Si quieres ver ejemplos de uso de la palabra "villalonga" aquí tienes una selección de 73 frases y oraciones donde se puede ver su aplicación en un texto.
En cada una de las frases aparece resaltada la palabra villalonga para que la puedas detectar fácilmente.
Para evitar saturar nuestro sistema sólo se mostrarán un máximo de 100 frases por palabra.
- Iba con Villalonga.
- Villalonga un décimo.
- Pregúntale a Villalonga.
- Lo que decía Villalonga.
- Pues mire usted dijo Villalonga.
- Chico, yo se lo diré a Villalonga.
- Villalonga y yo como dos insensatos.
- Me parece que es amigo de Villalonga.
- Hombre, he visto a Jacinto Villalonga.
- Decíale Villalonga que tuviera paciencia.
- De Villalonga y otro que no conozco, un tipo así.
- Yo lo supe en el Bolsín a las diez dijo Villalonga.
- Para ponerse a almorzar no faltaba más que Villalonga.
- Hablaremos a Villalonga dijo Don Evaristo embozándose.
- Y Villalonga dio principio a su relato delante de Jacinta.
- Hace tiempo que el amigo Villalonga tenía empeño en eso.
- En buen apuro me vi, camaraíta dijo Villalonga conteniendo la risa.
- Mi tocaya dijo Villalonga, se está volviendo muy anticonstitucional.
- El chico de Santa Cruz era discípulo de Novar, y Villalonga de Coronado.
- Siguió Villalonga a anunciar a los amigos que había empezado la votación.
- No tardamos Villalonga y yo en hacernos amigos de los amigos de aquella gente.
- Por fin resolvimos Villalonga y yo largamos con viento fresco y no volver más.
- El Sábado, a poco de entrar en la oficina, le llamó Villalonga a su despacho.
- Villalonga se despidió reiterando sus buenos deseos respecto a Nicolás Rubín.
- Para acabar de aburrirle y trastornarle, un día fue Villalonga con nuevos cuentos.
- Villalonga y yo les echábamos a pelear o les reconciliábamos cuando nos convenía.
- ¡Ay Dios mío!, entró Jacinta, y Villalonga tuvo que dar un quiebro violentísimo.
- Cuenta el tunante de Villalonga que hace años usaba Aparisi el e pur si muove de Galileo.
- Cuando apareció levantando la cortina, Villalonga dio una brusca retorcedura a su discurso.
- Acercose tímidamente este desgraciado a Villalonga, que ya estaba levantado para marcharse.
- Tampoco pinto platos como esa Antonia, amiga de Villalonga, la cual está siempre de pinceles.
- Lo sé por Feliciana, a quien se lo contó, días atrás, un señor que es amigo de Villalonga.
- Villalonga y yo, que oíamos estos jollines desde el entresuelo, no hacíamos más que reírnos.
- Villalonga giró sobre el último concepto como una veleta impulsada por fuerte racha de viento.
- Ese Villalonga es una gran persona, y Feijoo lo que se llama un caballero, y el Ministro también.
- Otras muchas tonterías de este jaez cuenta Villalonga, las cuales no copio por no alargar este relato.
- ¡Ahí está! dijeron todos, y Barbarita miró al lugar vacío que estaba destinado a Villalonga en la mesa.
- Trataba al gordo Arnaiz, y a otros muy allegados a la familia, como el marqués de Casa Muñoz y Villalonga.
- Esta noche se me ocurrió si será Sofía la Ferrolana, o la Peri, o Antonia, esa que estaba con Villalonga.
- Entraba en todos los cafés, hasta en algunas tabernas entró, unas veces solo, otras acompañado de Villalonga.
- Fue a verle una tarde Villalonga, y lo primero que le dijo Feijoo, mientras se dejaba abrazar por él, fue esto.
- Pero este se marcharía aquella misma noche a Cuevas de Vera, su pueblo, a trabajar las elecciones de Villalonga.
- Fundábase esta antipatía en la creencia de que Villalonga era el corruptor de su marido y el que le arrastraba a la infidelidad.
- Villalonga representaba el Parlamento, Aparisi el Municipio, Joaquín Pez el Foro, y Federico Ruiz representaba muchas cosas a la vez.
- Ya le había dicho a Villalonga que aceptaba con la condición de que no le pondría veto a la persecución y exterminio de los pillos.
- Salió, investigó, rebuscó, y la mujer aquella, visión inverosímil que había trastornado a Villalonga, no parecía por ninguna parte.
- Te aseguro que Villalonga me arrastraba a aquella vida, porque se encaprichó por otra chica del barrio, como yo por la sobrina de Segunda.
- Villalonga y Don Baldomero no prestaban ni pizca de atención a los entusiasmos de su insufrible amigo, y se ocupaban en cosas de más sustancia.
- De Feijoo, que era amigo suyo y había sido su pretendiente, y tenía gran amistad con don Jacinto Villalonga, íntimo del Ministro de la Gobernación.
- Movida de este afán, así que se marcharon Moreno y Villalonga, cogió por su cuenta al Delfín, y otra vez trataron ambos la cuestión de la ruptura.
- Había dejado a su esposo con Villalonga, después de enjaretarle la mentirilla de que iba a la Virgen de la Paloma a oír una misa que había prometido.
- ¿Y cuando me sermoneaba porque no tengo ese aire de francesa que tiene la Antoñita, esa que está con Villalonga, y otra que llaman Sofía la Ferrolana?
- Por el contrario, Santa Cruz y Villalonga se ponían siempre en la grada más alta, envueltos en sus capas y más parecidos a conspiradores que a estudiantes.
- Deseaban todos que fuese Villalonga a la casa para que les contara la memorable sesión de la noche del 2 al 3, porque la había presenciado en los escaños rojos.
- Villalonga, que era observador muy picaresco, aseguraba haber descubierto entre Aparisi y Casa Muñoz un antagonismo o competencia en la emisión de palabras escogidas.
- ¡Qué cosas tenéis tú y Villalonga! ¡Pararse a hablar a las diez de la noche en la esquina del Ministerio de la Gobernación, que es otra punta del diamante! Te vi.
- Señor Don Evaristo, por Dios, hable usted de mí al señor de Villalonga le dijo la momia, interponiéndose como si no quisiera darle paso sino a cambio de una promesa.
- Pero Leopoldo Montes le dijo que habiendo aceptado Villalonga la Dirección de Beneficencia y Sanidad, había encargado a Juan Pablo un trabajo delicadísimo y muy enojoso.
- Pareció que el mismo demonio lo hizo, porque en el momento de salir Don Baldomero del cuarto de su hijo, he aquí que se presentan en el despacho Villalonga y Federico Ruiz.
- Gustavito hacía cada artículo de crítica y cada estudio sobre los Orígenes de tal o cual cosa, que era una bendición, y en tanto él y Villalonga ¿en qué pasaban el tiempo?
- Cuenta Villalonga que hace años hablaba Casa Muñoz disparatadamente, y sostiene y jura haberle oído decir, cuando aún no era marqués, que las puertas estaban herméticamente abiertas.
- Oíase desde el gabinete rumor de un hablar vivo, y la mezclada agitación de varias voces, entre las cuales se distinguían claramente las de Juan, Villalonga y Zalamero, que acababan de entrar.
- Respondía él que los de siempre, lo cual no era verdad, pues salvo Villalonga, que salía con él muy puesto también de capita corta y pavero, los antiguos condiscípulos no aportaban ya por la casa.
- Pensaba primero en la institutriz de las niñas de Casa Muñoz, por ciertas cosillas que había visto casualmente, y dos o tres frases, cazadas al vuelo, de una conversación de Juan con su confidente Villalonga.
- En la mesa versó la conversación sobre el mismo asunto, y Villalonga, después de volver a contar el caso con todos sus pelos y señales para que lo oyera Don Baldomero, añadió diferentes pormenores que daban color a la historia.
- Villalonga estaba ya viendo a Don Carlos entrar en Madrid, y el marqués de Casa Muñoz hablaba de las exageraciones liberticidas de la demagogia roja y de la demagogia blanca como si las estuviera mirando pintadas en la pared de enfrente.
- Allí estaban Villalonga, Juanito Santa Cruz, Zalamero, Severiano Rodríguez, el médico Moreno Rubio, Sánchez Botín, Joaquín Pez y otros que tenían constituida la más ingeniosa y regocijada peña que en los cafés de Madrid ha existido.
- Como Villalonga y yo teníamos dinero largo para juergas y cañas, unos y otros tomaron el gusto a nuestros bolsillos, y pronto llegó un día en que allí no se hacía más que beber, palmotear, tocar la guitarra, venga de ahí, comer magras.
- Refiere Villalonga que un día fue Barbarita reventando de gozo y orgullo a la librería, y después de saldar los débitos del niño, dio orden de que entregaran a este todos los mamotretos que pidiera, aunque fuesen caros y tan grandes como misales.
- Presentose en aquellos días al simpático joven la coyuntura de hacer su primer viaje a París, adonde iban Villalonga y Federico Ruiz comisionados por el Gobierno, el uno a comprar máquinas de agricultura, el otro a adquirir aparatos de astronomía.
- Las noticias más remotas que tengo de la persona que lleva este nombre me las ha dado Jacinto María Villalonga, y alcanzan al tiempo en que este amigo mío y el otro y el de más allá, Zalamero, Joaquinito Pez, Alejandro Miquis, iban a las aulas de la Universidad.
- Decidido a hablar con Juan Pablo, fue a verle una mañana al café de Madrid, donde tenía un rato de tertulia antes de entrar en la oficina, pues al fin ¡miseria humana!, hubo de aceptar la credencialeja de doce mil que le había dado Villalonga, por recomendación del mismo Feijoo.
- Pero Villalonga y Santa Cruz lo pasaron peor, porque el primero recibió un sablazo en el hombro que le tuvo derrengado por espacio de dos meses largos, y el segundo fue cogido junto a la esquina del Teatro Real y llevado a la prevención en una cuerda de presos, compuesta de varios estudiantes decentes y algunos pilluelos de muy mal pelaje.