rojo en sangre de dos traidores.
  • De repente acordábase de la jugarreta que le tenía preparada a su marido, y su alma se estremecía con el placer de su pueril venganza.
  • Lo que yo no creo es que vaya a cometer barbaridades por gusto de cometerlas, ni aun en el primer momento, cuando le ciega el deseo de la venganza.
  • Don Fermín padecía, pensaba el pobre don Francisco y sin querer, con gran remordimiento, él se alegraba un poco, gozaba el placer de una venganza.
  • Don Pedro, medio a gatas porque de otro modo no se lo consentía la poca altura del desván, perseguía a sus primas, resuelto a tomar memorable venganza.
  • Pero hacía esfuerzos para sonreir, y á cada excitación de venganza contestaba con un gesto arrogante, afirmando que corría de su cuenta el castigar al enemigo.
  • Y sobre aquellas ruinas de su indignación artística se paseaba furioso, deseando algo más suculento para la ira y la venganza que la tinta y el papel mudo y frío.
  • ¡Vaya con lo que me decía anoche! Tía de mi alma, a fuerza de pensar y padecer, he llegado a desprenderme de todas las pasiones, y a no sentir en mí ni odio ni venganza.
  • Después de hablar con alma humana de tan vergonzoso descubrimiento, ya no había modo de volverse atrás, esto es, de cambiar de resolución, de aplazar ni modificar la venganza.
  • Comprendía que aquellas meditaciones le alejaban de su venganza, que en el fondo del alma él no quería ya vengarse, quería castigar como un juez recto y salvar su honor, nada más.
  • ¡Y si viera usted qué distinto es el mundo mirado desde arriba a mirado desde abajo! Me parecía a mí mentira que yo había de ver apagarse en mí la sed de venganza, y el odio que me embruteció.
  • Barbacana era más grave, más autoritario, más obstinado e implacable en la venganza personal, más certero en asestar el golpe, más ávido e hipócrita, encubriendo mejor sus alevosas trazas para desmantecar al desventurado colono.
  • Pero, amigo, aunque él, el Magistral, como hombre y hombre de experiencia, se explicaba la vehemente cólera que debía de dominar a don Víctor, y comprendía, y disculpaba hasta cierto punto, sus deseos de pronta y terrible venganza.
  • Después, a la hora de la comida, eran los comentarios, los recuerdos agradables, los berrinches por supuestas ofensas que en el primer instante habían pasado inadvertidas, y que, agrandándose ahora en la imaginación, pedían venganza.
  • Hasta algunas veces había visto de lejos á Pimentó, que paseaba por la huerta como bandera de venganza su cabeza entrapajada, y el valentón, á pesar de que estaba repuesto del golpe, huía, temiendo el encuentro tal vez más que Batiste.
  • Como llovía recio, y el triste se mojaba, y con la priesa que llevábamos de salir del agua que encima de nos caía, y lo más principal, porque Dios le cegó aquella hora el entendimiento (fue por darme dél venganza), creyóse de mí y dijo.
  • Mas si en algo podría aprovechar para librarle del peligro y pasión que padecía, por amor de Dios lo hiciese, pues ellos veían clara la culpa del culpado y la verdad y bondad suya, pues a su petición y venganza el Señor no alargó el castigo.
  • ¡Zurriágame la melunga! gritó entusiasmada la madre, ¡castañas de catalunga! Y todos corrieron, mientras el vencedor iba detrás con piernas vacilantes, sin gran deseo de azotar a sus amigos, contento con el triunfo, pero sin deseos de venganza.
  • En lo de tomar justa y sabrosa venganza los maridos ultrajados, el divino don Pedro había discurrido como nadie y sin quitar a El castigo sin venganza y otros portentos de Lope el mérito que tenían, don Víctor nada encontraba como El médico de su honra.
  • Sí, todo esto había querido hacer don Víctor que se sintió morir de vergüenza y de cólera contra los infames adúlteros y contra sí mismo, en cuanto notó que el tren se movía y le alejaba del lugar del crimen, de su deshonra y de su venganza necesaria.
  • Que salió Juan Pablo de la casa renegando de su estrella, de su tía y de todo el género humano, revolviendo en su mente propósitos de venganza con proyectos de suicidio, pues estaba el infeliz como el náufrago que patalea en medio de las olas, y ya no podía más, ya no podía más.
  • Imaginándose lo que iba a pasar, la turbación del infiel, el perdón suyo, y mil cosas y pormenores novelescos que barruntaba, producíase en su alma un goce semejante al del artista que crea o compone, y también un poco de venganza, tal y como en alma tan noble podía producirse esta pasión.
  • Yo aun no lo puedo ser, y como no lo puedo ser, al enviarte esta dote a ti, hermana mía, para que puedas vivir con tu marido, pienso que ésta es mi venganza, la venganza del abandonado, la venganza del sarnoso contra el sano, la venganza del miserable con el descendiente de la familia considerado y mimado.
  • Tarsila, Obdulia, Visitación, otro pimpollo que se escapaba por el balcón en compañía de su novio, la misma marquesa de Vegallana, sus hijas, sus sobrinas de la aldea, todo Vetusta, la de clase inclusive, salía allí a la vergüenza, en aquella venganza solitaria de las dos señoritas incasables de Ozores.
  • Era lo peor porque el Magistral, que conocía las exaltadas ideas de don Víctor respecto al honor, temía que obedeciendo a impulsos disculpables, pero no justos, y sordo a la voz de la religión, se arrojase a tomar venganza terrible, sobre todo de don Álvaro, cuyo crimen no podía ser más repugnante y digno de castigo.
  • Las mismas que horas antes hablaban pestes de él, escandalizadas por su apuesta de borracho, le compadecían, se enteraban de si su herida era grave, y clamaban venganza contra aquel muerto de hambre, aquel ladrón, que, no contento con apoderarse de lo que no era suyo, todavía intentaba imponerse por el terror atacando á los hombres de bien.
  • Aquí de tus promesas, mata, quema, vocifera, anuncia al mundo tu venganza, despídete de la tranquilidad para siempre, busca energía en el fondo del sueño, de los bostezos arranca los apóstrofes del honor ultrajado, representa tu papel, ahora te toca a ti, ahora no es Perales quien trabaja, eres tú, no es Calderón quien inventa casos de honor, es la vida, es tu pícara suerte, es el mundo miserable que te parecía tan alegre, hecho para divertirse y recitar versos.
  • Y viendo como veía un peligro, y desde luego una imprudencia en hablar así con don Álvaro, en mirarle con deleite que no se ocultaba, en alabarle y abrirle el arca secreta de los deseos y los gustos, no se arrepentía de nada de esto, y se dejaba resbalar, gozándose en caer, como si aquel placer fuese una venganza de antiguas injusticias sociales, de bromas pesadas de la suerte, y sobre todo de la estupidez vetustense que condenaba toda vida que no fuese la monótona, sosa y necia de los insípidos vecinos de la Encimada y la Colonia.
  • Mas así lo disimuló como si no lo hubiera sentido, y luego otro día, teniendo yo rezumando mi jarro como solía, no pensando en el daño que me estaba aparejado ni que el mal ciego me sentía, sentéme como solía, estando recibiendo aquellos dulces tragos, mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos por mejor gustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego que agora tenía tiempo de tomar de mí venganza y con toda su fuerza, alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, le dejó caer sobre mi boca, ayudándose, como digo, con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro, que de nada desto se guardaba, antes, como otras veces, estaba descuidado y gozoso, verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído encima.